Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la sesión plenaria CELAC-UE, desde Centro Cultural Kirchner (CCK).
Muy buenos días a todos y a todas. Muchas gracias, de verdad, por participar de este encuentro entre CELAC y la Unión Europea. Gracias querido alto representante de la Unión Europea, mi querido Josep Borrell. Gracias a todos los representantes que hoy están aquí representando a los pueblos europeos. Gracias a mis hermanos Latinoamericanos y mis hermanos del Caribe, hermanos y hermanas.
Creo que estamos viviendo un momento importante y una oportunidad significativa, si es que la sabemos valorar adecuadamente. A riesgo de ser reiterativo, déjenme reflexionar con ustedes sobre algunas cosas que días atrás reflexioné cuando tuve la oportunidad de abrir el Congreso de CEPAL.
Miren, el mundo que nos ha tocado a nosotros no es un mundo fácil, es un mundo muy complejo, definitivamente. Es un mundo que ha sido asignado por algo que la humanidad no vive, habitualmente, que es fue la pandemia. Tal vez ninguno de los que estamos acá ha reflexionado, adecuadamente, que todos los que estamos acá somos sobrevivientes de una pandemia. Una pandemia que arrastró la vida de millones de seres humanos, no sabemos -exactamente- cuántos. Los cálculos más optimistas, de la Organización Mundial de la Salud, hablan de 6 millones de vidas perdidas, pero sus proyecciones dicen que tal vez superen los 10 millones de vidas perdidas.
La pandemia fue un tiempo de enorme incertidumbre porque combatíamos contra un virus imperceptible a la vista humana, que -en verdad- tampoco sabíamos cómo combatirlo. La realidad es que eso a América Latina le pasó en un contexto también singular, singular, o en un momento -lamentablemente- la América Latina tiene una peculiaridad de ser el continente más desigual del mundo. El continente donde la brecha que divide a los ricos de los pobres es más amplia. Y en verdad, en ese contexto, nosotros descubrimos o nos vimos obligados a repensar muchas cosas; cosas que Europa ya había pensado antes -muchos años antes- después de la guerra, por ejemplo, a repensar el rol del Estado, ¿Cuál es el rol que el Estado tiene que tener? repensar la salud pública. Europa que transitó -después de la guerra- años de una economía de bienestar, lo tiene bastante resuelto, pero nosotros que vivimos la década del neoliberalismo, en los ’90, y de la permanente irrupción de sectores neoliberales en nuestros gobiernos. Entramos en una enorme crisis cuando observamos la importancia de la salud pública en momentos tan críticos, como los que nos tocó vivir en la pandemia.
La pandemia dejó al descubierto la injusticia del mundo, y sobre esto tenemos que hablar porque para poder integrarnos tenemos que entender la injusticia del sistema internacional. Yo digo –siempre- que hay algunos datos para considerar, cuando la pandemia se desató 10 personas reunían una riqueza semejante a la riqueza que acumula el 40 por ciento de la población mundial; eso solo habla de injusticia, eso solo habla de inequidad, eso solo habla de desigualdad.
Ayer le contaba a, Josep, que los datos estadísticos cuentan que -como consecuencia de la pandemia- la mortalidad en los países pobres fue cuatro veces superior a la mortalidad a los países desarrollados, eso solo habla de la desigualdad que hay en el mundo. Y también hubo un momento puntual donde la desigualdad quedó muy patentizada, fue el momento en que la vacuna se desarrolló; y cuando se desarrolló había que distribuirla; y cuando se distribuyó descubrimos que el 90 por ciento de las vacunas producidas estaban en manos del 10 por ciento de la población, y el 90 por ciento de la población mundial deambulaba por el mundo buscando una vacuna para sus ciudadanos, para sus habitantes. Si nosotros no entendemos que eso hay que cambiarlo, vamos a seguir girando en círculo sin encontrar una respuesta y una solución al problema central que tenemos, que es la desigualdad.
Ahora, siempre reflexionaba yo, en los días de pandemia, que era tan ingrato el momento que nos tocaba vivir, tan tremendo el dolor de contar muertes todos los días; había una suerte de ranking para ver dónde se morían más rápido, que yo pensé que la humanidad iba a salir mejor después de la pandemia. Y creí que todos íbamos a salir mejor porque la enseñanza era muy cruel; y que todos íbamos a entender el valor de la igualdad porque la enseñanza era muy cruel. Dijo alguien, a quien siempre recuerdo, algo que yo –particularmente- comparto, la verdad que con el correr del tiempo me di cuenta que después de la pandemia no salimos mejores, no salimos mejores. La verdad que después de la pandemia lo que verificamos es que los que eran buenos, resultaron buenísimos, pero los que eran malos, resultaron malísimos. Y con este escenario solo podemos esperar que el proceso de desigualdad que tanto acabo de criticar se profundice.
Yo me animó a hablar de estas cosas, antes los hermanos de la Unión Europea, porque la Unión Europea tiene un rol central en el futuro. Un rol central que por ahí no perciben, pero que lo tienen. Si el mundo ha vivido mal por muchos también fue producto de una bipolaridad entre dos potencias, y lo que no debemos permitir es una nueva bipolaridad se instale en el mundo. Después de la pandemia apareció algo que para nosotros fue absolutamente inesperado, que fue una guerra. ¿Cómo es posible que después de tanta muerte, tanto dolor, se desate una guerra que vuelve a poner en crisis la vida humana? ¿Cómo entenderlo? Una guerra, además, que rompe con los principios elementales de la comunidad de naciones que se nuclean en Naciones Unidas, que rompe el principio de territorialidad integral, que rompe el principio de solución pacífica de los conflictos. ¿Cómo es posible que esto ocurra después del dolor que la pandemia nos ha causado?
Lo cierto es que estos no son lo mejor tiempos que nos han tocado, pero también es cierto que puede ser una gran oportunidad para que nosotros empecemos a cambiar esto. El mundo ya no necesita más guerras y si al mundo ya hay algo que no necesita es dolor, es demasiado el dolor que hay en el mundo. Allá en el norte se disparan misiles, pero acá en el sur pasamos hambre, allá en el norte se disputan el gas, pero acá en el sur nos falta la energía para poder desarrollarnos. Y quiero hablarles con está franqueza porque con franqueza nos entienden los amigos. Y estamos para trabajar en el mismo sentido que ustedes porque en los hechos la inmensa mayoría de los países del continente y del Caribe han acompañado las posiciones que la Unión Europea han tenido en esta materia.
Ahora, entendamos bien de dónde partimos, entendamos bien el momento que vivimos y entendamos bien los dos mundos porque la brecha entre los dos mundos es muy grande, es muy grande. Nosotros somos grandes promotores del cambio climático, grandes promotores de la lucha por restaurar las condiciones climáticas del mundo; irónicamente, somos los que menos hicimos por dañar el contexto climático global y, sin embargo, a la hora de pagar, pagamos como si fuéramos los culpables. Nosotros no estamos la primera línea de los que emiten carbono, nosotros aportamos oxígeno con nuestras selvas, con nuestros bosques, pero el cambio climático se ve en el Caribe, todos los días, todos los días. Y la responsabilidad del Caribe en esta crisis climática que hoy tenemos es cero, cero; del Caribe solo disfrutamos de la belleza que nos brinda, no han tenido ninguna responsabilidad. Y a la hora de hacer frente a los resultados negativos que el cambio climático ha generado, en el Caribe, el mundo central da la espalda. Eso también pasa en nuestra América Latina con zonas que se han desertizados, que se han convertido en zonas productivas en auténticos desiertos.
Tenemos que pensar, para poder trabajar juntos, que vivimos realidades muy distintas, y que la verdad nosotros percibimos un estado de injusticia muy grande en América Latina; y que no podemos estar en paz con nuestras conciencias mientras esa desigualdad persista, y Europa tiene que ayudarnos, claramente tiene que ayudarnos, tiene que ayudar a poder conseguir el desarrollo, sino todo encuentro será una quimera, y si no entendemos del lugar donde partimos, todo encuentro será inútil.
Quiero decirles que, francamente, yo tengo mucho optimismo en este encuentro, los abe Joseph, lo saben mis amigos de la Unión Europea que más frecuento, lo sabe Emmanuel Macron, lo sabe Pedro Sánchez, lo he hablado con Merkel muchas veces, mi querido Primer Ministro de Portugal Costa lo sabe, si Argentina y América Latina tiene que tener un socio, ese socio se llama Europa, soy el primer promotor de esa idea, pero necesitamos que entiendan lo que está viviendo América Latina.
Nosotros vamos en este encuentro a trabajar, según los documentos que he podido leer, sobre cinco ejes básicos, el primero es la recuperación de social, económica y productiva que sobreviene a la pandemia; el segundo es la ciencia, la cultura, la innovación como un motor para el desarrollo y la inclusión, América Latina ya ha avanzado mucho en esto, voy a hablar de Argentina puntualmente, nosotros hemos desarrollado satélites, hemos desarrollado medicina nuclear, hemos desarrollado sistemas de producción de energía nuclear que compiten con los países más avanzados del mundo, y muchos otros países han desarrollado tecnologías también muy importantes, Colombia es un prestador de economía del conocimiento de los más importantes del mundo.
Tenemos que trabajar en la cooperación ambiental y en la gestión del riesgo de desastres, todo lo que dije del Caribe por favor tengámoslo presente en todas las conversaciones que tengamos. Pongamos la educación, Josep, recién lo dijo con toda claridad, la mitad de nuestros estudiantes que buscan un posgrado miran a Europa, yo todavía doy clases en mi Facultad y tengo una alumna española que viene por la “Beca Erasmus” a estudiar a Buenos Aires, pongamos en valor todo eso, el mundo del futuro y del presente demuestra que la riqueza de las sociedades no está en tener oro, en tener petróleo o tener gas, la riqueza está en tener conocimiento, en desarrollar la educación, el conocimiento, la ciencia y la tecnología, ahí está la riqueza, y allí es donde América Latina tiene que hacerse fuerte, porque si nos hacemos fuertes con eso, el litio de Bolivia, de Chile, de Argentina va a valer mucho más. Si nos hacemos fuertes de eso, el gas que Argentina tiene en Vaca Muerta va a valer mucho más, y vamos a dejar de sacar materias primas, no estamos condenados a ser la economía primaria a la que nos quieren condenar, estamos obligados a industrializar nuestra producción primaria, agregarle valor para aumentar trabajo, estamos en un tiempo donde el trabajo es central para el desarrollo de nuestras sociedades.
Yo digo todo esto, queridos amigos de Europa, porque quiero que este encuentro sirva, que no sea un encuentro más que se hace ya no sé ni cada cuantos años, quiero que sirva para que concretemos lo que Josep decía, hablando con Josep me enteré que en el año 90 Argentina y la Unión Europea firmamos un acuerdo de cooperación, del que ni el Canciller ni yo ni nadie tenía idea que exista, eso demuestra lo que pasa cuando el diálogo se quiebra, cuando el diálogo se pierde. Nosotros también -en este tiempo- debemos poner en valor el diálogo, es tanto el dolor que hemos pasado, y es tanto el dolor al que nos somete el presente, que –definitivamente- debemos entender que lo que cada uno de nosotros tiene que hacer es construir puentes, no construir muros, construir puentes, como dice el Papa Francisco, y entender que todos que vivimos en este globo terráqueo, estamos embarcados en una misma balsa, y que nadie se va a salvar solo, recuperar el valor de la solidaridad como valor central.
América Latina es una zona de paz, acá los conflictos los resolvemos conversando, la CELAC es una institución que se creó y el primer presidente fue Sebastián Piñera, y cuando terminó su mandato le dio su mandato a Raúl Castro de Cuba, y eso demuestra que podíamos convivir en la diversidad, respetándonos, que es como debemos serlo.
América Latina fue recuperando poco a poco el valor de la democracia, y el valor de sus instituciones, hemos sufrido mucho el día que en Bolivia un golpe de Estado impidió que Evo Morales asuma la presidencia que legítimamente había ganado, pero nos quedamos tranquilos cuando un año después el veredicto popular llevó a Luis Arce a la Presidencia de Bolivia, y remarco esto porque en estos tiempos de desazón, los cultores del odio tienen mucha facilidad para sembrar su prédica, porque en una sociedad desalentada las palabras más violentas surten más efecto que las palabras reflexivas, y llamo a la reflexión a todo el continente, a mi continente, a mi América Latina, no quiero que en ningún algún lado no se respeta la democracia, no quiero que en algún lado no se respete el veredicto popular, no quiero que en ningún lado se tergiversen los procesos electorales que están en marcha, porque tenemos que ponernos muy duros con los violentos, tenemos que ponernos muy duros con los cultores del odio, ya no hay más lugar para seguir sufriendo, es hora de que empecemos a pensar el futuro, tenemos mucho de lo que el mundo necesita, tenemos que desarrollar mucho nosotros, Cuba ha sido capaz de desarrollar vacunas para el COVID, al mismo tiempo que el mundo central, pero claro, le faltó la fortaleza industrial que necesitamos muchas veces para poder desarrollar la cantidad que el mundo estaba demandando.
En CELAC hemos avanzado para que los laboratorios públicos trabajen mancomunadamente en el desarrollo científico y médico, y debemos hacerlo, ya ha quedado demostrado, no podemos depender de un par de laboratorio a la hora de que una vacuna hace falta, y tenemos que hacerla nosotros para nuestro continente, porque nadie va a pensar en nosotros, lo digo sabiendo también, y agradeciendo que la Unión Europea ha colaborado en mucho mandando vacunas al continente.
Con estas palabras solo los invito a reflexionar, a que trabajemos juntos, tenemos una gran oportunidad, tenemos en América Latina los recursos que Europa está necesitando, necesitamos de Europa la tecnología, la investigación, la ciencia que hacen falta para poder aprovechar mejor nuestros recursos. Tenemos una historia común, tenemos un pasado común, ingrato por momentos, pasó muchos años, es hora de que una vez por todas unamos fuerzas y no caigamos otra vez en los mundos de discursos únicos, respetemos la multilateralidad y crezcamos juntos, esa es la obligación que tenemos.
Gracias a todos y a todas por haber aceptado venir a la Argentina y ser parte de este maravilloso encuentro. Muchísimas gracias. (APLAUSOS).