PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACION CRISTINA FERNANDEZ EN EL ALMUERZO OFRECIDO EN SU HONOR POR LA PRESIDENTA DE LA REPUBLICA FEDERATIVA DE BRASIL, EN LA SALA BRASILIA, PALACIO DE ITAMARATY, BRASIL.
Muy buenos días a todos y a todas; señora Presidenta de la República Federativa de Brasil, querida amiga Dilma Rousseff; un saludo a toda la comitiva que me acompaña, señores ministros, ministras; integrantes del Gabinete de la República Federativa de Brasil; legisladores; presidente José Sarney, que también nos acompaña casi emblemáticamente en nombre del MERCOSUR: la verdad que me un sensación muy rara, pero muy agradable al mismo tiempo estar aquí en este ámbito, porque yo recuerdo cuando el Presidente Kirchner asumió, en el año 2003, durante su campaña había sido recibido por el Presidente Lula, un hombre que llegó al Gobierno del Brasil con una idea de incluir, de inclusión social que era la misma idea con que Nèstor Kirchner llegaba a la Argentina, una Argentina sustancialmente diferente al Brasil, una Argentina devastada: en el año 2001 el default se había desplomado sobre nosotros; la desocupación había trepado a límites impensados; un 25 por ciento de los argentinos llegó a estar sin trabajo; 54, 56 por ciento de pobreza; treinta y pico por ciento de indigencia; no había incentivo para la producción y el desarrollo, algunos inclusive consideraban que el MERCOSUR era una pieza de museo que debía ser archivada sin más, alimentaban también ciertas suspicacias de lo que había sido una rivalidad – fomentada desde afuera y por intereses que poco tenía que ver con la región – entre Brasil y Argentina.
Dilma relataba el ancho de las vías de uno y del otro; la incompatibilidad de sus sistemas energéticos y en ese momento cuando pasó eso y la Argentina se desplomó tuvimos la mano solidaria de la región, tuvimos la mano solidaria del Presidente Lula, de Brasil. Y por eso, estar hoy aquí, y viendo que todo ha cambiado y todo se ha transformado a una velocidad impensable. Y no estamos hablando de un período de 20, 30 ò 40 años, estamos hablando del año 2003 a la fecha, pero que cambió no solamente en mi país, que no cambió solamente en Brasil y en la región, cambió en el mundo y se derrumbaron los paradigmas que casi nos restregaban por la cara – por lo menos a los argentinos – cuando decidimos reestructurar nuestra deuda externa porque sosteníamos que ningún muerto puede pagar, que para poder pagar las deudas hay que estar vivo y para estar vivo hay que tener trabajo, producir, generar riquezas. Pedíamos que nos dejaran hacer eso, y además que claro el mundo desarrollado, que había colocado capitales en nuestro país, durante la convertibilidad, a tasas en dólar, que oscilaban entre el 15 y el 16 por ciento, cuando el mundo pagaba en todos los bancos del mundo el 2 por ciento, ¿Entonces qué sostuvimos? Que quien había tenido este riesgo en la Argentina debía asumir una parte del riesgo y en la reestructuración de esa deuda debía contemplarse ese riesgo y por lo tanto que ese riesgo fuera a medias.
Sosteníamos, además, que en la Argentina había pasado un fenómeno que se había abandonado la producción y se había creído que el dinero podía reproducir solamente al dinero sin pasar por el circuito de la producción de bienes o servicios, en fin sosteníamos lo que luego pasó en el mundo, y lo que está pasando, ahora, en el mundo desarrollado.
Ayer otro colega mandatario decía que solamente algún loco puede pensar, y si es de Unasur, que Grecia puede pagar 350.000 millones de euros y yo me acordaba cuando la Argentina tenía el 160 por ciento de deuda de su PBI, con lo cual implicaba una severa, severísima restricción a cualquier programa o proyecto de crecimiento. Y veo hoy cómo estamos al cabo de 8 años y entonces creo que hay que repasar el porqué estamos donde estamos, no ha sido magia, no ha sido viento de cola, ha sido la voluntad y la decisión de los gobernantes de tomar un rumbo diferente en sus políticas económicas, sociales, en sus relaciones internacionales, absolutamente diferentes a las que se había sostenido, hasta ese momento, como paradigmas. Por lo pronto, Argentina dejó de mirar a Europa y a Estados Unidos, porque tampoco nos miraban a nosotros, es más nos perseguían casi también por una necesidad y por una convicción y comenzamos a mirar, aquí, a la región.
Yo recuerdo muy bien las palabras del Presidente Kirchner, inclusive en comentarios entre nosotros, que decía: “nuestro destino está junto a Brasil, que va en camino a convertirse en una de las economías más importantes del mundo, plantear un antagonismo con Brasil solamente se le puedo ocurrir a los ignorantes, a los mediocres, a los traidores a los intereses de la Patria que entonces quieren fomentar la división en la región para que esta no crezca”.
Y se planteó fuertemente reconstruir este MERCOSUR que estaba en vías de extinción. Tuvo la suerte también de que aquí en Brasil, el presidente Lula tenía la misma concepción y otros gobernantes que comenzaron a surgir en América del Sur, como también nos tocó ayer escuchar el discurso del presidente Ollanta Humala.
¿Y cuál es el resultado al cabo de estos 8 años tanto para Argentina como para Brasil? Una disminución más que notable de sus niveles de pobreza y de indigencia; un nivel de reindustrialización que obviamente tiene mayor visibilidad en la Argentina porque había sido tal el deterioro, tal la desaparición de la industria, que afortunadamente Brasil no la tuvo, que en entonces se revela en toda su intensidad lo adecuado de haber tomado esa dirección, que no significó romper lanzas con el mundo como algunos pretendían. En absoluto, hoy, si uno mira nuestro comercio exterior, o sea la suma de importaciones y exportaciones, estamos más integrados al mundo que nunca.
Hemos reducido el nivel de deuda y Producto Bruto Interno como nunca lo tuvo la República Argentina en las últimas décadas; hemos generado más de 5 millones de puestos de trabajo y, además, más de 2.500 convenciones colectivas de trabajo que nos colocan con el mejor salario mínimo, vital y móvil per cápita de toda América latina.
Tenemos un programa social de la misma magnitud que aquí lo tienen en Brasil que significa el 1,2 por ciento de nuestro PBI y que ha permitido, además, porque vale la pena señalarlo una vez para internalizar definitiva y absolutamente el concepto que el término “desigualdad” ha dejado de ser un término sociológico o político para convertirse en un término económico.
Nosotros necesitamos cada vez más iguales; nosotros necesitamos cada vez más y mejores consumidores; nosotros necesitamos cada vez más y mejor educación. Estamos dedicando el 6,7 de nuestro PBI a la educación, inclusive, por sobre las metas que nos habíamos fijado por ley en el año 2010.
Y yo creo que estamos en un punto de inflexión porque ese mundo que nos dictaba cátedra desde el Consenso de Washington, se ha derrumbado estrepitosamente en el 2008, primero, y, luego, la crisis que tiene hoy Estados Unidos y también Europa.
No es para solazarse ni para alegrarse, porque nadie puede ser tan necio como para pensar que si le va mal a más de la mitad del mundo, a nosotros nos va a ir maravillosamente bien.
Por lo tanto, creo que el desafío del momento es reafirmarnos en esas políticas, profundizar estas políticas, acentuar aún más el nivel de integración, no solamente entre Brasil y Argentina, Argentina y Brasil, sino también incorporar al resto de la región porque somos un mercado de más de 400 millones de personas y también, al mismo tiempo, advertir que debemos comenzar a replantear asociaciones, integraciones, eslabones productivos para ya no vernos únicamente como circunstanciales sociales, sino como plataformas también de producción a nivel y escala global.
¿Por qué digo esto? Porque sin la innovación tecnológica, sin la ciencia y la tecnología, no le va a alcanzar.
Por eso, hace unos días hemos inaugurado en la Argentina, Tecnópolis, que es la muestra de ciencia y tecnología más importante de los 200 años. No es un ejercicio casual, creemos que allí tenemos que acentuar el diferencial en la ciencia y la tecnología.
Y miren cómo habrá sido el resultado que de aquellas Argentina y Brasil que ni siquiera teníamos compatibilidades en sistemas energéticos, hoy nos estamos compensando energéticamente de acuerdo con los ciclos que tenemos.
Esto también lo acordamos en discusiones, en ensayos, en errores que tuvimos y, como le decía hoy a Dilma Rousseff, necesitamos mirar los procesos de integración que tuvieron un gran grado de desarrollo para ver cuáles fueron los errores que cometieron, aprender sobre ellos y aplicar cuestiones diferentes en donde debamos aplicar cuestiones diferentes.
No tengamos temores a cambiar lo que tengamos que cambiar; no tengamos pruritos en profundizar lo que tengamos que profundizar, tenemos que saber comprender, entender. Yo creo que los gobernantes lo tenemos muy claro porque somos los que estamos cotidianamente manejando el escenario global.
Y aquí me quiero dirigir a los empresarios del Brasil y a los empresarios de mi país: cuando está en el Gobierno ve la fotografía completa, el escenario completo; ahí están los que no tienen posibilidades de sobrevivir si el Estado no va en su ayuda y por eso el Estado no es una construcción demagógica. El Estado es un actor imprescindible en un mundo donde se ha visualizado ya que el mercado no alcanza y que el Estado empresario tampoco sirvió.
Estamos, entonces, aprendiendo de dos experiencias que se han vivido en las últimas décadas; pasamos del intervencionismo estatal, porque es intervencionista el Estado, aún cuando no interviene también está interviniendo y decidiendo a favor de los que más tienen.
Y fíjense ustedes que cuando el Estado termina retirándose aparentemente de las políticas, termina produciéndose tal concentración del ingreso, que termina provocando crisis como las que se vivieron en Estados Unidos, donde tuvo que ser el Estado el que fuera en rescate de todos los bancos y de todo el sistema financiero que finalmente tampoco dio mayores resultados, porque ya sabemos que se sentaron sobre los recursos y no los inyectaron en la economía real.
¿Qué quiero decir con esto? Que necesitamos que todos comprendan que el escenario debe verse en toda su magnitud; quienes tenemos responsabilidades en el Estado tenemos que bregar por los niveles de productividad, tenemos que bregar porque la conflictividad social, que siempre existe, sea adecuadamente encausada de modo tal que no frustre los procesos de crecimiento y acumulación, sobre todo cuando estos procesos de acumulación tienen una matriz de carácter productiva, de generación de puestos de trabajo, de producción. No estamos con la vieja matriz de acumulación financiera, sino productiva.
Por eso, todos los actores sociales, dirigentes sindicales, sindicatos, centrales empresariales, tienen que ayudar. Y también lo que hacía referencia Dilma y que nosotros también estamos dándole un impulso muy fuerte en la República Argentina y tendríamos que comenzar también a articular entre Argentina y Brasil y que es la integración del sector académico al sector de la producción, al sector de la economía real, una característica durante mucho tiempo –esto lo digo como universitaria y Dilma seguramente va a coincidir conmigo- que nuestras universidades estaban como separadas de la matriz productiva económica de un país, como si fuera pecado mezclar conocimiento y saber con generación de riqueza, cuando en realidad sabemos que esta combinación de conocimiento hoy es imprescindible misturarla con la producción, con el trabajo, con la tecnología y con la innovación porque ahí va a estar la verdadera producción de riqueza.
Si durante el siglo XX, que culminó en crisis, la acumulación se hizo muchas veces en la primera parte a partir de la matriz productiva, luego cambiaron al sector financiero, se produjo la crisis, esto que viene ahora es matriz productiva de vuelta pero con innovación y tecnología. Porque son ellos lo que van a permitir generar riqueza: el conocimiento, la innovación tecnológica, la ciencia, la tecnología.
Por eso estamos insistiendo tanto con que se necesitan más ingenieros, más escuelas técnicas…Una cosa increíble: en la Argentina se habían cerrado las escuelas técnicas, no había escuelas técnicas. Néstor Kirchner volvió a abrir las escuelas técnicas y, entonces, hoy tenemos por allí problemas en el sector automotriz para encontrar determinado tipo de obrero calificado y en otro tipo de actividades también o, por ejemplo, en física, química, la industria y desarrollo farmaceútico que está alcanzando nuestro país una labor muy importante.
Por eso digo que tenemos que aunar este maravilloso capital humano pero, fundamentalmente, de experiencia.
Si yo tengo que decir cuál es el mayor capital que hemos acumulado Brasil y Argentina y la región en estos años, más allá de la acumulación de reservas, más allá de la generación de puestos de trabajo, más allá de los niveles de exportación, más allá de los niveles de productividad, más allá de las cosechas récord, que estamos pasando los 100 millones de toneladas de granos, más allá de todo eso, creo que lo que más hemos acumulado es experiencia acerca de lo que nos pasó. Porque nos permite saber qué es lo que tenemos que hacer.
Alguien decía que nadie puede comprender la vida si no mira para atrás; pero también debemos saber que nadie puede vivir la vida si no mira para adelante.
Y yo creo que esta combinación es lo que tenemos que tener nosotros como resultado de esta experiencia formidable de esta última década que yo, así como se llamó “la década de los ’80 y los ‘90”, “la década del Consenso de Washington”, uno, “la década perdida” la otra, yo diría que esta es “la década recuperada”, no solamente en lo económico, sino fundamentalmente en lo cultural y en los paradigmas que debemos llevar adelante para seguir creciendo.
Estos dos grandes hombres, uno que fue Néstor Kirchner y el otro que es Lula, que espero que lo siga siendo por mucho tiempo además porque lo quiero mucho, nos dieron una lección muy importante. Nadie daba mucho por ellos: uno era un obrero, un dirigente sindical y otro, un gobernador de provincia muy lejana, con apenas medio habitante por kilómetro cuadrado y 22 por ciento de los votos.
Bueno, creo que la experiencia es que cuando se tienen convicciones, cuando se tienen ideas y, por sobre todas las cosas, cuando se cree en valores importantes como la justicia social, la igualdad de oportunidades y además, si se aman profundamente los países donde han nacido, se pueden hacer cosas como las que hoy estamos viviendo en Argentina y en Brasil. Y yo me comprometo y creo que también, sin lugar a dudas, por su fortaleza, por todo lo que vivió, por todo lo que pasó, por toda su propia historia, estas dos mujeres vamos a continuar también la tarea de estos dos grandes hombres.
Muchas gracias y quiero brindar por Brasil y por Argentina, por todos nosotros en definitiva.
Muchas gracias. (APLAUSOS)