Buenos días a todos y a todas. Quiero agradecerles a todos y a todas la presencia aquí, la larga espera, ha sido realmente un largo fin de semana para todos, un encuentro inesperado como dijéramos en otra oportunidad.
Los presidentes Correa, Zelaya y Lugo me han encomendado hablar en nombre de los presidentes pero siento que esta noche no estoy hablando únicamente en nombre de los presidentes aquí presentes sino en nombre de millones y millones de ciudadanos y ciudadanas del mundo que definitivamente en el Siglo XXI han decidido que la democracia es un bien insustituible e irreemplazable. La democracia, que es el respeto a la voluntad popular, a las instituciones, es la garantía última y definitiva para la vigencia irrestricta de los derechos humanos, que durante el Siglo XX han sido tan violentados. Y realmente creíamos, tal cual lo afirmábamos anoche en la Asamblea de los Estados Americanos, que esto había sido definitivamente superado, pero vimos que la democracia no es un bien definitivo sino que tiene que construirse todos los días, no solamente por parte de las autoridades sino por parte de cada uno de los ciudadanos, cualquiera sea el lugar y el cargo que desempeñen. La construcción democrática es una tarea cotidiana y permanente.
También quiero decir que las presencias que tenemos aquí hoy los presidentes que nos encontramos no son decisiones personales, lo estamos haciendo en el marco de lo que muchos venimos reclamando desde hace tiempo, en un mundo que se había vuelto peligrosamente unilateral. Hemos rescatado desde siempre la reconstrucción del multilateralismo, regional y universal, como la garantía definitiva de que ninguna nación, ningún individuo pueda sentirse superior sobre el resto y decidir en nombre de todos. Hemos sufrido mucho en el mundo, tragedias sociales, económicas, tragedias que han costado millones de vidas por el unilateralismo. Reconstruir entonces esa multilateralidad, reconstruir la presencia de los organismos que nos representan a todos y a los cuales todas las naciones y todos los individuos debemos acogernos, en el caso de la Organización de Estados Americanos, en el caso de la Organización de Naciones Unidas, es la garantía de poder volver a vivir en un mundo más justo y más seguro.
Por eso no es casual la presencia aquí del Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza y la presencia del Padre D'escoto como Presidente de la Asamblea de Naciones Unidas, es la certeza definitiva, la decisión última, la convicción más importante de reconstruir un mundo multilateral, multipolar, plural, respetuoso de los derechos de todas las naciones y de los derechos de los pueblos.
Siento que hoy estamos cumpliendo este mandato, que es el mandato del respeto a los derechos humanos, a la voluntad. Por eso también en nombre de los presidentes que me han encomendado, que me han mandatado para estas palabras, quiero llevar toda mi solidaridad y acompañamiento en el dolor a quienes hoy han sufrido la represión. Formo parte de una generación y un país que tuvo una de las dictaduras más sangrientas de las que se recuerde en la región, charlamos a menudo también de eso con el señor Secretario General de la OEA, porque también su país, la hermana República de Chile, sufrió una de las dictaduras más terribles.
Por eso, reaccionar contra esto que está sucediendo en Honduras no es defender al presidente Zelaya, al contrario, es defendernos a todos y a cada uno de nosotros.
Además estoy aquí en nombre de mis hijos y de los hijos de mis hijos y de los hijos de ustedes, porque la única garantía de que podamos vivir realmente en un mundo más seguro, y que cuando tocan la puerta a las 6 de la mañana solamente pueda ser el lechero y no alguien que viene a arrastrarnos, es que haya democracia. Por esas razones hoy estoy aquí y voy a estar en todos y cada uno de los lugares en el mundo que sea necesario garantizar eso, la democracia y la vigencia de los derechos humanos.
Muchas gracias.