Señor Presidente de la hermana República de Paraguay; señor Presidente de la hermana República de Bolivia; ministros y ministras; comitivas que acompañan a ambos: realmente estamos ante un verdadero momento histórico, sin lugar a dudas, entregando la Memoria Final de lo que constituye la labor de la Comisión Demarcatoria de Límites entre ambos países, que se conformara luego del conflicto armado, que tuviera lugar en los primeros 50 años, del siglo pasado.
Decía el Doctor Honoris Causa Evo Morales, Doctor Honoris Causa de mi Universidad Nacional de La Plata, lo vi hoy con mucho orgullo en ese patio, que tantas veces transitamos Kirchner y yo cuando estudiábamos Derecho y decía Evo, hace unos instantes que seguramente si hubieran sido presidente, en ese momento, él o Fernando Lugo, del Paraguay, no hubiera habido ninguna guerra.
Y creo que ahí está el verdadero nudo de la cuestión de lo que constituyeron los enfrentamientos y las divisiones que tuvieron lugar, luego de la independencia del yugo colonial, a partir del 1800. La división y el enfrentamiento entre países hermanos, acicateados desde afuera. Esta guerra entre Paraguay y Bolivia no fue una excepción, fue una guerra que tuvo olor a petróleo, como tantas guerras desde aquellas épocas y desde estos tiempos también.
Quiero contarles algo que tal vez ninguno de los dos presidentes sepan, intervino, en aquel momento, en la historia entre Paraguay y Bolivia, un personaje que luego vino a la Argentina, como Embajador de los Estados Unidos: Spruille Braden. Spruille Braden representaba los intereses, también, de la Standard Oil Company, en aquellos momentos; luego vino aquí a nuestro país y fue precisamente el ariete más importante en contra de lo que constituyó la campaña presidencial del entonces coronel Perón, en 1946. Como ustedes verán todo hace juego, en la América del Sur, nada es producto de la casualidad.
Hoy estamos viviendo una etapa inédita en la región: la constitución de la UNASUR, la constitución de la unidad latinoamericana, pero además en un momento muy especial, la mayoría de los mandatarios y las mandatarias que hoy representamos a nuestros países nos inscribimos decididamente en el campo de lo que nosotros denominamos los movimientos sociales, nacionales y populares que vinieron a dejar de lado las doctrinas aplicadas en la región, durante la década de los 90' bajo la égida del Consenso de Washington.
Ayer - y aprovecho este momento y este encuentro, para saludar desde aquí, como lo hice hoy, a la mañana muy temprano a nuestro querido amigo y compañero - el Presidente del Ecuador, Rafael Correa, obtuvo un triunfo inobjetable, él es miembro también de esta generación de presidentes y presidentas que vino a rescatar la identidad de sus sociedades, con las diversidades que todos tenemos y reconocemos. Porque lo importante es poder lograr la unidad en la diversidad; la unidad de los que son todos iguales, no es meritoria, es algo casi natural; la unidad de los que provenimos de historias diferentes, de experiencias sociales e históricas diferentes, me parece que es lo más meritorio y esto es lo que está sucediendo hoy en la América del Sur.
Sin lugar a dudas habrá quienes quieran volver al viejo orden, al orden que preconizaba la ausencia del Estado, que decía que el mercado todo lo resolvía, al viejo orden donde se produjo el auge de las privatizaciones en toda la América del Sur, en donde parecía ser que nada podía hacer el Estado en representación de los intereses de los pueblos.
Finalmente, la historia, pero por sobre todas las cosas el peso específico de la realidad, ha vuelto a poner las cosas en su lugar, ha vuelto a demostrarnos que es impensable construir una América latina y un progreso para nuestras sociedades sin la presencia de los Estados, que no significa negar la existencia del mercado ni de las empresas ni de lo privado; al contrario, simplemente saber que el rol regulador y la presencia del Estado, son la garantía para que haya más justicia, más distribución del ingreso y una sociedad más igualitaria.
En estas cosas estamos hoy los hombres y mujeres surgidos del mandato popular en esta región. Los desafíos y las amenazas no son pocas, es natural que se quiera, tal vez, volver a instaurar aquel viejo orden donde los que siempre terminaban pagando las crisis bajo las políticas de ajuste eran, precisamente, los pueblos. Yo tengo la certeza que de la misma manera que hoy podemos advertir en nuestras sociedades la creciente asunción de aquellos recitados permanentes en contra del Estado y a favor de determinadas doctrinas, han perdido peso específico.
Quiero decirles a todos ustedes hoy en este día histórico en el que estamos entregándoles a ambos países la Memoria Final que pone fin a este conflicto, que tenemos que tener memoria, no para quedar atrapados por la historia, como alguien dijera, pero tampoco para ignorarla, porque de ella siempre vamos a extraer el mensaje y las enseñanzas para no volver a repetir viejos errores.
Hoy la unidad latinoamericana, la unidad de la UNASUR, de nuestras sociedades, el no enfrentamiento, la resolución democrática de aquellos conflictos que inclusive muchas veces parecen insolubles, como nos pareció en un momento lo que había pasado en la Cumbre de Río entre dos hermanas repúblicas, nos hacen ver la necesidad de profundizar esos lazos de unidad y esa comprensión histórica.
En esa unidad va a estar toda nuestra fortaleza y en el respeto al orden democrático de cada uno de los países que lo integra la clave para que, finalmente, las sociedades puedan seguir avanzando.
Por eso celebro hoy este encuentro como símbolo de una clausura definitiva a aquella etapa de enfrentamientos sin sentido que lo único que hicieron fue llevar agua al molino de los otros, a los molinos que, precisamente, no estaban en la América del Sur.
Muchas gracias y buenas tardes a todos. (APLAUSOS)