Palabras de la Presidenta en el acto de creación del centro internacional para la promoción de los derechos humanos

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ACTO DE FIRMA DEL ACUERDO PARA LA CREACIÓN DEL CENTRO INTERNACIONAL PARA LA PROMOCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS, EN BUENOS AIRES

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Señor director de la UNESCO; Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; amigos y amigas: una vez más reunidos y reunidas, en este espacio de la Memoria y de la Verdad. Yo quiero agradecer, señor director general de la UNESCO, en nombre de todos los que estamos aquí congregados y de la totalidad de la sociedad argentina, la distinción del importantísimo organismo, que usted preside, en concedernos el honor de constituir aquí el Primer Centro de la UNESCO, en materia de promoción de los derechos humanos en todo el mundo.

Permítanme decirle, tambièn, que es una sensación ambivalente, realmente nos hubiera gustado que nadie nos distinguiera, porque la distinción implica el reconocimiento de una de las tragedias, tal vez, la más grande que vivió nuestro país y cuyas secuelas aún sufre la sociedad. La sufre porque se sigue sin conocer, en la absoluta mayoría de los casos, el destino de miles y miles de argentinos y argentinas, que aún continúan desaparecidos y desaparecidas, privándole a sus familias y a sus seres queridos de uno de los derechos más antiguos que puede reconocer la humanidad. Sófocles lo reveló magistralmente, en "Antígonas", como es el de rescatar, honrar y recordar los restos de los seres queridos. Esta es una de las causas, que convierte a estos delitos en delitos de lesa humanidad; no es la única pero es uno de sus signos, tal vez, más distintivos.

Y digo ambivalente porque no nos hubiera gustado tener que reunirnos, hoy aquí, para recordar esto, pero además tenemos la obligación, como argentinos y como ciudadanos universales tambièn, de honrar precisamente la memoria y la verdad. La Justicia todavía no ha sido honrada, porque si bien hemos conseguido, a través de los poderes del Estado, la anulación de las leyes, mal llamadas del perdón, a las que yo llamo de la impunidad, y que tambièn esa inconstitucionalidad fuera reconocida por nuestro más alto tribunal, siguen aún con demoras que hieren a la Majestad de la Justicia y a la igualdad de todos los ciudadanos, en el tratamiento de la ley, que lógicamente y una vez más - con todo el respeto a la división de los poderes, de la cual todos debemos ser tributarios - reclamar, una vez más, no celeridad, no tratamiento distintivo, sino una vez más que se haga justicia y se juzguen a los responsables. (APLAUSOS).

Quiero tambièn, señor Director, contarle a usted, aunque seguramente lo sabe, que en medio tambièn de tanto dolor y tanta tragedia, tanta desolación y tanta muerte, estas mujeres con pañuelo blanco, que reconstruyeron la dignidad del país, y que como lo dije ayer, salieron un día a buscar a sus hijos y se encontraron con el pueblo argentino y con su historia, no se quedaron en el mero reclamo, fueron capaces tambièn de recuperarse a ese dolor y en medio de tanta tragedia y tanta muerte trabajar en la recuperación de los hijos de esos detenidos desaparecidos, que es finalmente el canto victorioso sobre la muerte, sobre los que quisieron tapar la verdadera historia y que constituyen, sin lugar a dudas, un ejercicio más de esa dignidad. Hoy, por estas cosas, que algunos llaman casualidad, pero que yo digo que son señales, se acaba de descubrir la identidad de una nieta más. (APLAUSOS).

La labor incansable, inclaudicable, infatigable de estas mujeres, que siguen buscando en cada uno de los chicos a esos nietos, que ya no son siquiera sus nietos, son nietos de todos los argentinos y de todas las argentinas.

Yo quiero decirles también a todos aquellos que creen que el derecho de identidad es un derecho individual, que no es así, que es un derecho colectivo, que todos los argentinos tenemos la obligación y el deber de saber quiénes somos cada uno de nosotros y que yo tengo el derecho de saber quién es verdaderamente la persona que está frente a mí y por eso es colectivo y por eso no se agota únicamente en el ejercicio de una individualidad.  (APLAUSOS)

Es difícil muchas veces en medio de historias encontradas, pero todos, absolutamente todos los Poderes del Estado, el Poder Judicial, el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y también los otros poderes, los de los medios de comunicación, también tienen la obligación de ayudar a que todos y cada uno de los argentinos sepamos la verdad sobre la identidad de todos los hijos de los detenidos desaparecidos. (APLAUSOS)

No se puede hablar de una sociedad democrática ni se puede hablar de las libertades y los derechos públicos, que muchas veces suenan a frases vacías y declamatorias, sobre todo cuando son emitidas desde lugares o cuyas voces emisoras impiden que todos sepamos las verdaderas identidades. Tiene que haber, de una buena vez por todas en la República Argentina, honestidad intelectual en todos aquellos que ungidos por el voto popular o con la obligación y la responsabilidad de informar a la sociedad, den cuenta, entonces, de esas identidades y contribuyan con todos los instrumentos y hasta también con decisiones personales, a reconocer esas identidades.

Solo entonces estaremos haciendo justicia a estos cientos de hombres y mujeres jóvenes que aún no saben quiénes son, aún aquellos que negándose por todas las historias terribles y trágicas que han tenido que atravesar, tal vez, no han advertido que negándose a saber de dónde vienen y quiénes son, difícilmente puedan alcanzar en algún momento el derecho que todo ser humano tiene de saber quién es y hacia dónde va.

Permítame, señor Director, que diga estas palabras en este lugar donde nacieron muchos de esos chicos y de esas chicas que aún desconocemos.

Esto es en memoria de todos, no es en memoria de un sector de la sociedad. Usted no está en un lugar que pertenezca únicamente a quienes sufrieron la desaparición de un ser querido o que aún buscan un nieto, esto es de todos los argentinos, es la historia de todos los argentinos, aún de los que se niegan a reconocerla o se niegan a admitirla, porque la historia es simplemente, si está más allá de nuestros deseos y de nuestras intenciones. Más tarde o más temprano o más temprano o más tarde, siempre, absolutamente siempre, la verdadera historia se conoce. No hay posibilidades de taparla por una eternidad. Podrá demorarse, podrán transcurrir años, pero, finalmente, la propia historia de la humanidad da cuenta de que es imposible taparla o ignorarla.

Por eso, el reconocimiento que usted hoy, señor Director, desde el organismo tan importante y representativo internacionalmente que usted preside, la UNESCO, se haya distinguido a la Argentina para que en ella y en este preciso lugar se constituya el primer Centro de Promoción de los Derechos Humanos, nos ubica a la Argentina en la vanguardia, también como integrantes del Consejo por los Derechos Humanos de Naciones Unidas, de los países en los que honramos esta lucha y nos hacemos cargo de nuestra propia historia.

Yo quiero agradecerle a usted porque sé de su compromiso en esta lucha, porque sé de su amor y de su admiración por nuestro país como tantísimos otros dirigentes, jefes de Estado, representantes de organismos multisectoriales, altos comisionados de las Naciones Unidas, instituciones todas emblemáticas en el mundo, en el respeto y el reconocimiento de los derechos humanos que han erigido a la Argentina en un símbolo, en un modelo y en un ejemplo en la lucha por los derechos humanos, por la verdad, por la memoria y por la justicia.

Dentro de todo, dentro de tanta tragedia, de tanta vergüenza y de tanta humillación sufrida durante tanto tiempo, no deja de ser un reconocimiento a la lucha de miles y miles de argentinos y argentinas que por su pañuelo blanco nunca cejaron en la lucha por esta historia, por esta memoria, por esa verdad y por esa justicia.

Señor Director General: en nombre de los argentinos, gracias, muchas gracias. (APLAUSOS)