Palabras de la Presidenta de la Nación, en el Parlamento español.

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, EN EL PARLAMENTO ESPAÑOL

  • Compartilo en redes :
 

Señor Presidente del Gobierno; señora Vicepresidenta; señores ministros; señor Jefe de la oposición; Señorías: realmente quiero hacerme cargo de las palabras del señor Presidente en cuanto a que este no va a ser un discurso protocolar. Y no lo puede ser, porque además de esa hermandad a la que él hacía mención, quiero decirles que sentada aquí, en el Parlamento, también me siento un poco en mi casa. Dieciocho años de mi vida política han transcurrido sentada en un escaño, como diputada provincial primero, como senadora nacional, como diputada nacional y luego nuevamente como senadora nacional antes de haber sido electa Presidenta de los argentinos.

 

Y como no es protocolar, creo que tal vez los dos temas más importantes que hoy podemos compartir entre ustedes y yo, permítanme dejar de lado un poco la representación presidencial, si no hacerme cargo también un poco de mi pasado legislativo y tratar, a partir de la experiencia concreta que me ha tocado vivir como legisladora cuando conocí España por primera vez acompañando al presidente Néstor Kirchner y ahora como Presidenta de todos los argentinos, dos aspectos que considero relevantes: nuestra relación bilateral y además lo que debe ser y puede ser nuestra posición conjunta, consensuada frente a un mundo con dificultades inimaginables, exactamente en el año 2003.

 

No quiero abundar en la hermandad que tiene que ver con la historia, con la literatura, con la lengua, con lo afectivo, como decía anoche frente a Sus Majestades, en mi carácter de nieta de españoles, sino recordar aquel año 2003 cuando acompañé al entonces presidente de los argentinos que había asumido su mandato con el 22 por ciento de los votos y el 25 por ciento de desocupados en la República Argentina -solía decirle que él tenía más desocupados que votos-, luego de una situación bastante similar a la que se vive hoy en el mundo cuando ha implosionado el sistema financiero. En aquel momento la Argentina a partir del default declarado en el año 2001, lo que constituyó la explosión del mundo financiero, hizo que Argentina se desplomase literalmente no solamente en su economía, en lo social, sino también en lo institucional. Nuestro país llegó a tener cinco presidentes en una semana y esto da la nota absoluta de la profundidad de la crisis por la que atravesamos.

 

Recuerdo que en aquella oportunidad vino el presidente a una reunión -se sonríe María Teresa Fernández de la Vega- aquella reunión que yo llamé de cumbres borrascosas con empresarios españoles y el entonces presidente argentino, porque los empresarios que habían invertido en Argentina no solamente los españoles los argentinos también, todos reclamaban, era una época de reclamaciones colectivas y de poca posibilidad de dar respuestas a estas reclamaciones colectivas, y recuerdo muy bien nuestra postura y las palabras del entonces presidente. Necesitamos que la Argentina vuelva a crecer para que realmente vuelva a tener posibilidad en la Argentina no solamente la rentabilidad empresaria, sino también la rentabilidad social que está indisolublemente vinculada. No hay posibilidades ni sustentabilidad de una rentabilidad económica empresaria si no hay una sociedad que también tiene y siente que participa en esas ganancias y en esa rentabilidad.

 

Al cabo de casi ya seis años, todo lo que parecía muy dramático en aquel momento y que parecía que el mundo se derrumbaba y que no iba a quedar un solo inversor en la Argentina, puedo decirles que el año pasado, año 2008, se produjo la distribución de dividendos entre las empresas que cotizan en Bolsa en la Argentina encabezadas precisamente por una empresa de origen español, de la mayor cantidad de dividendos de los últimos 18 años. En esta delegación con la que he venido hoy aquí, me han acompañado también importantes empresarios argentinos que, participando el capital accionario de empresas que ahora pasan a ser argentino-españolas, revelan la necesidad de sostener un crecimiento económico basado en la producción, el trabajo y no en la mera especulación financiera.

 

Este aprendizaje que todos hemos hecho en estos años, demuestra dos cosas, primero la solidez de nuestra relación, vínculo inalterable tal cual lo manifesté anoche, frente a Sus Majestades, puede haber tormentas económicas, puede haber diferencias de enfoques, pero lo más importante que hemos podido demostrar en estos 5 años, no solamente ha sido aquello de que había que crecer para poder entonces generar rentabilidades, sino que, a pesar de haber tenido graves y severas dificultades, no hemos hecho más que profundizar el vínculo entre Argentina y España. Y esto demuestra, entonces, que la solidez y las características del vínculo no son meramente económicas y comerciales, sino que obedecen a razones históricas, culturales, emocionales y afectivas.

 

La segunda cuestión que me gustaría compartir con Sus Señorías, es la otra parte, la del mundo que hoy nos toca vivir. Yo les decía que pasé dieciocho años de mi vida política sentada en un escaño. Me tocó jurar como diputada provincial por primera vez, el 10 de diciembre de 1989, hacía pocos meses que había caído el Muro de Berlín, parecía como que una doctrina que algunos denominaron Consenso de Washington, que otros denominaron neoliberalismo, y que yo prefiero, sin anatemas, denominar como un capitalismo sin ningún tipo de regulación ni control ni intervención estatal y muchas veces basado meramente en la especulación y la construcción de pirámides financieras, fue lentamente tomando el discurso como discurso único y también invadiendo en muchos casos el corazón y el discurso de los partidos populares y democráticos. Al menos, esto ocurrió en mi país.

 

Por eso, se necesita saber de esta historia para entender qué nos pasó en el año 2001. Y, fundamentalmente, plantearnos hoy nosotros, ciudadanos con distintas responsabilidades, ustedes en nombre de los partidos políticos, corazón de la democracia y quienes tenemos responsabilidades frente a la vida, el patrimonio y la suerte de millones de ciudadanos que eligen quién tiene la responsabilidad de conducir el gobierno, nos exige entonces, frente a este escenario inimaginable hace apenas cinco años atrás, un gran desafío intelectual, un gran desafío intelectual que debe ser abordado con mucha humildad.

 

Es insuficiente el abordaje desde las viejas categorías de pensamiento que dominaron los fines del siglo XIX y el XX. Derechas e izquierdas ya no alcanzan para explicar las necesidades de un mundo que se ha globalizado, pero no tal como lo imaginaron y nos quisieron imponer con discurso único, unipolarmente y homogéneamente sin aceptar diferencias. Al contrario, los grandes desafíos de esta globalización es advertir que hay diferencias, que es multicultural y que seguramente se va a constituir en multipolar.

 

La participación de España y Argentina en la primera Cumbre del G-20 con motivo de la crisis en Washington y seguramente en la próxima que se va a llevar a cabo en Londres el 2 de abril y en las vísperas del Bicentenario de mi país y de otras naciones hermanas de la América del Sur, nos coloca a todos, sin excepciones, oficialistas u opositores -he sido oficialista y he sido opositora sentada en esas bancas- en la obligación de, sin prescindir de nuestras identidades, sin renunciar a nuestras historias, sin abjurar de lo que siempre creímos sostuvimos y pensamos, repensar lo que parecían verdades absolutas e indiscutidas cualquiera fuera el espacio que las hubiera formulado y saber que estamos frente a un mundo que ha cambiado, que ha cambiado profundamente y que requiere, también por parte de nosotros, un cambio.

 

Un ministro de la pos guerra italiana, De Gáperi, si mal no recuerdo, solía decir que uno debe cambiar cuando las épocas cambian a no ser que sea tan importante como para cambiar uno mismo la época. Y con la humildad que todos debemos tener, no me creo protagonista para cambiar ninguna época, quiero sumarme junto a ustedes, España y Argentina, Argentina y España, en ese destino común de Iberoamérica a la necesidad de elaborar propuestas e instrumentos que doten a este mundo, que se ha tornado sustancialmente injusto, porque como Presidenta de un país que podría denominarse de economía emergente, vemos con, no solamente una sensación de incertidumbre, sino de profunda injusticia que sean precisamente las economías emergentes que han contribuido en las dos terceras partes del crecimiento de la economía de la última década, las que tal vez deban sufrir las consecuencias precisamente de una crisis que se ha originado en el centro mismo de lo que yo denomino el capitalismo que ya no puede ser.

 

No porque signifique una vuelta al pasado, no, la historia no retrocede, nos obliga a todos a repensar este nuevo mundo, pero sí nos plantea la necesidad de construir otro capitalismo diferente al que vivimos hasta ahora, donde no el Estado vuelva a ser el Estado empresario del modelo de bienestar que tal vez se conoció, por ejemplo, en mi país y que finalmente causó tanta distorsión que terminó siendo funcional al otro discurso único, pero sí poder realizar entre todos el ejercicio intelectual de imaginar un mundo absolutamente diferente, con organismos multilaterales de crédito y políticos también diferentes, con políticas diferentes, representaciones diferentes y, entonces, poder lograr lo que siempre aspiramos creo que todos los que participamos en política y que es, precisamente, que la política vuelva a ser el instrumento que modifica y puede lograr mejor calidad de vida para nuestros representados.

 

Señorías: agradecerles el inmenso honor que me ha dispensado España en todas sus instituciones, desde Sus Majestades al concederme la más alta condecoración de Isabel la Católica, al señor Presidente del Gobierno, al señor jefe de la oposición y a todos ustedes que han tenido la infinita e inmensa paciencia de poder escuchar a una mujer que no solamente vino a hablarles como Presidenta de los argentinos, sino como una militante política igual que ustedes de toda la vida.

 

Muchas gracias, Señorías, y ¡viva España y viva Argentina!

 

Muchas gracias. (APLAUSOS)