Muy buenos días a todos y a todas; señora Presidenta de la hermana República de Chile, querida amiga, Michelle Bachelet; su eminencia reverendísima, señor Cardenal y Arzobispo, de la Ciudad de San Pablo, de la hermana República del Brasil; señor Gobernador de la provincia de Santa Cruz; señora Intendenta de la región de Magallanes; autoridades civiles, militares y eclesiásticas de ambos países: permítanme decirles que me siento en un lugar muy común para mí, estamos en territorio chileno, pero estamos en la patagonia, en un día además muy patagónico en esta época del año, soleado, con este cielo, con este viento también muy patagónico.
Y yo me voy a permitir en este encuentro, que quiere conmemorar el 30 aniversario de un hecho muy importante, como fue evitar el conflicto armado, del año 78, quiero permitirme sustraerme, un poco, a mi calidad de Presidenta de los argentinos y colocarme como una ciudadana, que en aquel momento - con mucho menos años, 25 por cierto - vivía en la Ciudad de Río Gallegos. El mismo lugar, donde nació el padre de mis hijos, y el mismo lugar donde convivíamos con su madre, la abuela de mis hijos, que había nacido en Punta Arenas, República de Chile.
No era aquella una situación excepcional, me refiero a la de una familia de argentinos con un integrante de origen chileno; al contrario Río Gallegos fue y es eso: una comunidad integrada por argentinos y por chilenos, por lazos de amistad, por lazos de parentesco, por convivencia cotidiana. Para nosotros la integración no era un discurso retórico, no era un ejercicio de conveniencia económica. Al contrario, era es y será, sin lugar a dudas, un ejercicio de convivencia, de todos los días, de lo cotidiano.
Por eso, vivimos aquellos momentos, de una manera muy particular, tal vez, en algún otro lugar los ciudadanos del origen del país, con el cual podíamos tener un conflicto armado, hubieran sido separados o maltratados. No, no, nada de eso sucedió porque en realidad lo que pasaba, las decisiones que se querían tomar, en primer lugar estaban a miles de kilómetros de distancia, en las capitales de ambos países, que poco tenían que ver con lo que nosotros vivíamos todos los días. Pero, además, eran decisiones en gobiernos, en que para una inmensa mayoría de la población eran absolutamente ajenos, porque eran gobiernos que no eran democráticos, eran gobiernos que no eran surgidos de la voluntad popular.
Y yo creo que mucho tuvo que ver esta condición de gobiernos no surgidos de la voluntad popular el que se haya llegado a ese límite que - como recordaba ayer en Punta Arenas - llevó a que el día 22 ó 23 - sigo sin recordarlo, debe ser porque la mente humana siempre tiene esos recursos de querer no recordar exactamente los momentos difíciles- entonces, miles, cientos abandonábamos Río Gallegos. Entre ellos yo y mi hijo, que era más chiquito que Sabrina, esa niñita que recién me abrazó y me dio un beso y ahora duerme en el regazo de su madre, mi hijo Máximo era más chiquito que Sabrina, y yo también lo llevé así, como ella la tiene ahora, cuando me subí al avión para irme a Buenos Aires. Y entonces Kirchner, el padre de Máximo, quedaba junto a otros, en Río Gallegos.
Estoy un poco emocionada porque son muchas cosas que se vienen de repente a la mente de una. Y recién cuando con Michelle levantábamos el paño, que cubría el monolito y vi mi nombre, escrito allí, dije. "qué cosas extrañas de la vida, qué vueltas de la vida". Quién podría haber imaginado, en aquella noche, del 22 ó del 23 en ese aeropuerto que hervía de gente atemorizada, que se iba, que luego, 30 años más tarde, como Presidenta de los argentinos, iba a venir, junto a la Presidenta de Chile, a hacer esto que estamos haciendo hoy.
Por eso, hoy me cuesta mucho hablar como Presidenta, hoy quiero hablar reflejando los sentimientos de miles y miles, que vivíamos aquí, en ese momento, y que deben haber sido exactamente los mismos sentimientos de los miles y miles que vivían en la Ciudad de Punta Arenas. Por eso, quiero recordar el día de hoy homenajeando a esos argentinos y esos chilenos que aún los en momentos límites, en los cuales se llegó a decir que se habían encendido los motores de los aviones para bombardearse entre ambos países, nunca nos enfrentamos entre nosotros en nuestras ciudades, al contrario, nunca hubo un solo gesto, un solo agravio, porque no había enfrentamiento ni diferencias entre los pueblos.
Esto quiero decirlo, además, ante la presencia de estos jóvenes, de estos chicos, de estas chicas, abanderados, alumnos, para contarles la verdadera historia y lo que siempre tenemos que defender: la democracia y la libertad. Y junto a la democracia y la libertad - como recién señalaba Michelle - la lucha por la igualdad, por la equidad, que debe ser el verdadero objetivo que guíe a todos los gobernantes, a todos los hombres y mujeres de buena fe para también contribuir, como ella señalaba, al proceso de paz; para que cuando un chico duerma como Sabrina lo hace en el regazo de su madre, lo haga con la tranquilidad de saber que tiene educación, que tiene vivienda, que tiene salud y que tiene seguridad, esto es lo que quieren argentinos, chilenos, latinoamericanos en general, porque esto es en definitiva lo que hace a la condición humana. (APLAUSOS).
Afortunadamente en aquel momento la intervención papal pudo detener la tragedia, y es una cosa debemos agradecer recordando el gesto, y agradecer hoy también el gesto de Su Santidad al haber enviado su representante para acompañarnos en este momento que para argentinos y chilenos es un hito histórico. Es cierto lo que señalaba Michelle, el intercambio de estandartes entre ambos países es inédito, porque además también, bueno es decirlo, siempre las hipótesis de conflicto que mantuvimos en la región nos enfrentaban entre los vecinos, pero no eran los pueblos, eran aquellos que creían que es posible crecer sin integración, que es posible ejercer el amor a la patria enfrentando al otro. No hay mejor amor a la patria de contribuir a la seguridad, a la paz y a la felicidad de sus conciudadanos.
Por eso hoy en este día patagónico, quien tiene el más inmenso honor al que puede aspirar cualquier argentino, que es haber sido votado, o votada en este caso, para ejercer la primera magistratura, quiere agradecer el nombre de todos los argentinos este gesto a nuestros hermanos chilenos de estar juntos aquí, dándole una definitiva vuelta a una página de la historia que no escribieron los pueblos, la escribieron otros y como no la escribieron los pueblos la escribieron con una letra un tanto torcida. Por eso la letra esta placa tiene frases claras, derechas, no solamente por el contenido sino también por la legitimidad de quienes escribieron.
Gracias a todos, un abrazo muy fuerte entre argentinos y chilenos, por la paz, por la democracia, por la libertad la igualdad, por ambos pueblos, por ambos gobiernos y por Latinoamérica. Muchísimas gracias. (APLAUSOS).