La problemática social suele ser vista en los encuentros que mantenemos multilateralmente en la región o en otros continentes, en este caso en un encuentro entre ambos continentes, como si de repente se tratara de un fenómeno climático, o sea que no pudiéramos explicar por qué muchas veces llegamos a situaciones en las cuales nuestro continente por ejemplo, América Latina, no es el más pobre pero sí el más desigual, el más inequitativo. Es entonces insoslayable, y sin ánimos de plantear polémicas, analizar por qué un continente con recursos humanos, naturales, muy ricos y muy variados, es tal vez hoy el continente con mayor grado de desigualdad.
No pretendo dar una síntesis general acerca de cómo se produce la pobreza en todo el mundo, pero sí tal vez de la experiencia propia que nos cabe como latinoamericanos. Tal vez años, siglos, concluyeron en lo que podemos denominar las políticas neoliberales que se enseñorearon en la región durante la última década y que produjeron virtualmente una desaparición total del Estado, y en el caso particular de mi país haber llegado al 22-23 por ciento de desocupación allá por mayo de 2003; un 54 por ciento de pobres y un 28 por ciento de indigentes. Con todo lo que significó además este grado de pobreza, de desigualdad, en la estabilidad institucional, no solamente de mi país sino en otros países de la región, donde finalmente la pobreza terminó impactando en la institucionalidad y en la ruptura de los procesos democráticos. Si durante las décadas 60, 70 y 80 vimos la ruptura de los procesos institucionales a partir de un concepto como podía ser el de la seguridad nacional, en un mundo absolutamente bipolar, tras la caída del Muro de Berlín, en un mundo donde se tiende a la unipolaridad, apareció el fenómeno de la ruptura institucional vía la pobreza, vía la indigencia, y esto nos plantea un desafío nuevo. Desafío nuevo a todos aquellos sectores políticos que creemos que la economía y la política en definitiva deben ser instrumentos para mejorar la calidad de los pueblos.
Por lo pronto hemos hecho de estos sectores un aprendizaje muy fuerte, que es poner en práctica muchos de los instrumentos que se despreciaban en los sectores progresistas, como lograr una correcta administración, un superávit fiscal, un superávit en materia comercial, en materia de exportaciones, una correcta administración de los recursos, porque en definitiva nadie puede distribuir lo que no tiene, y creo que es un real aprendizaje que hemos hecho en la necesidad de combatir la pobreza, la desocupación y el hambre.
Pero también advertimos que muchas veces estos procesos particulares que tienen lugar en la región y que conciben al Estado -hablo de la experiencia argentina- no como el Estado omnipresente de antaño, como el Estado empresario que sabemos que fue absolutamente ineficaz e ineficiente, sino como un Estado que interviene para equilibrar las desigualdades que el mercado no puede resolver.
Me parece entonces que hemos hecho el duro aprendizaje de que Estado y mercado deben estar ambos presentes y que es el Estado el que definitivamente tiene que cubrir las cuestiones que el mercado no puede hacer per se. Me parece que esta es una de las claves.
En este sentido me gustaría hablar del proceso en mi país, porque en definitiva no creo en fórmulas universales, sí creo en las experiencias que podemos dar cada uno de los que tenemos responsabilidades institucionales. Y los números de los cuales les hablaba no son números que se produjeron hace un siglo sino hace apenas 5 años, en el 2003, cuando quien me precedió como presidente de los argentinos asumió con más número de desocupados que de votos. Ustedes recordarán que el presidente Kirchner asumió con el 22 por ciento de los votos y había casi un 23 por ciento de desocupados.
Creo que el gran desafío, porque ya hemos advertido que las prácticas neoliberales, lo que se denominó el Consenso de Washington constituyó un rotundo fracaso en la región, que dejó una tragedia social sin precedentes, debe llevarnos a este nuevo desafío del Siglo XXI. El día que asumí como presidenta, el 10 de diciembre, cuando todavía no se había disparado este tema de precios de commodities y demás, sostuve que el problema del Siglo XXI iba a ser energía y alimentos, y que íbamos a ver en este siglo que nos toca vivir escenas tal vez bíblicas, donde por un lado -alguien lo mencionaba hoy, creo que era el presidente García en su discurso de presentación- vamos a poder ver el más formidable salto tecnológico, vamos tal vez a poder mirarnos y hablar por pantallas cada vez más pequeñas, por microchips cada vez más sofisticados, y al mismo tiempo vamos a ver gente amontonándose en la puerta de una panadería en El Cairo para morir aplastada por conseguir un kilo de pan que les satisfaga el hambre. Estas escenas no son producto solamente del fenómeno climático, que ahora además aparece como un agravante más de políticas de desarticulación entre los países desarrollados y los países emergentes.
La globalización que muchas veces fue vista desde algunos países emergentes y fundamentalmente desde los sectores progresistas tal vez como un amenaza, hoy se convierte precisamente en un aliado de los países emergentes y de los sectores más vulnerables y más pobres, porque comienzan a ser vistos, comienzan a ser vividas las tragedias sociales climáticas en forma on line, como digo yo, en la humanidad, y esto tal vez sea un elemento que coadyuve a poner en la agenda el tema de pobreza y de inclusión social, pero no como una cuestión mágica, como una cuestión que sobreviene por el cambio climático o porque hay gente que trabaja más o menos, esto es una historia de desigualdades en términos de intercambio comercial, es una serie de desigualdades en términos de prácticas económicas, fundamentalmente de los países desarrollados. Muchas veces nos hablan del libre comercio y sin embargo los más desarrollados y los que más posibilidades tienen son los que tal vez menos cumplen con el tema que pregonan fronteras afuera.
Y como si todo esto fuera poco en el tema de los alimentos, se nos ha agregado ahora la cuestión de la especulación financiera que dispara además problemas absolutamente adicionales que antes no teníamos. Fíjense ustedes qué curioso, hemos tenido un ordenamiento internacional en materia de custodia y autonomía de nuestros bancos centrales con un riguroso cuidado de todo lo que es el sistema formal financiero internacional, pero sin embargo se ha desarrollado frente o paralelamente a ese sistema institucional formal financiero, un sistema de fondos que no se sabe dónde están, cómo vienen colocados, que precisamente ha producido una de las crisis más importantes que se recuerden. Y parece ser que estos capitales que durante mucho tiempo se radicaron únicamente a partir de la especulación financiera o en entidades financieras, han parecido también a trasladarse al mundo de los alimentos, porque obviamente eso tiene mayor rentabilidad y porque al no saber o no contar con certeza cuál es el estado de cada entidad financiera, conviene refugiarse mucho más en activos fijos, en activos palpables, como pueden ser commodities, etcétera.
Nosotros vemos que estamos llegando ahora al problema de los alimentos por las mismas razones que llegamos muchas veces al problema de la pobreza y de la indigencia, la especulación por sobre la producción, la renta por sobre el trabajo productivo. Y ahora, como ya no les da más resultado en el campo de las finanzas, se trasladan al campo de los alimentos sin que desde los estados o sin que desde los organismos multilaterales que deberían estar observando esto, podamos plantear políticas claras y concretas, no solamente para darles de comer a los pobres, porque en definitiva si nosotros no solucionamos las causas por las cuales llegamos a esta situación posiblemente podamos dar únicamente paliativos. Nos parece que una de las claves para abordar el problema de la indigencia y de la pobreza va a ser verlas como fenómenos que se producen por malas instrumentaciones políticas, económicas y financieras, independientemente de la responsabilidad que cada sociedad en sus capacidades pueda o no tener en la profundización y el agravamiento de estas cuestiones. Esto tampoco pasa por colocarse desde un país emergente en la victimización y que la responsabilidad esté solamente en cabeza de los otros, porque si determinadas políticas se han podido hacer en los países emergentes es porque sus elites dirigenciales en definitiva lo han permitido o no han tenido una correcta política que contraatacara lo que venía desde afuera. O sea, el papel de víctima no es el correcto, me parece que lo importante es que indaguemos cómo llegamos a esta situación, no con un ánimo fiscalizador sino simplemente de poder encontrar los instrumentos y las políticas que reviertan esta situación.
En este sentido creo que América latina tiene una oportunidad muy importante en la articulación con la Unión Europea. ¿Por qué? América Latina cuenta con países que tienen los dos elementos claves, las dos aptitudes y capacidades claves que van a abordarse en el Siglo XXI, energía y alimentos. En este sentido me permito como miembro, estoy pensando en Argentina presidiendo en forma temporal el MERCOSUR, en la inclusión de la República Bolivariana de Venezuela, tratando de cerrar lo que yo denomino la ecuación de los alimentos y de la energía. Mi país la República Argentina y el Brasil somos grandes productores de alimentos. Mi país supo ser, hace más de cien años, un productor de materias primas y ocupar, en su carácter de monoproductor de materias primas el lugar séptimo de economías en el mundo. No es el lugar que queremos nosotros, porque sabemos que el productor únicamente de materias primas tiene ciclos económicos muy cortos, sabemos que la clave de nuestros países es agregar mucho valor para luego entonces generar trabajo y redistribución interna que permitan hacer sustentables los procesos.
¿Pero cuál es la ayuda o la mutua ayuda que podríamos nosotros, en América Latina, con Europa, desempeñar en sinergia? Creo que durante mucho tiempo se enarboló aquí en América Latina la teoría de los intercambios comerciales que iban a ser siempre en contra de los países en desarrollo. Por estos cambios de los ciclos económicos, y también advertimos que entonces nada es para siempre, sólo la muerte, los ciclos económicos no son eternos, estamos hoy en un lugar privilegiado como productores de commodities. Me parece que esto es una oportunidad, tanto para ustedes como para nosotros, para ustedes porque no pueden producir alimentos en la escala que podemos hacerlo nosotros, para nosotros porque necesitamos de tecnología y de inversión. Mi país por ejemplo, un país con 40 millones de habitantes, tiene para producir alimentos para 400 ó 500 millones de personas, pero necesitamos hacerlo no solamente con materias primas sino con un fuerte valor agregado, ser por ejemplo una multinacional de los alimentos, porque capacidades geográficas, diversidades de clima, aptitudes, también tecnología de punta que se ha hecho en materia agropecuaria, nos colocan en un posicionamiento. Algún día vamos a necesitar también energía, yo recuerdo -en esto de los ciclos eternos- que cuando el ex presidente Kirchner gobernaba hace 10 años nada más la provincia de Santa Cruz, un lugar en la Patagonia que es productor de hidrocarburos, el barril de petróleo estaba a 9 dólares. Recuerdo que en una oportunidad cayó a 8,50 y la industria petrolera despidió en todo el norte de nuestra provincia a 3.000 operarios y levantó equipos. Con los dineros que la provincia tenía colocados en el exterior, producto de una correcta administración, tuvimos que traer fondos para pagar por ejemplo al sector público. ¿Pero cuál es la anécdota? Que hace tan sólo 10 años el barril de petróleo estaba a 8 dólares, no sé la última cotización pero hoy está a unos 122 y algunos preanuncian que puede llegar a 200 dólares. Lo mismo sucede con otros commodities de los cuales también somos nosotros productores.
Esto no nos tiene que desesperar porque en definitiva tenemos la responsabilidad institucional de no hacerlo, lo que nos tiene que anunciar es primero lo cambiante de los ciclos económicos y cómo es necesario articular entre los países desarrollados y los países emergentes políticas y alianzas en las cuales todos sienten que ganan.
Porque hay también en las sociedades de los países emergentes, en segmentos muy importantes de las sociedades de los países emergentes, una percepción de que hay una suerte siempre de aprovechamiento de los más fuertes o los más desarrollados, en detrimento de los que somos más débiles o países emergentes.
Presidente, usted viene a desmitificar esto de que somos las mujeres las que llegamos siempre tarde, nuestro agradecimiento por el género. (Riendo)
Creo que la ayuda, la forma de articular entre la Comunidad Europea y precisamente América latina es advertir que las próximas alianzas tienen que ser alianzas y articulaciones que sirvan a ambos. Pero que no solamente sean percibidos de esa manera por las élites dirigenciales o porque tenemos responsabilidades al frente de nuestros países; para que esta articulación sea virtuosa tiene que ser también aceptada, comprendida y vivida como exitosa por nuestras sociedades.
Me parece que esta es una de las claves que también deben entenderse en este proceso. Y en este sentido América latina creo que sí está en déficit frente al formidable proceso que ha hecho Europa en su proceso de integración. Y en esto creo que también el Brasil, mi país y el resto de los países, pero fundamentalmente aquellos que tal vez por volumen de economía tenemos mayores responsabilidades, tenemos un rol muy importante que cumplir en este proceso de integración.
Por eso abordar los problemas de pobreza, de inclusión, de indigencia no pueden remitirse únicamente a un relato de cifras y de promesas, porque la pobreza, la indigencia, la exclusión social se solucionan desde la economía, no se solucionan desde los ministerios de Asuntos Sociales, más allá de las políticas mitigantes que en el mientras tanto se van desarrollando, que son los programas sociales importantes que ayudan, que pueden ser también no sólo de carácter asistencialista sino promocional. Pero la idea es que cada latinoamericano y latinoamericana tenga la misma igualdad de oportunidades y esto solamente lo puede hacer la economía. Es la economía desde donde se da igualdad de oportunidades a la gente, luego está el esfuerzo de cada uno, los talentos de cada cual, en definitiva el esfuerzo que cada ciudadano o cada ciudadana está dispuesto a hacer en materia de capacitación.
Pero me parece que la clave de combatir hoy pobreza, indigencia y exclusión está en esta concepción de por qué hemos llegado a esto, cómo tenemos que seguir trabajando para hacerlo y cómo podemos articular correctamente entre Unión Europea y América latina para ayudarnos los unos con los otros.
Yo recién charlaba, en un aparte con la canciller de Alemania, que hoy tal vez los costos de producción europeos sean de una competitividad solamente soportable en el comercio intra-europeo, por ejemplo. Está claro que el hecho de comercializar casi el 80 por ciento dentro de la propia Comunidad no les afecta tanto el tipo de cambio. Pero creo que también nosotros podríamos en una sinergia muy importante con la América latina comenzar, también, un proceso de agregación de valor que por múltiples circunstancias de calidad de nuestros recursos humanos, capacitación, tipos de cambio, ventajas comparativas podemos ofrecer, vuelvo a decir, en una alianza que sea beneficiosa para ambos.
Yo quería abordar desde esta perspectiva el tema de la pobreza para que la reunión, que hoy nos encuentra aquí, no sea solamente un encuentro para la fotografía o un encuentro para ocupar, tal vez, un poco de prensa. Me parece que lo importante es poder encontrar caminos, como señalaba el presidente García, para que no quede solamente en expresiones de deseos y sea una reunión diplomática más entre la región latinoamericana y la Unión Europea.
Me parece que es importante comenzar a explorar todos estos caminos: energía, alimentos, ahora sumado al cambio climático que se convierte en un problema, y bueno es decirlo, cambio climático que tampoco se produce mágicamente, se produce a partir de la no inversión para producir de una manera más inteligente por parte de los países desarrollados. En definitiva no es que uno quiera encontrar culpables, pero me parece que no se trata de culpables o inocentes, sino simplemente de analizar porqué también estamos con este grado de contaminación ambiental y que como bien se señalaba, en la presentación del plenario, también como siempre en la política termina perjudicando a los sectores más vulnerables, a los sectores que menos defensas tienen y los que menos han hecho para producir la situación que finalmente terminan padeciendo como únicas víctimas. Muchas gracias.