En mucho tiempo estuvo vinculado, tal vez, en el imaginario colectivo la figura del diplomático que tal vez se relacionaba más, precisamente con eso, con lo estrictamente diplomático, las relaciones internacionales, vinculaciones multilaterales o bilaterales, de acuerdo con la representación que cada uno tenía, la pompa del protocolo, en fin cosas que por allí resultan lejanas para una sociedad, para un pueblo y creo que en los tiempos que corren de globalización, pero también de profunda afirmación de la identidad que tienen que tener las naciones y los pueblos para poder incorporarse y ser universales; alguien dijo: "pinta tu aldea y serás universal".
La globalización y la universalización nunca debe ser sobre la negación de los propios valores nacionales, sino al contrario, la reafirmación de ellos para integrarlos a un mundo global pero diverso, porque lo primero que debemos entender, me parece que algunos todavía no lo han hecho, es que la globalización no es que seamos todos iguales y que todos pensemos igual, la globalización es precisamente una nueva manera de vincularse, de socializar los países en un mundo, donde por el impacto de la revolución de las comunicaciones, del saber en tiempo real lo que está pasando en cada lado del planeta, nos plantean desafíos diferentes y también una manera diferente de abordar los problemas.
Normalmente, en toda actividad y por supuesto también en el servicio exterior, hay reglas, normas, pautas pero muchas veces nos encontramos en un mundo en que esas pautas, esas normativas no encajan y entonces es necesario resolver desde la propia creatividad y abordar el problema complejo y diferente al que estaba en los manuales, al que nos habían enseñado en la academia y demás. ¿Cómo se hace entonces, además, para abordar esa problemática que muchas veces no es absolutamente diferente a lo que teníamos estudiado? Es allí donde vuelve a cobrar muchísima importancia la propia identidad y la propia raíz cultural, que nos permite abordar los problemas desde nuestros propios intereses y desde nuestros propios conceptos, que es la manera de no equivocarse. Yo siempre digo, alguien es perfecto cuando es uno mismo; nunca te equivocas si sos exactamente la persona que debe ser.
Y entonces la función del servicio exterior de la Nación es para mí representar no solamente a ese país en términos de representación cultural, de identidad, de valores, es también representar a ese país desde sus propios intereses: geopolíticos, económicos.
Durante mucho tiempo, tal vez, esto no sucede en los grandes países centrales, donde sus cuerpos diplomáticos son esencialmente exportadores de bienes y de intereses de los propios países centrales, esto muchas veces no ha sucedido en los países que podíamos denominar periféricos o emergentes o tal vez alejados de los grandes centros de desarrollo económico y social. Y creo que exige por parte de todos nosotros, no solamente de los miembros del servicio exterior, sino de todos aquellos, ya sea por mandato popular o por designación de alguien que está ocupando lugares en espacios públicos e institucionales, replantearse entonces esto: la defensa irrestricta y la representación irrenunciable e indeclinable del país al cual pertenecemos.
Un embajador, entonces, no es solamente alguien formado en las claves de la geopolítica, un embajador no es solamente una persona que transmite los valores culturales, literarios, artísticos de una sociedad, es también el que defiende los intereses y trata de colocar los productos y los servicios que producen los trabajadores, los empresarios de su país y los defiende de manera tan fuerte como lo hace con la cultura, con su bandera y con sus símbolos nacionales.
Yo creo que en esta nueva etapa que estamos viviendo todos los argentinos y que no es ni de un espacio político ni de un gobierno, es simple y sencillamente la reconstrucción. Los argentinos, a partir de la más grave crisis que atravesamos desde el año 2001, estamos en camino también de generar lo que yo denomino esa nueva conciencia de representación que es nada más ni nada menos que representar los intereses de nuestro país, la República Argentina.
Tengo absoluta confianza que ustedes, hombres y mujeres jóvenes, lo van a hacer porque son hijos de una Argentina diferente, de una Argentina diferente a la que fue la mía, dividida por fuertes antinomias prácticamente irreconciliables muchas veces y, además, en un país sacudido siempre por golpes que no nos permitían la construcción democrática como un modo de vida permanente.
Estamos viviendo en este tiempo y yo les aseguro -tengo muchos más años que ustedes- un tiempo inédito. Pero no solamente inédito porque ya llevamos más de veinte años de democracia, sino porque hemos aprendido que nadie va a hacer por nosotros lo que nosotros mismos no seamos capaces de hacer.
Esta definición de autoestima no es un patrioterismo o una suerte de nacionalismo de opereta, es sencillamente asumir los intereses del país como siempre debió haber sido en nuestra querida Patria.
Yo les agradezco muchísimo esta tarde, felicito a todas las mujeres, a todos los hombres también, que han trabajado duro y que se han esforzado y los insto a eso, a ser cada vez mejores ciudadanos y mejores argentinos. Porque si además somos mejores ciudadanos y mejores argentinos, estoy segura que serán excelentes embajadores y excelentes embajadoras.
Muchísimas gracias y buenas tardes. (APLAUSOS)