Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, tras recibir el Premio Röpke del Liberal Institute en Suiza
¡Hola a todos! I feel like I'm in Buenos Aires. Es un honor para mí haber sido invitado hoy aquí por el Liberal Institute y todos los organizadores, y ser galardonado con el premio Wilhelm Röpke en honor a uno de los más grandes representantes del liberalismo de la historia reciente. Todos aquí saben que el profesor Röpke creció y estudió atravesando las fauces destructivas de la inflación. Tras la Primera Guerra Mundial, Alemania atravesó largos períodos de inflación dado que abandonó el patrón oro y se dedicó a emitir papel fiduciario sin respaldo para financiar la guerra. Tras el fin de la guerra, siguió imprimiendo billetes a toneladas, lo que terminó derivando en una hiperinflación que llevó en el lapso de dos años, el tipo de cambio del marco contra el dólar pasó de 60 a 4.2 billones, en español, cuatro trillones en inglés, es decir, un 4, un 2 y 11 ceros.
Mises decía que mientras los socialistas sigan repitiendo sus mentiras, nosotros tenemos que seguir repitiendo las mismas verdades, en ejemplo, la naturaleza monetaria de la inflación. Por eso, me cuesta, miro los números y, verdaderamente, es impactante que tengamos que discutir ciertas cosas. Todo esto motivó a Wilhelm a dedicar su vida a entender la inflación desoyendo lo que sus profesores aconsejaban y leyendo a quienes sus profesores condenaban. Esto le terminó sirviendo para sentar las bases teóricas de lo que fue el gran milagro económico alemán, siendo asesor de Adenauer. Dedicó los últimos años de su vida a criticar duramente las políticas monetarias de los políticos keynesianos, a quienes acusaba de generar inflación intencionadamente, a pesar de intentar lavarle la cara al fenómeno bajo el título de "expansionismo" o "inyección de liquidez".
¿Por qué cuento todo esto? Por dos motivos: en primer lugar, porque me resulta admirable la convicción con la que defendió la razón, la honestidad y el sentido común en medio de la decadencia moral y la deshonestidad intelectual que reinaba en la época. Incluso le hizo frente a uno de los regímenes más sanguinarios que haya conocido nuestra especie, lo que le costó el exilio. Ojalá hubiera más Wilhelm Röpke en la vida que defiendan lo correcto y lo verdadero sin miedo a las represalias de una mayoría totalitaria. Porque, como decía San Agustín: "Lo correcto es correcto, aunque nadie lo haga, mientras que lo incorrecto es incorrecto, aunque lo haga todo el mundo". En segundo lugar, porque me llama la atención varios paralelismos. Sin ánimo de ponerme a la altura de un hombre como Röpke, me resulta curioso que, tal como hace tantos años en Alemania, hoy el mundo habla del milagro económico argentino por haber vuelto exactamente a las mismas bases: la austeridad fiscal y rigurosidad monetaria. Austeridad fiscal como forma de respeto al ciudadano que paga sus impuestos por la fuerza, dado que un dirigente no puede despilfarrar el dinero de la ciudadanía como si fuese infinito y, rigurosidad monetaria para no estafar a la población con señoreaje de la moneda, emitiendo billetes como si esto no tuviera consecuencia alguna o, incluso, como si fuese beneficioso, como intentan hacer creer algunos degenerados fiscales.
También me resulta curioso que simplemente hacer las cosas bien sea considerado un milagro, porque denota lo naturalizado que está hacer las cosas mal, y eso es lisa y llanamente, una tragedia. De hecho, hay una frase muy interesante de Thomas Sowell que dice que la primera ley de la economía es la escasez, es decir, que no hay de todo para todos; y la primera ley de la política es ignorar la primera ley de la economía.
En palabras del propio Ludwig Erhard, el canciller que llevó adelante el milagro económico alemán: "El bienestar económico no es un milagro, sino la consecuencia del esfuerzo honesto de todo un pueblo, según los principios de la libertad, cuando le han sido otorgadas las posibilidades de usar su iniciativa humana y su energía humana". Por eso, anhelo que lo que hoy llamamos "milagro argentino" se contagie por todo el mundo como un germen multiplicador de riqueza. Y, por ello, quiero contarles brevemente nuestra experiencia durante el primer año de nuestra presidencia.
Al inicio de nuestra gestión teníamos 15 puntos de déficit fiscal consolidados, de los cuales cinco estaban en el Tesoro y diez estaban barridos debajo de la alfombra en el Banco Central. Este déficit era el origen de todos nuestros males, ya que, sin déficit, no hay deuda ni emisión ni inflación. Tras haber hecho el ajuste más grande de la historia de la humanidad, hoy nos encontramos con superávit fiscal sostenido y libre de default por primera vez en los últimos 123 años. A su vez, al inicio de nuestra gestión, la tasa de inflación viajaba a un ritmo de 17.000% anualizado en el índice mayorista. Hoy, el mismo índice anualizado se encuentra viajando al 10% anual, es decir, bajamos 1.700 veces la inflación, y estamos cada día más cerca de que solo sea un mal recuerdo. Como consecuencia directa de haber aniquilado la inflación, bajamos la pobreza del 54% en el primer trimestre de 2024 a 38% en el tercero, y confiamos en que continuará esta senda. De hecho, el dato en frecuencia mensual ya está en el 36%. Es decir, bajamos la pobreza en más de 21 puntos en la frecuencia mensual, quiere decir que hemos sacado de la pobreza a más de 10 millones de argentinos.
Al inicio de nuestra gestión, la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el dólar libre era del 180%. Hoy, la brecha cambiaria está prácticamente muerta. Trabajamos día y noche para terminar de sanear el balance del Banco Central para poder levantar el cepo cambiario de una vez y para siempre. Durante el 2024 vimos una fuerte apreciación de nuestra moneda, algo casi sin precedentes para nuestro país, lo que provocó que el salario básico promedio crezca de 300 dólares a 1.100 dólares. Al inicio de nuestra gestión, teníamos un riesgo país de 1.900 puntos, que venía de ser incluso más alto, ya que al momento que habíamos ganado la elección estaba en 3.000, y los bonos soberanos cotizaban entre 20 y 35 dólares. Hoy, el riesgo país se encuentra cerca de los 600 puntos básicos, y nuestros bonos ya se encuentran rondando los 70 dólares. Bajar el riesgo país a este ritmo nos permite bajar la tasa de interés de nuestra economía, la cual ya la bajamos del 133% al 32%, mejorando así la capacidad de los argentinos para acceder al crédito barato, facilitando la inversión y la generación de puestos de trabajo. Es por esto mismo que, durante el 2024, vimos un boom de créditos hipotecarios sin comparación en nuestra historia. Es decir, pasamos de discutir la hiperinflación a discutir créditos hipotecarios a 30 años.
Al inicio de nuestra gestión, nuestra economía se encontraba oprimida por regulaciones que complicaban la vida a todos y espantaban cualquier atisbo de inversión. Al día de hoy ya eliminamos más de 900 normativas a razón de más de 3 por día. Y, si ustedes consideran que el Ministerio de Desregulación empezó a actuar a mitad de año, quiere decir que, básicamente, estamos sacando 6 regulaciones por día. A su vez, la Ley Bases y el DNU 70 en su conjunto, hemos hecho la reforma estructural más grande de la historia argentina, ocho veces más grande que la que hizo el Presidente Menem a principios de los años 90. Y les digo algo: aún nos quedan 3.200 reformas estructurales más y vamos a hacer de Argentina el país más libre del mundo.
Al inicio de nuestra gestión, Argentina era ejemplo a nivel global de todo lo que no debía hacerse ni decirse. Hoy, somos vistos con buenos ojos por inversores y ciudadanos de todo el mundo, a punto tal que pasamos de ser uno de los países con peores resultados económicos en los últimos 40 años a ser uno de los mejores que se proyectan para los próximos 40.
Esa proyección de crecimiento está sostenida en diversas razones. En primer lugar, la economía ha entrado en una recuperación cíclica basada en dos factores: por un lado, estamos viendo un repunte sostenido en los salarios reales y las jubilaciones por el derrumbe de la inflación; por otro lado, las empresas normalizaron sus inventarios luego de haberse sobrestockeado durante todo el año 2023 producto de la espiral inflacionaria. Estos dos fenómenos cíclicos han dinamizado nuestra economía y explica el fenomenal crecimiento del último trimestre del año pasado. Para tener una idea, el último dato trimestral es del 3,9% que anualizado es de 17%, a ese ritmo viene viajando la economía argentina.
Además, tenemos los 15 puntos del PBI que ajustamos y, por definición, le devolvimos al sector privado en forma de ahorro, lo que genera un aumento tanto de la inversión como luego del consumo. A esto se suma otro factor: la baja de la carga impositiva, ya sea por la eliminación del impuesto inflacionario o por la reducción de impuestos que ya hemos comenzado y vamos a profundizar durante este año. De hecho, en el día de ayer, hemos anunciamos la eliminación de retenciones para las economías regionales y hemos iniciado una reducción de las retenciones para los principales productos del agro.
Es por ello que estamos trabajando en una reforma impositiva estructural para reducir en un 90% la cantidad de impuestos nacionales y devolverle a las provincias, las autonomías impositivas que nunca debieron haber perdido. Así, apuntamos a lograr un federalismo marcado por la competencia fiscal entre nuestras provincias para ver a quién atrae más inversiones. En esta materia, acá en Suiza, nos llevan varios siglos de ventaja.
La cuarta base sobre la que se sostiene el proyecto de crecimiento que veremos este año tiene que ver con la cuestión monetaria. La convergencia del tipo de cambio paralelo al tipo de cambio oficial, que estamos viendo desde hace meses, nos acerca cada día un poco más a la salida definitiva del cepo cambiario, un mamarracho que nunca debería haber existido y que este año se termina de una vez por todas. Lo repito: un mamarracho que nunca debería haber existido y que este año se termina de una vez por todas.
Para ello, estamos trabajando en diferentes alternativas para darle una solución definitiva al problema de los stocks del Banco Central. En ese sentido, han sido muy positivas las reuniones con el FMI que hemos tenido en Washington. En paralelo, para poder cerrar el Banco Central, como hemos prometido, y así acabar para siempre con la inflación en nuestro país, estamos avanzando… si fuera populista, hubiera hecho el punto para que justamente pasara esto… no lo hice, pero pasó igual. El orden espontáneo es maravilloso y, obviamente que la voluntad del individuo por ser libre más, muchísimo más. En este sentido, estamos avanzando hacia un esquema de competencia de monedas para que todos los argentinos puedan utilizar la moneda que quieran en sus transacciones cotidianas, exceptuando el pago de impuestos por ahora. Menciono todo esto para dejar en claro que el crecimiento llegó para quedarse de la mano del superávit fiscal. De hecho, estudios recientes muestran que un superávit de las características como el que hemos conseguido, junto con el equilibrio financiero, nos da una base de crecimiento sostenido del 4,5% per cápita anual. Eso implicaría que en 50 años Argentina podría estar alcanzando a los Estados Unidos. Y si a eso… en dinámica ¿no? Y, si a eso, le sumamos que el ajuste se hizo bajando gastos, no subiendo impuestos; si se suman las 800 reformas estructurales y las 900 desregulaciones, sin lugar a dudas, Argentina podría crecer mucho más rápido. Y, sin lugar a dudas, con los aportes que está haciendo el genial jefe del Consejo de Asesores, el doctor Demian Reidel, para avanzar en la implementación de la inteligencia artificial en Argentina, sin dudas, lo vamos a lograr mucho antes.
Para profundizar el crecimiento, también es imprescindible liberarnos del corset del comercio exterior que hoy nos estruja, para poder importar y exportar más bienes y servicios, dejando de tener un puñado de clientes regionales para tener casi 200 clientes globales. Esto iniciará un proceso de crecimiento que nos hará converger a los niveles de prosperidad de las grandes potencias, tal como supimos hacer hace más de 100 años. Por eso estamos buscando que nuestro primer paso en este sendero sea lograr promulgar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y comenzar a aprovechar todas nuestras capacidades que hoy están siendo desaprovechadas. Poder aprovechar nuestra diversidad y ecosistema único, algo de lo que solo dos o tres países del mundo pueden hacer alarde, dado que contamos con montañas, bosques, glaciares, desiertos, selvas, playas, altiplanos, lagos, esteros, estepas y extensas llanuras. Cada uno de estos biomas representa diferentes unidades potenciales. Sin ir más lejos, nuestra cordillera cuenta con abundante litio, plata, cobre, oro y uranio, minerales que la economía global necesita y que, por desidia, expulsión de inversiones y falta de visión a largo plazo, hoy exportamos cero.
En 2024 dimos los primeros pasos con un régimen de incentivos a las grandes inversiones que le dieron un marco fiscal y jurídico lógico a las inversiones de más de 200 millones de dólares. Esto redundó en pedidos de aprobación por más de 12.000 millones de dólares y anuncios por otros tantos miles de millones en sectores como infraestructura, minería, siderurgia, automotriz, tecnología, petróleo y gas. En algún sentido, este régimen es un atisbo de hacia qué sistema impositivo debiera ir la Argentina: reducción de impuestos, simplificándolos, favoreciendo la innovación, generación de riqueza y, sobre todas las cosas, la acumulación de capital. Y si pudimos lograr todo esto en poco más de 12 meses, con todo el aparato político y propagandístico en contra, y a pesar de contar con solo el 15% de los diputados y el 10% de los senadores, imaginen de lo que somos capaces de hacer en los próximos tres años con viento a favor.
Argentina tiene todo el potencial para convertirse en una meca occidental en materia de oportunidades comerciales y crecimiento para sus habitantes, con la libertad como principal motor. Por eso mismo, y a modo de cierre, me gustaría dedicarles unas palabras a ustedes, defensores de la libertad. No se dejen doblegar por las diatribas del colectivismo que busca destruir cualquier disidencia. Lo que nos hace tan especiales y peligrosos para cualquier tipo de régimen es nuestra elocuencia, nuestra capacidad para hablar con la verdad. Por eso no nos odian: inventan leyes para censurarnos y buscan meternos presos o exiliarnos, porque intentan negar la realidad para poder sostener sus mentiras. Pero lo que nunca podrán será negar los aplastantes resultados de la realidad.
Hay una frase que usaba Mises, que era de Virgilio que es: "No hay que ceder frente al mal, hay que combatirlo con más fuerza". Y eso les consta, porque ayer me le paré al de frente en la propia casa del dragón. Porque tal como se demostró en Alemania, gracias a las ideas de Wilhelm Röpke, los milagros existen, y alcanza con aplicar un modelo basado en algunas verdades elementales: que el Estado, tenga el tamaño que tenga, no pueda gastar más de lo que recauda con impuestos; que la inflación, que es destructiva para una economía, es producto de la emisión monetaria, y como tal, para terminar con ella no hay que emitir más dinero. Es más, el dinero debería volver a ser privado, tal como pregonaba Hayek. Hay que promover que el Estado sea lo más chico posible para que la sociedad sea lo más libre posible, y hay que defender la vida, la libertad y la propiedad privada. Si los países de Occidente nos atenemos a este pequeño set de ideas elementales, estoy seguro que nuestro futuro será más próspero que nuestro presente.
Muchas gracias por este reconocimiento, es un verdadero orgullo para mí.
Voy a salir del protocolo, perdón Walter, Walter is my intérprete. Me es muy movilizador el caso de Röpke porque lo que a él lo llevó a estudiar tan profundamente la economía fue justamente la inflación. Y tuvo que desestimar las cosas que le obligaban a estudiar y tuvo que abrazar otras ideas. Cuando Argentina cayó en hiperinflación en el año 1989, yo era un jugador de fútbol, era un arquero. Y un día, acompañando a mi mamá al supermercado, yo estaba en primer año de Economía, y veía que los precios subían y la gente se abalanzaba sobre los productos. Y, entonces ante esa situación, dije: “O lo que estoy estudiando está mal o soy tonto”. Entonces la solución de dignidad fue dejar de jugar al fútbol y dedicarme a estudiar economía, en serio. Y esa obsesión por la economía me llevó a escribir mi primer artículo académico a los 20 años, que se llama “La hiperinflación y la distorsión de los mercados”. Y, después de eso, la obsesión no paró nunca más. La gran pelea fue derribar todas esas teorías estúpidas que han defendido en mi país durante cerca de 80 a 90 años, y que esta vez, nos paramos de frente diciendo que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario y estamos derrotando la inflación, por ende, se quieren matar. Y si la casta tiene miedo es porque se va a quedar sin trabajo, necesitamos más políticos desempleados.
También me resulta muy atractivo el rol de Röpke tratando de hacer ese equilibrio entre la teoría y lo que implica la política, por lo que entraña en términos de entramado social, algo que estoy tratando de resolver lo más exitosamente posible, que si no me sale ya me hubieran echado, obvio. Así que, sobre todas las cosas, quiero darles las gracias no solo por el premio, sino también por esta tan cálida recepción. La verdad es que me han sorprendido, debo confesar que me han emocionado y no tengo más que palabras de agradecimiento por tanta generosidad para conmigo. Así que tengan muy buenas tardes, que Dios los bendiga, que las fuerzas del cielo nos acompañen. Y ¡Viva la libertad carajo! Muchas gracias.