El Presidente de la Nación realiza anuncios en materia nuclear
Javier Milei: Buenas noches a todos. Muchas gracias al doctor Demian Reidel, al doctor Rafael Grossi y a todos los presentes. Es un placer dirigirme a todos ustedes en esta ocasión tan importante. La concepción fluida del tiempo es algo que nos distingue a los humanos. No habitamos solo el presente, vivimos también en el futuro próximo, en el mediano y el largo plazo. Decidimos nuestras acciones pensando no únicamente en nuestro beneficio inmediato, sino en qué efectos puede tener a lo largo del tiempo. Como así también, identificamos oportunidades o amenazas en el largo plazo y moldeamos nuestros comportamientos presentes en función de ellas. Dicho de otra manera, lo que yo llamo pensar en dinámica.
Esto es un atributo de la naturaleza humana, pero es especialmente cierto para la labor presidencial. A nuestro gobierno le ha sido encomendada la enorme tarea de estabilizar un presente caótico, al borde del abismo, corrigiendo de una buena vez y para siempre las aberraciones del pasado. Hoy, a diferencia de lo que ocurriera hace un año, el Estado ahora poderle devolverle lo suyo a la sociedad en reducciones tributarias en el futuro. Uno puede imprimir 13 puntos del PBI en un año para intentar ganar una elección y momentáneamente estar bien, pero cualquier economista intelectualmente honesto comprende que es el costo de producir un daño monumental en el futuro. Porque jugar un partido con el tobillo infiltrado no te cura la lesión. Esto no ocurre solo en la macro, sino también en la micro. Las reformas estructurales que hoy emprendemos para brindarle más libertad a los argentinos y más competitividad a los sectores económicos surtirán su efecto en plazos distintos. Parte de esta labor es mirar también de aquí a 10, 20 o 40 años, preguntarnos cómo será el futuro, cómo nos prepararemos para el mismo.
Hoy se dan en simultáneo dos fenómenos muy interesantes, por un lado somos contemporáneos de una verdadera revolución tecnológica, la evolución de nuestra especie siempre ha galopado al paso de estas revoluciones, el fuego, la rueda, el telar, la locomotora a vapor, la energía eléctrica, el internet, estos saltos tecnológicos que además son discretos y que generan aceleraciones exponenciales, marcaron que los últimos dos siglos pasáramos de no poder garantizarnos dos comidas diarias a haber conquistado el átomo, el aire y el espacio e incluso estar discutiendo cuánto tardaremos en conquistar Marte, una verdadera maravilla. Hoy, el desarrollo de la Inteligencia artificial, abre una nueva frontera para este destino manifiesto que compartimos como especie. Quién sabe las puertas que semejante poder de cómputo nos puede abrir a nivel medicina, transporte, ingeniería, desarrollo energético, economía o en materia de salud, es decir, las posibilidades son infinitas.
Pero mientras se abren este y otros nuevos caminos en el incansable avance tecnológico, hoy se da a la par un fenómeno peculiar: muchas de las naciones libres que han estado siempre a la vanguardia del desarrollo tecnológico hoy le temen a la innovación y castigan con impuestos y regulaciones al sector tecnológico, que si tiene el coraje de asumir los riesgos necesarios para seguir promoviendo el progreso de la especie humana. En este sentido, la Argentina gira a contramano de esa parte del mundo libre. Porque mientras otros se vuelven pesados en regulaciones e imposiciones injustificadas, nosotros quitamos las regulaciones que desde hace décadas atan de las manos a nuestro pueblo e invitamos a los grandes capitales del mundo a cooperar con la Argentina. El sector tecnológico es el mejor ejemplo de esta dinámica. El liderazgo occidental padece hoy una enfermedad del alma: han perdido la fe y el optimismo en el desarrollo tecnológico, la fe en el sector privado y la fe en la libertad que le corresponde por derecho natural.
Nosotros estamos recuperando esa fe. Nos estamos reencontrando con las verdades de nuestro pasado profundo, las verdades que hicieron de Argentina un país próspero y de vanguardia tecnológica hace 100 años, porque sabemos que en esas viejas verdades está la receta para dar un salto hacia el futuro. Pero no es lo único que tenemos, también contamos con un pueblo privilegiado en capital humano. Porque si 100 años de colectivismo nos enseñaron algo, es que los argentinos tenemos la capacidad de sacar agua de las piedras y emprender aún en las peores condiciones, sino cómo se explica que seamos el país de la región con más unicornios tecnológicos per cápita y a su vez, uno de los países con peor performance económica de los últimos 100 años.
Y también tenemos tierras inhóspitas a baja temperatura en toda nuestra Patagonia, lo cual, es una ventaja comparativa para montar servidores de Inteligencia artificial. Además, contamos con un último diferencial, nuestras abundantes reservas de energía que son necesarias para abastecer cualquier desarrollo de Inteligencia artificial. Pero el potencial de desarrollo en inteligencia artificial es tan inmenso que con la energía convencional no va a alcanzar para abastecer esta nueva demanda, por eso estamos convencidos que se va a generar en el mundo entero un resurgimiento de la energía nuclear, porque a pesar de las incontables campañas de desprestigio que algunas fundaciones internacionales han montado, la energía nuclear es la única fuente lo suficientemente eficiente abundante y rápidamente escalable para hacerle frente al desarrollo de nuestra civilización.
De modo que, después de décadas de declive, la energía nuclear tendrá su retorno triunfal y nosotros no solo no nos vamos a quedar atrás, sino que pretendemos ser pioneros. Precisamente para esta tarea he convocado al doctor Demian Reidel. Él ha sido el jefe de mi consejo de asesores a lo largo de este año y enfocado especialmente en pensar el largo plazo. Y hoy tengo el orgullo de presentarlo como responsable del plan nuclear argentino. Demian ya explicó recién los detalles de nuestro plan; yo me quiero enfocar en reflexionar sobre el fondo del asunto, sobre el para qué de todo esto.
Pensar en el futuro siempre es una obligación para cualquier persona y para cualquier país, pero hoy, para la Argentina, con todas las oportunidades y ventajas con las que contamos, no solo tenemos la obligación de pensar en el futuro, tenemos la obligación de pensar en grande, de estimular nuestra imaginación y soñar el futuro que nadie más se anima a soñar. El otro día me topé con una cita de Hunter Thompson que me pareció inspiradora para la ocasión. Dice: "¿Qué hombre es más feliz, el que se arrojó a la tormenta de la vida y realmente vivió, o el que se confinó a la orilla y meramente existió?" Me parece que nos debemos hacer la misma pregunta como país.
Porque como dice esa maravillosa canción de Eladia Blázquez, una destacada compositora argentina, “eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida”. No hemos venido aquí para durar y transcurrir. No debemos tenerle miedo a la grandeza. Es parte inexorable de nuestro destino como argentinos y como occidentales orgullosos del legado de nuestros antepasados. Por lo tanto, parados sobre los hombros de los gigantes de nuestra historia, dirigimos nuestra mirada hacia nuevos horizontes futuros, en busca de desafíos nuevos y de hacer lo que mejor sabemos, poner a prueba los límites de lo posible. Finalmente, que tengan buenas noches, felices fiestas, que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchas gracias.