Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el Festival Juvenil Fratelli D'Italia Atreju, Italia

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Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el Festival Juvenil Fratelli D'Italia Atreju, Italia

 

Hola a todos. Es un placer enorme hablar hoy frente a todos ustedes. Quiero agradecer a Atreju y, por supuesto, a la presidente del Consejo de Ministros de la República Italiana, Giorgia Meloni, por tan honrosa invitación.

Como ya he dicho, los argentinos y los italianos estamos unidos por un linaje común y lazos de sangre profundos que datan de varias generaciones. Por eso, más que estar entre amigos, siento que estoy en familia.

Hace apenas unos días, nuestro gobierno cumplió un año. Contra todos los pronósticos de los analistas y los políticos profesionales, que creían que íbamos a durar tan solo un par de meses y que no estábamos capacitados para gobernar, hoy esa misma gente se sorprende de nuestros logros. Tuvieron que tirar a la basura todos sus manuales.

Como quizás saben, yo soy economista, no político. De hecho, siempre desprecié a los políticos por el daño profundo que le hicieron a mi país. Recién me involucré en política por primera vez en mi vida a mis 51 años. Así que, imagínense: el manual de cómo hacer política, cómo comportarse, cómo negociar, cómo comunicar, cómo hablar frente a cámara, qué se puede decir y qué no, nunca lo estudié y tampoco lo apliqué. Pero lo curioso es que, el año pasado y a lo largo del último año, todas las fórmulas y recetas de la comunicación política profesional fracasaron. La mayoría de la gente las rechazó en las urnas y eligió algo diferente. Si no, no habríamos llegado a donde llegamos y no habríamos hecho todo lo que hicimos. Yo tengo mis propias recetas, que no son políticamente correctas ni tan profesionales, pero no se puede negar que, por ahora, nos han dado resultado. Al menos funcionan.

Es como una suerte de catenaccio, pero en política.

Hace poco las expuse en la primera CPAC de la historia argentina, que fue un éxito rotundo y en la que me encantaría que Giorgia pueda participar cuando realicemos la próxima edición. Allí las llamé mi "decálogo de acción política", porque son 10 consignas, y hoy humildemente quiero compartirlas con ustedes. Vamos a hablar de método político, vamos a hablar de poder y de ejercer el poder.

Primero: es mejor decir una verdad incómoda que una mentira confortable. Todo plan de gobierno debe partir de la verdad, no solo porque es lo correcto, sino porque no hay medida que funcione si se basa en un análisis erróneo. No intentamos ajustar la realidad a un modelo equivocado, por un lado, porque ese proceder nos ha dejado más que catástrofes; por el otro, porque las mentiras tienen patas cortas. La gente, tarde o temprano, se da cuenta del engaño, y en nuestro país ya fue engañada demasiadas veces. Nosotros no queremos subestimar al electorado. Por eso, si el trago es amargo, mejor tomarlo de una vez.

Segundo: nos importa un rábano la opinión de los políticos sobre casi todos los temas. En nuestro país, la política tradicional no nos trajo más que ruina e instauró un modelo en el cual los políticos, sus amigos y sus clientes ganan a costa de que el resto de los argentinos pierdan. Por eso, consideramos que escuchar a los políticos en cualquier materia es darle la espalda al ciudadano de bien. Cuando estamos ante un tema en particular, solemos preguntarnos lo siguiente: ¿lo pide la política o lo pide la sociedad? Si lo pide únicamente la política, a priori, se presta a sospecha. Y, en general, si sospechan y desconfían, van a acertar.

Tercero: nunca hay que negociar las ideas para atraer un voto. Negar tus convicciones para conseguir votos te va a dejar sin convicciones y sin votos. Lo mismo ocurre al conformar alianzas políticas con otros espacios. Para nosotros, el concepto americano de partido catch-all no funciona; el agua y el aceite no se mezclan. Por eso, en nuestro gobierno adherimos a una serie de principios innegociables: que el libre mercado produce prosperidad para todos, que el gobierno tiene que ser limitado, que los argentinos saben mejor que un burócrata cómo producir, a quién emplear y con quién comerciar. Y, en materia de seguridad, sostenemos que "el que las hace, las paga".
En resumen, defendemos la vida, la libertad y la propiedad privada.
También vale la pena mencionar que, sin importar quién sea ni de dónde venga, es bienvenido cualquiera que quiera acompañarnos en defensa de estos pilares. Nosotros, por nuestra parte, no estamos dispuestos a negociar nuestras ideas, pero todos aquellos que quieran abrazar las ideas de la libertad van a ser siempre bienvenidos.

Cuarto -y esto para mí sí tiene una importancia extremadamente significativa - y es que a diferencia de la economía, la política sí es un juego de suma cero. Los espacios de poder que no ocupamos nosotros los ocupa la izquierda. Por eso, debemos ser decididos, prácticos y no dudar acerca de ejercer el poder. Hay que usar las armas del enemigo. La batalla cultural se rige por las reglas universales y atemporales de la política, a las que ellos han sabido adaptarse bien. Ahora nos toca a nosotros superarlos, porque, además, nosotros somos mejores en todo, y ellos van a perder contra nosotros.

Hay una versión más áspera de eso, pero voy a tratar de, dado que soy presidente en funciones, moderar las formas un poco. Ustedes entienden. Pero somos superiores productivamente. ¡Viva la libertad, carajo!

Quinto: la única forma de combatir el mal organizado es con el bien organizado. Por creer que los liberales no somos manada, muchos han caído en la trampa de no organizarse. En Argentina, ese error nos costó muy caro: todo un siglo de humillación. Por eso, en nuestro gobierno somos implacables. El que viene con agendas propias y no acata la línea del partido es expulsado. Voy a tomar una frase de aquí: "Roma no paga traidores". Y, como dije en el CPAC, tenemos que ser como una falange de hoplitas o una legión romana, que siempre se impone sobre ejércitos más grandes, precisamente porque nadie rompe la formación. Quiero que sepan que esto no lo hago como un acto populista. Fue parecido a lo que dije en el CPAC: mi admiración por Roma no viene de ahora, sino que viene de hace muchos años. Así que, quiero que sepan que lo hago por devoción, no por populismo.

Sexto: cuando el adversario es fuerte, la única forma de derrotarlo es con una fuerza mayor. La izquierda es el culto al poder por el poder mismo; prefiere reinar en el infierno que servir en el cielo. Y, si tienen que transformar el cielo en el infierno para mantenerse en el poder, lo van a hacer. Ellos no tienen pruritos ni escrúpulos.
Por eso, debemos ser implacables y responderles con una fuerza todavía mayor. No buscamos diálogos que nos lleven a ninguna parte, ni establecer consensos que solo les sirvan a ellos. No es nuestra metodología intentar apaciguar a quienes buscan dañarnos. Es lo que Popper llama la paradoja de Popper: no se puede ser tolerante con el intolerante.

Séptimo: la mejor defensa es siempre un buen ataque. No hay nada peor que vivir a la defensiva, siempre reaccionando a lo que hace el adversario. La derecha liberal ha caído muchas veces en esa trampa, perdiendo el tiempo en dar explicaciones a quienes no las merecen. Nosotros no tenemos que explicarle nada a quienes arruinaron el país. Debemos ser quienes dictamos el ritmo de los acontecimientos, asegurándonos de que el juego se juegue según nuestras reglas. Y, si nos toca recibir un golpe, debemos responder con tres.

Octavo: dar la batalla cultural desde el poder no solo es recomendable, sino que es una obligación. Tener una buena idea es solo el comienzo; para que sea efectiva, debe ser correctamente comunicada. La izquierda es la prueba de que las ideas más terribles pueden triunfar culturalmente si tienen un buen marketing. Imaginen cuánto tenemos por ganar nosotros, que tenemos ideas que sí funcionan y son las correctas. Debemos aprender de los errores del pasado y apoyar nuestras buenas ideas desde cada lugar de influencia que vayamos conquistando. Por eso son tan importantes este tipo de reuniones, porque nos sirven para afianzar nuestras ideas y para dar más fuerte esa batalla cultural.

Noveno: la única forma de combatir al socialismo es desde la derecha. El extremo centro, su posición y sus herramientas son siempre, y en todo lugar, funcionales a la izquierda criminal. No nos interesa continuar con los famosos consensos de la política, que son pactos para seguir exprimiendo a los pagadores de impuestos. No olvidemos nunca que lo que ellos llaman consenso es el consenso entre ellos, y su único fin es que, aunque cambien los gobiernos y los políticos se saquen los ojos entre ellos, los privilegios de la casta política se mantienen.
No hay consenso entre el bien y el mal. Por eso somos escépticos de todo concepto de centro que, en apariencia, es moderado, pero que, bajo la superficie, es cómplice y funcional siempre al socialismo. Además, nunca nos olvidemos que el socialismo es, siempre y en todo lugar, un fenómeno empobrecedor que, además, asesinó a 150 millones de seres humanos.

Décimo: la última y más importante de todas. Nosotros defendemos una causa justa y noble, muchísimo más grande que cada uno de nosotros. Las personas somos meros instrumentos en esta causa, y tenemos que estar dispuestos a dar la vida por ella. Hablo, ni más ni menos, que de la línea histórica de Occidente: una causa intergeneracional, un hilo que recorre milenios.Nuestra gran hazaña civilizatoria: la causa de los filósofos atenienses, la causa que ustedes, los romanos, consolidaron en el primer imperio multicontinental, la causa que cruzó el océano y colonizó América, la causa que nos convirtió en ciudadanos y nos liberó del yugo del tirano. La causa que descubrió el método científico y que, con el capitalismo de libre empresa, sacó de la miseria a miles de millones de seres humanos. Hablo, en definitiva, de la gran gesta civilizatoria que es Occidente. Se trata de una causa justa que nos excede como personas. Por eso, no hay lugar para ambiciones personales, no hay lugar para mezquindades, no hay lugar para el "yo", no hay lugar para el ego. Lo que está en juego es simplemente demasiado grande como para darle espacio a aspiraciones individuales.

Estas son las 10 consignas políticas que quería dejarles hoy, las mismas que he ofrecido a los militantes de nuestro partido como recursos de acción política. Creo que pueden ser útiles para todos aquellos que comparten nuestras ideas en el resto del mundo. Porque, como decía Lenin —que, si bien era un zurdo reventado, a veces decía cosas interesantes y merece ser escuchado—: "Sin teoría revolucionaria, no puede haber un movimiento revolucionario".

Quiero decirles que hoy nos encontramos ante un cambio de época, donde el sistema global de castas privilegiadas está colapsando. La enfermedad del alma Wok está encontrando cada vez más resistencia de una sociedad que está en búsqueda de nuevos representantes, en búsqueda de líderes que marquen el camino. Tenemos que hacernos responsables de esta realidad y estar a la altura del momento histórico, y la forma más efectiva es estando juntos, estableciendo canales de cooperación a lo largo y a lo ancho del mundo, retomando la idea de que el mal organizado se vence mediante la organización de los buenos. Debemos trazar lazos fuertes entre nuestros países. Ante los atropellos del socialismo, debemos contestar todos juntos y con convicción. En la CPAC de Buenos Aires lo llamé un incipiente internacional derechista. Dicen que la política es el arte de lo posible; nosotros, desde la República Argentina, estamos demostrando todos los días que, en realidad, la política es el arte de hacer posible lo que los mediocres dicen que es imposible.

Los invitamos a probar nuestras recetas y a seguir trabajando sin descanso y con fe, porque, como dicen las Sagradas Escrituras: "Ellos nos atacan llenos de insolencia y de impiedad para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y para apoderarse de nuestros despojos. Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres. El cielo los aplastará delante nuestro. No les tengan miedo".

¡Que Dios bendiga Occidente, que la fuerza del cielo nos acompañe, y viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo, carajo!
Muchas gracias a todos. ¡Gracias!

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