Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei en la entrega de Sables a las Fuerzas de Seguridad, en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Buenas tardes a todos, en primer lugar, quiero agradecer a las autoridades las Fuerzas Federales por invitarme a participar de este evento. Quiero agradecer, también, a todos los integrantes de la fuerza por arriesgar su vida- día a día - para cuidar de los argentinos. Lamentablemente - desde hace años - la política se acostumbró a menospreciar a las fuerzas del orden. Lo que ocurrió con este acto - en sus últimas ediciones - es un símbolo de ese desdén porque - hace ya varios años - la investidura presidencial se desentendió del deber de entregarle los sables a los comisarios, comandantes y prefectos, promovidos. Nosotros venimos a retomar esta noble tradición y quiero decir que es un honor para mí estar acompañándolos, en este reconocimiento, a cada uno de ustedes.
Ustedes han demostrado - con honor y valentía - estar a la altura de las circunstancias que los tiempos les demandaron, y la Patria entera les retribuye su conducta en este acto. Muchas gracias por cuidarnos, como lo hacen, y les deseo éxito en sus nuevas funciones en los años venideros. Es precisamente en los años venideros de lo que me gustaría hablar, ahora. Durante muchos años, en este país, se intentó dar vuelta a la lente con la que observamos la realidad. A través de malabares teóricos nefastos, la política trató de poner a los victimarios en el lugar de las víctimas y a las víctimas en el lugar de los victimarios. En medio de esta puja argumentativa ridícula, nuestras Fuerzas de Seguridad quedaron desamparadas - por un Estado - que se cansó de ningunearlas. Era tal el ninguneo, que hasta se llegó al absurdo de liberar presos o castigar a policías honorables por el imperdonable delito de hacer bien su trabajo. Maquillaron un abolicionismo sin escrúpulos - bajo el nombre de garantismo -, pero lo único que garantizaban era la perpetuidad del crimen y el vale todo.
Nosotros venimos a girar el timón, en 180 grados. Para nosotros el monopolio de la fuerza y la represión del delito es una responsabilidad pública e indelegable, porque el Estado debe garantizar la protección de la vida, la propiedad y la libertad de los ciudadanos. Y para poder cumplir con esta misión primaria - nuestra administración - se ha abrazado a tres pilares fundamentales, los cuales quiero recordar: pilar número, uno el que las hace las paga, es decir el delito hay que castigarlo en todo momento y en todo lugar; dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. Pilar número 2: el orden público es sagrado. La calle es de todos; no la pueden secuestrar un puñado de inadaptados para tener de rehén a todos los argentinos. Desde el 10 de diciembre, el que corta no cobra y - en consecuencia - se terminaron los piquetes. Pilar número 3: los buenos son los de azul; los malos son los delincuentes. Dicho de otro modo, el Estado tiene que proteger a las víctimas y castigar a los victimarios; no proteger a los victimarios y abandonar a las víctimas. Son esos mismos pilares los que han logrado civilizar la barbarie, a lo largo de la historia. Y son estos mismos pilares los que ya nos están trayendo resultados positivos, en este primer año de nuestra gestión, bajo la brillante conducción de la doctora Bullrich para quien pido - por favor - un fuerte aplauso.
Como ya dije, hemos erradicado completamente los piquetes de nuestra sociedad, cosa que hace un año parecía imposible, y lo logramos, al primer mes de haber asumido. Además, estamos poniendo a trabajar a presos, de todo el país, con el objetivo de que devuelvan - de alguna forma - el daño, que le causaron a nuestra sociedad y también para que comprendan realmente el esfuerzo que arrebatan, en cada delito que cometen. Les sacamos los celulares, en todas las cárceles nacionales: se acabó el "viva la Pepa" de que sigan haciendo sus negocios, desde las cárceles federales. Hemos logrado controlar el crimen y reducir drásticamente los asesinatos - en Rosario - una ciudad que, hasta hace muy poquito, estaba cooptada por el narcotráfico. Y ya que hablamos de los presos, quiero darles una pequeña primicia: en las últimas semanas, se hicieron conocidos varios casos de delincuentes que, utilizando la Ley de Identidad de Género, pretendían argumentar que, en realidad, eran mujeres que debían estar, en una cárcel de mujeres, ya sea para aprovechar de las mujeres reclusas o para continuar con los negociados, desde condiciones más laxas.
Tan sólo - la semana pasada - se supo que el jefe de la banda de “Los Monos” pidió 10 Hábeas Corpus para cambiarse de género y poder recibir visitas de hombres. Sólo en un país cuyos valores han sido profundamente trastocados puede permitirse semejante barbaridad.
Por eso - con nosotros - esta estupidez se termina. Vamos a prohibirlo, pues los delincuentes no van a poder solicitar un cambio de penal, bajo el paraguas de la identidad de género. Y vamos a impulsar una iniciativa para que los sistemas penitenciarios provinciales puedan adherir. Quienes no adhieran a esta nueva normativa lo único que estarán haciendo es premiar la creatividad de los criminales y faltarles el respeto, a las víctimas del delito. Para finalizar, la misión de este gobierno es establecer bases que sean duraderas para restablecer la grandeza de nuestra nación, en seguridad y en los demás órdenes de la vida también. Porque entendemos que llegará el día en el que nosotros no seamos gobierno y les tocará a otros continuar con nuestro legado. Por ejemplo, ustedes, las autoridades de la Fuerza de Seguridad, tendrán que sostener los pilares que reivindican el rol social, de las fuerzas del orden. O sea, que ustedes serán los verdaderos protagonistas de este cambio de paradigma.
Así que quiero dejarles dos consignas finales que, para mí, son verdaderas verdades inmutables: la primera es que la seguridad pública es indispensable para el crecimiento de nuestro país; la segunda es que son las leyes las que separan a los hombres de las bestias, y las leyes están para ser cumplidas.
Hace un año decidimos decirle no al garantismo barbárico, que sólo trae miseria, para decirle sí al orden cívico, que garantiza el crecimiento. Y vamos a respaldar a nuestras Fuerzas de Seguridad, las veces que haga falta, para que puedan realizar su trabajo de la mejor manera posible. Porque, si hay una función, y solo una, que debe cumplir el Estado de derecho, es garantizar la vida, la libertad y la propiedad de nuestros ciudadanos. Y no hay garantía de esos derechos sin ciudadanos ejemplares que se entreguen al servicio por la Patria, como aquellos que integran nuestras Fuerzas de Seguridad.
Por lo tanto, deseo felicitarlos a todos y a cada uno de ustedes por esta promoción. Muchas gracias por su enorme servicio y que la fuerza del cielo nos acompañen, y ¡viva la libertad, carajo!