Hoy, hay una nueva generación de argentinos que va a poder decir que nunca vio una obra parada
Mañana empieza una nueva semana que podría ser como cualquier otra pero que no lo es. Es una semana histórica, que va a marcar un antes y un después para la vida de miles de personas. Mañana se pone en marcha el Paseo del Bajo, una autopista subterránea para el transporte pesado y micros de larga distancia, mientras que los autos circularán a nivel de la calle.
Va a conectar las autopistas Illia y Buenos Aires-La Plata, el puerto y la terminal de ómnibus de Retiro. Va a descongestionar el tránsito, ahorrar tiempo de viaje y reducir la contaminación de ruidos de camiones. En definitiva, va a mejorar la calidad de vida de decenas de miles de personas.
Podríamos decir que es una obra muy esperada por los argentinos porque se proyectó por primera vez en 1962, cuando yo ni siquiera había comenzado el jardín de infantes. Pero no estoy de acuerdo. Cuando una obra tan fundamental se posterga durante más de 50 años, casi una vida, simplemente dejamos de esperarla. Dejamos de creer.
Por eso, siento que esta obra monumental es un ejemplo perfecto de lo que pasa en este momento en la Argentina.
Descubrimos con sorpresa, porque no estamos acostumbrados, a que ahí donde había un problema enorme, un cuello de botella, una congestión que parecía invencible, aparece una gran solución. Una solución nueva, generada por el trabajo en equipo con cientos de argentinos y por la decisión de un gobierno que quiere estar a la altura de una sociedad que quiere crecer.
De eso se trata gobernar, de ayudar a crecer.
Esta obra nos hace imaginar cuánto más podemos, qué cosas igualmente increíbles podemos lograr si le decimos basta a esa política de la corrupción y los privilegios, especialmente en la obra pública que en el pasado fue sinónimo de mentira, cinismo y corrupción.
Un ejemplo claro es el estado en el que encontramos Vialidad Nacional en 2015. Sus irregularidades e inconsistencias resultaron en 12 causas judiciales y 41 ex funcionarios imputados. Seis de ellos están presos. Una de esas causas investiga a una empresa que se creó en 2003 con 12 mil pesos de capital inicial y que hasta 2015 fue contratista de Vialidad Nacional en Santa Cruz por más de 45 mil millones, que al valor de hoy son 132 mil millones.
Desde su creación llegó a tener más de 50 obras adjudicadas solo en esa provincia. Algo que es, por lo menos, atípico. Para tener de referencia, en estos tres años y medio, la empresa con más contratos de obra pública vial estuvo a cargo de 5 proyectos en todo el país.
Durante muchos años, los procesos de compras y contrataciones de obras, bienes y servicios del Estado se llevaron adelante desde una estructura que no solo facilitaba, sino que promovía la malversación de fondos públicos, es decir, el dinero de todos los argentinos. Los presupuestos se dibujaban, la desinformación se fomentaba, los pliegos no se publicaban y la competencia era inexistente.
Todo ese dinero que los argentinos vimos en bolsos, en conventos, pesándose en departamentos, en bolsillos y carteras ajenas, era de todos. Ahí estaban nuestros impuestos, impuestos que pagamos con esfuerzo para que el país crezca y nosotros con él.
Impuestos para obras de verdad, que empiezan y terminan, que se adjudican de manera transparente y que son para siempre. Como el Paseo del Bajo. Como cada una de las obras que llevamos adelante desde hace tres años y medio, en toda la Argentina.
Hoy las obras cuestan hasta un 50% menos que hace tres años y medio. Eso significa que un kilómetro de autopista vale dos millones y medio de dólares, cuando llegó a valer hasta siete.
Pero la estafa del sobreprecio no era el único problema. Las obras se abandonaban. Los cortes de cintas eran para la foto. Y llegamos a tener obras truncas que se convirtieron en monumentos al abandono, como la bajada de la Autopista 25 de Mayo, que estuvo ahí, abierta, sin conducir a ninguna parte durante décadas.
Hasta ahora.
Ahora el ahorro es real y contundente. Nos permite hacer más obras, para que más argentinos puedan llegar más lejos, más rápido y más seguros. Eso es cambiar corrupción por progreso real.
Ahora, los pliegos de las obras o se publican en el sitio web de cada organismo y Ministerio o no existen.
Ahora no hay reuniones a puertas cerradas, ni secretos, ni misterios. Hay voluntad, trabajo sincero y, sobre todo, mucho amor y respeto por nuestro país.
Ahora las nuevas empresas pueden competir y ganar de manera genuina, por presentar el presupuesto más responsable.
Y detrás de esas empresas, hay argentinos capaces y trabajadores que multiplican su esperanza y la de sus familias con el orgullo de ser parte de esta historia. De la tuya y la mía, la de todos los que asumimos la tarea de ser protagonistas y transformar al país para siempre.
Lo que hicimos en estos 3 años y medio no es lo que vinimos a hacer, es lo tuvimos que hacer, porque durante décadas no se hizo. Y lo estamos haciendo porque estas son las bases sobre las que crece un país, sobre las que vamos a ser capaces de conquistar ese futuro que queremos.
Un futuro al que nos acercamos dando pequeños pasos cada día. A veces, son enormes, como el que vamos a dar mañana. La espera terminó.
Me genera mucho orgullo saber que hay una nueva generación de jóvenes argentinos que en unos años va a poder decir que nunca vio una obra parada. Que ahí donde viven, las obras empiezan y terminan en tiempo y forma. Quizás no se den cuenta de lo importante que es, porque para ellos va a ser algo normal. Eso es lo que estamos haciendo y es revolucionario.
Estamos apostando a que eso que esperamos durante tanto tiempo sea real.
Progreso real.
Tan real como el Paseo del Bajo.