Por Mauricio Macri - Presidente de la Nación
El llanto de felicidad de María Sol Ordás cuando ganó la primera medalla de Oro para la Argentina. La pasión con la que corrió Brian Arregui para abrazarse a la tribuna cuando se consagró campeón en boxeo. La euforia con la que festejaron las Kamikazes al conseguir la medalla dorada en beach handball. Como para no emocionarse. Como para no vibrar con más pasión que nunca por la celeste y blanca.
Lo que vivimos en estos últimos días con los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 fue una mezcla de sensaciones: los nervios, la alegría, el fervor y la ilusión se hicieron presentes a lo largo de cada una de las 13 jornadas. La destreza se fundió con las historias de esfuerzo, amor y superación de cada uno de nuestros deportistas, y logramos algo que a los argentinos nos sale muy bien: hacer que nuestros atletas no se sintieran solos ni por un momento, porque sabían que contaban con el aliento de millones a cada paso del camino.
Éste fue un sueño que empezó en 2011; en ese entonces era Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y decidimos presentar la candidatura para ser sede de la competencia. No éramos los únicos en carrera: dos años más tarde nos confirmaron que estábamos entre los finalistas junto a Medellín (Colombia) y Glasgow (Escocia).
Sabíamos que era un reto difícil, pero nos esforzamos para demostrar que nuestra ciudad podía proveer el escenario ideal para el éxito de estos Juegos. Y finalmente llegó la gran noticia. Cuando nos confirmaron que habíamos sido elegidos anfitriones, empezamos a trabajar a toda marcha para llegar a tiempo, para sorprender con la capacidad y el talento que abundan en nuestro país.
Los ojos del mundo, una vez más, estuvieron puestos sobre la Argentina y demostramos que estamos a la altura. Recibimos a más de 4.000 atletas de 206 países y más de un millón de hombres y mujeres, locales y turistas, vivieron en primera persona el espíritu olímpico, además de los millones que acompañaron desde sus hogares en cada una de nuestras provincias y en distintos rincones del planeta. Imaginemos qué bueno sería poder repetir la experiencia en Ushuaia, que en estos días empezó a asomarse como posible sede de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno 2024. Un nuevo sueño olímpico celeste y blanco.
Pero los argentinos sabemos que ponerse la camiseta no es sólo alentar a nuestros deportistas cuando se juega un campeonato internacional. Es una forma de vivir, de pensar, de sentir. Es querer a la Argentina. Es pensarla a futuro. Es poner los intereses de todos por encima de los individuales. Es vivirla y cuidarla para los que vienen.
De eso también se trataron estos Juegos, que nos dejaron un legado mucho más grande que los podios, los nuevos récords y las medallas que nos llenan de orgullo. Quedaron los aprendizajes, las vivencias, las horas compartidas. Chicos muy jóvenes nos demostraron a los más grandes qué futuro quieren que les dejemos y nos dieron un gran ejemplo de igualdad, ya que ésta fue la primera competencia con igual cantidad de hombres y mujeres, un claro mensaje en este mundo que está evolucionando.
También quedó la increíble Villa Olímpica, que ahora se va a convertir en el hogar de más de mil familias, donde van a poder emprender el proyecto de vida que eligieron.
Quedaron las transformaciones en el sur de la ciudad, que durante tantos años fue una zona relegada y hoy le toca empezar una nueva etapa.
Quedó también el Parque Olímpico de la Juventud, donde van a seguir entrenando nuestros atletas de todo el país. Queremos que sigan soñando con nuevos logros y, para hacerlo, hoy cuentan con un predio de 32 hectáreas equipado con tecnología de primer nivel mundial, con pabellones polideportivos, pistas de atletismo, canchas de hockey, tenis, deportes de playa y un estadio acuático impresionante.
Todo eso está. Todo lo hicimos juntos y queda para siempre. Porque eso es tener la camiseta puesta. Es apostar a nuestro futuro, es confiar en lo que podemos lograr juntos y emocionarnos cuando vemos que un sueño que teníamos se cumple. Tener la camiseta puesta es, en definitiva, querer a los argentinos y querer que a los argentinos nos vaya bien. Y si todos queremos que a los argentinos nos vaya bien, nada nos va a impedir conseguirlo. Sigamos avanzando, más juntos que nunca.