Sin lugar para el desánimo
La Argentina está viviendo una transformación sin precedentes. Estamos en el medio de un cambio tan profundo que nos cuesta verlo.
Todos los días, escuchamos (o repetimos) algunas de estas frases:
La economía está estancada.
Sin embargo, en 2017 el PBI creció 2,9%, el año de mayor crecimiento desde 2011. Es crecimiento real, sin cebadores artificiales de la demanda sino basado en el aumento de las inversiones y las exportaciones. 13 de los 15 sectores de la economía crecen.
Las inversiones no llegan.
Pero la inversión creció 11,3% en 2017 y se proyecta un crecimiento de 13% en 2018.
El crecimiento es en detrimento del consumo.
No es así. El consumo privado en 2017 creció 3,6% motorizado sobre todo por bienes durables como autos (creció 27% en 2017), motos (45% en 2017) e inmuebles, que en enero de 2018 tuvieron su máximo en 10 años. Algunos productos o canales pueden caer, pero son mayoría y de mucho impacto económico los que crecen.
No arrancan las exportaciones.
Por el contrario, también crecieron. Entre 2011 y 2015 las exportaciones habían acumulado una caída de 32%, y en 2016 y 2017 volvieron a crecer. En los primeros 2 meses de 2018 este crecimiento es más robusto, 10,7% mayor al registrado en enero y febrero de 2017. No es sólo el campo: las exportaciones de manufacturas de origen industrial crecieron 11% y las de servicios basados en conocimiento (SBC) ya son nuestro tercer complejo exportador.
Hay una avalancha de importaciones que destruye a la industria nacional.
Es incorrecto: la industria lleva 10 meses de crecimiento sostenido y las importaciones en 2017 estuvieron por debajo de las de 2011, 2012 y 2013. Casi 80% de lo que importamos son insumos para la producción y piezas o accesorios para bienes de capital. Importamos más para producir más.
No pueden controlar el déficit.
Pero en 2017 bajamos el déficit y sobrecumplimos la meta. Es la primera vez desde 2004 que suben los ingresos por encima del gasto. Este año seguirá bajando el déficit a 3,2% del PBI y el próximo año un punto más para estar muy cerca del equilibrio fiscal.
Y siguen subiendo los impuestos.
Al contrario: la presión fiscal subió de 26,2% del PBI en 2007 a 32,0% en 2015. Pero ya logramos bajarla a 30,4% en 2017 y vamos a seguir en esa línea para fomentar la inversión, la producción y el empleo.
Todos los días hay más despidos.
Es falso. En el último trimestre de 2017, 433.000 personas consiguieron trabajo. La tasa de desempleo es 7,2%. Es la mayor recuperación de empleo en los últimos 14 años. Es la mejor noticia que confirma (y da sentido) a todas las cifras de la economía.
¿Por qué repetimos la mala onda si los datos muestran otra cosa? Tal vez tenemos miedo por las decepciones del pasado. Durante décadas vivimos en una montaña rusa económica y emocional. Pasamos una y otra vez de 0 a 100 kilómetros por hora en segundos. Esa droga hizo daño: un tercio de los argentinos en la pobreza.
O tal vez creemos que ser optimistas es ser oficialistas.
Sin embargo, la realidad es contundente.
Mientras hacemos la mayor inversión social y en infraestructura de nuestra historia, crece la economía, baja la inflación, baja el déficit fiscal y la presión tributaria. No es más de lo mismo. Nunca habíamos hecho algo así, y lo volveremos a hacer este año. Y el próximo.
Muchos ya lo viven: lo sienten en el empleo, nos lo cuentan en sus decisiones de comprar bienes durables, de tomar un crédito para su primera vivienda y de invertir en el futuro.
También sabemos que el cambio cuesta. En medio de este proceso, hay sectores que todavía no despegan. Son PyMEs y trabajadores que necesitan nuevas oportunidades y todo nuestro esfuerzo está enfocado en conseguirlas.
En los últimos 2 años trabajamos en los cimientos de una economía sana. Sobre esa base, vamos a construir 2 décadas de crecimiento económico sostenido como nunca antes logró la Argentina.
Abandonemos el miedo y encaremos juntos el futuro. Competitividad, inversión, impacto de la tecnología, integración, nuevos empleos y nuevas capacidades productivas.
Es la primera vez que los argentinos nos atrevemos a hacer cambios profundos para tener resultados graduales mirando el mediano y largo plazo. Estamos construyendo un país integrado, con vocación global que crece y brinda oportunidades. Que avanza día a día y paso a paso.
Los dirigentes no podemos dejarnos conquistar por el desánimo. Políticos, empresarios de todos los sectores productivos, líderes sociales y periodistas tenemos la oportunidad de salir del pantano de discusiones viejas y convertirnos en protagonistas de un país en transformación.