Representantes del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) realizaron diversas pruebas en las cartas que intercambiaron el gobernador de Buenos Aires y su par de Malvinas hace 250 años, fechadas entre febrero y diciembre de 1767, para certificar la autenticidad de las piezas.
Para llevar adelante la investigación se hicieron ensayos cuali y cuantitativos sobre las fibras de papel. Para ello, de cada uno de los documentos encontrados se tomó una muestra de seis milímetros cuadrados de bordes sin escritura, evitando afectar las dimensiones originales y su aspecto.
“Lo que hicimos fue disgregar la muestra, ya que el papel está constituido por fibras y demás células vegetales que separamos en una suspensión de agua y, a partir de eso, confeccionamos preparados que luego observamos a través de un microscopio óptico con ayuda de reactivos”, explicó Carlos Rozas, responsable del Laboratorio de Microscopia del Centro de Celulosa y Papel del INTI.
En las tres muestras se observó la presencia de fibras de algodón como constituyente principal. Debido a su grado de deterioro y a que los elementos celulares eran muy pequeños, no se pudo asegurar la presencia de otro tipo de fibras. Probablemente, algunos restos (en muy escasa proporción) correspondan a elementos celulares de cáñamo y lino.
Hasta 1850 estos eran casi los únicos materiales que se utilizaban para fabricar papel, conocidos en todo el mundo como “pasta de trapo”, una combinación conformada por algodón, lino y cáñamo (o simplemente uno de esos tres) que son justamente los componentes que presentan estos documentos”, y agrega que recién entre 1850 y 1853 se incorporan las fibras celulósicas de madera como insumo principal para hacer papel, elementos que no se encuentran en las piezas analizadas.
“Sin embargo, debemos hacer una aclaración necesaria: actualmente aún sobreviven molinos y fábricas que elaboran papeles a partir de algodón, lino o cáñamo, por eso no podemos asegurar completamente que los documentos hayan sido fabricados en el siglo XVIII”, explicó el especialista en fibras papeleras.
No obstante, lo que sí da la pauta que se trata de documentos antiguos es el estado del material: “Podemos aseverar que se trata de piezas de cierta antigüedad debido al estado de degradación de las fibras, detalle que en un papel moderno sería imposible encontrar, ya que es muy difícil simular un envejecimiento acelerado extremo que genere el deterioro observado, y por ende, trucar estas características”, aseguró Fernanda Acha, conservadora y restauradora de bienes culturales e integrante del Laboratorio.
Para complementar la información, los profesionales del INTI recomiendan analizar caligráficamente los documentos, sus tintas y sobre todo hacer hincapié en las marcas de agua presentes, es decir la firma invisible del molino que lo fabricó.