El investigador Pablo Cavagnaro participó en un equipo internacional de científicos que secuenciaron el genoma de la zanahoria, fundamental para determinar el origen a la vitamina A. La conclusión de la secuencia fue difundida por la revista Nature, la publicación científica más importante de los Estados Unidos. El logro también permitió señalar cuánto fue que la zanahoria se separó evolutivamente de sus parientes, la lechuga, la papa y el tomate, entre 72 y 90 millones de años atrás.
El de la zanahoria es uno de los genomas de plantas más completos publicados hasta la fecha, en términos de cobertura y contigüidad de las secuencias, lo que permitirá comprender las rutas metabólicas para el mejoramiento de esta hortaliza, y obtener variedades mejoradas de forma más rápida y eficiente, no sólo para zanahoria, sino también en otras hortalizas cercanas como por ejemplo el apio, el perejil, el cilantro y el comino.
“Inicialmente la zanahoria no era naranja como se la conoce hoy en día, sino que eran amarillas o moradas", explica Cavagnaro, que es investigador adjunto del Conicet en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y se desempeña en la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta, de Mendoza.
Las más comunes en Argentina son las naranjas, deben su color al betacaroteno, un potente antioxidante que además es precursor de la vitamina A, fundamental para la vista, la piel y el buen funcionamiento del sistema inmune. El gen DCAR_032551 es el que interviene en la acumulación de carotenoides en la raíz de zanahoria.
El beta caroteno es parte de la familia de los carotenoides, pigmentos amarillos, naranjas y rojos que están presentes, en diferentes concentraciones, en los distintos tipos de zanahorias. Los primeros registros sobre el color de la zanahoria –inicialmente amarillo y morado– datan de hace 1.100 años y son de Asia Central. Tiempo más tarde, en el siglo XVI, aparecieron en Europa las de color naranja.