Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, ante inversores de la CPAC, en Mar-a-Lago, Florida, Estados Unidos
Muchas gracias por la organización e invitación a este maravilloso evento del CPAC. En tiempos. donde la gran mayoría de las fundaciones y organizaciones civiles están infectadas de socialismo, CPAC es imprescindible para congregar a quienes defendemos las ideas de la libertad.
Quiero comenzar felicitando - una vez más - al presidente electo Donald Trump, al vicepresidente electo Vance y a todo su equipo por la victoria, en estas elecciones. Es una alegría enorme para mí saber que, en los Estados Unidos, primaron el sentido común y la razón por sobre el delirio comunista la agenda woke y la planificación centralizada. Digo que es una alegría porque - como argentino - conozco de primera mano las consecuencias del socialismo. Por eso muchas veces digo que me siento como un profeta, en una distopía, aún evitable.
Para ponerlo en contexto - en Argentina - hace 120 años nos regíamos por el capitalismo de libre empresa y contábamos con el PBI, per cápita más alto del mundo. Entonces, competíamos – cabeza a cabeza - con Australia y Estados Unidos y éramos el refugio de cientos de miles de migrantes, que viajaban a todo el mundo buscando mejores condiciones de vida. No en vano era común - en el pasado - escuchar la expresión: “rico como un argentino”. Sin embargo, hace aproximadamente 100 años, Argentina dio un giro de timón, que marcó el principio de una pendiente resbaladiza, cuyo desenlace – hoy - está a la vista de todo el mundo.
Bajo el mandato del sentimentalismo y las buenas intenciones, los colectivistas lograron convertir en verdad indiscutible, la mal llamada justicia social, que afirma que: “donde hay una necesidad, nace un derecho”. Pero el problema es que no hay tal cosa, como un almuerzo gratis. Y las necesidades son infinitas, mientras que los recursos son finitos. Entonces, para aplicar la mal llamada justicia social montaron un Estado opresor, que divide a los ciudadanos, entre ganadores y perdedores, y la política se convirtió - a su vez - en árbitro y parte interesada de esta repartija. Eso hizo que se instaurara una especie de régimen de castas, a lo indio, donde todos los ciudadanos de a pie eran ciudadanos de segunda, y los políticos, sus amigos y sus clientes vivían como monarcas.
Yo no soy político ni aspiro a hacerlo. Tal como el presidente Trump, tuve que meterme en este pantano putrefacto como acto de defensa propia y la gente me respaldó con su voto y lo sigue haciendo a diario, porque – finalmente – entendió, que no quiere volver a tener nada que ver con la política de la casta.
A todas las particularidades propias, de la Argentina, que durante 100 años fue el perfecto laboratorio para experimentar con el virus socialista, se le suma – actualmente - una problemática común entre los demás países de Occidente: la hegemonía cultural de la izquierda, que intoxica a la gran mayoría de las instituciones y formadores de opinión. La izquierda ante el resentimiento y la frustración que generó en términos políticos el éxito del capitalismo, comenzó a librar una batalla cultural para apropiarse del sentido común de los ciudadanos y, hoy, ese virus se ha esparcido por todo Occidente.
Así, lograron corromper las instituciones; pervertir las causas nobles y justificar - bajo la falsa bandera de la igualdad - una expansión estatal ilimitada, creando una verdadera industria de los derechos. Este modelo cultural, que algunos llaman el virus woke, tiene una infinidad de consecuencias funestas. En el plano económico, si quieren saber cuáles son las consecuencias de este modelo, sólo miren, los últimos 100 años, de decadencia argentina. En el plano espiritual, valores esenciales - como el mérito, la ambición, la innovación y el optimismo - le han cedido lugar a la envidia, el resentimiento, el nihilismo y la indolencia. Sin embargo, a pesar de la hegemonía que han sabido construir, las ideas de izquierdas empiezan a resquebrajar.
Porque en todos lados hay una mayoría silenciosa o, más bien, silenciada, que ha comenzado a hacerse escuchar. A pesar de que los enemigos de la libertad se aferran al poder haciendo uso y abuso de la propaganda, la tergiversación y la censura. De un lado, se empiezan a amontonar todos los partidos políticos tradicionales, que se presentan como antagónicos, pero que - en el fondo - siempre fueron socios y beneficiarios de un mismo estatus quo. Junto a ellos se amontonan sus clientes, las corporaciones privilegiadas y todos aquellos que de alguna manera viven de los impuestos.
Del otro lado, estamos los ciudadanos libres, los que creemos en los derechos elementales del ciudadano, que son el derecho a la vida, la libertad y a la propiedad privada; y lo único que buscamos es que nos dejen perseguir nuestra propia felicidad.
Sin embargo, no es la primera vez que el peligro nos acecha. 500 años antes de Cristo, en los albores de la cultura occidental, cientos de ciudades estados griegas formaron una liga para hacerle frente al despotismo persa. Como alguna vez hicieron los antiguos, creo que los que creemos en la libertad debemos unirnos para hacerle frente a esta barbarie y formar una alianza de naciones libres, custodios del legado occidental, estableciendo nuevos lazos políticos, pero también comerciales, culturales, diplomáticos y militares, donde CPAC en esto tiene un rol fundamental.
Los Estados Unidos liderando en el norte; la Argentina en el sur; Italia en la vieja Europa e Israel, el centinela en la frontera, de Oriente Medio. Porque solo con la fuerza y la cooperación de las naciones libres puede haber una esperanza global de paz y prosperidad. Y porque no hay causa más noble que la causa, de Occidente, una línea histórica de la que todos nosotros somos herederos y que tenemos la responsabilidad de restaurar, en toda su gloria. Es la causa de los filósofos atenienses, que con Alejandro Magno cabalgó, a Egipto y a Asia, que los romanos consolidaron, en el primer imperio multicontinental; que renació de las invasiones bárbaras, en las abadías y las cortes de Carlomagno; que resistió a los árabes y reconquistó España; que cruzó el océano y colonizado América. La misma causa que nos convirtió en ciudadanos y nos liberó del yugo del tirano. La causa que descubrió el método científico, que industrializó el planeta y que - con el capitalismo de libre empresa - sacó de la miseria a miles de millones de seres humanos. Esa es la línea histórica que venimos a restaurar.
Para cerrar quiero decirles que – hoy - el mundo está ante un cambio de época. Creo que - a esta altura - hay pocos que lo nieguen. Nosotros, los argentinos, queremos volar a la vanguardia, de estos vientos de cambio.
Por eso, avanzamos a la velocidad que lo hacemos, aunque nos traten de locos. I like the nickname. Porque tenemos la vocación de seguir avanzando hasta convertirnos en el país más libre del mundo. Y porque tenemos las condiciones humanas, materiales y espirituales para despegar como nación. Somos un pueblo con una capacidad inventiva envidiable, capaz de sobreponerse a cualquier cataclismo. Es nuestro deber hacernos eco de lo que los tiempos demandan y portar la antorcha de la libertad, para volver a encauzar al mundo en el sendero de la libertad y la prosperidad.
Debemos levantar la posta y revivir el fuego prometeico, que nos fue legado, para así volver a hacer una tierra de oportunidades para todos los ciudadanos del mundo, que la estén buscando. Debemos convertirnos – nuevamente - en un faro del mundo, porque el mundo ha sido sumergido en una oscuridad profunda y exige a gritos ser iluminado. Si no me creen los invito a venir a verlo - de primera mano - el próximo 4 de diciembre, en la CPAC, de Buenos Aires, como así también extiendo mi invitación al presidente electo, al vicepresidente electo, a Elon Musk, y a todos los que quieran venir a acompañarnos.
Quiero que todos los líderes del mundo libre sean testigos de la gran gesta, que está llevando adelante, el pueblo argentino. Será un honor para mí contar con la presencia de todos ustedes, en la próxima conferencia, a realizarse en Buenos Aires.
Quiero agradecer a todos. Que Dios bendiga a los argentinos y a todos los ciudadanos del mundo. Que las fuerzas del cielo nos acompañen y ¡viva la libertad, carajo!