Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei en el acto central de entrega de premios, en el Departamento de la Escuela de Cadetes “Comisario General Juan Ángel Pirker”

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Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei en el acto central de entrega de premios, en el Departamento de la Escuela de Cadetes “Comisario General Juan Ángel Pirker”

Buenos días a todos. En primer lugar, quiero agradecer a las Fuerzas Policiales por organizar este evento y – fundamentalmente - por arriesgar su vida diariamente para cuidar a los argentinos. Lamento mucho los años de escarnio a los que fueron sometidos por hacer, tal vez, una de las cosas más honorables que puede hacer un ser humano, que es estar dispuesto a dar la vida por otro. Es un honor - para mí - estar aquí entregando estas distinciones con las que premiamos a 17 efectivos destacados, de nuestra Policía Federal Argentina. por su valentía y mérito. Un reconocimiento indudablemente merecido para cada uno. Entre ellos, quiero destacar al subcomisario Guillermo Armentano, miembro de la custodia presidencial, que - en el ejercicio del deber - durante la asunción presidencial fue atacado - vilmente - por un desequilibrado que lanzó un proyectil en la dirección, de la comitiva presidencial. También quiero destacar que - a pesar de haber recibido el impacto - él continuó con su deber, garantizando el correcto despliegue del operativo sin vacilación. Muchas gracias, Guillermo. Espero que tu honor sirva de ejemplo.

Durante, mucho tiempo, vivimos en un país, que denostaba a su Fuerza de Seguridad; incluso se elaboraban doctrinas para defender criminales, a través de dilates argumentativos, que no hacían más que esconder la verdad. Nietzsche se refirió a este tipo de gente diciendo que “enturbian sus aguas para hacer parecer profundas”. Entendieron a los delincuentes como víctima de su propia historia, de sus circunstancias y - al hacerlo - desprotegieron a la sociedad y les dieron la espalda a nuestras fuerzas policiales. Llegaron - incluso - al absurdo de liberar presos o castigar policías honorables, por el imperdonable delito de hacer bien su trabajo. Bueno, ellos se pasaron - dos décadas - defendiendo lo indefendible y tratando de hacernos creer que los delincuentes eran víctimas y nuestra Fuerza de Seguridad eran los victimarios. Durante años, nos dijeron que propiciaban el garantismo, escudándose en la noción de proteger a las garantías constitucionales, para promover lo que - a todas luces - no fue otra cosa que abolicionismo. Esto no es - ni más, ni menos - que abandonar la razón básica de la existencia del Estado. Aquellos que decían defender al Estado le prohibieron que ejerciera su principal responsabilidad, que es reprimir el delito.

No hace falta aclarar cuál es mi posición filosófica sobre el Estado, pues creo que ya ha quedado clara, pero en cualquier versión de Estado moderno, de la vida real, el monopolio de la fuerza y la represión del delito son responsabilidades públicas indelegables. Sin embargo, debido a la penetración de la izquierda de las instituciones, las universidades, la dirigencia policial, empresarial y los medios de comunicación - lentamente - fueron abandonando esta función indelegable del Estado hasta que convirtieron a nuestro país, en un baño de sangre. Pero la sociedad les dijo: “basta”. Nosotros estamos cumpliendo, con el compromiso que asumimos con la sociedad y volviendo a llamar a las cosas por su nombre.

Por eso nuestra doctrina de seguridad es simple y está montada en tres pilares fundamentales, que cualquier argentino, de bien, comparte: el pilar número 1: el que las hace, las paga, o sea, al delito hay que castigarlo siempre, así de simple, dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada. Pilar número 2: el orden público es sagrado, no se puede secuestrar la calle y arruinarles la vida a todos los argentinos. Por eso, apenas asumimos, dijimos que el que corta no cobra, y bien que cumplimos, los piquetes son hechos del pasado. Pilar número 3: los buenos son los de azul, los malos son los que delinquen, los que roban, los que matan. El Estado tiene que proteger a las víctimas y castigar a los victimarios; no proteger a los victimarios y abandonar a las víctimas.

Cómo podíamos pedirle a un cadete, de 20 años, que arriesgue su vida por sus compatriotas, si no estamos de acuerdo en esta verdad elemental de la vida en sociedad. Hemos aplicado estos tres pilares y estamos dando un giro - de 180 grados - en cómo se entiende el rol de la Fuerza de Seguridad en la sociedad en cómo las tratamos. Esto está respaldado por nuestra visión de lo que tiene que hacer un Estado, que es proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos. Gracias a este cambio de rumbo estamos viendo resultados sorprendentes; doy dos ejemplos: el primero ya mencionado, es que terminamos con los piquetes; el segundo, y aún más relevante, es todo lo que se ha logrado - en Rosario - con el coraje de la ministra la doctora Patricia Bullrich. Ambos son cosas, que - antes de asumir - decían que era imposible y vaya que lo estamos haciendo. Obviamente todo esto es posible gracias a ustedes, los verdaderos héroes de esta historia, que ponen el pecho y arriesgan su vida todos los días para cumplir su deber. Es por esto que - más allá de los reconocimientos individuales - me gustaría también felicitarlos y pedir un gran aplauso para todos los hombres y mujeres que conforman la Policía Federal y las demás Fuerzas, del nivel nacional.

Espero que su bravura sea la chispa que inspire a muchos. Quiero hacer un último punto antes de cerrar. Hay que entender una cosa: la seguridad pública es indispensable para la recuperación de nuestro país porque ¿quién puede salir a trabajar todos los días al alba, si la calle es insegura? ¿Quién se anima a arriesgar capital y poner un negocio, si - desde la política - le responden que no tienen interés en perseguir al delito? O peor aún ¿cómo puede haber crecimiento económico, si nos pueden arrebatar el fruto de nuestro trabajo, sin pena alguna? Y yendo a un nivel más profundo, ¿cómo puede haber confianza entre nosotros, los argentinos, si no confiamos en las fuerzas, que nos cuidan? Para que la Policía pueda hacer su trabajo lo mejor posible, necesita estar respaldada por el Gobierno; porque una oficial de policía no tiene lugar para la duda, cuando tiene que decidir entre la vida o la muerte, en milésimas de segundos, si el deber llama. Si esto es lo que nosotros pedimos de ellos, entonces tampoco podemos nosotros dudar de ellos. Sin embargo, los políticos caranchos, con seguridad privada, en lugar de respaldarlos en el desempeño de sus funciones deciden hacerlos desfilar, por las calles, de televisión para agitar sus propias banderas políticas.

En la nueva Argentina no hay lugar para semejante degeneración porque nosotros entendemos que son las leyes lo que separan los hombres de las bestias y que – justamente - por eso las leyes están para cumplirse. Hace 11 meses decidimos decirle no, al garantismo barbárico, que sólo trae miseria para decirle sí, al orden cívico, que garantiza el desarrollo y estamos dispuestos a morir, en esta colina.

En definitiva, deseo felicitarlos a todos darles muchas gracias por su servicio; que Dios bendiga a todos los argentinos y que la fuerza del cielo nos acompañen. ¡Viva la libertad carajo! Muchas gracias.