Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el evento del Foro Económico Mundial, Buenos Aires
Buenos días a todos,y a Thor. En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento para conocidos empresarios y autoridades del World Economic Forum, que han venido - a Buenos Aires - para la realización de este encuentro. Sé que algunos han venido muy lejos para escuchar y ver, de primera mano, todo lo que Argentina tiene para ofrecerles. Permítame decirles que no volverán a casa decepcionados ya sea por las políticas contra el sector privado; el desinterés en alentar las inversiones extranjeras que tuvieron, administraciones anteriores. No es muy común que, nuestro país, albergue este tipo de eventos, donde se forma y fomenta la inversión directa extranjera.
Sepan que - desde el inicio hasta el fin de nuestra gestión, - abogaremos para que este tipo de jornadas continúen. Así como trabajaremos incansablemente por un país con una economía libre y abierta a las inversiones. Aprovecho para contar que, si bien mi primer discurso, en Davos, ha tomado cierta notoriedad global, no vengo – hoy - aquí a hablar del rumbo que ha adoptado el mundo, sino más bien, vengo a contarles el rumbo que ha adoptado, la Argentina, desde que asumimos. Hace 10 meses, casi 15 millones de argentinos decidimos dejar atrás las recetas que empobrecieron, a nuestro país, por más de 100 años, para empezar a aplicar las ideas de la libertad, que son las únicas que garantizan crecimiento y progreso.
No quiero ahondar en algo, que todos hemos escuchado ya muchas veces, pero el modelo empobrecedor del Estado presente, que se implementó - en la Argentina -durante tantos años, nos dejó un país en ruina, donde más de la mitad de los argentinos son pobres y con un PBI per cápita que no crece hace casi 15 años. Tenés razón Thor, está diciendo que no ofendan a los perros diciendo que eran unos perros los anteriores. Cuando asumimos, el régimen de déficit permanente; deuda insostenible y emisión desenfrenada, que habían mantenido todos nuestros predecesores, se había agotado e íbamos camino a una hiperinflación. Además, en la dimensión social se había establecido un sistema de casta que dividía a los políticos y sus amigos del resto de la sociedad, donde unos pocos privilegiados ganaban a costa de todos los argentinos. Imagínense lo mal que tenían que estar las cosas para que la sociedad eligiera al primer presidente liberal-libertario de la historia; algo que - en condiciones normales de presión y temperatura - no ocurre, sin partido político ni Gobernadores, ni Intendentes. Eso es algo, que no podría haber ocurrido, si no fuera por el absoluto fracaso económico, material y moral del modelo de la casta.
Pero, hoy, no vengo aquí a hablar qué hicieron los demás, sino de qué estamos haciendo y continuaremos haciendo nosotros. Asumimos el gobierno y decidimos volver a las bases; estamos corrigiendo el orden macroeconómico, cueste lo que cueste, para que los argentinos puedan vivir sin inflación, por primera vez, después de décadas y le estamos devolviendo al Estado su función primordial, que es la defensa de la vida, la libertad y la propiedad de los individuos para que el sector privado pueda generar riqueza por sí mismo, o sea, estamos implementando las mismas ideas, que sacaron al 90% de la población mundial de la pobreza, en los últimos 300 años. No será fácil, pues tenemos el desafío de reconstruir la reputación política, jurídica, institucional, productiva y comercial de un país, que ha sido castigado por políticos inescrupulosos y brutos, durante demasiado tiempo. Por eso, - precisamente - porque partimos del inframundo, es que tenemos que aspirar a lo más alto. Y es por eso, que la brújula de este cambio de régimen, apunta a un objetivo a largo plazo muy claro: ser el país más libre del mundo.
En esa línea, estamos construyendo, una nueva Argentina, sobre tres pilares fundamentales: una macroeconomía ordenada, anclada en el equilibrio fiscal; un esfuerzo titánico para desregular toda la economía argentina que hemos llamado “La gran guerra contra el costo argentino”, que tenemos, acá, a nuestro ministro coloso y ejemplo mundial, que es Federico Sturzenegger; y en el tercer lugar la recuperación del Estado de derecho y el cumplimiento de la ley, donde la maravillosa ministra Bullrich - todos los días - se encarga de poner los temas de seguridad en orden.
En campaña, ya alertábamos sobre la importancia del equilibrio fiscal en nuestra gestión. Al asumir - el 10 de diciembre - reafirmamos nuestro compromiso sabiendo que el equilibrio fiscal es la base de la estabilidad económica y que una economía estable, predecible es atractiva para inversiones y consumidores. En estos 10 meses de Gobierno logramos el primer superávit fiscal sostenido, libre de default, de los últimos 123 años, en Argentina, en un giro de timón sin precedentes, a lo largo y a lo ancho del planeta. Los economistas, que nos decían que era imposible que no teníamos plan económico se pasaron - los últimos 10 meses - agitando la vuelta del déficit para desestabilizarnos, y no les dimos el gusto; producto de ese esfuerzo - de todos los argentinos - es que se duplicó el valor de nuestros bonos y bajamos el Riesgo País, de 3000 puntos a menos de 1100, y vamos a seguir bajándolo y vamos a lograr - tarde o temprano - volver a ser un país emergente en la calificación crediticia y estoy fuertemente comprometido porque - en algún momento de la gestión - podamos llegar a ser investment grade.
Argentina vuelve a valer porque tiene un gobierno que, por primera vez en décadas, está haciendo lo que nadie quería hacer y que prefiere decir verdades incómodas a mentiras confortables. No es casualidad que tengamos nuevos anuncios de inversiones, todos los días, y que los anuncios del RIGI - que es un régimen especial de inversiones que hemos sancionado - ya ronda los 50.000 millones de dólares. Mientras el resto de la dirigencia se dedicó a ponerle cepos a las libertades individuales con resultados nefastos; nosotros venimos a ponerle un cepo. Sí, un cepo. Un cepo al Estado de una vez y para siempre. Es decir, un cepo al Estado. El cepo se lo vamos a poner al Estado.
Y es precisamente la reducción drástica del gasto público, que estamos llevando adelante, lo que nos va a permitir devolverle - en bajas impositivas - al sector privado el producto, que el Estado le robó. Sin ir más lejos, este lunes disolvimos la Administración Federal de Ingresos Públicos, un organismo estatal superpoblado, que fue utilizado para perseguir al sector privado y creamos un nuevo ente impositivo recortando un 34% de su estructura, o sea, bajamos el gasto recortando a quien recauda.
Retomando la idea de ponerle un cepo al Estado es por ello que, estamos peleando día a día nuestra propia batalla, de las Termópilas con 6 senadores, 39 diputados y la voz de millones de argentinos que nos apoyan en la calle y en las redes contra el gran aparato del partido del Estado. Nobleza obliga: me gustaría agradecer también al sector de la dirigencia política, que no busca caranchear votos, sino que busca un verdadero cambio para el país de sus hijos y nos apoya sosteniendo nuestros vetos y nuestras reformas para garantizar el equilibrio fiscal y el crecimiento económico.
Hay otro sector de la dirigencia política, un sector que lo único que quiere es que nada cambie. Un sector que quiere seguir protegiendo sus privilegios, a costa de todos los argentinos. Esa oposición carancho dijo que nos íbamos en enero; dijo que nos íbamos en Semana Santa; dijo que nos íbamos en junio y – ahora - no saben dónde meterse, porque la motosierra sigue más prendida que nunca.
En segundo lugar, estamos llevando el plan de reformas estructurales más ambicioso de la historia para sacarle la bota del Estado del cuello a quienes producen, a quienes comercian y a quienes trabajan para reducir el costo de la actividad económica, en todas sus dimensiones. Hemos llamado a esta iniciativa ‘La guerra contra el costo argentino’. Todos los días nuestro Ministerio de Desregulación elimina alguna traba o desactiva un curro como si trabajara en un escuadrón antibombas. Haciendo un recuento rápido, ya eliminamos trabas burocráticas para la importación y producción de acero, aluminio, materiales de construcción, plástico, aislados sintéticos. Además, simplificamos los trámites de exportación, entre los que se destaca haber reducido la demora de trámites de apostillado - de 30 días a 1-; eliminamos todos los controles discrecionales para importar, entre los que se encontraba el nefasto sistema SIRA, que solo existía como mecanismo de desfalco al Estado, y aún nos quedan cientos de miles de trabas por desarmar.
También estamos reduciendo el costo laboral, logrando que más gente pueda ingresar al sistema y, así, proyectar un crecimiento personal - por primera vez - en su vida. A su vez, estamos bajando el costo arancelario sobre el que se montó el nefasto sistema de sustitución de importaciones que - a costa de beneficiar a un puñado de privilegiados - castigó al conjunto de la sociedad con bienes y servicios de peor calidad, a un mayor precio. El último de los tres puntos que mencioné - y no por eso menos importante - es el de la restauración del Estado de derecho, en Argentina. Digo restauración porque - a pesar de lo que digan los fetichistas de los rituales democráticos - el Estado de derecho no existió en la Argentina, en décadas. El Estado de derecho es una concepción, que se basa en la idea fundamental de que todos los ciudadanos tenemos derechos naturales inalienables, entre los que se encuentra el derecho a la vida, la libertad y a la propiedad. Bajo esa premisa, la función del Estado de derecho - a lo largo de la historia - ha sido restringir el poder del monarca para que no pueda avasallar los derechos naturales de los hombres.
Creo que no hace falta decir que la Argentina - y ustedes lo saben mejor que muchos -, durante alrededor de 100 años, el Estado ha violado esos derechos naturales de manera sistemática, de innumerables maneras. Bajo la pátina de la democracia se han cometido las peores atrocidades, en nuestro país, porque lejos de defender el Estado de derecho lo que ha primado en Argentina es la razón del Estado. Es decir, que las necesidades del Estado estuvieron por encima de los derechos naturales de los ciudadanos. Desde el fallo, de la Corte Suprema de Justicia, que avaló la pesificación asimétrica - en el año 2004 - hasta los abusos impositivos de las recaudaciones bancarias y retenciones que hacen las provincias, los ejemplos de violaciones a los derechos fundamentales han sido moneda corriente, a lo largo de nuestra historia. Sistemáticamente se ha violado el derecho a la vida, la libertad y a la propiedad, tanto de los argentinos como de los extranjeros, que han decidido venir a invertir acá.
Resumiendo: si la casta política necesitó violentar derechos para que el sistema se mantenga, la Justicia lo ha avalado, bajo la doctrina de que no hay nada más importante que la supervivencia del Estado y que todos los derechos de los ciudadanos están sujetos a eso. Mientras abogan por el famoso Estado de bienestar, no hacían otra cosa más que luchar por el bienestar del Estado. Somos el primer Gobierno, en décadas, en poner los derechos de los ciudadanos por encima de las necesidades del Estado, y somos el primer Gobierno - en décadas también - que está retirando al Estado de la esfera privada, de los ciudadanos, para volver a vivir en un Estado de derecho pleno. Eso es defender las instituciones; eso es defender la República; eso es defender a los ciudadanos.
Volviendo a nuestra gestión, nuestra hipótesis quedó demostrada y se sigue comprobando día a día. En menos de un año ya alcanzamos la inflación más baja, de los últimos cuatro años, con precios - en distintos sectores - que no se mueven hace meses. O sea, hemos llevado adelante el ajuste más grande de la historia de la humanidad y no hemos perdido un ápice de apoyo social. La retracción del fisco, durante estos meses, ya le devolvió 15 puntos del PBI al sector privado, en forma de ahorro. Continuar en este camino de ajuste es lo que permite financiar la inversión privada, que es la que genera crecimiento genuino porque el sector privado se basa en las relaciones voluntarias para crecer y nadie accede de forma voluntaria a lo que no le conviene. Encima de todo - este ajuste - lo llevamos a cabo sin tocar el gasto social. Es más, duplicamos en términos reales las prestaciones directas como la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar, y le quitamos el poder a los piqueteros esclavistas porque entendemos que ese es el capital humano el que hará grande nuevamente de esta Nación.
Esto, en conjunto con un excelente accionar de la doctora Patricia Bullrich, al frente de la seguridad de nuestra Nación, nos está permitiendo recuperar el orden público a gran velocidad, terminando con el flagelo de los piquetes en pocos meses. Incluso hemos pacificado Rosario, una ciudad asediada por el narcotráfico en tiempo récord; los efectos del cumpleaños… se notan, perdón, pero la vida es así. El recorte del Estado, que prometemos no era sólo en términos de gasto, sino también en términos de poder sobre los individuos, de la mano de la Ley Bases y el DNU 70/23 hemos realizado la reforma estructural más grande de la historia, que fue 8 veces más grande que la reforma Menem. Esto nos permitió tener un salto de casi 90 puestos, en el ranking de libertad económica, y no vamos a parar hasta ser el país más libre del mundo, por eso tenemos todavía 3200 reformas en el tintero. Estamos haciendo los deberes al ritmo que la realidad nos permite. Sabemos que recuperar la confianza no es algo que se hace de la noche a la mañana. No por nada el refrán dice que la confianza sube en escalera y baja en ascensor.
Argentina lleva 100 años de faltar a su palabra y el mundo lleva 100 años de quemarse con leche. No es casualidad que la población argentina haya elegido como presidente a un tipo que - hace 3 años - estaba en el sector privado. Es porque sabe que en el sector privado si tu palabra no vale, no llegas a ningún lado. Mientras que la política, cuanta menos palabra uno tiene, más alto llega en el escalafón.
Como les decía, con la estabilidad macro lograda - después de décadas y los esfuerzos desregulatorios y de apertura económica - llevados adelante a través de la Ley Bases y otros instrumentos, estamos generando una tormenta perfecta en condiciones para cualquier inversión. Déjenme detenerme en algunos sectores en especial: la Argentina tiene un suelo bendecido con abundantes y variados recursos naturales. Miremos al sector energético: Vaca Muerta es una fuente de recursos extraordinaria, la segunda reserva de shale oil del mundo, como mínimo puede abastecer la demanda argentina, por los próximos 150 años. Su desarrollo ha logrado revertir nuestro histórico déficit energético, de casi 7.000 millones de dólares, hace 10 años; a un superávit de 4.000 millones de dólares el primer semestre de este año. El déficit energético ya es, prácticamente, cosa del pasado. Y todavía nos queda muchísimo por crecer. Gracias a la Ley Base conseguimos modificar las antiguas leyes de hidrocarburo y gas para que, entre otras cosas, exportar se vuelva más fácil y rápido.
Miremos la minería: se estima que - la Cordillera de Los Andes - tiene el 40% de las reservas de cobre mundial. Sin ir más lejos, Chile exporta 50.000 millones de dólares por año en cobre. ¿Ustedes se creen que Dios solo bendijo a aquel lado de la Cordillera y que de este lado - mágicamente - no hay nada? De modo que tenemos un potencial minero enorme en cobre, aún por ser aprovechado. También contamos con la tercera reserva de litio más grande del mundo, con una decena de proyectos o bien ya produciendo o bien en etapa de exploración, como también explotaciones de plata y oro. A eso hay que sumarle el desarrollo de los sectores primarios, en los que Argentina ya es punta de lanza, pero cuyo potencial estuvo aplastado por décadas por el régimen extractivo, que los usaba como fuente de divisas para financiar el capitalismo de amigos. Me refiero - por supuesto - al sector agropecuario y agroindustrial. Nuestro campo produce alimentos para 500 millones de personas. pero el agro no es solo la hacienda, el grano de soja, el maíz y el trigo, es también sus productos derivados, es también la tecnología productiva - tanto en genética como en maquinaria - en la cual Argentina es vanguardia, y es también otros sectores en los cuales ya somos protagonistas, como el maní en Córdoba o como el limón en Tucumán; y otros que aún son una potencialidad. ¿Saben cuánto exporta, Chile, en cerezas? 50 veces más que la Argentina, no 5; 50 veces más. ¿Saben cuánto exporta Chile, en salmón, por año? 6000 millones de dólares. ¿Nosotros? Bien, gracias. Imagínense todo el potencial que hay.
Y, por último, el sector de innovación y tecnología. El pueblo argentino es privilegiado en capital humano, porque casi 100 años de colectivismo nos enseñaron algo: que los argentinos tenemos la capacidad de sacar agua de las piedras y emprender aún en las peores condiciones. ¿O les parece casualidad que, a pesar de ser el país de la región con menor inversión extranjera, de los últimos 15 años, seamos al mismo tiempo el que más unicornios per cápita tiene?
Imagínense lo que puede lograr el sector tecnológico, en especial, en condiciones macroeconómicas estables y sin la bota del Estado en el cuello. Como ya he dicho en alguna otra ocasión, no hay fuerza de la naturaleza más grande que un argentino queriendo salir adelante. Por eso, nosotros queremos hacer en la Argentina un Hub de Inteligencia Artificial. Porque nosotros tenemos energía barata en lugares fríos y con altas extensiones de tierras para desarrollar y abastecer los centros de cómputos. Y porque tenemos algo que las próximas décadas va a ser preciado: fe y optimismo en el desarrollo tecnológico, fe en los empresarios y la libertad regulatoria que le corresponde esa fe, en un mundo en que cada día encorsetan más al sector privado y, sobre todo, al sector tecnológico.
Para cerrar, antes de ganar las elecciones sabíamos que Argentina es un país donde todo está por hacerse, y desde que asumimos el 10 de diciembre del año pasado, comenzamos a transformar este presente decadente que nos dejaron en un futuro de prosperidad para cada uno de los individuos que habitan este suelo. El modelo de la libertad que estamos aplicando no es exclusivo de los argentinos, también es un ejemplo para el resto de los países de la región, los cuales, en mayor o menor medida, también han sido castigados por las mismas políticas miserables del socialismo del siglo XXI. Abrirnos al mundo, generar oportunidad de inversión y permitirles a los que deben generar riqueza, o sea, ustedes, el sector privado, que lo hagan sin ser asfixiado por la voz del Estado. Ese es el ejemplo que queremos dar. Su cooperación es fundamental en este nuevo capítulo que estamos escribiendo. Los invitamos a retomar el protagonismo que el Estado les robó injustamente, durante tanto tiempo.
Nuevamente, les agradezco por la confianza y el interés en que nuestro país sea un socio estratégico de ustedes. Nuestro compromiso está en hacer de la Argentina el país más libre del mundo, para nosotros, para nuestros hijos y para todos los hombres del mundo que decidan habitar el suelo argentino. La Argentina será libre. La Argentina será grande nuevamente.
Muchísimas gracias. ¡Viva la libertad, carajo!