Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en la presentación del Centro Cultural Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento, (Ex CCK).
¡Hola a todos! Bienvenidos a uno de los primeros pasos para cambiar la historia que quisieron prostituir, cambiando los nombres y ensuciando a los grandes héroes de esta patria. Es un placer estar aquí con todos ustedes inaugurando el Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento. Quizás para algunos sea solo un simple cambio de nombre, pero para nosotros es el inicio de una nueva etapa donde enaltecemos la figura de nuestros más grandes próceres y símbolos nacionales, para dejar atrás el culto a los políticos que arrastraron al país a la decadencia y a la humillación.
Aprovechando la oportunidad, me gustaría conmemorar que hoy se cumplen 156 años de la asunción de Domingo Faustino Sarmiento como presidente de los argentinos. Su presidencia se encuadra dentro de las más importantes de nuestra historia, porque fue fundamental para la consolidación de nuestra nación.
Sarmiento tomó un país con una tasa de analfabetismo del 90%, construyó 1.800 escuelas y cuadruplicó la población escolar. Producto de su propuesta educativa y del progreso económico que aquella generación liberal aseguró, algunas décadas después, Argentina se convirtió en el primer pueblo de la historia humana en erradicar el analfabetismo. O sea, literalmente, hicimos civilización de la barbarie.
Sin lugar a dudas, Sarmiento fue el primer pensador que desarrolló la teoría del capital humano, que tanto los liberales como, por ejemplo, el profe Espert, tanto admiramos de Gary Becker, quien lo plasmó en el análisis microeconómico.
A pesar del importante rol que supo ocupar Sarmiento en nuestra historia, hoy quienes se atreven a cuestionarlo, después de muerto, pretenden instalar un absurdo revisionismo histórico sobre su figura y su presencia, rechazando su enorme legado. Tal como quisieron hacerlo con Roca y muchos otros próceres de esa generación. Los mismos que llevaron a cabo el intento de demonización contra el padre del aula, son los mismos que pretenden ahora rasgarse las vestiduras por la educación y toman a los alumnos de rehenes en sus desesperados intentos por mantener sus privilegios. Y también son estos mismos quienes promovieron el modelo cultural, social y económico que atrasó a la Argentina en las últimas décadas. Solo para ponerlo en datos… Para que vean el desastre que han causado contaminando el socialismo y todo lo que tocan. En función de las pruebas Aprender del 2023, hoy sabemos que de los chicos de primaria, cerca del 40% tiene un mal desempeño en lengua y cerca del 50% un mal desempeño en matemática. En lo que tiene que ver con el secundario, de los que transitan el nivel, 8 de 10 tienen problemas de lectocomprensión; no entienden lo que leen, y de los que terminan, solo 4 no logran entender un texto. Consecuentemente, si a eso le sumamos los problemas que tenemos en términos de alimentación y pobreza, a tal punto que siete de cada 10 chicos de 0 a 14 años son pobres, están poniendo muy mal el foco sobre el final de la carrera educativa. Cuando tenemos problemas de formación de capital humano básico, porque los chicos no comen y, al mismo tiempo, después no pueden estudiar. Sin embargo, siguen intentando con el mismo modelo que fracasó hace más de 100 años, algo a lo que nosotros venimos a ponerle fin y a poner de pie a la nación.
Durante toda la campaña, me han escuchado decir que preferimos una verdad incómoda a una mentira inconfortable. La verdad incómoda en la Argentina es que la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres, donde no saben leer ni escribir ni realizar una operación matemática básica, el mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, con la cultura y el tiempo necesarios para poder estudiar.
La universidad ha dejado de ser una herramienta de movilidad social para convertirse en un obstáculo para la misma. Si los que defienden las universidades realmente creyeran en la movilidad social, tomarían el ejemplo de Sarmiento. En vez de defender una universidad para ricos, defenderían una educación inicial para todos. Además, podrían permitir que se audite, porque aquí no está en juego la cuestión de la universidad pública y gratuita; no está en discusión, no es parte de la discusión. La parte de la discusión es que los recursos son escasos y, bajo cualquier consigna, siempre robar está mal. Queremos terminar con las filtraciones del dinero que entra en la universidad y con lo que realmente llega a los alumnos y a los profesores, y no lo que se queda en el medio, por ejemplo, con autos caros de 90.000 dólares y tremendos choferes que cobran 13 millones de pesos.
Por eso los queremos auditar. No porque queramos cerrar las universidades como le mienten a la gente, sino porque además los queremos cuidar, cuidando los recursos y para eso hay que auditarlas. Pero como diría al principio de revelación: “si no quieren ser auditados deben ser porque están sucios”. Por lo tanto, señores dejen de engañar a los argentinos y díganles la verdad que no quieren ser auditados para mantener sus curros Y de esa manera utilizan y prostituyen una causa noble para seguir defendiendo el robo de algunas agrupaciones políticas.
Por lo tanto, cuando terminemos con estos ladrones delincuentes y mentirosos, ahí vamos a estar nuevamente frente a la verdadera movilidad social ascendente. Pero la realidad es que no les interesa la movilidad social, ni la educación. Les interesan solamente sus cajas para mantener sus privilegios, mientras enarbolan banderas nobles que les permiten expiar sus culpas. Bueno, a nosotros sí nos interesa el progreso.
De hecho, varias veces he mencionado que, como economista, he decidido especializarme en crecimiento económico. Digamos que el primer modelo formal, por decirlo de alguna manera, y testeado, al margen de que Adam Smith había desarrollado un modelo y distintos autores, pero quién lo plasmó formalmente el modelo fue Robert Solow, en el año 56, que lo testeó en el 57. El modelo solamente explicaba el 15% del crecimiento. Entonces, desde la Universidad de Chicago, George Stigler, que era el jefe del departamento de economía, dijo: "El problema es que el modelo no mapea porque omite el capital humano". Y ahí salieron dos líneas de análisis del capital humano: por un lado, la línea macroeconómica, que fue liderada por Ozawa, quien fue el tutor de tesis de uno de los más grandes economistas de la historia argentina, que se llamó Miguel Sidrauski, y que, además también, fue el que guió a Robert Lucas Jr., quien ganó, justamente, el premio Nobel de economía en el año 87. Por otro lado, está la línea de capital humano de nivel microeconómico, que fue lo que desarrolló Gary Becker. Ese debate, sin embargo, quedó dominado por la línea del MIT, por la de Samuelson y la de Solow, y solamente se consideró la idea del progreso tecnológico en modo exógeno, motivo por el cual esa literatura cayó en el ostracismo, en el olvido, hasta que, ya a fines de los años 70, Robert Lucas Jr. empezó a plantearse que la verdadera pregunta en economía era el crecimiento económico. Retoma el legado de Adam Smith y trata de explicar el crecimiento económico. Quien le encuentra la vuelta en el año 83 es un graduado de Chicago llamado Paul Romer. Y a partir de ahí se construye la teoría del crecimiento endógeno, que genera un gran debate; debate que, para la teoría económica, queda zanjado, básicamente, en el año 89 con un artículo de David Romer, Weily y Mankiw. ¿Adivinen qué descubren? Que cuando meten el crecimiento económico se explica el 90% de lo que ocurre en el crecimiento económico de un país. Es decir, con lo cual si hay alguien que está convencido de la importancia del capital humano soy yo. Si hay alguien que está convencido del valor de la educación soy yo. Y por eso creé el Ministerio de Capital Humano. Dejen de mentir delincuentes que no quieren ser auditados.
Por eso, hoy, 156 años después de la asunción presidencial, quiero ratificar que Sarmiento sigue siendo una de nuestras grandes guías, aunque les pese a Julio Argentino Roca, a Urquiza, a Mitre, a Avellaneda, a Pellegrini y, sobre todo, a Juan Bautista Alberdi. Porque tenemos la titánica tarea de volver a sentar las bases para el desarrollo económico, social y cultural de la nación, tal como lo hizo aquella generación de patriotas, que no son otra cosa que las bases para el ejercicio pleno de la libertad de cada uno de los argentinos. Esa es la única manera de honrar a nuestros próceres, con una obra a la altura de la suya, que coloca al país en la senda de la prosperidad nuevamente.
Y no vamos a parar hasta lograrlo. A aquellos que quieran atentar contra las ideas de la libertad, que son, sin duda, las ideas del progreso, les recuerdo lo que decía Sarmiento cuando fue obligado a exiliarse por la intolerancia y la proscripción de la tiranía rosista: "Las ideas no se matan".
Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos, que las fuerzas del cielo nos acompañen, y ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! Muchísimas gracias.