Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en la Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, en La Rural
Buenos días a todos. Para comenzar, quiero agradecer a las autoridades de la Sociedad Rural Argentina por convocarme aquí a hablar entre ustedes. Es un orgullo estar parado en esta arena, sobre la cual, desde hace 136 años, desfilan los mejores ejemplares de la actividad ganadera y a nivel mundial, es un honor. Pero no solo eso, sino que ese podio y esa institución han sido protagonistas de nuestra historia, con lo cual estar hoy aquí me llena de orgullo, pero también de un profundo sentido de responsabilidad y deber. Quiero felicitarlos por realizar una vez más esta exposición, que representa verdaderamente el alma de la economía nacional. Sobre todo, quiero saludar y manifestar mi admiración a todos los productores agrícolas y ganaderos, grandes, medianos y chicos, que todos los días salen a trabajar la tierra y producen alimentos para 500 millones de seres humanos.
Así también, aprovecho para destacar a los desarrolladores de tecnología agrícola de punta, que es demandada en todo el planeta; a los creadores de los mejores caballos del mundo; y a tantos que participan de esta exposición. Todos ustedes son los grandes protagonistas de la vida económica argentina. Son quienes tiran para adelante del carro del país, a pesar de la colina que ha estado cada vez más empinada, y por eso, sin duda, merecen ser llamados héroes.
Es simplemente un hecho, una verdad inobjetable, que los días más felices de la historia argentina fueron los días más felices de la historia del campo, y que los días más tristes de la historia argentina fueron los momentos más duros para la actividad agropecuaria. Cuando al campo argentino le fue bien, a todos los argentinos les fue bien; cuando al campo argentino le fue mal, a todos les fue mal. Es un hecho que, en el siglo XIX, cuando pacificamos el país, adoptamos un sistema político, económico y social guiado por las ideas de la libertad, pasamos prontamente de ser un país de bárbaros a ser uno de los más ricos del mundo. Es un hecho que la expansión económica fue tan rotunda que alcanzamos un producto bruto interno total superior a la suma de Brasil, México, Paraguay y Perú juntos, y si lo miramos en términos per cápita, teníamos el PIB per cápita más alto del mundo, incluso más alto que el de Estados Unidos. Es un hecho también que el desarrollo social y cultural nos convirtió en el primer pueblo de la historia humana en erradicar el analfabetismo. Es un hecho también que el gran protagonista de aquella era dorada argentina y el motor económico de esos modelos fue el campo, a tal punto que durante décadas se calificó ese período de gloria argentina como la época del modelo agroexportador. Y pensar que algunos hacen referencia a ese modelo de manera peyorativa.
Por eso, estar aquí y leer las históricas palabras que velan sobre el predio es, sin duda, un baño de humildad y un recordatorio de que estamos parados sobre los hombros de gigantes. "Cultivar el suelo es servir a la patria" no se me ocurre un lema más apropiado para nuestra nación. Porque trabajar la tierra o criar ganado son actividades atávicas y vitales; es una labor de un optimismo ontológico admirable. Hablamos de gente que, en un momento, vio un páramo vacío en el fin del mundo y dijo: "Acá puedo hacer una vida, acá puedo hacer un hogar". Es una actividad que saca lo mejor de sí de los hombres porque trabajar la tierra y domesticar lo salvaje no es otra cosa que hacer civilización. Fue la actividad agropecuaria la que nos permitió ocupar la extensión del territorio argentino y dominar la frontera y muchos de quienes están aquí con nosotros tienen el orgullo de ser los herederos bisnietos y tataranietos de aquellos héroes.
También es un hecho que el proceso de declive económico nacional comenzó cuando los políticos le dieron la espalda al sector agropecuario. En vez de pagar con justicia al campo por lo que había hecho por el país, la política lo castigó con impuestos, abusando de la riqueza que generaba para financiar sus aventuras dirigistas.
Prometieron que esos impuestos eran para industrializar el país, que había que ayudar a los sectores industriales a competir con las manufacturas importadas. Prometieron que, con el tiempo, lograrían competir de forma genuina e igualitaria y que así habría más y mejor trabajo. Esto fue acompañado por un incesante proceso de difamación al sector agrario. Todos los aquí presentes nos criamos y crecimos escuchando en la televisión a dirigentes y formadores de opinión hablar pestes del agro, llamándolos desde oligarcas y cipayos, hasta todo lo que hay en el medio. Esto es, con cantos de sirena y promesas incumplibles, lo que logró que la sociedad avalara el castigo constante a la gallina de los huevos de oro de nuestra Argentina. Pero, después de 100 años, esa industrialización sustentable nunca terminó de ocurrir y se reveló como una verdadera quimera. En vez de convertirnos en el país industrial que nos prometían, se dilapidó toda la riqueza que habíamos acumulado y nos hundió en la miseria hasta tocar fondo el 10 de diciembre del año pasado, entregándonos un país donde siete de cada 10 menores de 14 años son pobres. En el camino, ahogaron al campo y a toda la Argentina. Todos aquí deben conocer a alguien que quebró producto de los abusos del Estado; los ataron de manos y los privaron de alcanzar su potencial. Nos dejaron sin campo y sin industria, y los únicos que terminaron ganando fueron los políticos y sus amigos prebendarios. En la base de este error trágico en nuestra historia nacional está la fatal arrogancia de la dirigencia. Por ignorancia, por negligencia o, inclusive, por mala intención, ellos desconocieron que había sido la misma libertad del sector agropecuario y de los demás sectores genuinamente pujantes de la economía aquello que había engendrado la prosperidad del país y del común de los argentinos. Esa es la triste historia de nuestro siglo de humillación, Argentina.
Es hora de volver a empezar, de volver a definir qué es cierto y qué no, y de volver a comprometernos con algunas verdades elementales. Hace 100 años, la política nos decía que, para tener una economía pujante, el desarrollo industrial debía darse pisoteando al campo. Esa fue la excusa para ahogarlos en impuestos y se les puso cuanta traba fuera posible, porque entienden la economía como un juego de suma cero, donde para que uno gane, otro debe perder, lo cual es una burrada conceptual importante. Ya que, si la economía fuera un juego de suma cero, nunca habría crecimiento. Esta salvajada solo puede ser producto de la mente de un socialista o de un energúmeno, que es otra forma de llamar a los socialistas. O como también decía Hayek: “si los socialistas supieran de economía, no serían socialistas”. A ver si entienden de una vez, no hay contradicción entre campo e industria, el sector ya demostró que la industrialización y la innovación tecnológica son una consecuencia natural de su desarrollo. De hecho, no por nada el periodo de mayor expansión e industrial de la historia argentina fue durante el modelo agroexportador y no como dicen algunos mentirosos como el modelo fracasado de sustitución de importaciones.
Solo gracias a la revolución de la siembra directa y la innovación genética, de la cual Argentina siempre fue una orgullosa protagonista, es que hoy podemos producir alimentos para 500 millones de personas, algo que casi debería ser un milagro. Esto me recuerda el famoso caso de Norman Borlaug. Borlaug era un científico americano que fue responsable de haber introducido las semillas híbridas en la producción agrícola en México, Pakistán e India. Considerado por muchos como el hombre que salvó mil millones de vidas, gracias a los aumentos de producción que sus investigaciones implicaron. Ese hombre, que para muchos es el padre de la agricultura moderna, recibió en 1970 el Premio Nobel de la Paz por haber contribuido a erradicar el hambre de mil millones de seres humanos.
Mientras tanto, acá en Argentina, algunos iluminados despotrican contra los avances tecnológicos del campo y quieren retornar a la agricultura precámbrica para sentirse bien consigo mismos, desde un piso con aire acondicionado en plena Recoleta. Hay mucho mito sobre el campo; ha habido mucha deshonestidad intelectual en la discusión pública, mucha mentira para defender intereses sectoriales. Una de ellas es que el agro no genera trabajo, cuando, actualmente, en nuestro país, la participación del sector agroindustrial en el empleo formal es de aproximadamente el 25%, incluyendo el procesamiento de sus materias primas, el comercio y los servicios derivados.
Tampoco es cierto que la producción agropecuaria sea nociva para el medio ambiente. Y les digo más: aún si lo fuera, es infinitamente más nociva la pobreza y el hambre. Aunque algunos actores que tienen una agenda ideológica evidente se oculten detrás de banderas bien pensantes, quiero decirles que esta administración siempre estará del lado del campo argentino y no se dejará amedrentar por consignas importadas que nada tienen que ver con nuestra identidad.
La verdad más elemental de todas, que fue ratificada el pasado 9 de julio en Tucumán, cuando muchos firmamos el Pacto de Mayo, fue cuando la enorme mayoría de las autoridades políticas firmamos el Pacto de Mayo, es que comercializar con el mundo es bueno, no es malo. Y cuanto más abiertos seamos al comercio, mejor nos irá a todos, no peor. El comercio nunca fundió a nadie. ¿Cómo puede ser que una verdad tan elemental haya sido tabú en Argentina durante tanto tiempo? ¿Cómo puede ser que durante décadas se haya enseñado a nuestros chicos que el modelo agroexportador fuera algo malo? Argentina tiene que ser protagonista del comercio global. Una economía cerrada solo sirve para ayudar a los amigos del poder a vender productos de peor calidad a un mayor precio, y, además, con el costo incalculable de evitar el desarrollo de nuestras actividades y las mentes competitivas, bloqueando la posibilidad de miles de puestos de trabajo bien remunerados en nuestro país. El libre comercio, tan denostado en Argentina, es el motor del progreso del mundo. No hay ninguna posibilidad de crecimiento si no nos abrimos al comercio y si no nos dedicamos a competir en serio.
Nosotros tenemos un norte clarísimo; siempre dijimos lo mismo: hace 3 años en mi primera campaña, el año pasado cuando les pedí el voto, y ahora, a 8 meses de haber asumido el gobierno. Venimos a limitar el poder arbitrario del gobierno. Venimos a limitar el poder arbitrario del gobierno; venimos a liberar al sector privado; venimos a sacarle de encima la bota asfixiante del Estado a los productores. Y, de hecho, es así como lo estamos haciendo, porque la verdadera carga que tiene que soportar el sector privado es el peso del sector público dentro de la economía. Este gobierno ha hecho una reducción del 30% en términos reales del tamaño del sector público; es el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad, solo comparable con los que se hicieron después de la guerra, y tampoco alcanzan este nivel. Por lo tanto, efectivamente les estamos sacando la bota de encima y los estamos dejando de asfixiar para que vuelva a ser el sector privado el que produzca y genere riqueza. Y lo hacemos porque entendemos que los empresarios son benefactores sociales y que, en su búsqueda de ganancia, redundan en un beneficio para el conjunto de la sociedad, porque, mal que les pese, Adam Smith tenía razón.
En definitiva, venimos a brindar nuevamente las ideas que, hace 50 años, hicieron de Argentina el país más rico del mundo. Y por eso hoy estoy aquí, en la sede histórica de la Sociedad Rural, para renovar los votos de la sociedad con el campo argentino. Porque queremos que el campo esté en el centro de este nuevo contrato social que estamos entablando con los argentinos, tal como estuvo en el centro del contrato social que, a fines del siglo XIX, hizo de Argentina una potencia mundial.
Pero al liberarnos de esta nueva forma de tiranía, que ha sido el modelo del Estado presente, y volver a la senda de la libertad, llevará un enorme esfuerzo y tiempo, porque el cuadro de situación heredado era demasiado grave para una solución inmediata. Solo para que haya conciencia del desafío con el que nos encontramos, estábamos en diciembre al borde de lo que hubiera sido la crisis más grande de la historia argentina. De hecho, se combinaban elementos de las tres peores crisis que tuvo Argentina. En el plano monetario, teníamos un desequilibrio que era el doble de lo que teníamos en el año 75, situación que terminó en el llamado Rodrigazo. Dentro del balance del Banco Central, teníamos la institución absolutamente quebrada. De hecho, la pérdida que debimos reconocer a lo largo de este año fue por el equivalente a 45.000 millones de dólares, debido a los desastres que hizo el gobierno anterior. Además, en el plano social, teníamos indicadores que eran peores que los del 2001, en un marco de déficits gemelos de 17 puntos del PIB: déficit del Tesoro del 7% del PIB y un déficit cuasifiscal del 10% del PIB, que nos ponían al borde de una hiperinflación. De hecho, algunos deshonestos intelectualmente niegan que eso estaba ocurriendo; sin embargo, en el mes de diciembre, la inflación mayorista tocó el 54% mensual, lo cual, en términos anualizados, es equivalente al 17.000% anual. Después de 6 meses, la inflación mayorista del último mes fue del 2,7%, es decir, 35% anualizada. Quiere decir que este gobierno ha bajado la inflación del 17.000% al 35%. Es decir, falta mucho, pero hemos hecho un montón.
Es más, en una parte más adelante del discurso voy a hablar de la salida del cepo, porque sé lo importante que es eso. Por eso también quiero hacer una nota adicional: esa inflación del 2,7% que hemos tenido en mayoristas, si uno le quita lo que corresponde a la tasa de devaluación pactada desde la política del Banco Central, que es del 2%, estaría llevando la inflación al 0,7%. Es decir, que hoy la verdadera inflación en Argentina viene viajando al 8% anual y va a seguir bajando. No vamos a esperar hasta exterminar la inflación, y cuando lo logremos, vamos a terminar levantando el cepo.
Por eso quiero detenerme para ser claro con ustedes en esto: nosotros vamos en serio. Estamos dispuestos a hacer un cambio profundo, lo hemos demostrado claramente en estos primeros ocho meses, porque lo que nosotros queremos cambiar es este modelo de país empobrecedor. Y para que el nuevo modelo sea exitoso, debe ser, ante todo, sustentable. De nada sirve hacer cambios que no pueden ser sostenidos en el tiempo. Ya hemos vivido esa historia: gobiernos que se apuran en dar soluciones que luego no pueden sostener y terminan generando un daño peor que el que habían iniciado. Cuando el punto de partida es catastrófico, como el que nos tocó a nosotros, lograr la sustentabilidad lleva tiempo. Decir lo contrario es mentirles, y yo no vine a mentirles. Yo vine a decirles la verdad, porque prefiero una verdad dura antes que una mentira confortable. Nadie tiene tantas ganas como nosotros de salir de este modelo desastroso, donde el Estado entre retenciones y cepo, le expropia al campo el 70% de lo que produce. Y lo vuelvo a repetir, nadie tiene tantas ganas como nosotros, y yo en particular, de salir de este modelo desastroso donde el estado entre retenciones y cepo le expropia al campo el 70% de lo que produce. Se va a terminar con eso de una vez. Pero también debemos saber que quitar los parches sin antes solucionar el problema de fondo sería grabar la crisis que heredamos, por eso no nos importa cuánta presión haya y de dónde venga, nosotros no vamos a apresurarnos demagógicamente, nosotros vamos a respetar el logro del equilibrio macroeconómico e iremos avanzando conforme esto sea logrado, lo estamos haciendo y lo vamos a seguir haciendo. El programa económico tiene tiempos y condiciones, hace falta hace falta mirar la película y no tanto la foto.
En el ínterin, hasta que podamos resolver las grandes cargas que el campo soporta, seguiremos avanzando sin pausa en nuestra agenda de desregulación y apertura comercial. Eliminamos los controles discrecionales a las importaciones; se terminó la era en la que un burócrata elegía a dedo quién importaba qué y cuándo. Eliminamos normas distorsivas del comercio exterior, como la ley de góndolas y la ley de abastecimiento. Eliminamos la resolución que prohibía la exportación de siete cortes de carne. Bajamos los aranceles a los herbicidas y eliminamos aranceles claves para abaratar el costo de los fertilizantes, lo cual redujo el precio de esos insumos. Por ejemplo, el precio de la urea se redujo de 830 dólares, el 15 de febrero, a 588 dólares en la actualidad. Estamos abriendo mercados internacionales para nuestros productos agropecuarios y derivados; logramos que China reduzca aranceles a 143 productos agroindustriales argentinos y ampliamos la oferta de vacunas contra la fiebre aftosa para que 200.000 productores ganaderos ya no dependan de un solo laboratorio y puedan acceder a vacunas más baratas. Pero, además de estas cuestiones, en el corto plazo avanzamos con algunas medidas adicionales para el sector, como eliminar las DEX a las vacas de categorías A, B, C, D y E. Vamos a avanzar en la eliminación del 25% de las DEX a la proteína animal, que afecta de manera transversal al sector. Vamos a desburocratizar el comercio de granos, eliminando la necesidad de inscribirse en la RUCA. Vamos a extender de forma indefinida la eliminación de las DEX al sector lácteo. Además, planeamos avanzar en un régimen de amortización acelerada para los bienes de capital del sector agro. Vamos a modificar el manejo contable del ganado, de modo tal que se pague ganancia sobre la venta y no sobre el engorde. Vamos a implementar un régimen de riego para zonas marginales. También avanzaremos en un régimen de amortización acelerada de los toros con valor genético, para incentivar la innovación y la inversión. Y, sobre todo, estamos cumpliendo el objetivo más importante de todos: terminar con la inflación y sanear el balance del Banco Central, para así acabar de una vez por todas con la inflación, el cepo y la imprevisibilidad cambiaria.
En este sentido, quiero mostrar cómo estoy cumpliendo mi palabra y cómo voy a seguir cumpliéndola, con algunas cuestiones que a veces pasan de largo, pero que al querido Nicolás no se le pasan, y él sabe y las ve. Nosotros dijimos que íbamos a eliminar el cepo; todos los días eliminamos regulaciones. Pagamos solamente el 15% de las importaciones, hoy se paga el 80% de las importaciones, y cada día estamos más cerca de abrir el cepo. Dijimos que era necesario el equilibrio fiscal, y ajustamos el sector público. En un mes logramos el equilibrio financiero, aun pagando deuda. No solo eso, sino que eliminamos recientemente el déficit cuasifiscal porque eliminamos todos los pasivos remunerados del balance del Banco Central. También terminamos con la tortura de los puts, de modo tal que ningún vivo pueda correr y patinar en una corrida cambiaria en un día, el equivalente a 2.000 millones de dólares. Pero no solo eso; ahora estamos con un programa de emisión cero, de modo tal que aceleremos la convergencia de la inflación hacia la meta cambiaria. Luego, modificaremos a la baja la meta cambiaria y, una vez que la inflación se acerque al 0%, terminaremos de liberar el cepo de una vez por todas y para siempre. Además, habíamos dicho que la suba del Impuesto País era absolutamente transitoria, y en el mes de septiembre lo bajaremos al 7,5%, y lo eliminaremos en el mes de diciembre.
A su vez, otro dato muy importante: en toda la discusión de la Ley de Bases, hubo una presión enorme para coparticipar las retenciones. Sin embargo, nos mantuvimos estoicos; no cedimos un milímetro y las retenciones quedan en poder del Poder Ejecutivo Nacional, de modo tal que sí podrán ser eliminadas. Y ese es mi compromiso.
También he dicho que, para poder bajar impuestos, antes tenía que lograr mejoras en la actividad y en la recaudación. Hay un dato que pasa desapercibido o que no se quiere mostrar, y es el hecho de que Argentina alcanzó el superávit financiero en medio de una recesión. Esto significa que, cuando la economía argentina empiece a rebotar, Argentina pasará a tener un abultado superávit financiero y, a partir de ahí, vamos a seguir con la reducción de los impuestos. Esa recuperación está basada, si ustedes se fijan, en cómo están mejorando los salarios reales, los cuales ya están en terreno positivo para este año. Lo mismo pasa con las jubilaciones, y esto se profundiza con la recuperación del ciclo de stocks. Argentina se encuentra frente a una recuperación cíclica.
Pero, además, la baja de impuestos también se va a dar con el crecimiento económico, y en esto también hemos hecho aportes importantes. La reducción del déficit fiscal en 15 puntos del PIB significa que el ahorro vuelve al sector productivo. Recuerden que en diciembre discutíamos acerca de la hiperinflación, y hoy se discuten los créditos hipotecarios a 30 años, y solamente han pasado 8 meses. En ese contexto, donde aumenta el ahorro, habrá un aumento de la inversión, y ese aumento de la inversión hará que la economía crezca. Dada nuestra voluntad de no aumentar el gasto público, esto mejorará las cuentas públicas y nos permitirá seguir bajando los impuestos. Vamos a trabajar para que el Estado no vuelva a pesar más de 25 puntos del PIB, como nos hemos comprometido los firmantes del Pacto de Mayo.
Y esto, además, va a ser potenciado por las reformas que impulsa la Ley de Bases. Para tener un orden de magnitudes: la reforma que hizo Menem en los años 90 fue la reforma más grande de la historia argentina. Nuestra Ley de Bases es cinco veces más grande que esa reforma, y si le sumamos el DNU y la reforma que llevamos a cabo con el 15% de la Cámara de Diputados y el 10% de la Cámara de Senadores, es ocho veces más grande que la reforma estructural más grande de la historia argentina. Crean o no, estamos haciendo historia. Estas reformas nos permiten escalar 90 puestos en el índice de libertad económica, es decir, que estamos empezando a hacer cosas para, a largo plazo, parecernos a países como Alemania, Francia o Italia,
aquellos que hoy son países desarrollados. Sin embargo, nuestra agenda de reformas no termina con estas 800 reformas estructurales. Tenemos pendientes 3.200 reformas más, es decir, vamos a hacer
4.000 reformas estructurales y haremos de Argentina el país más libre del mundo, para que sea la base de que seamos el país más próspero del mundo. En definitiva, paso a paso estamos haciendo lo que vinimos a hacer: sacar al Estado del medio, abrir mercados para abaratar costos y promover el comercio exterior, porque sabemos que, a la larga, cuanto más exporte el sector agropecuario, mejor le irá al país.
Yo sé que nadie tiene derecho a pedirles nada; sé que han sido saqueados durante décadas, décadas en las que los políticos han usado los dólares que ustedes generan para hacer populismo barato. Pero si no apoyamos con todo nuestro esfuerzo los cambios que todos los argentinos estamos emprendiendo, el destino es ser la villa miseria más grande del mundo. Por eso, agradezco al querido Nicolás tus palabras de tolerancia y paciencia, porque las reformas van a llegar, están en camino, y pronto las van a ver hechas realidad. Al mismo tiempo, porque ya saben cuál es la alternativa, la han vivido durante décadas. Por eso confío en que, aunque la realidad de hoy por ahora sea insuficiente, sabrán ponderar qué es lo mejor para ustedes y sus familias, y para el bienestar de todos los argentinos. Porque, en definitiva, nosotros y ustedes queremos exactamente lo mismo: queremos volver al país de sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, el país de la generación del 80, un país libre. Pero no solo eso; queremos ser el país más libre del mundo, donde lo de cada uno es de cada uno, y donde el campo recuperará el lugar en la sociedad argentina que, por derecho, le corresponde y que la política le niega desde hace 100 años: ser el sector líder en el desarrollo económico y social del conjunto de la sociedad, ser la punta de lanza y ser celebrado por ello, y no castigado. Pero es fundamental entender que solo hay dos caminos: o retomamos el modelo de la libertad de manera sustentable, que liberó el vigor productivo del campo y nos hizo un país grande, o seguimos hundiéndonos en la miseria de la larga noche argentina y el modelo del estado presente. No hay terceras vías, no hay otra alternativa. Solo hay dos visiones de país, solo hay dos visiones para el campo. Por primera vez en 100 años, tenemos un gobierno que quiere exactamente el mismo país que quieren ustedes. Vayamos juntos de la mano, aprovechemos la oportunidad, tomemos el toro por las astas y apostemos a la Argentina. Digo esto porque tenemos la posibilidad de dar vuelta para siempre esta triste página de la historia argentina que fue el populismo empobrecedor; la oportunidad de dejar atrás el siglo de humillación argentina e inaugurar un nuevo siglo de oro para la nación.
Con estas palabras y con mucho agradecimiento declaro inaugurada la centésima trigésima sexta Exposición Rural Argentina. Finalmente, y para cerrar: que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. ¡Viva el campo argentino! ¡Viva la libertad, carajo! Muchas gracias.