Palabras del Presidente Javier Milei en la Conferencia Internacional sobre Seguridad y Antiterrorismo
Buenas tardes, quiero saludar a todos los aquí presentes, a las autoridades del Congreso Judío Latinoamericano, a los representantes de las distintas comunidades judías de la región, las autoridades de AMIA y DAIA y a los primeros mandatorios de nuestros países hermanos que hoy nos acompañan.
Mañana se cumplirán 30 años del atentado cobarde a la AMIA, a través del cual el terrorismo iraní se cobró la vida de 85 argentinos. Para tener claro lo que pasó: ese Atentado se llevó a cabo el día 10 de Av, cuando todos sabemos que a partir del 9 de Av se recuerda la destrucción del templo y es un día de ayuno y además que va del día 9 al 10. Es decir, no fue casualidad cuando lo hicieron, sabían bien lo que estaban haciendo y la fecha que lo estaban haciendo.
Mañana se cumplirán también tres décadas de impunidad, tres décadas de cortina de humo y maniobras groseras de parte de personajes oscuros para cubrir una de las peores atrocidades de nuestra historia. Tres décadas de una causa eterna, de montañas de hojas escritas de cientos de miles de horas invertidas en investigación y en procesos judiciales.
Pero en muchos casos no al servicio de esclarecer lo que ocurrió, sino al servicio de manipular la realidad, de oscurecer la verdad y de enviar la causa al olvido. Se cumplirán tres décadas en la que la política y la justicia fueron, o bien cómplices y encubridores del crimen, o bien actores impotentes que le dieron la espalda a la tragedia mientras las responsables salían indemnes. Donde la ineptitud y la negligencia fue tan grosera y transversal que la Corte Interamericana condenó al propio estado argentino por no investigar correctamente la causa. Y se cumplirán sobre todo tres décadas de dolor para aquellas 85 familias, el dolor particular de aquellas heridas que el tiempo no puede saturar, porque la ausencia de justicia persiste en dejar abiertas.
Es difícil imaginar algo más aberrante que ser cómplice de un atentado contra el propio pueblo de uno. Pensar que hubo argentinos que colaboraron con quienes dieron muerte a sus compatriotas para proteger a los responsables y para oscurecer la búsqueda de Justicia. Es algo que quienes participamos de la vida política Argentina no podemos tolerar. Pero también tenemos que condenar y rechazar la omisión de quienes pudiendo intervenir eligieron no hacerlo, porque es el silencio de los buenos lo que permite el triunfo de los malos. La Torá nos enseña que Dios nos dio el libre albedrío: he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición, escoge pues la vida para que vivas tú y tu descendencia. La vida entera es una puja entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, donde en el medio estamos los hombres, que, en tanto libres, somos también libres de pecar, libres de elegir tanto el vicio como la virtud. Esta elección se ejerce todos los días de nuestras vidas en distintas maneras y ante distintas situaciones. Cada día debemos elegir. Por eso el silencio y la inacción no son una mera actitud pasiva, son una elección activa, aunque a veces no lo queramos aceptar o prefiramos cerrar los ojos.
Nosotros hoy elegimos la palabra, no el silencio. Elegimos levantar la voz, no bajar los brazos. En definitiva, elegimos la vida, porque sabemos que cualquier otra cosa es hacerle el juego a la muerte.
Por eso, en esta materia como en todas las otras no venimos a ser más de lo mismo. Venimos a plantear un quiebre con lo que hicieron los distintos gobiernos respecto a la causa AMIA en los últimos 30 años. Estamos impulsando una ley para extender el juicio en ausencia a delitos de extrema gravedad, entre los que se encuentra el financiamiento del terrorismo, lo cual permitirá juzgar a los dirigentes del régimen iraní involucrados en el atentado. Aunque quizás nunca puedan cumplir una sentencia, no podrán escapar a la condena eterna de una corte libre demuestre su culpabilidad ante el mundo entero.
También he instruido el Secretario de Justicia para que fortalezca la unidad especial de investigación para la causa AMIA, para abastecer a la querella de más y mejor información. Y estamos teniendo un diálogo fluido con DAIA, AMIA y Memoria Activa en esta materia. Y como correlato de lo que estamos haciendo desde el gobierno celebramos la sentencia dictada por la sala dos de la Cámara Federal de Casación Penal el 11 de abril, en la que se calificó el atentado como crimen de lesa humanidad, lo que es de suma importancia y fundamental porque lo vuelve un delito imprescriptible. Y donde también se responsabilizó finalmente a la República islámica de Irán y a Hezbollah por el atentado.
Si bien es un avance enorme que por primera vez se condene en Casación una causa de AMIA, aún falta muchísimo por recorrer. No podemos dejar de sostener que la situación amerita penas acordes a la gravedad de los delitos cometidos, acorde al encubrimiento del papel que jugó el estado terrorista de Irán, acorde a la gravedad de sobornar testigos para encubrir delitos de lesa humanidad. Pero hoy tenemos que llamar la atención también sobre el acontecimiento del presente, porque lamentablemente el flagelo del terrorismo extremo sobre vidas judeo-argentinas trasciende la tragedia de la AMIA y la embajada de Israel y sumó recientemente un triste nuevo capítulo. El 7 de octubre el grupo terrorista Hamas, en un acto de brutal cobardía, asesinó a 1200 civiles y secuestró a 250 más, entre los que había mujeres, ancianos y niños. Entre las atrocidades cometidas en aquella fecha funesta, las ejecuciones realizadas en cautiverio, la organización terrorista jamás le arrebató la vida a 25 de nuestros compatriotas. Y todavía tienen más de 100 secuestrados, entre ellos ocho argentinos. Exigimos la libertad inmediata y sin condiciones de todos los secuestrados.
No hay nadie razonable que dude que sectores del gobierno fanático de Irán están detrás de estas atrocidades, así como han estado detrás de tantas otras atrocidades de lesa humanidad. Es la misma mano negra que hace poco la justicia argentina terminó de ratificar como responsable de los atentados en nuestra tierra. Para ser claros y que no haya dudas: el terrorismo de ese trágico 7 de octubre es exactamente el mismo terrorismo que nos atacó a nosotros hace 30 años.
No es otro, es el mismo: sectores vinculados al gobierno de Irán, Hezbolá y Hamas. Por eso no pueden quedar dudas de que el terrorismo iraní es un asunto de interés nacional que afecta de forma directa a la vida de los argentinos, incluso sus manifestaciones más recientes, no ocurran en nuestro suelo. No es solo una cuestión que afecte a Israel, es desde hace 30 años una amenaza latente para la vida de los argentinos, que tan solo en el último año se cobró 25 vidas argentinas más. En un contexto global de resurgimiento del antisemitismo tenemos que ser firmes e intrascendentes (sic) con el terrorismo: no hay matices posibles, solo existe el bien y el mal.
Por eso hemos declarado a Hamás como organización terrorista, algo que ningún gobierno se animó a hacer por especulación diplomática, a pesar de que siempre fue una obviedad para todos aquellos que sabían algo del caso obviamente. Y por eso también estamos fortificando la calidad de la inteligencia al servicio de nuestra seguridad nacional: amenazas complejas requieren herramientas complejas. Para hacer frente hemos resuelto reformar por completo nuestro sistema de inteligencia nacional, creando tres agencias al servicio de la protección de los argentinos, porque solo con servicios de inteligencia profesionales, actualizados y despojados de intereses políticos particulares, podemos evitar que tragedias como estas vuelvan a repetirse.
Para cerrar, quiero agradecer nuevamente a las autoridades del Congreso judío latinoamericano por haberme convocado a hablar aquí hoy. Y quiero recordar otro concepto de las Sagradas Escrituras del libro de Reyes. El rey Salomón le pide a Dios sabiduría para distinguir el bien del mal, coraje para elegirlo y la constancia para mantenerse en el camino. Todos los aquí presentes, no solo quienes detentamos responsabilidades políticas, sino también los ciudadanos de a pie, tanto de la Argentina como del mundo tenemos que atender esta enseñanza. Porque no alcanza con conocer el bien, hace falta hacer el bien, porque cuando se le da la espalda al bien, ya sea por omisión, por cobardía o por conveniencia se está eligiendo el mal.
El terrorismo odia la libertad y adora a la muerte, nosotros amamos la vida y la libertad. Muchas gracias, que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen. Muchas gracias.