Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, durante la presentación del Plan Nacional de Alfabetización, Casa Sarmiento, provincia de San Juan

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Palabras del Presidente de la Nación Javier Milei, durante la presentación del Plan Nacional de Alfabetización, Casa Sarmiento, provincia de San Juan

Buenos días a todos. Quiero agradecer a la ministra de Capital Humano, al secretario de Educación, al gobernador de San Juan y a todas las autoridades educativas de la provincia que están aquí reunidas, porque hoy estamos mirando de frente - por primera vez - un problema que la Argentina ha evitado aceptar y que la política ha querido esconder debajo de la alfombra por demasiado tiempo, ya sea por impericia, por cobardía o por cinismo. Hablo del germen del analfabetismo que se propaga por nuestro sistema educativo. Les quiero agradecer a los presentes, porque llamar a las cosas por su nombre y hacerse cargo de la catástrofe educativa que atraviesa el país requiere mucho coraje.

Que los chicos sepan leer y escribir debería ser algo natural en un país como el nuestro, una conquista ya alcanzada por tantos países durante más de 100 años. En la Argentina - lamentablemente - hace tiempo dejamos de ser aquel país. Hoy, la mitad de los alumnos - del primario - no alcanza el nivel de lecto-comprensión adecuado para su edad. Para los de sexto grado, ese valor llega al 70%. Es decir, que 7 de cada 10 chicos argentinos no comprenden los textos que leen.


La crisis educativa que arrastra la Argentina tiene muchas dimensiones, pero - no cabe duda - que el fracaso en la alfabetización está en la base. Porque leer y escribir no es un contenido educativo más, sino la herramienta de aprendizaje imprescindible que tiene todo chico, es lo que hace posible cualquier otro aprendizaje. Sin ese pilar fundamental, todo lo demás es en vano.

Por eso, no sorprende que, dada esta falla en el fundamento, solo el 54% de quienes ingresan al secundario se gradúen, y menos de 2 de cada 10 lo hagan en tiempo y forma. Cuando la raíz está podrida, el fruto del árbol es malo. Por eso digo que el analfabetismo es a la educación y al desarrollo del capital humano lo que la inflación es a la economía: son los cimientos, la condición básica de cada uno de esos aspectos de la creatividad humana, sin la cual el resto de las esferas de la vida social no puede funcionar; tal como no puede haber desarrollo económico sin antes tener una economía estable, con una moneda sana, y con un sistema de precios libre que permita el cálculo económico, no puede haber desarrollo educativo sin antes garantizar que los protagonistas del sistema educativo sepan leer y escribir.

Cuando el presidente Sarmiento hizo el primer censo de la historia argentina, en 1869, descubrió que el 87% de sus compatriotas eran analfabetos. Como respuesta, dijo: "Hay que hacer de la Patria una gran escuela". Trajo docentes, de Estados Unidos, para formar a los docentes de aquí y construyó 1200 escuelas a lo largo y ancho de todo el país. En pocas décadas, el desarrollo que generó el orden económico, de la Generación del 80, junto con las políticas educativas que Sarmiento y sus sucesores impulsaron, sacaron a la Argentina de la barbarie y la convirtieron en una potencia, tanto económica como educativa. Esta gesta, esta verdadera hazaña, fue tan inapelable que en décadas pasamos de ser un escenario en el que 9 de cada 10 argentinos fueron analfabetos a ser el primer país de la historia de la humanidad en erradicar el analfabetismo. Y eso no es exageración, es un dato: en 7000 años desde la invención de la escritura, ninguna otra sociedad había abolido el analfabetismo antes que nosotros.

En ese sentido - y como herederos de los principios de mayo y de la Generación del 80 - este Plan de Alfabetización, que presentamos hoy, no es sólo un programa de gobierno, sino un deber histórico de nuestro país. Pero hoy - a un siglo de aquella gesta - no sólo hemos dilapidado la riqueza económica que nos legó aquella generación, sino que también hemos retrocedido décadas, en materia educativa y pasamos de ser la vanguardia del mundo a ser el furgón de cola de la región. Evidentemente, el desarrollo económico y el desarrollo educativo van de la mano, de la misma forma que la decadencia económica necesariamente arrastra consigo la decadencia educativa, porque un chico que no come es un chico que no puede estudiar, y un chico que no estudia es un chico que no puede progresar.

No extraña que - tal cosa - venga por izquierda, esas ideas que nos empobrecieron como país; también vienen por izquierda quisieron negar y demonizar a Sarmiento, con todo lo que hizo para elevar el común de los argentinos. No extraña tampoco que quienes promueven estas ideas sean también los que - desde el gobierno nacional - impusieron el cierre de las escuelas, en el año 2020 e interrumpieron - irresponsablemente - el desarrollo educativo de millones de chicos. Lamentablemente, no se ha hablado mucho de alfabetización, en Argentina, en las últimas décadas, probablemente porque sea menos negocio que administrar una universidad.

Por todo esto, hoy es el turno de aunar esfuerzos entre el gobierno nacional, los gobiernos provinciales y la sociedad, y volver a elegir este pilar que es el punto de apoyo de todo el sistema educativo: que los niños argentinos puedan aprender a leer y escribir a lo largo y ancho de nuestro país. Y con este norte, presentamos el Plan Nacional de Alfabetización, que tiene muchos elementos, pero un corazón: darle recursos y herramientas a los docentes, y elevar la exigencia, tanto para esos docentes como para los alumnos. ¿Cómo vamos a hacer esto? Vamos a formar en alfabetización a todos los docentes del país; vamos a darles recursos a las provincias para que lo formen; vamos a evaluar a los docentes de todo el país desde el gobierno nacional, vamos a plantear incentivos para que los mejores docentes vayan a enseñar en las escuelas con peores indicadores de alfabetización. Y también - fundamentalmente - vamos a evaluar más y desde más temprano a los alumnos para identificar las alertas en lecturas y escrituras, antes de que sea demasiado tarde. Hoy, las evaluaciones Aprender se realizan, a partir de sexto grado, lo cual nos hace llegar tarde al problema. Nosotros vamos a realizar pruebas a pretender, a partir del tercer grado.

No vamos a ser complacientes con el analfabetismo. No podemos ser complacientes. Ser complacientes es lo que nos trajo hasta acá. Tenemos que recuperar el valor de la exigencia y la búsqueda de la excelencia. No podemos tener a los estudiantes entre algodones y tratarlos como si no pudieran estar a la altura de los estándares de su edad. Esto es un cambio en la cultura educativa que - como gobierno - tenemos el mandato de promover. La exigencia es buena, no es mala; la evaluación es buena, no es mala.

Que quede claro: evaluar no es estigmatizar, como dicen algunos. Evaluar es la mejor herramienta que tenemos para comprender si los estudiantes están desarrollando sus aptitudes y cumpliendo con los estándares de enseñanzas propios de su edad. Negarnos a evaluar a los estudiantes es perder la fe en ellos. Esa es nuestra vocación: recuperar la perseverancia y la ambición de Sarmiento; recuperar los valores con los que convirtió un país de bárbaros en el primer país con alfabetización plena de la historia humana. El desafío es inmenso, pero tenemos con qué. Somos muchos no solo en el gobierno nacional, sino también en otros gobiernos subnacionales y en la sociedad civil los que tenemos la vocación de cambio. Tenemos la claridad de empezar por lo fundamental; tenemos la convicción que hace falta para emprender este cambio de rumbo.

Además, tenemos, a favor también, la revolución tecnológica que nos permite soñar con monitorear - en tiempo real - la evolución en lectura de todos los estudiantes del país, gracias a instrumentos de Inteligencia artificial. Y tenemos, sobre todo, el compromiso de una sociedad entera que comprende que la educación primaria es la base de todo lo demás. Porque como ya me han escuchado decir - desde los debates presidenciales en adelante y durante el proceso de formación del Ministerio de Capital Humano - el capital humano, del cual la educación es uno de sus principales pilares, es el principal motor de crecimiento económico de la historia.

Somos un país demasiado importante como para tener problemas de alfabetización. Somos la Argentina, el país de Sarmiento, el país con más Premios Nobel de la región, la primera sociedad de la historia humana - desde que existe la escritura - en erradicar el alfabetismo. No podemos faltar a nuestra historia y nuestro destino como pueblo. Estamos acá para dar esa pelea con todos los valientes que quieran acompañarnos sin distinción de partidos, ideología, pertenencia o visión. Al igual que en materia económica, Argentina puede volver a ser el faro de luz, en materia de alfabetización en el mundo. Sólo depende de nosotros, de abandonar la receta del fracaso y volver a elegir el camino de la prosperidad.

Quiero felicitar a nuestra ministra Sandra Pettovello, nuestra querida ministra de Capital Humano por liderar esta batalla, como tantas otras. Estoy seguro que si trabajamos juntos podremos hacer de este sueño una realidad. Muchísimas gracias. Que Dios los bendiga a todos y que las fuerzas del cielo los acompañen. ¡Viva la libertad, carajo! Muchas gracias.