Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, luego de recibir el premio de la Sociedad Hayek, en Alemania
Buenas tardes y, obviamente, si estuviera en un típico acto de Argentina, diría "Hola a todos". En primer lugar, deseo dar las gracias por este reconocimiento a esta lucha que hemos iniciado hace muchos años y que está dando frutos inesperados. Así que, primero, les deseo dar las gracias por este reconocimiento a esta tarea que estamos llevando a cabo. Por otra parte, me gustaría contarles acerca de mi experiencia de cómo llegué a las ideas de la libertad, porque no es que fui liberal desde el primer momento.
En rigor, igual no me siento mal porque Hayek, en primer lugar, era socialista. Y como bien dice Mises, que el conocimiento en la economía llevaba al liberalismo. Y como decía Hayek, si los socialistas supieran de economía, no serían socialistas. Así que, cuando aprendí economía, pasé a ser liberal. Pero más en la previa, yo contaba lo complicado que era para las ideas de la libertad en los ámbitos académicos.
Seguramente, si ustedes le preguntaran o le preguntan a algún economista de alguna universidad pública argentina o de alguna universidad privada quién es Mises, creen que es el 9 de la selección de fútbol de Holanda. En ese ámbito hostil, esos ámbitos hostiles en los cuales los economistas argentinos nos formamos, básicamente la formación que yo recibí originalmente fue una formación de lo que se denomina la escuela postkeynesianos o keynesianos tardíos, que son una rama que tiene algunos tintes hasta cuasi marxistas. En ese
sentido, fui contaminado por un montón de malas ideas, como que es necesaria la intervención del Estado, es necesaria la regulación, los empresarios son villanos y la inflación es multicausal, culpa de cualquier cosa menos de la emisión monetaria. Y en ese contexto fue en el que fui formado. Es más, cuando tomé mi primer curso de crecimiento económico, básicamente el profesor poco nos enseñó del crecimiento económico y nos enseñó mucho de los autores de desarrollo, que poco tienen que ver con lo que uno entiende por crecimiento económico. Pero me quedaron algunas marcas de algunos profesores aislados o de leer libros y estudiar hasta las citas, o irme a la biblioteca del Banco Central, que en aquel momento era la biblioteca de economía más grande de la Argentina. Me iba y me encerraba solo a leer cosas alternativas a las que me enseñaban en la universidad, y ahí fui conociendo a otros autores. Sin embargo, tuve esa formación y mi primera maestría la hice en economía keynesiana. Ahí fui conociendo las distintas vertientes del keynesianismo. O sea, ya no solo había estudiado los keynesianos, los postkeynesianos, estos con tintes marxistas, sino que ahí también pasé a estudiar lo que se denomina los keynesianos modelos Forté y también estudiar los keynesianos un poco ya mejorados, que son los keynesianos neoclásicos, básicamente el tipo de keynesianismo que uno conoce hoy.
Y con ese ornamento salí a buscar trabajo y a tratar de ganarme la vida como economista. La verdad es que fue bastante frustrante. Fue una concatenación de frustraciones permanentes, todo lo que me pasaba, porque si bien las cosas que decía no desentonaban con lo que decían el resto de los profesionales en Argentina, yo me daba cuenta de que era un narrador serial, un pifiador serial, una máquina de cometer errores. En realidad, teníamos toda una serie de artilugios para esconder todos esos errores, y siempre se les cargaba las tintas, por ejemplo, sobre las expectativas. Pero las expectativas no pueden ser más que el propio modelo. Hay una reflexión de Hayek sobre eso, casi mofándose de la forma en que las distintas ramas neoclásicas se van justificando. Al mismo tiempo, empecé a dar clases de microeconomía y eso, la verdad, fue una verdadera bendición, porque ahí empecé a formarme, no tanto en el formato de la macroeconomía convencional, sino que empecé a trabajar fuertemente con los microfundamentos.
Cuando ustedes analizan la estructura de un curso de microeconomía, les abre al menos una ventana para que empiecen a, por lo menos, olfatear las ideas de la libertad. Y como dar clases de microeconomía me divertía muchísimo y, además, me ocupaba activamente para que el curso finalizara con equilibrio general, que es el mismo campo de la aplicación de la macroeconomía, pero con microfundamentos. Estas cosas hoy parecen redundantes, pero hace 30 años atrás no era así. El debate era distinto. Piensen que recién en la década del 90 se empieza a trabajar de manera más común una macroeconomía microfundamentada intertemporal de bases sólidas.
Entonces, en este contexto, también fue de muchísima utilidad el hecho de trabajar con la microeconomía. Eso abría también otras ventanas y ahí, fui perfeccionando mi pensamiento neoclásico. Además, la matemática me resultaba amigable y, por lo tanto, iba avanzando de manera confortable. La microeconomía me daba muchas herramientas para trabajar y permitía que mi trabajo fuera muchísimo más divertido, ya que lo llenaba continuamente de microfundamentos. Pero también había algunos problemas. Básicamente, uno cuando la parte 1, en general, en un libro de micro, tiene lo que es el sector de la teoría del consumidor para derivar la teoría de la demanda. Después viene la teoría de la firma para derivar la oferta. Luego pasa a las estructuras de mercado, va al caso de la competencia perfecta. Hayek tiene un excelente punto sobre la competencia perfecta; es tan ridículo el modelo de competencia perfecta. Los agentes son todos precio-aceptantes y tienen un comportamiento como si no existiera nada, entonces es bastante contradictorio. Y a partir de ahí empiezan los fallos de mercado. Ya sean las estructuras de mercado concentradas, con su contrapartida técnica matemática, que básicamente se definen como no convexidades, aparece el problema de los bienes públicos, las externalidades, los problemas de información asimétrica, los problemas de falla de coordinación de los juegos y ya después uno va a la parte de equilibrio general. Pero toda esa parte de las fallas del mercado también es un terreno muy importante y es una de las cosas que yo, en mi reciente libro Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica, trato de manera directa. Pero más allá de eso, frente a la frustración que implicaba el trabajo que solamente podía estar haciendo cosas de
microeconomía. Entonces, decidí hacer una segunda maestría, una maestría, ya no tan basada en una sola escuela de pensamiento, sino mucho más ecléctica. Ahí fui conociendo distintas versiones para el enfoque, y me recrudecí en mi pensamiento neoclásico. Al mismo tiempo, sentía un profundo desprecio por el Estado, pero no tenía la forma de canalizarlo. Es decir, Argentina estaba sufriendo la parte final del programa de convertibilidad, y en ese contexto tenía claro que el Estado no era la solución, que el Estado era el problema. Pero las herramientas que tenía no eran las correctas, y entonces seguía acumulando frustraciones con la formación que tenía.
Y cuando empecé con esta segunda maestría, me encontré con toda la literatura nueva del crecimiento económico, ahí me encontré de vuelta con algunas de mis errores de juventud. Porque una de las cosas que me pasó cuando miraba solo el riesgo de crecimiento económico, en muchos de los libros de crecimiento económico, había una cita maravillosa de Robert Junior que dice: "Cuando uno empieza a analizar este tipo de cuestiones de crecimiento económico, las consecuencias sobre el bienestar humano son tan fuertes que uno no puede pensar en ninguna otra cosa." Siendo un joven estudiante de economía, lo primero que pensé es: "bueno, otro profesor pensando que su materia es la más importante de todas". Sin embargo, cuando ya estaba haciendo mi segunda maestría, fue muy revelador eso, y es así que me empecé a involucrar de manera muy activa con los temas de crecimiento económico. Todo eso me llevó, no solo a especializarme en crecimiento económico, sino en cómo manejar el dinero. Es decir, en el fondo, me estaba preparando para saber cómo hacer para bajar la inflación y cómo hacer crecer a una economía que, dicho sea de paso, por orden espontáneo puro o las fuerzas del cielo, me pusieron justamente en el país de la inflación y la decadencia como presidente. Eso sería un canto a Adam Smith y a Hayek, que tanto nos enseñaron acerca de cómo funciona el sistema de precios.
Y en esa lógica, donde me empecé a especializar en crecimiento, donde leía cuántas cosas de crecimiento económico andaban dando vuelta, me involucré muy activamente en todo lo que es la teoría de los ciclos reales, o sea, el Real Business Cycle. Me gustaba la matemática, me
gustaba la estructura. El Estado hacía ruido, por lo tanto, en ese sentido me sentía muy cómodo. Estaba teniendo mejores explicaciones que las de antes; eran un poco arriesgadas tomárselas al 100%, pero siempre uno podía mejorar un poco la moderación para tratar de explicar las cosas. Pero ahí ya me sentía muchísimo más tranquilo, más confortable, más cómodo. Y entonces, vino la crisis subprime en ese momento, al llegar la crisis subprime y en especial con los problemas del desequilibrio global y todo lo relacionado con Estados Unidos, China y Europa, y cómo nos aproximábamos a una catástrofe similar a la Gran Depresión, eso me obligó a tener que volver a leer autores como Keynes y a Milton Friedman. Es más, la lectura de Keynes, en mi caso, no solo se limitó a La teoría general, he leído varios libros sobre Keynes, pero confieso que casi patológicamente he leído La teoría general cinco veces, al punto tal que incluso escribí un libro que se llama Desenmascarando la mentira keynesiana. Eso me permitió también reconectar con otras partes del debate, pero igual me sentía frustrado.
Una de las cosas que dije fue: "Bueno, solamente me voy a dedicar al crecimiento económico y que las cosas que diga sean válidas a largo plazo. En cuanto a mi trabajo, utilizaré los fundamentos micro y basta, no me haré más problema". Y ahí estaba, feliz con el crecimiento económico. Me quedé en ese lugar, haciendo crecimiento económico, sin tener que confrontar en el corto plazo, porque ya me había dado cuenta de que por todos lados que estaban dando vuelta, disponible en todas las cosas, no funcionaba.
Y como todas las cosas buenas, en algún momento terminan. En un momento, me invitan a dar una charla en el Boris Forum, no la que hice lío, sino cuando era más digerible para el resto de los humanos.
Entonces, me invitan a hablar sobre demografía y crecimiento, y ahí no tuve mejor idea que empezar a revisar el trabajo de Angus Maddison.
Me encontré con sus estudios sobre economías milenarias y ahí descubrí sus estimaciones de población y del PIB per cápita a lo largo de 2000 años, es decir, desde el año cero de la era cristiana hasta el año 2000. Y una de las cosas que me impactó fue lo que en la teoría del crecimiento se llama el "palo de hockey". Cuando uno mira la serie del PIB per cápita desde el año cero hasta el año 2000, se puede observar que el PIB per cápita prácticamente se mantiene constante entre el año
cero y 1800. En rigor, solo aumenta un 40% en el siglo 16, justo después del descubrimiento de América. Pero si uno toma esa serie, el PIB per cápita crecía a una tasa del 0,02% anual, es decir, que para duplicar el PIB per cápita se necesitaban 3500 años.
Sin embargo, después apareció la Revolución Industrial y en el siglo XIX la tasa de crecimiento se multiplicó por 33 veces, saltando al 0,66%.
Mucho de esa explicación tiene que ver con mejoras sanitarias y también con mejoras en la salud y alimentación de las personas. Cuando se llega al siglo XX, se produce una nueva aceleración del crecimiento: en la primera mitad del siglo XX, el crecimiento se acelera al 1,1%; en la segunda mitad del siglo XX, al 2,1%. Además, si corrigiéramos por la subestimación de las cuentas nacionales, el crecimiento económico podría estar en torno al tres o tres y medio por ciento per cápita. Es decir, en los últimos 200 años de esa serie, hicimos mucho más que en los primeros 1800. Como mencioné antes, mientras que en la primera parte el crecimiento fue del 40%, en la segunda parte mencionada el PIB per cápita se multiplicó prácticamente por 10, para ser exactos, ocho veces. No, nueve veces, perdón. Y al mismo tiempo, la población se multiplicó por ocho veces, es decir, que el PIB en los últimos 200 años se había multiplicado por 72 veces. Más allá de que uno lo cuente como una historia de progreso y demás, eso para la teoría económica es un problema enorme. Cuando ustedes abordan el instrumental neoclásico, se asume la existencia de rendimientos constantes a escala o rendimientos marginales decrecientes. Es decir, que en la medida que ustedes agregan una unidad de factor, el producto crece, pero crece menos que proporcionalmente. Y ese problema, cuando ustedes miraban, acá la población se multiplicó por ocho veces y la producción por nueve. Entonces, claramente, eso no tenía sentido.
Ahora, la contraparte teórica de esto es que la existencia de rendimientos crecientes implica estructuras concentradas de mercado, y las estructuras concentradas de mercado, en el caso más extremo, es el del monopolio. Pero cualquier situación de estructura de mercado concentrada implica, desde el punto de vista de la eficiencia paretiana, algo que es malo.
Entonces, nos encontrábamos con una serie que nos decía que, si uno miraba los microfundamentos, eso era malo para el bienestar. Y la pregunta era: ¿cómo algo que recibió a la población del mundo con un 95% de pobreza extrema y la había llevado en ese momento a niveles en torno al 10% podía ser considerado malo por la teoría económica? Esa situación era verdaderamente muy desafiante. La verdad es que, era un shock muy fuerte sobre lo que yo estaba pensando. Es decir, algo que la teoría económica decía que estaba mal, sacaba a la gente de la pobreza de manera fabulosa. La calidad de vida de los seres humanos nunca en la historia de la humanidad fue como la que tenemos ahora.
Y frente a esa situación tremenda, con una frustración intelectual enorme, empecé a buscar respuestas. Afortunadamente, un exalumno de economía matemática que había trabajado muy bien y a quien yo había llevado a trabajar donde yo tenía un empleo formal, tenía la costumbre de leer autores austríacos. Frente al dilema que yo tenía, me facilitó un artículo de Murray Newton Rothbard que se llama "Monopolio y competencia". Esa fue una experiencia verdaderamente maravillosa, porque es un artículo de 140 páginas. Después de las 3 horas que tardé en leerlo, terminé y dije: "Todo lo que diseñé sobre estructuras de mercado está mal". Es decir, durante 25 años estuve dando clases de estructuras de mercado que estaban mal. Era una farsa. El efecto de esa lectura fue tan fuerte que le pregunté a esta persona dónde podía conseguir libros de estos autores. Recordé que en los ámbitos académicos, Mises era conocido como si fuera el 9 de la selección de fútbol de Holanda, lo que lo hacía un poco complicado de encontrar.
Entonces, le pedí que me indicara dónde podía comprar ese tipo de libros y no estaban en ningún lado. Me recomendó una librería que vendía libros de la editorial Unión, donde publica, por ejemplo, el profesor Jesús Huerta de Soto, a quien tanto admiro, y otros tantos autores maravillosos. Fui y empecé a comprar todos los libros que veía y me gustaban. Así, me compré cerca de 20 libros y no compré más porque no tenía plata, es decir, necesitaba el dinero para volver en taxi a mi casa. Dentro de esos libros que compré, estaban El hombre, la economía y el Estado, el tomo uno, el tomo dos, y Poder y mercado, que es cuando Murray Rothbard se vuelve anarcocapitalista o crea el
anarcocapitalismo. Le pregunté al dueño de la librería si al otro día volvía y me dijo que sí. Entonces, saqué la cuenta de cuánto necesitaba para comer, cuánto necesitaba para los taxis, cuánto para ir al trabajo, y todo el dinero que me quedaba me lo gasté. En esos dos días, me habré comprado como 50 libros. Así empecé a leer y a sumergirme en los autores de la escuela austríaca. Fue una experiencia maravillosa, estaba descubriendo un mundo nuevo.
Tengo algunas anécdotas con algunos libros que son maravillosas. Por ejemplo, uno de esos libros que me compré fue La acción humana.
Recuerdo que me senté frente a una edición de tapa dura y me lo leí de punta a punta. No recuerdo cuánto tiempo tardé en hacerlo, pero creo que estuve encerrado como dos o tres días hasta que lo terminé de leer. Solamente me levantaba para comer, ir al baño y llevar a pasear a Conan. Quedé deslumbrado con ese libro, pero lo había dejado marcado. Entonces, fui y me lo compré de vuelta para tener una copia en buen estado. Me di cuenta de que quería seguir trabajando con el libro que había marcado, así que dije: "Bueno, lo voy a comprar otra vez". Dejé el primero marcado al lado del nuevo, y este último lo guardé para "emergencias", sin romper el celofán. Además, me compré otra copia y la llevé a la oficina. Cada vez que estaba aburrido en la oficina, lo que hacía era abrir aleatoriamente cualquier parte del libro La acción humana de Mises. Leía desde donde comenzaba ese capítulo y lo terminaba. Ese proceso lo fui repitiendo a lo largo de varios días. Un día, abro el libro y estaba subrayado; vuelvo a abrir otra página y estaba subrayado; vuelvo a abrir otra vez y estaba subrayado. Entonces, me di cuenta de que me había leído “La acción humana” por tercera vez.
Por lo tanto, Mises es un autor que ha tenido un impacto enorme sobre mí. También leí Socialismo, que es una obra de arte, y El crédito bancario, un libro maravilloso que sirve para entender muchos de los problemas que enfrentamos los liberales. Otro libro fundamental es “La mentalidad anticapitalista”, que explica por qué la gente odia al capitalismo de libre empresa. Complementaba estas lecturas con las clases de Huerta de Soto en YouTube y empecé a asistir a círculos de liberales. Cuando empecé a leer a Hayek, me resultaba bastante difícil, pero con el tiempo lo fui asimilando. Hay libros que me resultaron más
fáciles, como “Producción y precios”, y otros que disfruté desde el primer momento, como “Camino de servidumbre”, al cual, en su forma dinámica, cito recurrentemente. O el tema de lo que tiene que ver con La fatal arrogancia o los temas económicos de la libertad. Ahí está uno de los artículos más imponentes también, que es “El atavismo de la justicia social”. Les vendría muy bien a muchos leer ese artículo. En ese sentido, también me involucré mucho leyendo a Rothbard, e inexorablemente terminé siendo anarcocapitalista. Una vez que empecé a leer a Rothbard, a Jesús Huerta de Soto, a Walter Block, a Hans- Hermann Hoppe, era un camino de ida, y entonces ya no podía volver más.
En el medio, empecé a aparecer en televisión. Argentina tenía un problema de inflación creciente. Argentina, de ser el país más rico en el año 1895, estaba cayendo de manera pronunciada, terminando en el lugar 140 en el ranking, y la inflación cada vez era más alta. Y yo empiezo a participar en programas de televisión defendiendo las ideas de la libertad. Y la verdad es que, al inicio, era como la película Gladiador: era yo contra todos. Me encontraba yo contra 15 personas que todas defendían el estado, el socialismo y todas esas cosas. Y además, los kirchneristas eran bastante violentos para debatir. Y eso, como que son mucho de las de izquierda, es como que ponen cuatro o cinco de ellos y cuando ustedes están tratando de hablar y de dar un razonamiento empiezan a hablar encima de uno. Entonces, uno se ve forzado a tener que levantar el tono para poder seguir el razonamiento. Y entonces después me acusaban de estar gritando en los paneles. Lo más interesante es que muchos de los que me acusaban eran los liberales de copetín, que habían hecho del liberalismo una vergüenza. Y digamos, en las reuniones no podían llenar un ascensor, digo como el chiquitito de acá. Y bueno, empecé a dar esas batallas titánicas en la televisión, y eso me permitió ir ganando popularidad. Y en un momento, cuando llegó la pandemia, ahí es como que la sociedad empezó a hacer un clic, porque al estar encerrados hubo una revalorización de las ideas de la libertad.
Voy a contar una anécdota. Cuando yo empecé a discutir estas cosas en televisión, un día yo estaba dando clases y un alumno viene súper
ofuscado porque yo le había puesto un cero, porque estaba todo mal lo que había hecho, no podía ni siquiera ponerle un uno, era regalarle nota. Entonces, el muchacho de manera muy violenta viene a gritarme: "Usted es un liberal". Frente a esa situación, le dije: "Gracias, muchas gracias".
Pero, sin lugar a dudas, con la llegada de la pandemia, el COVID y las cuarentenas cavernícolas que se impulsaban desde la Organización Mundial de la Salud y a las cuales Argentina adhería fuertemente, hubo toda una reivindicación de las ideas de la libertad y pasaron muchas cosas interesantes. Porque muchos de mis seguidores eran personas jóvenes. Y esto es muy interesante porque esas personas jóvenes tenían tanta afinidad con lo que yo estaba haciendo. Eso es porque los jóvenes tienen menos tiempo de exposición al lavado de cerebro que es la educación pública, independientemente de que sea de gestión estatal o privada, porque los contenidos los suele fijar el Estado. Entonces, eso lo que hace es marcar la cancha y determinada literatura ustedes no pueden acceder porque el Estado trata de bloquearselos, es decir, a ningún estatista o digamos político le va a gustar que ustedes lean Rothbard, porque, imagínense, les están torpedeando la fuente de ingresos y en realidad, como ellos tienen el poder, el monopolio de la violencia, lo ejercen para que justamente no puedan acceder a esas ideas. Entonces, los jóvenes en ese sentido además son rebeldes frente al status quo. El status quo en Argentina era socialista, por lo tanto, la rebelión natural de los jóvenes iba a ser hacia el liberalismo y, por alguna cuestión, les resultaba agradable lo que yo hacía. Y entonces empezaron a seguirnos y durante la pandemia, al quedar esos jóvenes encerrados con sus padres y en algunos casos hasta con sus abuelos, ellos empezaron a hablarles de mí y le hablaban de mí. Ahora, si ustedes son canales, no les gusta y pueden hacer zapping. Ahora, si sus hijos les decían: "miren a Milei, miren a Milei", entonces empezaron a mirar a Milei. Entonces empezó a extenderse esa situación y empezaron a ver videos en los cuales yo hablaba de las ideas de la libertad o presentaba libros. Además, los libros nosotros los presentábamos con el formato, siempre pensábamos en un formato como si fuera ir a ver un recital de los Rolling Stone, de modo tal que ustedes siempre quisieran volver a verlo. En general, esa situación.
Por eso, ustedes pueden ver alguna presentación de un libro mío sobre Keynes y la gente grita "¡Keynes, sos ladrón, sos ladrón, sos ladrón!" Y cuando uno iba avanzando en esto de la pandemia y con la llegada del gobierno de Alberto títere Fernández, empiezan a implementar todas estas medidas salvajes liberticidas. Y en ese contexto, lo que empieza a verse es un intento de censura. Hoy un diputado que se llama Leandro Santoro, que era en ese momento casi como un vocero no oficial de Alberto Fernández, iba a los canales de televisión y pedía abiertamente por la censura de los liberales. De hecho, hay una entrevista en la cual le dice al dueño de un medio: "ustedes son unos irresponsables. ¿Cómo van a permitir que en el horario central aparezca un loco de pelos largos diciendo que hay que cerrar el Banco Central?". Entonces, el conductor le decía: "Bueno, entonces decime quién es. Y es tan cobarde Leandro Santoro que le dice: "No, te lo digo fuera del aire". Y lo mismo pasó en otro canal, también de corte muy kirchnerista, en la misma situación. Ahí directamente ya estaban cebados en lo que estaban haciendo y decían que los libertarios éramos un problema, que había que prohibirnos, que había que sacarnos del aire, que no se nos podía dar lugar porque éramos peligrosos. Peligrosos porque estudiamos, leemos, una cosa verdaderamente impresionante.
Y frente al avance de la censura, a nosotros eso nos planteaba un problema. Siempre hablo en primera persona del plural porque todo esto sin mi hermana, el jefe, no lo podía haber hecho. Y en un momento, lo que nosotros veíamos es que si bajábamos la exposición en la televisión, no podíamos vender conferencias afuera y se nos complicaba el ingreso de dólares para gastar. Entonces, frente a esa situación donde veíamos el riesgo de nuestros ingresos, o sea, no es tan romántico el ingreso mío en la política. Eso es lo que quiero decir. No nos dimos cuenta que la única forma de cambiar las cosas era meterse y disputar desde adentro. Bien, si ustedes van a ver un partido de fútbol de Argentina en Argentina, es muy lindo, supongamos la Selección Argentina, y ustedes van a ver las banderas, los cánticos, las formas que la gente se expresa. Ahora, el choripán. Y claro, hay que sacarse a los peronistas. ¿Quién dijo que son de los peronistas los choripanes?
¿Quiénes son los peronistas? El choripán es de los argentinos. Y en ese sentido, yo puedo poner el balón dentro de la cancha. Y por más
que yo cante y haga cosas hermosas, la pelota no se mueve, tiene que entrar alguien y patear. Porque si no, ellos entran y patean y no les importa que no haya nadie del otro lado para atajar. Y es por eso que nos decidimos meter en política.
Y una de las cosas que nos pasó es que vino una persona y nos dijo: "Bueno, decime si tenés algún esqueleto en el placard". Con mi hermana nos miramos y dijimos: "No". Entonces, no me importa lo que me digas, te voy a investigar. Entonces, después de dos meses, esa persona vuelve y me dice: "Te tengo una noticia buena y una mala".
Bueno, como soy un perfeccionista, primero decimos la buena y después la mala. Entonces me dice: "La buena es que no te encontramos nada". "Ah, pero eso es buenísimo". "No, eso también es malo, porque entonces te lo van a inventar. Y como no sabes lo que te van a inventar, es un verdadero problema. Porque ni siquiera sabemos si tenés un muerto en el placard, vemos cuando lo sacamos. Ahora no tenés muerto en el placard, te lo van a inventar. No sabés qué te van a inventar y va a estar complicado. Y vaya que me inventaron un montón de muertos en el placar. Debo tener un cementerio dando vueltas a mi alrededor. Y me acuerdo que cuando empezamos ese proceso, primero nos dijeron que no íbamos a poder formar partido, y formamos partido. Después nos dijeron que no íbamos a poder pasar las PASO, que es un mínimo del 2%, y las pasamos. Y nos habían dicho que no podíamos sacar más del 5% de los votos, que ni de casualidad iba a poder llegar a ser diputado, que íbamos a perder contra el voto en blanco, que íbamos a perder contra el voto de la izquierda.
Y la verdad es que estaba pasando algo interesante en ese momento. La doctora Patricia Bullrich, con quien después competí en la presidencial, y hoy estoy orgulloso de que sea mi ministra de Seguridad, está poniendo de rodillas a los malditos delincuentes. Mientras que todos me subestimaban, ella dijo algo muy interesante y les va a resultar lindo el comentario. Porque ella dice: "Miren, habría que prestarle un poco más de atención, porque alguien que se ponga a hablar frente a
20.000 personas de Hayek no es algo normal". Entonces, evidentemente, algo estaba pasando. Y no solo eso, sino que además en nuestros actos una de las cosas más atípicas era que se vendían
libros y libros de la escuela austríaca. Pero no solo eso, sino que además, como parte de la campaña, a mi hermana se le ocurrió, si todos me valoraban como docente, ir y dar clases en las plazas.
Entonces sí, vamos a dar clases en las plazas. Y la verdad es que, contra todo pronóstico, terminamos sacando el 17% de los votos y logramos dos bancas para diputados nacionales. Mi compañera de fórmula, Victoria Villarruel, está junto a mí desde ese momento.
Logramos cinco bancas de legisladores y, cuando asumimos, recuerdo que un periodista muy grosero del canal de Diputados TV me dijo: "Pero ustedes van a ser dos diputados en 257? No van a poder hacer nada porque son insignificantes en la Cámara". Y en ese momento, justo para esa parte del año que se entorna a mediados de diciembre (las asunciones son el 10 de diciembre), es la fiesta de Janucá en el calendario judío. Y la fiesta de Janucá rememora, recuerda la proeza de los Macabeos para recuperar el templo y dice una frase muy interesante que dice: "La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados sino de las fuerzas que vienen del cielo". Y eso después se convirtió en nuestro eslogan: "Las fuerzas del cielo", porque íbamos a pelear contra enormes adversidades. Entonces, la historia de los Macabeos nos encendía y nos daba ganas de seguir peleando. Es más, como hombre de fe, era como una historia de David y Goliat. Pero si ustedes leen a Nietzsche, dice que en realidad uno cree que David era el débil y Goliat era el fuerte. Y lo que dice Nietzsche es que están equivocados. El fuerte era David porque de su lado tenía al Creador. Así que, con esa fe, es que nosotros empezamos a avanzar fuertemente. Y ahí se le ocurre una idea maravillosa nuevamente a mi hermana, el jefe, porque como liberal libertario y anarcocapitalista no podía cobrar mi sueldo. Porque ese sueldo está tomado de impuestos que se pagan coactivamente, por lo tanto, para mí representaba una contradicción. No podía resolver esa situación. No estoy diciendo que todos tienen que elegir eso, pero yo, como anarcocapitalista, no podía hacer eso.
Entonces, estaba bien convertirme en topo del sistema, cobrar, romper el sistema desde adentro, pero no cobrar. Entonces, se le ocurrió a mi hermana la genial idea de sortear la dieta, porque si lo hacíamos a dedo, éramos cualquier otro político que hacía populismo. Entonces esto lo hacía determinadamente el azar. Y cuando nosotros hicimos
eso, hicimos ese sorteo en la ciudad de Mar del Plata, que es una ciudad turística argentina. Se convocaron cerca de 10,000 personas, y en ese contexto hicimos el sorteo de la dieta. Fue tapa en más de 30 diarios de países muy importantes en el mundo. Y entonces ahí dijimos: "Acá hay algo". O sea, descubrimos que había una oportunidad de ir por algo más grande y nos involucramos en la carrera electoral. Creo que ya es historia conocida. Llegamos al balotaje, ganamos la segunda vuelta con una amplia diferencia y nos encontramos con una economía básicamente destruida. Pero nosotros, nunca lloramos ni lamentamos de lo que heredamos, porque también hay que decir eso. Que las condiciones por las cuales un liberal libertario con las características que yo tengo y que iba a ser presidente, era obvio que no iba a encajar en El Edén. Y en ese sentido, cuando llegamos, nos encontramos con la inflación mayorista corriendo a un ritmo anual del 17.000%. Que hoy, digamos, la inflación mayorista viene bajando al 50%, sigue siendo un número espantosamente alto, pero 17.000 a 50 hay un mérito enorme.
Al mismo tiempo, nos encontramos con un déficit fiscal de 15 puntos del PBI, cinco en el Tesoro y diez en el Banco Central. Nosotros hablábamos de La Motosierra, pero decían que era imposible hacer el ajuste que nosotros planteábamos. Decían que como mucho se podía hacer un ajuste de un punto del PBI en el Tesoro y que bueno, lo del Banco Central se iba a arreglar. Yo quisiera saber cómo se iba a arreglar si el gobierno anterior además no se había dejado cuatro bases monetarias a vencer en un día al momento de asumir, o con 50.000 millones de dólares de deuda contra importadores, 15.000 millones de deudas contra dividendos, 90.000 millones de dólares expresados en pesos de vencimiento de deuda, 25.000 millones de dólares de vencimientos de deuda externa cuando se nos había caído el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Y nosotros decidimos emprender un ajuste. Hoy les digo que a seis meses de haber asumido, hemos hecho el ajuste fiscal más grande de la historia argentina. Hemos ajustado 15 puntos del PBI. Y no solo eso, estamos doblegando la inflación. La inflación mensual viene viajando a un ritmo aproximado del tres y medio por ciento, pero nosotros tenemos un sistema de devaluaciones del tipo de cambio del 2%. Por lo tanto, la verdadera inflación viene corriendo al uno y medio por ciento. Y esto es muy importante también, porque frente a otros casos de estabilización,
nosotros no tuvimos que ir a la hiperinflación previa para que se licuen los salarios reales. No estropeamos, no hubo una suerte de plan Bonex donde se robó a los depositantes y se violentó el derecho de propiedad. No hicimos controles de precios, ni directos ni inducidos, y tampoco fijamos el tipo de cambio. Es decir, lo estamos logrando en un contexto de plena libertad y de renglón posición de precios relativos. Y de vuelta, los números son verdaderamente impresionantes. Obviamente, esto no iba a ser libre de costos, pero nosotros se lo dijimos siempre en la cara a la gente. Les dijimos que no hay plata, les dijimos que iba a ser duro, que el inicio iba a ser complicado, pero que si lo hacíamos, iban a empezar a dar buenos resultados.
Y a diferencia de lo que nosotros creíamos, la verdad es que la respuesta está siendo mucho más rápida de lo que imaginábamos. Si bien el primer trimestre fue muy duro, la caída fue menos severa de lo que fue en el peor momento del 2002, que fue del 16%. La forma en la cual diseñamos el programa hizo que fuera menos de la mitad de esa caída. Y lo que se empieza a ver en los primeros indicadores que tienen que ver con los meses de abril y mayo es que empieza a haber recuperación. Es decir, los datos comparados con el año anterior son negativos, pero cuando uno mira el mes contra mes desestacionalizado, empieza a haber crecimiento. Ya hay signos de recuperación. De hecho, los índices de difusión, que miden la cantidad de sectores que están empujando positivamente, ya han pasado dos meses el 50%. Y ya van dos meses seguidos, donde el indicador líder, que anticipa lo que va a pasar con la actividad económica, está recuperándose.
Por lo tanto, no solo hemos dado la batalla cultural, sino que ahora la estamos llevando a cabo en los hechos. El motivo por el cual los socialistas están tan violentos es porque está funcionando y se les está cayendo la mentira. Y finalmente, quiero dejar algunas reflexiones. Una es que defiendan las ideas con pasión y crean en las ideas porque funcionan. Nosotros no solo es que la política no nos acompañó en estos primeros meses de gestión porque no nos votó ninguna ley, no nos sacó ninguna ley, fue una máquina de impedir todo el tiempo. Es decir, no es que no solo no ayudaron, sino que además, desde el primer momento intentaron hacer un golpe de Estado. A pesar de todas las
trabas, todos los intentos de desestabilización, todos los ataques que hemos recibido, estamos saliendo adelante, estamos siendo exitosos en controlar la inflación, está la actividad recuperándose. Es decir, las ideas son tan fuertes, que aún frente a toda la casta política, la peor práctica, la parte más decadente de la política argentina, que ha tratado de impedir y que ha llevado a distintos gobiernos a lo largo de la historia, les estamos ganando gracias a las ideas de la libertad.
Y finalmente, previo a viajar, ya está por salir lo que se llama la Ley de Bases. Para que se den una idea, la reforma estructural más grande que se hizo en Argentina fue en la década de los 90, en el gobierno de Menem. Y esa Ley de Bases, que ha sido mutilada en parte por la política, así como está hoy, es cinco veces más grande que la reforma de Menem. Si ustedes toman el decreto de necesidad y urgencia que todavía está vigente, las reformas estructurales que hemos hecho son ocho veces más grandes que las que hizo Menem. Podrían haber salido en el primer mes, pero bueno, están saliendo ahora. ¿Y por qué digo esto? Porque esto implicaría que Argentina daría un salto en la libertad económica en el índice de libertad económica de 90 puestos. Es decir, que Argentina pasaría a tener niveles de libertad económica muy parecidos a los que tiene, por ejemplo, Alemania o Francia. Pero nosotros queremos más libertad económica. Entonces, un benchmark es, por ejemplo, hoy Irlanda, que es el país con más libertad económica del mundo, a pesar de que ahora está teniendo retrocesos. Un país que, siendo el más miserable de Europa hace 35 años, hoy tiene un PBI per cápita un 50% mayor que el de Estados Unidos. Entonces, ese sería un lindo benchmark. Pero no solo nosotros tenemos estas 800 reformas estructurales ya en la mesa, sino que además tenemos 3200 más por hacer. Por lo tanto, no solo queremos aspirar a la libertad económica de Irlanda.
Por lo tanto, no es que estemos aspirando a la libertad económica de Irlanda, sino que estamos aspirando a hacer el país más libre del planeta, y que eso sea una fuente de prosperidad para todos los argentinos y un excelente ejemplo para el mundo. Y para que sepan que las ideas de libertad funcionan. ¡Así que muchas gracias y viva la libertad, carajo!