Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el acto del Día de la Bandera, en la Ciudad de Rosario
Argentinos, hoy conmemoramos el paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano, héroe de la Revolución de Mayo y padre de nuestra bandera Argentina. Dicen que esa primera versión de nuestra insignia nacional, diseñada y pedida por Belgrano, allá por 1812, fue cosida por rosarinas que querían hacer su aporte a la causa de la libertad. Pequeños gestos como ese, como el propio accionar de Belgrano, muestran que la voluntad y accionar de los hombres y mujeres comprometidos con su tiempo tiene la capacidad de cambiar los destinos de una nación, por más titánico que parezca el desafío, y que cada decisión de cada individuo puede tener un peso determinante en el devenir de nuestra historia.
Como saben, para diseñar nuestra bandera, Belgrano se inspiró en los colores de nuestra escarapela, que se usaba para distinguir a nuestras tropas en el campo de batalla. Pero cuando Belgrano escribió al Triunvirato para pedirles que rectificaran la bandera como símbolo oficial, el gobierno de Buenos Aires la rechazó y le ordenó que no izara esa bandera, sino otra. ¿Por qué? Porque la dirigencia política en Buenos Aires aún no hablaba de Independencia, aún no hablaba de un país libre, sino que hablaban de un gobierno autónomo de las autoridades virreinales, pero fiel a la corona, fiel a Fernando VII. En consecuencia, no querían mandar un mensaje diplomático equivocado; querían cuidar las formas. Como aún les gusta hacer a algunos hoy, algunos guiados por el miedo porque no se animaban a ser libres, otros porque directamente querían seguir siendo súbditos. Trataron de
despojar al ejército de un símbolo que gritaba Independencia. Y así, no autorizaron que el pueblo argentino se diera a sí mismo una bandera realmente propia. Pero a Belgrano le importó un rábano las órdenes de las élites porteñas y llevó su insignia a las batallas subsiguientes al camino hacia el Alto Perú. No esperó la autorización de nada e hizo lo que sabía correcto, algo que se ha convertido en una sana costumbre en el interior del país, cuando las imposiciones y exigencias de los políticas de Buenos Aires son excesivas e infundadas.
Belgrano era un maximalista de la libertad. Él entendía que, o éramos libres o no lo éramos; no había peros ni puntos intermedios. Por eso eligió no renunciar a la bandera, aún a pesar de las órdenes de Buenos Aires, porque la libertad no pide permiso, la libertad se impone. No se esperan las órdenes de ningún burócrata que especula con qué conviene o con qué no. La libertad es un instinto innato de ser argentino y es por eso que, a la larga, siempre se abre camino, porque la libertad es ineludible, por más que unos pocos se resistan o la quieran contener.
Belgrano no solo fue un líder de hombres, sino también fue un ejemplo de austeridad y honradez en el ejercicio de la autoridad pública.
Hablamos de alguien que, cuando fue vocal de la Primera Junta, era el único que no cobraba; alguien que, cuando recibió un premio de la Asamblea por sus victorias en las batallas de Salta y Tucumán, lo donó entero para construir cuatro escuelas en el norte. Lamentablemente, esas escuelas nunca se hicieron porque el dinero nunca llegó a donde debía llegar. Belgrano también, como tantos otros después de él, tuvo que enfrentarse a las porosas manos de los políticos.
Finalmente, después de todo lo que hizo para liberar esta tierra, Belgrano murió pobre, sin poder cobrar el dinero que el Estado le debía en conceptos de sueldos como General. O sea, nunca le pagamos correctamente por el servicio que había brindado. No es un invento de las últimas décadas que los políticos le falten el respeto a los uniformados que ponen el cuerpo por la Patria, sino una tradición, lamentablemente, que debemos terminar.
Aquella primera vez que se izó la bandera argentina aquí, a orillas del Paraná, Belgrano hizo a sus tropas jurar, inaugurando un ritual de iniciación por el que hasta hoy en día todo argentino debe pasar. El juramento a la bandera es un momento sagrado para los argentinos, porque la bandera es, de alguna forma, la encarnación de la patria y, en consecuencia, la forma más tangible de jurar lealtad a nuestra tierra. El juramento a la bandera es una promesa de libertad para un pueblo; en consecuencia, es una promesa de felicidad. Por eso, las banderas no se queman, por eso las banderas no se lavan y por eso las banderas nunca deben ser capturadas por el enemigo, porque son la materialización de la libertad y de la autonomía de un pueblo. Por eso hoy, aquí en Rosario, quiero invitarlos a repetir una vez más este compromiso de libertad: jurar por la bandera argentina, como nuestros pueblos nos enseñaron.
Sueño con un mundo en que la bandera argentina flamea alto en el cielo, orgullosa entre las naciones más prósperas de la tierra. Que volvamos a ocupar el rol que alguna vez supimos conseguir y que escribamos un nuevo capítulo en la historia del progreso argentino. Para poder alcanzar ese sueño, el sueño de una Argentina propia y libre, es fundamental que todos aquellos que compartimos la causa de la libertad, que todos aquellos que entendemos que la Argentina tiene que volver a abrazar las ideas que nos hicieron grandes, depongamos las anteojeras partidarias, nos desprendamos de nuestros intereses particulares y trabajemos juntos para establecer el nuevo orden económico que la Argentina necesita para volver a ser una potencia mundial.
Por esta razón, quiero aprovechar este día, con la bandera argentina flameando en el cielo, avanzada ya la sanción de la Ley Bases y el Paquete Fiscal. Quiero aprovechar para convocar a todas las autoridades políticas, a los gobernadores de las provincias argentinas, a los dirigentes de los principales partidos políticos, a los expresidentes de la nación, a los miembros de la Honorable Corte Suprema de Justicia, a empresarios, a trabajadores y, por supuesto, a toda la ciudadanía argentina a que nos encontremos la noche del próximo 9 de julio en
Tucumán para firmar el Pacto de Mayo y finalmente empecemos juntos a dar vuelta la página de nuestra historia.
Deseo que este año sea recordado en la historia argentina como el punto de inflexión en el que volvimos a empezar a ser grandes. Que Dios bendiga a los argentinos, que las fuerzas del cielo nos acompañen y ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva, viva la Patria, viva la Patria, viva la Patria! ¡Muchas gracias!