Cadena Nacional del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el Día de la Conmemoración del Aniversario Número 214 de la Revolución de Mayo, en el Cabildo de Córdoba
Buenas tardes a todos. Muchas gracias por estar acá. Muchas gracias a las autoridades del Gobierno Nacional, a la secretaria general de la presidencia, la vicepresidente y los ministros del gabinete nacional. Gracias también a las autoridades del Congreso Nacional, los presidentes de los bloques legislativos, los miembros del Estado Mayor Conjunto, las autoridades de la provincia y todos ustedes que se han hecho presentes aquí para celebrar los 214 años de la Revolución de Mayo.
El 25 de Mayo es una fecha histórica para los argentinos, pero es una fecha especialmente importante para nosotros. Porque Mayo, para nosotros, es mucho más que una fecha en el calendario. Mayo es una doctrina, es un conjunto de ideas y principios que representan lo mejor de la tradición Argentina. Mayo para nosotros es un concepto, es una idea que resume en dos principios: libertad y democracia.
Una idea que surgió de la voluntad de un pequeño grupo de hombres que hace 214 años decidieron romper con las cadenas de la tiranía y declarar que las Provincias Unidas del Río de la Plata comenzarían el largo camino de construirse en una Nación libre y soberana. Porque aquellos hombres y mujeres que dieron la vida por la patria en aquella gesta revolucionaria sabían que para que podamos ser libres, primero, debíamos ser independientes. Esa tradición tuvo a lo largo de dos siglos de nuestra historia grandes hitos. Desde la revolución misma podemos trazar un hilo conductor hasta la sanción de nuestra sagrada Constitución de 1853, inspirada en los principios de Alberdi y Gorostiaga, dos de los grandes exponentes de la Generación del 37, tal vez la más representativa de las ideas de mayo. Esa generación que volcó los principios de mayo en nuestro documento fundacional fue quien marcó el norte del modelo de país que nuestros padres fundadores imaginaban.
Ese es el gran cordobés. Costó mucho materializar la visión de aquellos grandes hombres desde la revolución hasta la sanción de nuestra Constitución. Argentina se vio imbuida en guerras intestinas entre aquellos que defendían las ideas de mayo y entre aquellos que querían alejarse de los principios de nuestros padres fundadores. No fue hasta la incorporación de la provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina, en el año 1860, que logramos establecer las bases y principios vislumbradas por nuestros Héroes de Mayo. Lo que ocurrió luego de la incorporación de Buenos Aires a la Nación y la adopción de los principios de mayo volcados en nuestra Constitución es una de las historias de progreso más espectaculares de la historia occidental, de la historia de la humanidad.
Argentina, que hasta 1860 era un país de bárbaros, se convirtió en 35 años en la primera potencia mundial. De ser una Nación empobrecida y analfabeta, cismada por las disputas estériles de pequeños hombres que aspiraban a ser monarcas en su tierra, Argentina pasó ahora a ser la niña mimada de occidente. La explosión de riqueza, crecimiento y progreso que generó la adopción de los principios de mayo, no ha tenido, ni tuvo, parangón en la historia, tal vez solo equiparable a la revolución americana y al progreso de los Estados Unidos como nación.
Toda una generación de dirigentes entendió que, más allá de las ambiciones personales, nuestros padres fundadores nos habían marcado un rumbo para nuestra nación y que ese rumbo se materializaba en una Constitución que estaba diseñada, en esencia, para defender la vida, la libertad y la propiedad privada de los argentinos. Esa generación, que puso en marcha los principios de mayo y que edificó una potencia mundial a partir de una tierra de bárbaros, fue la generación que hoy conocemos como la Generación de los del 80. Una generación que hoy nos ha dado a algunos de los mejores exponentes de los principios de mayo, como Mitre, como Sarmiento, como Avellaneda, como Roca, y también como Pellegrini, el gran piloto de tormentas.
Argentina, bajo el mando de estos grandes hombres, materializó el principio sagrado de nuestro preámbulo, que buscaba constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y, fundamentalmente, asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. ¡Y vaya que sí lo hicieron!
Lamentablemente, en determinado momento de nuestra historia, decidimos abandonar los principios que habían traído tanta prosperidad y progreso para nuestras tierras, y nos dejamos engañar por los cantos de sirena de aquellos que sepultaron durante décadas a la Argentina en la más profunda de las oscuridades. No voy a ahondar aquí en las razones de nuestro fracaso. Ya me han escuchado hablar largo y tendido sobre ello. No es nuestra ambición ni nuestro espíritu revolver el pasado, sino por el contrario, nuestra única ambición es sentar las bases de un futuro distinto para nuestros hijos. Porque, en esencia, nosotros no somos más que descendientes directos de la tradición de los revolucionarios de mayo. No defendemos otros principios que no sean aquellos enarbolados tanto por los grandes héroes de la Revolución, como por la Generación del 37, por la Generación del 80 y por todos aquellos hombres y mujeres de nuestra historia que han luchado para defender las ideas de la libertad de nuestras tierras. En palabras del propio Esteban Echeverría, uno de los grandes pensadores de nuestra patria: "El pensamiento de Mayo es el nuestro; ambicionamos verlo realizado completamente, sea cual fuere el éxito de nuestros esfuerzos y esperanzas, sea cual fuere el destino que nos aguarde".
En vano, la tiranía, la fuerza bruta y las preocupaciones nos harán guerras y nos opondrán obstáculos invencibles. Nada será capaz de desalentarnos; la fe que nos anima es incontrastable. Dios, la patria, el grito de nuestra conciencia y de nuestra razón nos imponen el deber de consagrar nuestra fuerza y derramar, si fuera necesario, nuestra sangre por la santa causa de la libertad democrática y por la emancipación completa de la tierra en que nacimos. Por lo tanto, no hay para nosotros tarea más grande, augusta y sagrada que consolidar, como dice nuestra Constitución, los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posteridad.
El primero de marzo, en el discurso de apertura de sesiones del Honorable Congreso de la Nación, nos paramos frente a la dirigencia política argentina y le ofrecimos a todos, sin distinción política ni partidaria, ni ideológica, sin revanchismos, ni resentimientos, sin mezquindades ni especulación, sentarnos en una mesa y refrendar una vez más los principios que hicieron grande a nuestra Nación. No estoy aquí bajo el sol de mayo en La Docta, Córdoba, corazón productivo de nuestra Nación, para reiterar esa convocatoria, para volver a extender los brazos fraternalmente e invitarlos a todos a que tomemos conciencia del enorme desafío que tenemos por delante: sacar a nuestra nación de la decadencia y volver a ponerla en el camino de la prosperidad. Eso es lo que estoy haciendo hoy.
No puede haber causa legítima para oponerse a la sagrada tarea de reconstruir nuestra Nación. No hay disputa, ni conflicto, ni enfrentamiento que justifique el abandono de la patria; no hay especulación, ni cálculo, ni admisión que justifique el empobrecimiento de nuestra Nación. Por eso quiero anunciar hoy, aquí en Córdoba, no solo que vamos a seguir trabajando para que el acuerdo de mayo sea una realidad en la Argentina, sino que además, luego de la firma del Pacto de Mayo, cuando estén sancionadas la Ley Bases y el paquete fiscal, el Poder Ejecutivo Nacional creará el Consejo de Mayo para completar esta sagrada tarea. Ese consejo de mayo estará integrado por un representante del gobierno nacional, un representante de las provincias argentinas, un representante de la cámara de diputados, un representante de la cámara de senadores, un representante de las organizaciones sindicales y un representante del empresariado argentino, y tendrá la responsabilidad de trabajar en los proyectos de ley que materializarán los principios adoptados en el acuerdo de mayo.
También, quiero aprovechar esta ocasión para anunciar que, una vez que estén aprobadas la Ley Bases y el paquete fiscal, el gobierno nacional avanzará en una reducción significativa de impuestos. Empezando por el impuesto PAÍS, un impuesto distorsivo que atenta contra la producción y el crecimiento económico. Sabemos que esta decisión será difícil para las arcas del Estado Nacional, pero nosotros tomamos un compromiso con el pueblo argentino y les vamos a empezar a devolver los impuestos.
Al igual que estamos atacando la inflación, nos comprometimos a que cada peso recaudado que termine en superávit fiscal será devuelto a los argentinos a través de reducción de impuestos, porque no hay destino posible para nuestra Nación si no le quitamos el peso del Estado de encima a los argentinos de bien.
Tenemos que darle las gracias a la hija porque permitió que viniera, porque estaba con una festividad muy importante y nos permitió que Toto venga a estar con nosotros, este crack que tenemos de ministro de Economía. Ustedes se dan cuenta que estamos frente a un cambio de época, ¿no? Miren que hemos heredado una bomba que combinaba lo peor de las tres peores crisis de la historia argentina: la del “Rodrigazo”, la hiperinflación de Alfonsín y lo que fue la crisis del 2001. De hecho, estamos haciendo el ajuste más grande, no solo de la historia argentina, sino el ajuste más grande de la historia de la humanidad. Recibimos una inflación mayorista que en diciembre, siendo el 54%, implicaba 17.000% anual, y este gigante que tenemos como ministro de Economía la está domando. En la última estimación, fue del 3,4%. Y todos los precios siguen bajando, y es increíble que después de que durante 100 años nos estropearon la cabeza diciendo que eso no se puede y que demonizaban a presidentes y ministros que tomaban la responsabilidad de poner al país en orden, hoy, estamos subiendo en popularidad y mi ministro se convirtió en un rockstar. Por eso quiero que conste que lo llevamos marcado a fuego. Haremos todo lo que está a nuestro alcance para cumplir el mandato sagrado de las urnas. Vamos a devolverle la libertad a los argentinos, para que nuevamente, al igual que durante la gloriosa era de mayo, cada argentino pueda volver a ser el arquitecto de su propio destino. ¡Vamos, los leones!
Quiero empezar a terminar estas palabras con una breve reflexión: tranquilos, ya va a haber recital, pero no es hoy. Gracias por ese Shofar. Tengo claro que estos primeros cinco meses que han transcurrido han sido difíciles, han sido difíciles para todos, fundamentalmente para la mayoría de los argentinos que heroicamente están poniendo el cuerpo por la tierra, pero también han sido difíciles por otras razones para buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical argentina. Han sido difíciles, no solo porque heredamos la peor crisis de nuestra historia económica y ordenar la economía luego de décadas de desastre no es gratis, sino también porque se ha cerrado un ciclo de nuestra historia política que, más allá de las intenciones, ha sido a todas luces un estrepitoso fracaso. Pero ese ciclo terminó.
Entiendo, entiendo que a muchos protagonistas de ese ciclo les es difícil aceptar la caída de ese antiguo régimen. Incluso entiendo que les cuesta imaginar su lugar en esta nueva Argentina. Pero quiero reiterar algo que ya he dicho en otras oportunidades y es que, lejos de perseguir vendettas personales o revanchismos mezquinos, y lejos de priorizar nuestro interés político personal, tenemos un solo interés por delante: el interés de la mayoría de los argentinos, que eligieron vivir en libertad. Porque como decía Mariano Moreno: “queremos más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”.
Hoy estamos parados frente a un nuevo punto de inflexión en nuestra historia. Por eso vengo hoy, aquí, a proponerles un nuevo sueño argentino. Ese sueño es recoger el guante de Los Héroes de Mayo, deponer los intereses partidarios, las ambiciones personales y políticas, y transformarnos en una generación de Patriotas que se anime a reconstruir la grandeza de nuestra Nación. Una nueva generación que tenga el coraje de hacer lo que la historia demanda, incluso si el costo es el de nuestra propia reputación. De manera que sí podamos, por primera vez en 100 años, volver a abrazar las ideas de la libertad, que transformaron un país pobre, vacío y analfabeto en una potencia mundial en décadas. Los invito a emprender una gesta generacional como aquellas sobre las que se escriben los libros de historias, ser una nueva generación de mayo. Una nueva generación de mayo que haga tronar el ruido de rotas cadenas e inaugure una nueva época de gloria para nuestra querida Nación.
Ustedes son testimonio del infierno que es el socialismo. Gracias venezolanos.
El siglo de oro argentino coronado en la celebración del centenario en 1910 y el siglo de la humillación que nos ha hundido en la miseria. Los estoy invitando hoy, aquí, a inaugurar una nueva era de oro para la Argentina, en nombre de la revolución de mayo de 1810, en nombre de la generación del 37, que imaginó un país que aseguraba los beneficios de la Libertad para todos aquellos que quieran habitar nuestro suelo, y en nombre de la generación del 80, que plasmó en nuestra tierra las ideas de la revolución de mayo ¡Feliz día de la patria!
Finalmente, pido a Dios que bendiga a los argentinos y que la fuerza del cielo nos acompañen ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! Muchas gracias.