Discurso del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el gran acto de Vox “Viva 24”, en Vistalegre Madrid, España

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Discurso del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el gran acto de Vox “Viva 24”, en Vistalegre Madrid, España.

Para comenzar quiero darle las gracias a los organizadores del Viva Vox y a mi querido amigo, Santiago Abascal, por invitarme estar aquí con ustedes hoy. El viernes presentando mi libro “El camino del Libertario” contaba que cuando empecé con toda esta peripecia de dar públicamente la batalla cultural estaba más solo que Adán en el día de la madre y en ese contexto uno de los pocos que me abrazaron y me aguantaron cuando todos me daban la espalda fue el querido Santiago, así que quiero comenzar hoy aquí haciéndole un agradecimiento público ante ustedes. Gracias Santiago.

Mirá Santiago hasta donde hemos llegado y cuánto que tenemos por delante. Vengo predicando mi invención del sistema capitalista en auditorios donde la mayoría de los que escuchaban no siempre comparten lo que digo, a veces, inclusive, predicando de frente ante gente que lo detesta porque se sienten aludidos por mi crítica, como ocurrió, por ejemplo, en el Foro de Davos.

Así es que debo decir que, al igual que cuando expuse en el Instituto Milken en Los Ángeles, es grato hoy estar entre amigos. Es reconfortante estar frente a un público que comparte nuestras ideas y que es parte de la enorme tarea de dar la batalla cultural, frente a quienes quieren imponernos una visión del mundo que no solo es inmoral, sino que es contraria a los valores que hicieron grande occidente. Es cierto que dos años no son nada, pero han pasado algunas cosas desde la última vez que estuve aquí con ustedes. Cuando me presenté acá, hace 2 años, era tan solo un diputado nacional que acompañado solamente por quien ahora ejerce el cargo de vicepresidente de la Nación, enfrentábamos a la totalidad del sistema político en Argentina defendiendo las ideas de la Libertad. Quiero decirles que si bien ahora tengo un trabajo un poquito más complicado y algo más particular, nunca he dejado de lado, ni lo haré en el futuro, mi tarea histórica que es ser un humilde divulgador de las ideas de la libertad. Porque estoy convencido que hoy más que nunca que estas ideas y valores que llevaron a lo más alto a la especie humana corren peligro y necesitan ser defendidas del asedio del maldito y cancerígeno socialismo. El socialismo, esa de ideología que está pintada de una pátina altruista que, básicamente, esconde lo peor del ser humano, que es la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual frente a la ley y si es necesario el asesinato, porque nunca se olviden que los malditos socialistas asesinaron a 150 millones de seres humanos.

Hace poco en la conferencia que brindé en el Instituto Milken dije que, en algún sentido, los argentinos somos profetas de un futuro apocalíptico que nosotros ya hemos vivido, pero que el resto de occidente aún tiene por delante. Porque si miran la historia Argentina de los últimos dos siglos verán una tragedia en dos partes: ascenso y caída. Una tragedia que es testimonio de lo que puede ocurrir cuando se reemplazan las ideas de la libertad por cualquier tipo de experimento colectivista. En la segunda mitad del siglo XIX la dirigencia Argentina grabó en piedra los principios básicos del liberalismo que son la defensa a la vida, a la libertad y a la propiedad privada y como resultado vimos el proceso de crecimiento económico más fuerte de nuestra historia, de hecho Argentina crecía más que la equivalente de las tasas chinas de este momento. En tan solo 35 años nos convertimos en una potencia mundial. Fuimos la primera nación de la historia humana en erradicar el analfabetismo, teníamos un producto bruto interno total superior a la suma de Brasil, México, Paraguay y Perú juntos, éramos la primera potencia mundial en términos de PBI per cápita. Nosotros, un país periférico que al resto del mundo apenas conocíamos, éramos la Meca de Occidente y recibimos millones y millones de inmigrantes que soñaron en Argentina la posibilidad de una vida mejor, la mayoría de ellos españoles, de ahí radica en parte la hermandad eterna entre nuestros pueblos.

Pero, en algún momento de la primera mitad del siglo XIX, la dirigencia política se enamoró del Estado, abandonó las ideas de la libertad y las reemplazó por la doctrina de la justicia social, que atenta directamente contra la libertad y la propiedad del individuo. Ahí comenzó el siglo de humillación Argentina, 100 años de decadencia en los que se rompieron, una y otra vez, todas las reglas básicas de la economía para sostener el afán de los políticos de gastar lo que no tenemos. Bajo el delirante pretexto de donde hay una necesidad nace un derecho, Argentina vivió permanentemente con déficit fiscal, con permanente crecimiento del gasto público y una situación que tenía que ser financiada. En primer lugar, los políticos inmorales los financian con deuda, que no es ni más ni menos que pasarle la fiesta presente a nuestros hijos, a nuestros nietos y a las generaciones futuras. Naturalmente, cuando el financiamiento se termina, recurren a la máquina de imprimir billetes y así, básicamente, Argentina, por ejemplo, le ha quitado 13 ceros a la moneda, ha tenido dos hiperinflaciones sin guerra, hoy podríamos quitarle tres ceros más a la moneda y han hecho un verdadero desastre con el impuesto inflacionario robándonos todo el tiempo. Y ya cuando no les queda más alternativa, suben directamente los impuestos explícitos, haciendo que el país verdaderamente deje de ser competitivo. Como resultado de estas medidas, vimos cómo nuestros ciudadanos comenzaron a empobrecerse sistemáticamente, hasta caer al puesto 140 del mundo en el ranking de PBI per cápita, habiendo llegar a multiplicar la pobreza por 10 veces en los últimos 50 años. Y no solo eso, Argentina que es un país que produce alimentos para 400 millones de seres humanos y tiene una presión fiscal en el sector agropecuario del 70%, es decir que el maldito Estado se queda con el alimento de 280 millones de seres humanos y a cinco millones de argentinos le falta de comer. ¡Basta de socialismo, basta de hambre, basta de miseria!

Por eso, es cuando miro a Europa hoy y también a los Estados Unidos y veo, lentamente, cómo van apareciendo pequeñas señales del trágico camino que tristemente recorrió la Argentina. En la otra vereda de la historia, mientras el socialismo destruía la Argentina, el capitalismo de Libre Mercado, literalmente, salvaba al mundo. Resta ver la historia económica global de los últimos 250 años y, en particular, de los últimos 100 años para demostrarlo. Hasta el año 1800, aproximadamente, el PBI per cápita del mundo prácticamente se mantuvo constante, pero a partir del siglo XIX y a raíz de la Revolución Industrial el PBI per cápita no sólo aumentó, sino que lo hizo de forma exponencial, multiplicándose por más de 20 veces y generando una explosión de riqueza que sacó de la pobreza al 90% de la población del mundo, aún cuando se multiplicó la población en ocho veces. Que lidien con ese dato los malditos aborteros.

¿Qué quiere decir esto? que cuanto más avanzó el capitalismo, la riqueza se incrementó cada vez a mayor velocidad. Por eso mientras que en el siglo XIX la tasa de crecimiento del PBI per cápita global fue en promedio del 0,6% anual compuesto, en el período comprendido entre 1950 y el 2000, vemos que la tasa de crecimiento fue de 2,1 anual compuesto y si se corrige por la subestimación de las estadísticas, estaríamos arriba del 3 anual compuesto. O sea, el capitalismo de libre empresa ha sido una panacea para Occidente, por eso no es casualidad que aquellos países que son libres crezcan el doble que crecen los países reprimidos y que tengan un PBI per cápita 12 veces mayor que lo que tiene un país reprimido. Por lo tanto, no solo eso, sino que además, aquellos países que son pobres, los que son pobres en los países capitalistas de Libre Mercado, tienen un ingreso promedio superior en el decil más bajo de 15 veces mayor y el 90% de la población de esos países reprimidos, vive por debajo de lo que viviría alguien pobre en un país capitalista.

Esto demuestra, a pesar de los llantos de la izquierda, que los mercados libres generan prosperidad para todos, no solo para algunos. No hay caso de país en toda la historia de la humanidad que haya abrazado las ideas la libertad, que no haya experimentado una explosión de crecimiento y prosperidad para todos. Por el contrario, el socialismo siempre que se ha intentado, no solo en la Argentina, sino en el mundo entero, ha sido un fracaso en lo económico, ha sido un fracaso en lo social, un fracaso en lo cultural y en muchas ocasiones un fracaso impuesto sobre pilas y pilas de cadáveres y nombres.

Este punto es central para lograr una acabada comprensión de la tragedia que significa el socialismo. Dado que el socialismo es una ideología que va directamente en contra de la naturaleza humana, necesariamente derivan esclavitud o muerte, no hay otro destino posible, abrirle la puerta al socialismo es invitar a la muerte. Pero si bien, todo esto es obvio, hoy es más importante que nunca señalarlo, porque en las últimas décadas las élites globales, lamentablemente, han sido cautivadas por los cantos de sirena socialistas. A través de ideas, discursos y valores que se han colado en el sentido común de nuestras sociedades, promovidos por organismos supranacionales, por ONG, por instituciones educativas y por la industria del entretenimiento y los medios de comunicación; discurso que dicen que el capitalismo es malo porque es individualista y que el colectivismo es bueno porque es altruista y, por lo tanto, bregan por la justicia social. Que persiguen al privado para que se someta a mandamientos de supuesta moral en cuestiones como el género, la cuestión racial o la cuestión ambiental, que muchas veces terminan atentando directamente contra la libertad y la capacidad de las empresas para generar riqueza, sino también sobre la vida humana.

Parece que no entienden que la justicia social siempre es injusta, porque implica un robo, porque implica un trato desigual frente a la ley y que cada intento de los políticos por hacerse los buenos, terminan perjudicando la generación de riqueza y en consecuencia perjudicando el conjunto de la sociedad. Tampoco se dan cuenta o no parece importarles, que el costo de sostener esta pantomima bien pensante de los progres, sea subvertir todos los valores que hicieron de la civilización occidental, la punta de lanza de la historia del progreso humano. Porque, en el fondo, están siendo guiados por pasiones humanas de las más bajas, como la envidia, el odio y el resentimiento, que nublan el pensamiento y los enceguecen. Es más, tanto los enceguece, a punto tal, que viven proyectando sus miserias en el resto.

Por eso, a todos aquellos que se piensan que están salvando el mundo con el Estado presente, con impuestos altos, con cupo de géneros y castigando a los empresarios, yo les digo: ¿Saben qué es lo mejor para los trabajadores? Que pacten contrato libremente con sus empleadores. ¿Saben que es lo mejor para las mujeres? Dejar de tratarlas como víctimas que necesitan cuidados especiales. Yo me pregunto: ¿Acaso los socialistas consideran a las mujeres como seres inferiores para estar otorgándoles privilegios? Les pregunto a los socialistas ¿o acaso no alcanza con ser iguales ante la ley? ¿Saben qué es lo mejor para el planeta? Dejar que el mercado encuentre como ha hecho siempre, las mejores soluciones. ¿Saben que es lo mejor para los niños? Un padre y una madre que les conoce mucho mejor que cualquier burócrata. ¿Y saben cómo se logra esto? Retirando al Estado parasitario de la vida de las personas y dejando que los ciudadanos sean libres. Dejándolos asociarse libremente, elegir qué producir, a quién emplear, dónde estudiar, a quién venderle, qué comprar y qué hacer con el fruto del trabajo propio. En definitiva, el mundo se salva no corriendo atrás de una agenda culposa de un par de burócratas, sino achicando al Estado para engrandecer a la sociedad.

Hay que destruir esa idea parasitaria que ha aprendido en Occidente que dice que la tarea del Estado, o sea, del burócrata, es controlar cada aspecto de la vida de los ciudadanos. Esa idea de que los políticos deben cuidar a la gente desde la cuna hasta la tumba. Esto no ha sido nunca la tarea del Estado, la tarea del Estado, en caso de existir, es defender la vida, la libertad y la propiedad privada de los individuos. Pero las elites globales no se dan cuenta de lo destructivo que puede llegar a ser implementar las ideas del socialismo, porque lo tienen demasiado lejos, no saben qué tipo de sociedad y país puede producir, y qué calaña de gente atornillada al poder y qué niveles de abuso puede llegar a generar. Digo, aún cuando tenga a la mujer corrupta, se ensucia y se tome cinco días para pensarlo.

Por eso me toca a mí mostrarles lo que es lo siniestro y nefasto que es el socialismo. Porque lo hemos vivido en carne propia, lo sufrimos todos los días, porque la Argentina es un país infectado del socialismo hace décadas, o quizás debería decir, era. El socialismo conduce a la pobreza y a la muerte, el que diga otra cosa es un ignorante o un mentiroso. Y como el socialismo conduce a la muerte, nunca pero nunca, podemos dar el brazo a torcer, en nada, no podemos dejarnos correr un milímetro por los zurdos, ni aún cuando parezca que tienen razón, porque nunca la tienen. Porque cuando dejemos una rendija abierta, nos atacarán desde una posición mejor para ellos. Se aprovechan de los más débiles de nosotros, de los que no se han ganado la abundancia de la que disfrutan, de los que la han heredado sin saber el sacrificio que ha implicado, de aquellos como se saben en falta, los carcome la culpa y quieren usarnos a todos para resolver sus propios problemas. Pero nosotros no somos débiles, nos hemos ganado lo que tenemos, realmente creemos lo que decimos, nos ha costado sangre y sudor llegar a donde hemos llegado y nadie ni nadie se va a interponer en nuestro camino. No importa qué hagan, no importa qué digan, ni cómo nos ataquen, por eso les digo, me importa un rábano lo que opinen los zurdos. En definitiva, no hay nada que puedan hacer para alterar el curso de los acontecimientos.

A la luz de las cosas que suelo decir, de las discusiones en las que me suelo meter, muchas veces recibo críticas de distintos actores del establishment y en particular, de los ensobrados del periodismo. Digo, con esto de haberle quitado la pauta oficial a los medios, parece que estoy buscando empleo en el subsuelo, y lo voy a rajar al coloradito…Pero no se hagan problema, ese es zurdo también, así que, no me interesa ese negocio. Me dicen: “pero usted ahora es un jefe de Estado, cómo va a estar haciendo estos comentarios, cómo va a abrir a hablar así de sus adversarios políticos, cómo va a hablar así de otros mandatarios como hace dos años, o de un presidente”, como me toca ser ahora. En todo caso, ahora que soy presidente, mi responsabilidad por librar la batalla cultural es, aún, mucho mayor, porque lo que hago y digo tiene un efecto más grande. Y dar la batalla cultural no es solo moralmente correcto, sino que, además, es necesario de un punto de vista del gobierno, es necesario para el éxito de cualquier programa de gobierno liberal o libertario, para que las políticas que implementen sean duraderas y para que en el futuro sean los propios ciudadanos lo que defiendan su libertad y no se dejen pisotear nuevamente por los socialistas. Porque, además, es importante alzar la voz, porque nuestros adversarios siempre juegan con ventaja. Porque tienen su gente metida en todos los niveles del Estado, tienen la fuerza de los sindicatos y de las organizaciones sociales, tienen a los empresarios prebendarios que viven del Estado y los financian, tienen los organismos supranacionales, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación y la industria del entretenimiento, y en mi caso, en mi país, hasta el control sobre el fútbol.

En ese sentido hay que reconocer que han hecho un trabajo formidable, en términos de lo que, Antonio Gramsci, llamaría “la construcción de una verdadera hegemonía global”. Si todos los que creemos en la vida, la libertad y la propiedad, no hacemos nada, estamos condenados. Si todos los que creemos en los valores que hicieron de Occidente la civilización más próspera de la historia no hacemos nada, estamos condenados. Por eso, todos los que estamos acá, ciudadanos españoles, argentinos, presidentes, pensadores, empresarios, todos aquellos que creemos en la libertad, debemos ponernos de pie y decirles ¡basta! Basta al odio al resentimiento y a la envidia que implica el socialismo. Basta a la autoflagelamiento y la culpa de Occidente. Basta a la pretensión de vivir en un mundo de cristal, sin que nadie se pueda sentir ofendido. Basta de la intromisión del Estado en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, volvamos a defender los valores que hicieron grande a Occidente. Volvamos a defender la vida, la libertad y la propiedad.

Ya estamos a cinco meses que asumí como presidente de la República Argentina, el 10 de diciembre y con orgullo puedo decir que estamos cumpliendo a rajatabla, la promesa que le hicimos a los argentinos. Agarramos una economía al borde de la hiperinflación, con 15 puntos de déficit fiscal consolidado, con emisión descontrolada después de haber emitido dinero por 13 puntos del PBI un año, con precios reprimidos a niveles ridículos y con tasas de interés altísimas y, a pesar de todo eso, la estamos dando vuelta. Con un esfuerzo enorme por parte de todos los argentinos, pero lentamente la estamos dando vuelta. Hemos resucitado sistemáticamente la inflación, mes tras mes, hasta lograr una inflación de un dígito mensual. Hemos bajado la tasa de interés sin que se dispare la inflación y sin que se dispare el tipo de cambio. Estamos haciendo el ajuste más grande y abrupto de la historia humana y para el espanto de todo el zurderío, la sociedad nos sigue apoyando con la misma condición que el 10 de diciembre.

Por eso, llora la izquierda local e internacional, porque todo lo que ellos resumen como imposible, nosotros lo realizamos. Porque todo lo que han roto con su chamanismo económico, nosotros lo estamos enmendando con trabajo y con las ideas y valores correctos; porque todas las ideas valores y teorías que ellos predican en mi país, ya han fracasado. Y todo aquello, a lo que ellos le tienen miedo, está empezando a tener éxito. Y también porque le estamos demostrando al mundo que, inclusive, en la peor adversidad, inclusive, cargando con la peor herencia económica de la historia del país, inclusive, siendo el gobierno con menos poder institucional de la historia e inclusive, con toda la política, los medios y los empresarios prebendarios en contra, quienes esgrimimos la verdad en un puño y en convicción en el otro podemos perseverar y salir triunfantes.

Porque, más tarde o más temprano, la verdad siempre se impone sobre la mentira, la libertad siempre se impone sobre la opresión, la vida siempre se impone sobre la muerte, y el bien siempre triunfa sobre el mal. Por todo esto, quiero decirles que soy un optimista. Cada vez son más los pueblos del mundo que se rebelan contra el maldito mandato socialista y lo hacen porque a diferencia de los socialistas nosotros confiamos en los ciudadanos, nos pensamos que hay que tratarlos como a niños en un jardín de infantes. Confiamos en su creatividad, en su capacidad de resolver problemas por su cuenta, en su criterio para criar en libertad a sus hijos en el seno de la familia, confiamos en la capacidad de los hombres y mujeres de forjar su propio destino y que esto redunde en mayor beneficio para el conjunto de la sociedad. Y esta confianza que tenemos en el ciudadano común tarde o temprano vuelve, porque para obtener confianza hay que dar confianza, y nosotros hemos entablado un pacto de verdad con la sociedad, porque, como siempre digo: es preferible decir una verdad incómoda en vez de una mentira confortable.

Por todo esto, quiero comprometerme con todos ustedes y decirles que no les voy a fallar. Voy a predicar con el ejemplo y demostrarle al mundo que un gobierno con nuestras ideas puede tener éxito y las hazañas que nuestro gobierno realice en la Argentina serán testimonio y prédica del paradigma capitalista de libre empresa. Pero no serán ningún milagro, sino la consecuencia necesaria del ejercicio de las ideas correctas, porque la libertad es el único camino posible a la prosperidad. Por eso les digo, ánimo en esta gesta por salvar a occidente de la decadencia, porque occidente está a tiempo aún de elegir si quiere persistir en la senda del fracaso o si quiere retomar el camino de la libertad.

Finalmente les quiero dejar una frase de uno de los mayores pensadores del siglo 20, que fue Ludwig Von Mises, y que además demostró la imposibilidad del socialismo ya en 1922, con su famoso tratado “El socialismo”. Mises sostenía que el socialismo es una alternativa al capitalismo como el cianuro de potasio es una alternativa al agua. Y dado que Mises era una persona con una gran visión y entendía de qué iba el desafío hizo una frase de Virgilio su frase de cabecera, una frase en latín que dice: “Tu ne cede malis, sed contra audentior ito”. Qué significa no cedas ante el mal, sino que enfréntalo con mayor audacia. No cedamos frente al socialismo, vamos a enfrentarlo con mayor valentía.

Naturalmente, parece una tarea titánica, parece que somos pocos, pero no tenemos nada que temer porque la victoria en el campo de batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo. ¡Viva la libertad carajo! ¡Viva la libertad carajo! ¡Viva la libertad carajo! Muchas gracias. Gracias Santiago. Gracias Vox. Gracias a todos, gracias, muchas gracias.