Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la 5° Cumbre Mundial de Salud Mental
Buenos a todos y a todas. Gracias a quienes nos acompañan en la mesa. Gracias a los que nos visitan, es muy bueno saber que la primera vez que una cumbre de esta naturaleza se realiza fuera de Europa; y es más lindo saber que hayan elegido Buenos Aires para hacerlo.
Han podido disfrutar durante los años anteriores de las bellezas y de las historias europeas, y ahora pueden disfrutar mucho de las bellezas y de la historia Latinoamericana; que son muchas y valiosas. Así que sean muy bienvenidos a mi Patria y muy bienvenido a la región.
Y sean muy bienvenidos porque además ustedes vienen a tratar un tema -a mi juicio- trascendente, no es un tema menor. Es un tema que es muy preocupante en los tiempos que vivimos, es un problema creciente en los tiempos que vivimos, pero sigue siendo un tema tabú en la sociedad. Tedros, de algún modo, lo planteaba recién cuando hablaba de la estigmatización del enfermo en la salud mental.
Yo recuerdo de pequeño que cuando había alguien con un problema de salud mental, yo diría menor, alguien con alguna depresión; era absolutamente estigmatizado y tratado dentro de la familia como alguien que debía ser ocultado. La misma familia empezaba por negarlo porque el problema de la salud mental es que no tiene manifestaciones físicas, no genera erupciones, no nos da tos, no se exhibe en el físico, pero está dentro de uno, es muy dañino. Y es muy difícil que el resto de la sociedad lo advierta, y cuando lo advierte como no sabe muy bien donde está el origen o no sabían muy bien donde estaba el origen, lo negaban. Y los tratamientos a los que siempre eran sometidos eran tratamientos virtualmente
inhumanos, virtualmente inhumanos; todo el sistema manicomial que funcionó es un sistema absolutamente inhumano, de destrato a la dignidad humana.
Yo he podido visitar, como presidente, centros de atención que nosotros estamos cambiando, donde quienes estaban internados estaban allí como reclusos en pabellones comunes, abandonados por sus familias, intoxicados por pastillas que los sedaban, que lo único que los preocupaba era tenerlos sedados para que no hagan lio, diría el Papa; pero la verdad es que eso no es el tratamiento que merece un ser humano que está enfermo, ese no es el camino.
Y nosotros…, lo escuchaba recién con atención al director general de la Cruz Roja decir cómo en situaciones de conflictos armados o de violencia la salud mental se lastima más. Nosotros vivimos en un tiempo donde no se dispararon armas, no se dispararon bombas, no se volaron mísiles, pero donde murieron 15 millones de personas; fue una guerrea silenciosa y se llamó pandemia; y todos los rastros que dejó la pandemia, todas las secuelas que dejó la pandemia han afectado la salud mental de todos nosotros, en mayor o en menor medida; algunos han tenido más fortaleza para sobrevivir un tiempo en el que la muerte caminaba entre nosotros y se los llevaba a algunos. No somos conscientes todavía de que somos sobrevivientes de la tragedia de la pandemia, sobrevivientes de una tragedia que se llevó 15 millones de personas.
Ayer en una charla que di en un foro empresarial, mostraba un cuadro donde se analizaban todas las causas de mortandad que la Argentina ha vivido, todas; la gripe española, la gripe aviar, la Guerra contra el Paraguay, la Guerra de la Triple Alianza, los desaparecidos por la dictadura, el genocidio argentino; la suma de todo eso es igual a la cantidad de muertos que ha tenido la Argentina como consecuencia de la pandemia; ¿Cómo eso no va a afecta psicológicamente a una sociedad? ¿cómo eso no va a afectar psicológicamente a un ser humano? ¿Cómo eso no va a afectar a un adolescente? recién lo escuchaba Tedros decir que estamos en una región donde el incremento de suicidios es mayor, y claro, porque lo que la pandemia ha generado es una falta de ilusión, una enorme falta de ilusión, de repente descubrimos que cualquiera se podía morir, en cualquier circunstancia y en cualquier coyuntura, no
diferenciaba ni ricos ni pobres, no diferenciaba blancos de negros, ni diferenciaba buenos de malos, se llevaba de todo, los iba eligiendo y se los iba llevando; eso fue lo que nos pasó, ¿cómo eso no nos va a afectar, y cómo eso no va a afectar la salud mental de un joven que tiene todo el mundo por delante y al inicio de la vida ve que eso puede ser su vida futura?
Con esto lo que quiero marcar es que poner la atención en el tema de la salud mental es absolutamente imperioso, es absolutamente necesario, es un imperativo de este tiempo; porque podemos seguir haciéndonos los distraídos, la Argentina también se hizo la distraída durante mucho tiempo con problemas de salud mental; me valgo de un ejemplo, la cantidad de suicidios de hombres que lucharon en las Malvinas; cuando volvieron de la guerra no encontraron ni el reconocimiento, ni el apoyo, ni la atención suficiente de la sociedad argentina y terminaron suicidados; a cada uno mi respeto y mi memoria para siempre, y mi gratitud por lo que hicieron. Pero del mismo modo está pasando hoy porque, vuelvo a repetir, vivíamos una guerra silenciosa, alguien nos atacaba y no sabíamos muy bien cómo contrarrestar ese ataque, no supimos hasta el día que llegó la vacuna, y para entonces ya era muchísimas las vidas que se habían ido.
Por lo cual yo creo que abordar este tema es un tema central, es un tema esencial para el futuro, no es un tema solo del presente, es un tema del futuro; y aprender a entender que hay una enfermedad que no tiene manifestaciones físicas, que está en el interior del ser humano, pero que es una enfermedad, y que hay que asistirla, y que todos tienen el derecho de tener esa asistencia; y que esa asistencia no pasa por la reclusión indigna en un lugar donde padecen condiciones de abandono; la asistencia es encontrar una salida, es encontrar la atención médica, la medicina también avanzó mucho en la atención de estas enfermedades, la psiquiatría, la psicología han avanzado muchísimo en la atención de todas estas enfermedades, y poder ir en ayuda de toda esa gente con lógicas distintas a las que hemos tenido hoy; al ver reconvertidos nuestros “manicomios” en centros de atención de salud, y al ver terminado con la reclusión en pabellones, lo digo así porque así era, la reclusión en abandono en pabellones de la gente enferma, que padece una enfermedad de salud mental; y poder ir haciendo ese tránsito hacia la recuperación,
y hacer las casas de paso intermedio, donde ya empiezan a vivir en una casa y empiezan a volver a convivir cuando su recuperación asoma, es lo que debemos hacer y es lo que debemos normalizar.
Lo que no debemos normalizar es seguir tratando al problema de la salud mental como un tabú, como algo de lo que mejor no hay que hablar, como algo que lo mejor es negarlo; ese método ingrato de sacarse el problema de encima, ponerlo en un lugar donde se lo interne, y que allí quede abandonado de los afectos, del cariño de su familia, de sus seres queridos, y a manos de profesionales que muchas veces también estaban educados en la lógica de lo que más era necesario, que era tenerlos tranquilos, y a tal fin recurrían a cualquier tipo de psicofármaco para “aliviarlos”.
Así que en este quinto encuentro, si no me equivoco, en este Quinta Cumbre Mundial Sobre la Salud Mental yo los impulso a que trabajemos en esa lógica, que prestemos mucha atención a lo que dijo el director general de la Cruz Roja, que tiene mucha experiencia, y cuenta cómo tras los momentos críticos de violencia, como puede ser una guerra, los conflictos de salud mental se agudizan; cuando tentamos presente que nosotros acabamos de vivir como humanidad una guerra silenciosa, pero que finalmente ha cobrado vida del mismo modo que cobra vidas una guerra. Y que además vivimos una guerra donde no sabíamos dónde estaba el enemigo, no sabíamos cuándo venía el ataque y no sabíamos de quién defendernos; si eso no altera la salud de alguien es que estamos en presencia de gente sobrehumana, a todos nos ha alterado en mayor o menor medida eso que hemos vivido, a todos nos ha alterado, a todos, y prestarle atención a ese problema es un imperativo ético de este tiempo.
Gracias a todos y a todas, los felicito el encuentro. Gracias. (APLAUSOS)