Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández en el inaugura la segunda reunión de la Conferencia de las Partes del Acuerdo de Escazú, primer tratado Ambiental de América Latina y el Caribe, en el CCK
Muchas gracias. Buenas noches a todos y todas. Los felicito por la paciencia por estar hasta tan tarde por un tema tan importante. Celebro que lo hayan hecho. Bienvenido a nuestros invitados.
Pude escuchar algo de tu disertación Marina, no pude escucharlos a ustedes, pero seguramente habrán aportado mucho.
En verdad lo que nos convoca hoy es aquello para lo que nos convocó el acuerdo de Escazú. En verdad, se trató de un acuerdo para involucrar a la sociedad civil en un problema que el mundo vive. El mundo no vive un cambio climático, el mundo tiene una tremenda crisis climática; Son dos cosas muy distintas, porque pensar en el cambio climático puede llevarlo a uno a suponer que es un tema que de algún modo es fácil de manejar, pero si uno toma la dimensión exacta de que lo que está ocurriendo en el mundo es una tremenda crisis climática, que condiciona el desarrollo y la prosperidad de muchas naciones, de muchos pueblos, entonces la historia es un poco diferente.
Pensaba que, en realidad, el acuerdo de Escazú tuvo ese enorme mérito, que es poner en la discusión pública, el problema de la crisis climática, darle exactamente la dimensión que tiene, permitirle a los actores de la sociedad civil, conocer lo que está pasando y qué están haciendo los gobiernos en favor de evitar que esa crisis se profundice; saber qué están haciendo esos gobiernos para tratar de salir de esa crisis. Y la verdad es que, lo ha dicho muy bien Juan y seguramente lo han dicho quienes me precedieron, la escuché a Marina decirlo también. En verdad, la América del Sur y el Hemisferio Sur, no son los causantes de esta crisis, definitivamente no lo somos. La causa de la crisis es la avaricia humana, es el capitalismo financiero desbocado, que con tal de ganar dinero y profundizar ganancias, no mide los daños que está causando. La realidad es que, solo hay que pensar que es un mundo donde 10 personas tienen la misma fortuna que el 40 por ciento de los habitantes del planeta. Semejante desigualdad solo se obtiene con la desaprensión que llevó a muchos a hacer de nuestro planeta un lugar invivible. Cuando se dieron cuenta de la gravedad del problema, decidieron ponerse de acuerdo y firmamos aquellos pactos, primero en Japón y después en Paris; Los primeros acuerdos para hacer frente al cambio climático, que Argentina participó siempre de esos acuerdos. Y lo hizo con la convicción de que el mundo estaba viviendo una profunda crisis y que nosotros no queríamos que esa crisis se profundice. Lo cierto es que, los años pasan y en verdad la crisis no parece estar resolviéndose, no parece.
El año pasado me tocó presidir la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. Y la verdad es que, de lo único que me di cuenta es que el problema climático afecta a todo el continente y afecta particularmente al Caribe, la gente de Granada lo sabe mejor que nadie. La realidad es que, uno ve cómo el Caribe ha visto cambiar su clima abruptamente, y cómo la mayor preocupación que tienen es la suba de las aguas.
La primer Ministra de Barbados me comentaba, en la COP que hicimos en Escocia, que parte de su territorio había quedado bajo las aguas. Son países insulares, y una de sus Islas había quedado, definitivamente, tapada por las aguas. Y ese crecimiento, y ese avance de los mares, en países insulares, es de un enorme riesgo, pero no solamente es el avance de las aguas, son tornados que aparecen y antes no aparecían y que se llevan poblaciones enteras con ellos.
Y pensamos ¿Qué problema el que vive el Caribe? Pero la Argentina acaba de soportar la sequía más importante desde 1929. Nunca habíamos vivido algo igual. 100 años prácticamente. En 100 años vuelve a repetirse una sequía de una magnitud que nos afecta sensiblemente porque, finalmente, eso significa que el 30 por ciento de nuestra producción agropecuaria y ganadera se pierde, y con eso pierde la sociedad toda porque son divisas que dejan de ingresar, son reservas que se pierden y es dinero que debería ingresar para que circule y de riqueza a los argentinos. Todos estamos viviendo, de un modo, o de otro, consecuencias nefastas de esta crisis climática. Todos, en cualquier rincón del planeta.
Aunque es muy cierto lo que Juan decía en su discurso, y lo que se dijo, de algún modo, en París. Sí, es verdad, todos lo padecemos, pero no todos tenemos la misma culpa, no todos. Argentina calculamos que es responsable en el 0,7 por ciento de emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, paga las consecuencias como cualquier otro país del mundo. Y la América Latina tiene poco que ver con la contaminación de nuestro ambiente. Ahora, menos tiene que ver África, que padece y sufre los efectos de un modo tremendo. Cada vez que uno mira el mapa africano, cada vez las zonas desérticas se van ampliando. Y aún le quedan las selvas, que proporcionan oxígeno a nuestro planeta. Como nos queda a nosotros la Amazonia, como nos queda el monte Chaqueño, como nos quedan todos los montes andinos, para darle oxígenos a un mundo desarrollado, que poco está preocupado por cuidar el oxígeno que consumen los humanos.
Por eso, la realidad es que ese desarrollo, que se dio en el mundo, fue un desarrollo nefasto, fue un desarrollo avaro, fue el desarrollo del capitalismo financiero, fue un desarrollo que generó una enorme desigualdad, en el mundo, que si quieren encontrar efectos de esa desigualdad busquen los efectos, en la pandemia. Miren los muertos en los países más empobrecidos y miren los muertos en los países más desarrollados. Esos países más desarrollados no son necesariamente más igualitarios, han logrado más riquezas que se ha concentrado en unos pocos y si quieren saber de lo que hablo, vayan y caminen por Los Ángeles y vean como las calles, de Los Ángeles, se colmaron de carpas de gente que se quedó sin casas y el mismo Estado les dice adónde tienen que vivir, en qué carpa tienen que ubicarse, en el medio de las veredas.
Vayan a Nueva York, que acaba de reglamentar el uso del espacio público para los que pierden sus casas y si creen que ese es un problema de la desigualdad americana vayan y recorran Oxford Street, en Londres, y vean ahí uno al lado del otro, gentes durmiendo en las calles.
Lo que tenemos es un mundo profundamente desigual que la pandemia dejó al descubierto como nunca. Reflexionen – un instante – cómo se distribuyó la vacuna, en la pandemia. Cuando la vacuna apareció el 90 por ciento de las vacunas quedaron concentradas, en el 10 por ciento, de los habitantes de la humanidad y el 90 por ciento de los habitantes de la humanidad fue a pelear el 10 por ciento restante de vacunas que quedaban. En ese mundo vivimos, en ese mundo desigual vivimos.
Ese mundo desigual, ahora, tiene el desafío de dejar de lastimar el planeta, porque – finalmente – el planeta es el lugar donde vivimos, es nuestro hogar. “La gran aldea”, decían los hijos del neoliberalismo, de Thatcher, la gran aldea que nunca existió, a la que trataron muy mal. Ahora lo que nos queda a nosotros es unir esfuerzos.
Yo suelo repetir que la globalización, tal y como la pensaron, ya no existe más, esa gran aldea no existe, no existe, no nos ayudamos entre todos; algunos la aprovecharon y algunos perdimos mucho. Ahora lo que sí creo es que todos nos hemos dado cuenta de que esa globalización no existe como la pensamos y que lo que estamos viviendo es un sistema, donde la globalización se repiensa y entonces lo que vemos es deslocalización de empresas. Antes los alemanes, los franceses, los americanos iban a China; los americanos a México buscando mano de obra más barata y allí ponían sus empresas. Ahora se han dado cuenta que eso les trajo un problema económico a ellos. Algunos se preocupan mucho, porque China terminó creciendo más de lo que esperaban y ahora generan un problema de geopolítica porque creció mucho China. Y ahora estamos viendo un proceso de deslocalización que consiste en volver a sacar las empresas, de esos lugares, para volverlas a poner en el lugar de origen. Si quieren enterarse de esto, lean a Mariana Mazzucato que lo explica mucho mejor que yo.
Ahora, en esa nueva dimensión de la globalización lo que tiene mucha preponderancia son las regiones; la globalización ha de ser una comunidad de naciones y se está convirtiendo en una comunidad de regiones y Europa se une, se concentra y junta fuerzas para enfrentar el desafío, que le imponen China y Estados Unidos. ¿Y América Latina qué hace? Si de algo debemos lamentarnos, es que – en los años de Trump – se logró dispersar a la América Latina mucho, se la logró desunir, se la logró dividir y en esa división quiénes perdieron. Los latinoamericanos solamente perdieron, porque – como dice aquel poema de Mario Benedetti – “en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”. Entonces, si estamos todos juntos valemos mucho más, que si en soledad vamos a discutir con el mundo.
¿Y qué tiene esta América Latina para ofrecerle al mundo, en este momento de crisis climática? Tiene dos cosas: tiene algo para exigirle, tenemos que exigirle al mundo que adviertan que somos acreedores climáticos; no somos deudores climáticos, somos acreedores climáticos. No causamos esta tragedia y además tenemos los remedios para soportar y sobrellevar y resolver la tragedia. En segundo término tenemos que entender que debemos trabajar unidos para hacer valer esta fuerza.
Yo soy muy… no hace falta que hablé yo de amistad y mi cariño por el presidente de Brasil Lula, gracias a Dios que volvió Lula, gracias a Dios que volvió Marina y que cuiden la Amazonia, gracias a Dios que hay un gobierno en Brasil que advierta y observe que la discusión del cambio climático no es una discusión mentirosa de expertos, es una tremenda crisis que vive la humanidad y gracias a Dios que están ellos para cuidar lo que todos necesitamos, la Amazonia, un enorme pulmón del mundo; gracias a Dios que podemos unirnos toda la América Latina para garantizar el oxígeno que el mundo necesita y que necesitamos nosotros; gracias a Dios que exista Boric, en Chile; gracias a Dios que llegó Petro, a Colombia; “Lucho” Arce y yo ya somos viejos, provenimos de antes. Pero bueno, finalmente tenemos ahora las condiciones necesarias para lograr esa unión latinoamericana y del Caribe, que tanto propiciamos.
El día que asumí la presidencia, en la CELAC, la asumí con un compromiso que era que el próximo presidente de la CELAC tenía que ser alguien del Caribe y San Vicente Granadinas hoy preside la CELAC y eso lo hicimos porque así generamos confianza entre nosotros. Hay países más poderosos y menos poderosos; México y Brasil lideran la economía de Latinoamérica; otros estamos un poco más atrás y otros son muy pequeños pero todos somos necesarios y todos somos importantes. Y en esa tarea, que nos queda por delante que es llamar la atención de todo el mundo, llamar la atención de nuestros pueblos, preservar a los activistas ambientales, cuidarlos, que están cuidando nuestras vidas. La violencia que ellos padecen son la violencia de los poderosos, los que quieren hacer que algo cambie, pera que todos siga igual. Y lo que nosotros queremos es que algo cambie para que nada de esto siga ocurriendo para que no tengamos más que lamentar la tala del Amazonia, la tala del norte argentino, en otros tiempos, para que nos demos que finalmente de lo que estamos hablando es de ver cómo vivimos mejor en nuestro hogar, que es el mundo, que no discrimina, el ambiente no discrimina entre ricos y pobres. A todos nos maltrata y a veces nos maltrata a los que menos culpa tenemos.
Muchas gracias a todos y todas por estar acá, bienvenido los países que se han sumado al Acuerdo, les deseo lo mejor para todos. Gracias. (APLAUSOS)