Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la XXVIII Cumbre Iberoamericana, en Santo Domingo, República Dominicana
Muchas gracias, querido Presidente, señores jefes y jefas de Estado y de gobiernos de Iberoamérica, representantes de los estados miembros, queridos amigas, queridas amigas: una Iberoamérica justa y sostenible, ese es el objetivo que hoy nos convoca.
Siendo América Latina el continente más desigual del mundo, semejante propósito asoma ante nosotros como un desafío más que difícil. Si advertimos, además, que lo justo y sostenible que buscamos puede ser alcanzado en un tiempo en el que la humanidad aún se repone de los efectos de una pandemia, en el que el mundo central se enreda en una guerra, desatada por la invasión rusa sobre Ucrania, que esa guerra altera la economía global, en la que crujen los cimientos del sistema financiero internacional, y en el que el clima observa cambios, que anegan o secan territorios viales para la humanidad, entonces la dimensión del objetivo se vuele gigantesca.
No vengo a sembrar desánimo, en todo caso destaco el escenario que enfrentamos, reclamando el coraje y la condición transformadora que hace falta para que lo justo y sostenible - en Iberoamérica - sea una realidad y no solo parte de la retórica discursiva de este encuentro.
La globalización está en crisis; asistimos a una revisión de las lógicas que le dieron vida; ahora sabemos que aquella gran aldea nunca nació, y que sólo se construyeron barrios centrales, que concentran los recursos financieros del mundo; y barrios marginales, que en el sur del mundo, hacen ingentes esfuerzos en la búsqueda de un desarrollo que parece nunca llegar.
La globalización, otra vez se muestra frágil, el capitalismo financiero hace temblar la economía cuando otra de sus burbujas - cargadas de especulación - explota inesperadamente. El mundo central, que pasivamente deja inflar esas burbujas, corre en socorro del sistema ante la explosión, para que el efecto dominó - que ya vivimos hace quince años - no vuelva a asomar.
A esta altura de los acontecimientos, con tanta concentración financiera, con tanto juego especulativo, ya deberíamos entender que el sistema al sistema financiero actual no hay que socorrerlo más, hay que cambiarlo drásticamente.
La globalización expresa, también, un tiempo de revisión en su faz comercial, la clave irrupción de China en el mercado mundial ha generado dos efectos contundentes: el primero es una relocalización de las industrias en sus lugares de origen; la búsqueda de mano de obra barata salió muy cara, solo deparó demandas y crisis sociales.
El segundo es el fortalecimiento de los bloques regionales, las naciones unidas en bloques han logrado potenciar sus recursos y generar un mejor marco de desarrollo social.
Nuestra América, en los años en los que Donald Trump gobernó en los Estados Unidos, sufrió un proceso de desintegración regional tremendo; la UNASUR fue desvaneciéndose a medida que sus miembros se desvinculaban cumpliendo mandatos impuestos por aquel gobierno republicano.
Hasta la OEA quedó al servicio de ese objetivo desintegrador convalidando un golpe de Estado, Bolivia. Si queremos una Iberoamérica justa y sostenible el primer paso que debemos dar es restablecer la unidad, una unidad que nos permita que no se prolonguen los bloqueos económicos, que afectan a pueblos de la región; una unidad necesaria para preservar intereses comunes, en la que debemos respetar la diversidad ideológica, en democracias fuertes, donde los derechos humanos sean respetados.
En un tiempo tan difícil, como el que atravesamos, signado por un descontento social, en el que encuentran eco los discursos del odio, que castigan a las democracias, estamos moralmente obligados a unir esfuerzos. Somos todos pasajeros en un mismo barco, tenemos pues un destino común, que nos convoca. “Nadie se salva sólo”, diría el Papa Francisco. La unidad de la región es una necesidad política, una condición necesaria para alcanzar nuestros sueños. La justicia social es un imperativo ético, que el ahora nos impone.
Debemos reconstruir la solidaridad en la región; consolidar sociedades que a todos nos ampare y no promuevan la cultura del descarte. La inclusión efectiva genera empleo, consolida el mercado interno y abre posibilidades el comercio exterior. Todos sabemos que no hay inclusión efectiva, sin políticas públicas de inversión social, en seguridad alimentaria, en educación, en desarrollo científico y tecnológico, en infraestructura y en salud.
Deseo que salgamos de aquí con ideas renovadas que favorezcan la construcción de la unidad regional, que consolide la equidad social basándose en un desarrollo sostenible. Somos integracionistas por identidad.
En 1991, fundamos el MERCOSUR, que sigue vigente, a pesar de los muchos problemas que debió enfrentar; ha perdurado por la convivencia entre gobiernos, de distintos signos políticos. Hoy ejercemos su presidencia pro tempore.
El pasado 24 de enero culminó nuestro mandato al frente de la CELAC, un mecanismo de diálogo y concertación política, del cual participan todos los países que integran la geografía común. Tanto la CELAC, como esta Cumbre Iberoamericana provee los marcos adecuados para pensar soluciones en un marco que preserve la institucionalidad del Estado de derecho y respete los derechos humanos. No hay solución desde el aislamiento.
Debemos ser creativos y plantear modelos innovadores, que propicien el fortalecimiento de las economías, en función de las capacidades de nuestros países, en materia de seguridad alimentaria y transición energética la mejora de los nivelas de productividad, así como la integración de las cadenas logísticas y de valor deben incorporar la discusión sobre inversión y la transferencia sobre la tecnología, como palancas del fortalecimiento del sistema alimentaria y energético global. Proyectos como el desarrollo del litio, el hidrógeno verde, la agricultura familiar y los avances en ciencia, tecnología e innovación requieren un esfuerzo de cooperación importante. El destino deseado no es un regreso al pasado; tenemos materias primas que debemos ser capaces de industrializarlas para que nuestras exportaciones se potencien. Debemos vincular las cadenas regionales de valor e identificar nuevas cadenas de suministros seguros. En este campo – América Latina y el Caribe – presentan un activo y una oportunidad ante el mundo.
La búsqueda de esos objetivos nos obliga a transitar un camino colmado de obstáculos. Asistimos a un escenario internacional, caracterizado por elevados e insostenibles niveles de endeudamiento, que condicionan el crecimiento de nuestros países. Las tasas y sobrecargo, que el Fondo Monetario Internacional impone, a los países endeudados resultan abusivos. Esa realidad colisiona con esa arquitectura financiera internacional, que antes ya cuestioné.
Es necesario acrecentar la transparencia de las instituciones financieras internacionales y abogar por un mayor acceso a facilidades crediticias a fin de impulsar el crecimiento y el desarrollo, antes que la especulación. Asistimos, también, a una amenaza creciente, la crisis climática pone en crisis la vida de nuestros pueblos y el desarrollo de nuestras economías.
El Caribe se ve expuesto al avance de las aguas del mar, mientras soporta huracanes inclementes. El resto de América Latina también sufre; hoy golpea, a la Argentina, una sequía historia, que compromete a productores, que impacta sobre el valor de los alimentos y restringe recursos financieros esenciales para la recuperación económica y de ingresos de nuestra gente.
La Argentina se encuentra comprometida con la implementación del acuerdo de París; avanzamos en la transición a energías renovables, la adopción hacia las energías limpias para la reducción de emisiones, así como la erradicación de la deforestación ilegal y la restauración de los ecosistemas. Para alcanzar tal cometido - a nivel global – la arquitectura del financiamiento climático multilateral debe ser justa, transparente y equitativa, basado en el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas. No tenemos nosotros la culpa de semejante crisis climática.
La situación global, que nos tocó vivir, durante la pandemia puso de manifiesto que resulta esencial seguir promoviendo la transformación digital de nuestros pueblos. Esta transformación y la velocidad en la cual se desarrolla dependen, en gran medida, del avance que se logre en reducir al máximo las brechas digitales. Esto conlleva a un gran esfuerzo para encauzar las políticas públicas hacia aquellos sectores de vulnerabilidad que requieren acciones inmediatas.
Deseo agradecer a los Jefes de Estado y de Gobierno, de los países Iberoamericanos y a los representantes de los estados miembros por el comunicado especial sobre la cuestión de las Islas Malvinas. Agradecemos profundamente el permanente respaldo al llamado a la reanudación de las negociaciones bilaterales, con el Reino Unido, conforme con las resoluciones de Naciones Unidas y otros foros internacionales.
Vaya mi más profundo agradecimiento, a la hermana República Dominicana, por el esfuerzo en la organización de esta XXVIII Cumbre Iberoamericana y por la hospitalidad con que siempre nos ha recibido.
Este diálogo que proponemos es el que facilitará la adopción de los consensos necesarios para seguir avanzando en proyectos conjuntos y mejorando la calidad de vida de nuestros pueblos. La integración y la igualdad son nuestros objetivos, consolidar la región y dejar de conectarnos con el resto del mundo, desde la individualidad, va a hacernos más fuertes, a la hora de negociar nuestros intereses comunes. No debemos demorarnos más, cada día que nos encuentra distancia representa energía que se pierde y necesidad que quedan insatisfechas.
Hoy – sentados alrededor de esta mesa – tomemos la decisión de unir a nuestros pueblos, en pos de nuestros legítimos derechos. Cuando, en la Argentina, celebramos 40 años de democracia ininterrumpidas no abramos las puertas a los detractores del Estado de derecho, que destilan odios de sus bocas buscando desalentar a nuestros pueblos. En estos tiempos, que nos ha tocado, el más difícil, sin dudas, hagamos lo posible, unámonos para ser artífices de nuestro futuro y para que nunca más el mundo central nos postergue en las periferias de la decadencia. Muchas gracias. (APLAUSOS)