Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la inauguración de las obras de ampliación y puesta en valor del Colegio Centenario, en la prov de Santiago del Estero.
Muchas gracias a todos y a todas, gracias por estar hoy aquí: fueron maravillosas las palabras de la Rectora, fueron muy reflexivas y en verdad nos obligan a pensar un poco todo, porque hace mucho tiempo, que vengo planteando que esta Argentina, en la que vivimos no es una Argentina justa, es una Argentina profundamente injusta por desigual.
Cuando uno mira la historia hacia atrás, uno se da cuenta que aquella generación del 80’ pensó, una Argentina en un tiempo dado y con una sociedad dada, donde pensó que desarrollando el centro del país y teniendo un puerto por donde pudiera salir toda la producción agrícola y ganadera hacia Europa, teníamos el país resuelto. Pero, la verdad que esa lógica es muy difícil analizarla con este presente, con todo lo que vino después, pero lo que sí está claro que esa lógica fue insuficiente y que la prolongación de esa lógica, en el tiempo, generó enormes desigualdades en la Patria y enormes injusticias, en la Patria. Y así la Patria tuvo un centro muy rico y un Norte olvidado y una Patagonia olvidada, un centro muy rico y una Patagonia postergada y un norte postergado y la verdad que siento, que es tiempo, que nosotros reflexionemos sobre esas cosas, reflexionemos.
Hoy estoy aquí porque yo soy alguien que ama profundamente la educación pública, cree que la educación es el futuro del desarrollo de las sociedades y de las naciones, lo creo fervientemente. (APLAUSOS).
En esa Aula Magna, en ese anfiteatro maravilloso, que esta escuela tiene, que pude ver recién, hay una frase de Domingo Faustino Sarmiento, que dice exactamente eso. Fíjese que historia: el mismo hombre que fue parte de la generación del 80’ tuvo capacidad para entender que la educación pública era – definitivamente – el trampolín, que podía convertir a la sociedad argentina en una sociedad de futuro.
En aquellos años, Alberdi y Sarmiento fueron dos personajes para entender la importancia de la educación pública, pero después vinieron otros y allí, en Córdoba – como bien dijo el ministro de Educación, “Jimmy” Perczyk – se llevó adelante la reforma universitaria, que fue modelo para toda Latinoamérica, una reforma que hizo que la libertad de cátedra y la libertad de pensamiento impere en todas nuestras universidades; garantizó el co-gobierno y después vino Perón y esa universidad la hizo gratuita, para que los hijos de los trabajadores pudieran pensar en superarse. Cuando Perón habló, una y otra vez, de tener un sistema de escala ascendente, de ir ascendiendo socialmente, en ¿qué fue en lo que más pensó? Pensó en la educación, en que los hijos e hijas de los que trabajan pudieran educarse, pudieran ascender socialmente, pudieran tener mejores condiciones que las que tuvieron sus padres.
Y así pienso y así creo y – hasta el día de hoy – sigo dando clases, en la Universidad de Buenos Aires sólo devolverle a la sociedad, que me dio la educación y todo lo que me dio; a esa sociedad le debo todo. Yo estudié por los impuestos que los argentinos pagan, como millones de argentinos y argentinas estudiamos por los impuestos que los argentinos pagan. (APLAUSOS). Y yo siento que así le devuelvo a esta sociedad que pagó mis estudios parte de lo que le debo. Pero sabiendo ustedes lo que representa para mí la educación pública no tienen idea lo que representa para mí ver esta escuela, ver este colegio, no tienen idea de lo que representa. Conozco muchas escuelas del país, conozco muchas universidades del país, conozco muy poquitas universidades y muy poquitos colegios de la calidad edilicia, que aquí estoy viendo, muy poquitos.
Y me pone muy feliz, que este enorme Colegio del Centenario sea tan grande y que sea parte de Santiago del Estero, que lo disfruten santiagueños y santiagueñas, los que dan clases y los que la reciben porque van a poder dar educación y recibir educación en condiciones únicas edilicias para poder lograr ese objetivo.
Y ahí me detengo en las palabras de la Rectora, en verdad suelo decir que la vida es como una suerte de carreras de obstáculos, suelo decir que el secreto de la vida es ver cómo uno puede seguir corriendo y saltando obstáculos, que permanentemente se le van cruzando; ella esos obstáculos prefiere llamarlo… la vida la cambia por un tren y los obstáculos lo cambia por una estación, pero – más o menos – decimos las mismas cosas. Y la verdad, estamos hoy presenciando una estación maravillosa: la reconstrucción de un colegio increíble, centenario, que tiene dentro de sí miles de historias de santiagueños y santiagueñas que pasaron por aquí y se educaron que seguramente de aquí pasaron a universidades, en Santiago o en otros lugares del país para seguir educándose, acá formaron hombres y mujeres con las mejores virtudes y para eso es que la pusimos en valor. Así, cuando Gerardo nos dijo: “tenemos la escuela del Centenario, que es tan importante para nosotros y tenemos que ampliarla para que la escuela primaria tenga mejores comodidades y tenemos que poner en valor lo que ediliciamente es, porque es una belleza – ediliciamente – hablando, arquitectónicamente hablando y tienen un monumento único, aquí en Santiago, del que deben estar orgullosos en la situación en la que ha quedado. (APLAUSOS).
Para que esto se pudiera hacer hace falta voluntad política, la voluntad de un gobernador que vino y me dijo: “hay una escuela, que tenemos que poner en valor” porque tiene todo esto que acabo de decir yo y un presidente que dijo: “hagámoslo juntos y hace falta también un ministro se arremangue y pueda llegar al objetivo final. Estoy hablando, de mi querido Gabriel Katopodis. (APLAUSOS)
Quiero contarles algo: Gabriel hoy cumpleaños, no pudiste tener mejor regalo de cumpleaños que ver terminado tu trabajo, la verdad, querido “Gaby”. En verdad es un día de alegría para mí y es un día de reflexión, como nos invitó a reflexionar la Rectora, porque nosotros no vivimos en ese país justo que queremos vivir y para construirlo necesitamos el esfuerzo de todos, no basta con que algunos queramos, necesitamos que todos queramos. La Rectora – en un párrafo magníficamente escrito – contó lo que fueron los años de la dictadura. Yo la viví esa dictadura, estudiaba en esa dictadura, estaba en la Universidad de Buenos Aires, durante esa dictadura, tuve amigos exiliados, amigos muertos y amigos desaparecidos. Fue un tiempo macabro, perverso, tal como lo describió magníficamente la Rectora.
En esos años, mi generación tenía una utopía, la palabra utopía para muchos suena como algo inalcanzable, suena algo irrealizable. Es como una gran vocación que todos tenemos adentro y que sentimos que nunca la vamos a poder realizar. Nosotros teníamos la utopía de la democracia, nosotros queríamos que de una vez por toda la violencia dictatorial se fuera, de la Argentina, y que de una vez por todas y para siempre reine el imperio de la voluntad popular y luchábamos por eso. Hizo falta también Malvinas para que los dictadores se cayeran a pedazos. Y la realidad es que un día recuperamos la democracia y era una democracia muy flaquita, muy débil que todos los días debíamos apuntalarla, eran los días de Raúl Alfonsín, todos los días aparecía un militar que lo amenazaba, todos los días aparecía un carapintada que lo ponía en jaque, pero la democracia siguió y siguió creciendo y, este año, la democracia cumple 40 años. 40 años ininterrumpidos de democracia, el período más largo de nuestra historia, en democracia. (APLAUSOS).
Ustedes dirán: ¿por qué me dice todo esto, este tipo? bueno, miren, ¿saben por qué les digo todo esto? porque a veces las utopías si son una decisión colectiva se cumplen y dejan de ser utopías, se cumplen. Y yo tengo una utopía, yo tengo la utopía de la igualdad; tengo al utopía de una mayor justicia social; y justicia social solo se consigue con más libertad y con más igualdad, llevando a todos las mismas oportunidades para poder desarrollarse, sino la igualdad no es tal. Algunos nacen con su vida resuelta y algunos nacen con todo por resolver. Y en esa desigualdad no podemos seguir viviendo y a veces esas desigualdades esta marcada tan solo por el lugar geográfico en donde uno nace; y eso es imperdonable en los tiempos en que vivimos, es inadmisible.
Lo dije el otro día cuando abrí las sesiones ordinarias en el Congreso nacional. No podemos estar tranquilos viendo cómo todos los recursos se concentran en el centro del país y pocos recursos excedentes van hacia el norte o hacia al sur de la Patria; porque lo que necesitamos es desarrollar ese norte y ese sur. Yo desde el primer día del Gobierno me propuse a hacerlo; ¿será una utopía? Será una utopía, no importa voy a seguir haciéndolo. (APLAUSOS).
Lo cierto es que el 20 de mayo del 2020 vine aquí y esto estaba en construcción, y todos los alumnos estaban dispersos en diferentes escuelas de Santiago porque no podían venir acá porque estaban empezando las obras de construcción; yo dije: esto lo vamos a terminar y esta va a ser el gran colegio que Santiago merece; y acá está hecho, y la utopía se hizo realidad, y fue decisión política; decisión de algunos que dijimos: “hagamos realidad ese sueño”, eso solo hizo falta, no hizo falta otra cosa.
Y del mismo modo hago lo mismo en todo el norte grande argentino, me han visto -no hace mucho tiempo- levar casas al Impenetrable Chaqueño, llevar un acueducto al Impenetrable Chaqueño; a esa ciudad donde fui nunca un presidente de la democracia había ido, nunca. Me han visto ir a la Antártida a preservar nuestra soberanía, a recuperar toda la riqueza de nuestro mar, nuestro Atlántico Sur; lo hice después de 26 años que un presidente no pisaba la Antártida. Me van a ver inaugurar, como inauguré el acueducto que habló recién Gerardo, querido, que trabajamos juntos; me van a ver inaugurar un gasoducto en el Chaco, además, de 500 kilómetros; un gasoducto que se postergó porque alguien prefirió hacer el Paseo del Bajo de Puerto Madero en la Ciudad de Buenos Aires. El Paseo del Bajo para que vivan mejor los que teníamos una casa en Puerto Madero, pero el acueducto ese es agua para medio millón de chaqueños, ¿Qué es lo que debemos privilegiar en la Argentina? ¿Qué es lo que debemos privilegiar? (APLAUSOS).
Yo quiero que esos valores de los que habló la rectora, por sobre todos, uno: que dejemos de lado el individualismo y pongamos en valor la solidaridad, porque si entre todos nos ayudamos y si entre todos prestamos atención a lo que el otro necesita, vamos a ser un país mejor, y va a ser más fácil lograr lo que necesitamos; pero si terminamos creyendo que la suerte de cada uno de nosotros depende de cada uno de nosotros, vamos a terminar fracasando, porque como les dije antes, algunos nacen con su vida resuelta, y otros toda una vida que afrontar para ver cómo resuelven su vida. Eso es de la solidaridad de la que hablo, esa es la solidaridad que hace falta.
Por lo tanto, me la han escuchado decir otras veces, que, en un momento tan grato, tan lindo como el que estamos viviendo hoy, vale la pena decírselo una vez más a ustedes queridos santiagueños y queridas santiagueñas, querido Gerardo, querida Rectora, querida Senadora, queridos Ministros. Miren, allá por el año 87´ lo acompañaba a Antonio Cafiero, y Antonio tenía una frase que repetía una y mil veces, él decía: “Quién sueña solo, solo sueña, pero quien sueña con otros, hace realidad los sueños”. Yo tengo un sueño, tengo una utopía, que es vivir en un Norte Grande integrado a la Argentina, que es vivir Norte Grande que se desarrolle, que es vivir en un Norte Grande que de educación a todos los que aquí habitan. Quiero seguir soñando con un Norte Grande que les de trabajo a todos los que habitan este suelo. Yo sigo teniendo la utopía de la igualdad y sigo teniendo esos sueños, ¿saben qué les pido?: No me dejen soñando solo, sueñen conmigo, porque si sueñan conmigo vamos a hacer del Norte Grande ese pedazo de la patria que enorgullezca a todos los argentinos y a todas las argentinas.
Felicitaciones Gerardo, felicitaciones Santiago por esta maravillosa escuela que han puesto en valor. Gracias a todos y todas.