Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la entrega de mobiliario escolar, material deportivo para clubes de barrio y firma de convenio para construir una sede de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Berazategui, prov Buenos Aires
Muchas gracias. ¡Buen día Berazategui! Muy feliz de estar aquí con ustedes. Gracias por el cariño, por el afecto, gracias querido Juanjo, por el compromiso, por el afecto de siempre. Viejo militante, extraordinario dirigente, maravilloso Intendente, gran compañero por sobre todas las cosas. (APLAUSOS)
Lo escuchaba a Juanjo y pensaba que finalmente puso en números o en valor lo que el Gobierno Nacional viene haciendo desde el primer día, en un escenario muy complejo, por lo que heredamos, por la pandemia, por la guerra y en ese escenario no nos detuvimos, pero no es que no se detuvo el Gobierno Nacional; no se detuvo el Gobierno Nacional, no se detuvieron los gobernadores, no se detuvieron los Intendentes; que pudimos trabajar codo a codo para sobrellevar un momento tan complejo. Y juntos fuimos viendo cómo controlar algo tan complejo, como controlar una pandemia, donde nadie sabe muy bien cuál es el camino a seguir para solucionar el problema, pero lo hicimos, lo fuimos haciendo, y lo hicimos pensando en el día después. Por ejemplo: Acá hay pequeños y medianos empresarios, habrá comerciantes también. Algunos de ellos deben haber recibido la Asignación por el trabajo y la producción, porque pensábamos, porque en verdad una pandemia es una causa de despido justificado, porque como la Economía se paraliza podían despedir a sus trabajadores. Sin embargo, dijimos: “Vamos a sostener esas fuentes de trabajo para que el día después cuando la pandemia pase, esas empresas puedan seguir produciendo con toda su fuerza, con todo su vigor, con todo el personal capacitado. (APLAUSOS) Algunos me decían: “Mirá, no hagas esas cosas, los que se tengan que morir se van a morir y vos no lo vas a poder evitar”, y yo siempre contestaba lo mismo: “Mira, yo una economía que se lastima la puedo levantar, pero lo que no puedo levantar es una vida que se cae”. Y entre la economía y la vida, opté por la vida, y no me equivoqué. (APLAUSOS)
Todos nosotros llevaremos grabado en el corazón las pérdidas que hemos sufrido como sociedad. Son más de 100 mil los argentinos que, lamentablemente, quedaron en el camino por esa pandemia. Lo que nadie cuenta, es que se enfermaron casi 11 millones de argentinos, eso quiere decir que salvamos a más de 10 millones de argentinos, y ¿Por qué los salvamos? Porque pusimos en valor el Estado, porque construimos Hospitales, porque construimos hospitales modulares, porque llevamos respiradores automáticos a cada rincón de la Argentina, porque se puso en pie nuestro sistema sanitario, porque tuvimos médicos y médicas de la salud pública comprometidos con la salud pública, porque tuvimos enfermeros y enfermeras comprometidos con la salud pública y trabajamos por la salud pública y podemos decir hoy que no hubo un solo argentino que, enfermo, se haya quedado sin atención médica. Y ese es un orgullo de todos nosotros.
Lo veo a Fernando Espinoza sentado ahí y recuerdo cuando fuimos a ver el primer hospital que habían dejado abandonado, Cristina lo había dejado casi hecho y claro, como no quería que existiera un hospital hecho por Cristina, lo dejaron abandonado. Fuimos con Cato a terminarlo, en pocos meses lo terminaron y se convirtió en uno de los centros de atención del Covid más importante que tuvo el Gran Buenos Aires. (APLAUSOS)
Gracias a Dios no nos detuvimos, gracias a Dios seguimos adelante y los resultados dan cuenta de que no nos equivocamos, que no nos equivocamos en muchas cosas. Debimos haber cometido errores porque, como bien dijo Juanjo: “Todos somos susceptibles a equivocarnos y de cometer errores”, pero los errores nunca fueron en perjuicio de la gente y los errores que cometimos fueron de buena fe, son honestamente cometidos.
Ahora, cuando miramos qué nos pasó en los dos últimos años, ahí tenemos muchos datos para darnos cuenta de que no estuvimos equivocados. Miren, la Argentina de los dos últimos años, su economía creció más del 16 por ciento, ¿eso saben en qué nos convierte? Es el segundo país del mundo que más ha crecido en los últimos años, solo China nos supera en crecimiento económico. ¿Saben cómo nos va en el empleo? Veníamos de una época de más de dos años de caída sistemática del empleo formal, llevamos 23 meses consecutivos de creación de empleo formal. Hemos creado 1 millón seiscientos mil puestos de trabajo en la Argentina. (APLAUSOS)
Pienso en todo lo que estamos construyendo y pienso en la industria de la construcción, acá seguramente habrá algún empresario de la construcción. Cuando nosotros llegamos, la construcción tenía 200 mil trabajadores, hoy tiene 460 mil y eso es el resultado de las 5.800 obras públicas que llevamos adelante con Cato, de las cuales ya entregamos 2.800 y eso es consecuencia de las 85.000 viviendas que construimos con Jorge Ferraresi y con Santiago Maggiotti, a lo largo y a lo ancho de todo el país.
Ustedes lo saben, el mejor momento que yo tengo como Presidente es el instante cuando entrego a un argentino, a una familia argentina la llave de su casa. Yo siento que en ese instante le estoy cambiando la vida a esas familias, les estoy sacando un problema de vivir de prestado o de vivir pensando en un alquiler. Y tengo la tranquilidad que hasta hoy, cada día, les quite el problema a 73 familias; y tengo la tranquilidad que en unos días más, porque esto no pasa en los grandes centros urbanos. Hoy Juanjo habló de lo que pasa en Berazategui, pero pasa en todos lados. Hace unas semanas estuve en Fuerte Esperanza, un pueblito de 4.500 habitantes, en el medio del Impenetrable chaqueño y, ¿Qué fuimos a hacer? A llevar casas, porque allá también necesitan casas. Allí hay argentinos y argentinas que, en lo inhóspito del ambiente, del clima del Impenetrable han encontrado su lugar de vida. Y el lunes pasado estuve en Paraná entregando viviendas, y vamos a entregar viviendas en unos días más ¿Saben en dónde? En la Poma, en lo más norteño de la Argentina, en Salta. El lugar donde nació “La Pomeña”, la maravillosa zamba de Cuchi y Castilla. Hasta allí nos vamos a ir. Y a fines de marzo vamos a estar entregando la vivienda número 100 mil, y ese día yo le habré entregado, cada día, a 83 familias, su casa. (APLAUSOS)
¿Por qué hacemos todo esto? Porque nosotros estamos convencidos de que el Estado debe estar presente, que el mercado no lo resuelve todo, que hay situaciones donde el Estado tiene que estar para auxiliar a los que más necesitan y ese es el deber que tiene un gobernante, y eso es lo que nosotros hemos hecho desde el primer día en Casa de Gobierno, no hemos hecho otra cosa. Y así como lo hicimos en materia de obra pública o en materia de vivienda, lo hemos hecho en materia de salud. No solamente reconstruyendo hospitales como el que había quedado inconcluso, el Néstor Kirchner, en la Matanza, sino también construyendo 34 hospitales modulares a lo largo y a lo ancho del país. Construyendo universidades, construyendo escuelas técnicas. También nos hemos dedicado a la salud, hemos llevado adelante planes que han significado una enorme mejora en la calidad de vida de los argentinos. Los diarios no lo publican, pero nosotros hicimos una Ley que se llamó la Ley de los 1.000 Días, ¿Qué quisimos hacer con eso? Que la mujer embarazada tenga la tranquilidad de que mientras su embarazo dure, tenga la atención médica y tenga la alimentación necesaria para que ella y su hijo crezcan tranquilos. Y así lo llevamos adelante y eso se sumó a lo que ya tenían muchas de ellas que era aquello que había dado Cristina, que era la AUH en maternidad. Ahora, ¿saben qué resultó de todo eso? Que la Argentina registró, en el año 2021, el índice de mortalidad infantil más baja de toda su historia. (APLAUSOS). El 8 por 1.000, tenemos que llegar, definitivamente, a que sea 0, pero vamos por el buen camino, y son cosas que no se cuentan y tenemos que ocuparnos de las infancias, porque allí está el futuro y tenemos que ocuparnos de nuestros adolescentes porque allí está el futuro. Y ocuparnos es garantizarle una niñez digna y una adolescencia digna, donde puedan crecer, divertirse, desarrollarse, jugar al fútbol, jugar al básquet, jugar allá – como las del Club del Vidrio – las chicas que juegan al hockey, los chicos que juegan al básquet, a divertirse, tener un momento de distracción, de reencontrarse con sus afectos, con sus amigos.
Por eso hoy, ¿qué venimos a hacer a Berazategui, Juanjo? Lo que hacemos todos los días llevando igualdad, llevando justicia, trayendo a casi 64 clubes de barrio, exactamente, material para que puedan llevar adelante su trabajo con los chicos y con las chicas, de aquí de Berazategui. ¿Y por qué le damos tanta importancia al club de barrio? Porque, miren, hace muchos años enseño Derecho Penal, y en Criminología todos sabemos que hay mecanismos de control social. Los mecanismos de control social son donde aprendemos las normas de cultura, que nos hacen vivir en sociedad. ¿y eso dónde se aprende? Eso se aprende en el hogar, eso se aprenden en la escuela, eso se aprende en las iglesias, eso se aprende en los clubes, eso – a veces, también – es tarea de los medios de comunicación, que muchos no lo hacen, pero es tarea de los medios de comunicación, pero un club de barrio cuando le enseña a un chico a jugar al fútbol, o al hockey, o al básquet les está dando reglas, que tienen que respetar. Cuando aprendemos a jugar al fútbol sabemos que no podemos pegarle una patada al otro, que si lo hacemos nos castigan, que si agarramos la pelota con la mano somos castigados y que si la infracción ocurre dentro del área vamos recibir el máximo castigo, que es el penal y que si somos violentos nos van a expulsar de la cancha. Así se aprenden las normas que hacen a una sociedad. Y por eso, esos clubes de barrio, que a muchos de la política tan poco les importa, a nosotros nos importa muchísimo, porque ellos son los que le dan cultural, les enseñan lo correcto y lo incorrecto, lo prohibido y lo permitido, se los enseñan con un deporte. (APLAUSOS).
Además, en esos clubes anidan y aparecen los que son nuestros ídolos, del mañana; acá tengo a mi secretaría de Deporte, campeona olímpica de Las Leonas, nacida en un club de Mar del Plata. Y ahí escucho a Enzo Fernández contar cómo fue su inicio y hoy ídolo en Inglaterra; y lo escucho al “Dibu” y el otro día, en Mar del Plata, vino alguien con mucho orgullo y me entregó el banderín, donde el “Dibu” empezó a atajar. Miren lo qué son los clubes de barrio, miren la importancia que tienen, miren la gente que genera, miren la capacidad que tienen para darle alegría a los argentinos y a las argentinas. (APLAUSOS).
Fíjense, y así cómo nos ocupamos de la obra pública, de la vivienda, del deporte, nos ocupamos de la educación. ¿Saben por qué? Porque las sociedades – en este tiempo – sólo son ricas si conocen, si estudian. Las sociedades más ricas del mundo no son las que tienen gas y petróleo, son las que tienen conocimiento, las que han desarrollado la ciencia y la tecnología. Y por eso a nosotros nos preocupa mucho, que todos tengan la posibilidad de aprender, de educarse, de capacitarse, porque el mundo que viene exige, cada vez, más conocimiento.
Ustedes saben que yo estudié y enseño, en la Universidad de Buenos Aires, cuando la Universidad de Buenos Aires cumplió 200 años, me dieron el gran privilegio de dar el discurso central, ahora también me entregaron la placa, me entregaron un cuadro, donde estaba la resolución por la cual, en el año 1820, se creó la Universidad de Buenos Aires. ¿Saben cuáles son los considerandos, que dan la explicación al nacimiento, de la Universidad de Buenos Aires? Dice: “es hora de que los hijos de los criollos dejen de viajar a Córdoba, a Chuquisaca o a Europa para poder estudiar y es necesario que tengamos un lugar donde estudien cerca de donde vivimos”. Si los porteños tuvimos ese privilegio por qué no lo van a tener todos los argentinos, en todos los rincones de la Patria. ¿Por qué? Yo no creo, como otros dicen, que los hijos de los pobres están condenados a la pobreza. Saben, ¿por qué no lo creo? Porque visité muchas universidades del Gran Buenos Aires y del interior del país; en La Matanza solamente el 90 por ciento de los que estudian son primera generación universitaria, de familias que jamás entraron, a la universidad.
Vi, el otro día, estoy buscándolo porque no me acuerdo de los nombres de ellas y de ellos, un documental de Mariza Montes y Julia Augié, que habla sobre la universidad, y el testimonio de una chica, que entró en la Universidad de Quilmes, que dice que “por primera vez sentí que yo podía llegar a la universidad, cuando mi papá taxista, esperaba que salgan, de la Universidad de Quilmes, los profesores y los estudiantes y ahí sentí que yo tenía la posibilidad de estudiar en la universidad”.
Es maravilloso, cómo privar a esa argentina del derecho a estudiar, cómo privarla del derecho a tener un futuro, cómo no aprovechar sus ganas de estudiar, sus ganas de aprender para que nos sirva a todos nosotros, porque ¿quiénes creen ustedes que están haciendo la vacuna contra el COVID, en la Argentina? Los que estudiaron, en la Argentina, en la universidad pública argentina. (APLAUSOS)
Tenemos el orgullo de tener cinco Premios Nobel en la Argentina, los cinco Premios Nobel participaron de la universidad pública y egresaron de la universidad pública argentina. ¿Cómo no vamos a poner en verdadera dimensión lo que la universidad pública significa?
Por eso, yo siento que hoy, cuando la querida Universidad Arturo Jauretche, que el compañero Medina, hoy, tiene el orgullo se ser Rector, va a abrir acá una sede, ¿saben qué siento? Siento que se está reescribiendo la historia del 1820 y ahora dicen, los que los que vivimos en Berazategui tenemos derecho a que nuestros hijos no tengan que viajar a Buenos Aires o a La Plata o a otro lugar para estudiar y vamos a poder estudiar en el lugar donde vivimos. Así se construye la Patria - y como bien dijo “Juanjo”, sin peleas, sin desunión. Yo cada vez estoy más atento al murmullo de la gente y cada vez escucho menos el griterío de la política, porque en el murmullo de la gente, en el murmullo del industrial, en el murmullo del que trabaja, en el murmullo del que juega un deporte, en el murmullo del que estudia, en el murmullo del que enseña está la verdad de lo que le está pasando a la Argentina. Y eso es lo que más me importa y eso es a lo que más debemos prestarle atención.
Cuando yo entré en la política – allá en el año 72 – tenía trece o catorce años y militaba en la UES y rápidamente me convertí en delegado de mi colegio; después vino la tragedia del golpe del 76 y todo los que nos tocó vivir a toda la sociedad argentina y cuando recuperamos la democracia, en el 83, mi generación tenía una utopía, una utopía… la utopía de vivir en democracia, la utopía de que la democracia se quede para siempre. Sabíamos que no era fácil, al pobre Alfonsín se le pintaba, en la cara, todos los días, los militares, quienes lo tenían jaqueado todos los días y los poderes fácticos, porque las tapas de algunos diarios, que padezco hoy, las padecía Alfonsín también. Ahora aquella utopía que tuvo mi generación fue una utopía, que la construimos. Saben ¿por qué? Porque este año cumplimos 40 años de democracia ininterrumpida, el proceso más democrático más largo de la historia argentina y tiene que durar siempre y tenemos que cuidarla mucho. Pero cuidar la democracia no basta, tenemos que ir por algo más porque todos los que estamos acá sabemos que vivimos en una sociedad desigual e injusta y lo que nosotros necesitamos es tener una nueva utopía en la cabeza, que es utopía de la igualdad, la utopía de la justicia social, la utopía de que todos tengan la misma oportunidad de crecer y desarrollarse, en cualquier rincón de la Patria. Yo tengo esa utopía y yo creo que lo podemos hacer.
Y en las últimas veces utilizo el final de mis palabras para convocarlos, para que se unan, para los que estamos unidos no nos desunamos, para que entendamos – como bien dijo “Juanjo”, como nos decía Perón, en el 72 – más allá de la heterogeneidad, que puedan existir en las fuerzas populares tenemos que estar unidos porque hay un común denominador que nos une y es que los enemigos de la Patria no tomen el poder. Eso que escribía Perón es tan vigente, hoy, absolutamente vigente hoy. Podemos discutir y tener diferencias, lo que no podemos es dividirnos. Y yo les decía, tengo la utopía de esa igualdad, quiero esa igualdad, necesito esa igualdad. Soy hijo de un padre, nacido en La Rioja, de una familia con dinero, pero que – a los doce años – vino a internarse a la Ciudad de Buenos Aires para estudiar en el Nacional Buenos Aires y hacer toda su carrera en la Universidad de Buenos Aires, a más de 1000 kilómetros de su familia, internado. Yo no quiero más eso, yo quiero chicos que estudien y vuelvan a sus casas, que vuelvan y disfruten las cenas con sus familias, que no tengan que estar internados solos tratando de sobrellevar la búsqueda de un futuro. Y esa igualdad, esa utopía de la igualdad tiene que sembrarse en cada argentino y argentina, más allá de cómo piense y de cuál sea su bandería política, porque es muy injusto lo que vivimos. Yo lo sueño, pero me acuerdo también – cuando digo esto – que Antonio Cafiero solía repetir en sus discursos: “quien sueña solo, solo sueña, pero quien sueña con otros cambia la realidad”. No me dejen soñando solo, sueñen conmigo, cambiemos esta Argentina, pongámosla de pie, hagamos justicia social, démosle a cada argentino y a cada argentina lo que les corresponde, y a los compañeros y compañeras más unidad que nunca.
Gracias a todos y todas. (APLAUSOS)