Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en su rol de presidente pro témpore de la CELAC, al cierre del Seminario de la CELAC-CAF "El Futuro de la Integración: Unidad en la Diversidad", desde el Centro Cultural Kirchner, CABA.
Muchísimas gracias a todos y todas.
Mi primer agradecimiento a la CAF. Querido Presidente, gracias por ayudarnos a montar este encuentro, gracias de verdad. La alegría de ver a mi querida Alicia. Te llevaron por un ratito lejos, te devolvieron rápidamente cerca, Chile. Nos gusta tenerte cerca. Gracias de corazón Alicia. Mi querida embajadora, le mando un beso.
Hoy tuve el enorme privilegio de tener un almuerzo con amigos y personas a las que respeto mucho. Empiezo por el Pepe; todos saben lo que significa Pepe para mí, un modelo de conducta, un modelo de ver la vida, un modelo de ver la política.
Estuvo también, con nosotros mi querido Ernesto, Ernesto Samper. Un gran Presidente que ha tenido Colombia y un gran referente para muchos de nosotros en toda la América Latina. Días atrás tuve el privilegio de participar de la asunción del querido Presidente Petro y de ver cómo nacía en Colombia después de décadas una nueva posibilidad, una nueva oportunidad y ver cómo las calles celebraban, la alegría de los colombianos, de las colombianas y de Ernesto, también. Ernesto, además, fue muy importante porque fue uno de que en todo este tiempo mantuvo viva la llama de ONASUR y siempre ponderaré ese trabajo tuyo.
El amigo Vinicio Cerezo, ex Presidente de Guatemala. Feliz de tenerte aquí, Vinicio, con nosotros y gracias por el tiempo que has dedicado a nuestro almuerzo.
Y al reencuentro, siempre privilegiado, con el español más borgiano que he conocido, José Luis Rodríguez Zapatero. Extraordinario Presidente que tuvo España, un extraordinario hombre de la política a quién también siempre que lo encuentro y lo veo me reconforto con sus palabras y con sus pensamientos y con sus aportes.
Quiero explicarles que Mia Mottley, de quién hablaba recién Manuel, tenía que conectarse con nosotros, pero tuvo un problema con un vuelo, perdió un vuelo; con lo cual, debe estar volando en momento en que debíamos hacer la conexión. Y nos perdimos de escuchar a una dirigente, del Caribe, maravillosa, a una líder del Caribe, maravillosa, que la conocí virtualmente en los días de pandemia, donde vivíamos de Zoom en zoom, de encuentro en encuentro; y la empecé a escuchar y me asombró . La conocí en Glasgow, en la COP 26, antes nos cruzamos en el G20 en Roma, pero creo que en el anteúltimo viaje a Europa le dije a Santiago: “Hay que parar en Barbados y hacer una escala, para hablar con los países del Caribe y quiero ir a Barbados a hablar con Mia Mottley. Es una pena que no hayamos podido contar con ella, no saben de lo que se perdieron. Se perdieron una mujer esplendida, luchadora, una incansable luchadora en el tema del cambio climático y una gran representante que el Caribe tiene en la CELAC.
Y después mi gratitud a Andrés Manuel, que es obvio que es mi amigo porque dice cosas muy lindas de mí y yo podría decir otro tanto de él. Un hombre muy querido, a quién yo respeto y valoro mucho y que creo que le está haciendo mucho bien a México; y le está haciendo mucho bien a Latinoamérica porque, debo admitir, que aun cuando nos habla de las posibilidades de ampliar la CELAC e incluir a los países del norte, es el primer Presidente mexicano, en muchos años, que mira a América Latina. Es el primero, y yo valoro mucho esa actitud de Andrés Manuel. Él sabe que lo quiero mucho. Tiene esa costumbre de hacernos meter en lugares donde no debemos meternos, por ejemplo: de Lula. Les voy a contar una anécdota. Estuvo, no hace mucho tiempo atrás, en Buenos Aires, su querida esposa Beatriz, a la que también queremos mucho y Beatriz vino a almorzar con nosotros y me dijo: “Pues, aquí te traigo una carta de Andrés Manuel, que es para ti”. Y la leí, era una carta hermosa de Andrés Manuel, que la leí con mucha atención, que destilaba puro amor, puro cariño, puro compromiso. Y quise corresponderle ese compromiso y ese afecto, y ese cariño tan lindo que me daba. Y le mandé una carta que le escribí con el corazón, esperando que la leyera en la intimidad de su casa, pero resulta que dos días después veo las mañaneras y dice: “Y ahora les voy a leer la carta que me ha mandado mi querido amigo Alberto Fernández”. Y en la carta ocurría algo complicado para mí, que decía: “Sé que te ha visitado mi querido amigo Lula. Debemos darle todo el apoyo que podamos para que a Lula le vaya bien y triunfe. Eso le va a hacer bien al pueblo de Brasil y a toda Latinoamérica. Así que te pido, te sumes al esfuerzo de ayudarlo a Lula”. Y cuando yo escuché eso dije: “¿En qué problema estoy?”. Porque lo que no esperaba, que no sabía que era tropical que no podía guardar la carta para sí mismo; pero la verdad que lo que ha dicho de Lula es exactamente el mismo deseo que tengo yo. Que le vaya muy bien a Lula, ojalá. (APLAUSOS) Lo llamé después a Andrés Manuel y le dije: “Andrés Manuel, esas son cosas que no podemos decir, vos estás todo el día diciendo que no hay que entrometerse en los temas internos”. “Pero es que no puedo con mi genio”. Y bueno, allí fuimos, me lleva a mí al mismo genio de Andrés Manuel.
Igual, toda la gente que nombre, toda gente valiosa, gente a la que le estoy agradecido, gente a la que quiero entrañablemente. Todos hombres y mujeres, en el caso de Mia, que le han hecho mucho bien y le hacen mucho bien al continente.
Un Continente, que es un Continente singular, que le ha tocado enfrentar el dilema de la unidad en un momento singular de la historia de la humanidad.
Siempre empiezo reflexionando sobre el tiempo que nos tocó vivir y siempre empiezo reflexionando sobre que el siglo XXI ya nos ha dado la primera catástrofe, que fue la pandemia. No sabemos cuántos se han muerto en la pandemia todavía. Según dice Naciones Unidas, murieron entre 6 millones y 10 millones de personas. No tenemos el número exacto con precisión, pero en cualquier caso sabemos que la pandemia se llevó entre uno y dos holocaustos, es un montón de gente. Es una tragedia inmensa. Que paralizó al mundo, que paralizó a las economías, detuvo al mundo. Que lo vivimos todo por igual, porque cuando la pandemia apareció ahí sí el mundo se igualó. Se morían los del Norte, se morían los del Sur, se morían los ricos y se morían los pobres. Ahí todo se igualó. No lo advertimos, pero yo siempre lo advierto. Por ahí nunca hemos reparado en esto que voy a decir, pero todos los que estamos aquí somos sobrevivientes de la pandemia. Hemos podido sobrevivir a un cataclismo impresionante que la humanidad ha sufrido. Y siempre que digo esto, invito a hacer una segunda reflexión: “Si hemos sido sobrevivientes de semejante tragedia ¿No tenemos la obligación de hacer un mundo mejor? ¿No tenemos el deber ético de cambiar las cosas para que el mundo sea otro? Yo siento que yo no quiero volver a ser el mundo que era, quiero que el mundo sea otro, porque la pandemia dejó al descubierto muchas cosas. Dejó al descubierto las inequidades que existen en el mundo. Es cierto que el mundo se comunicó y trabajó rápidamente para obtener en un año una vacuna que en otros tiempos, tal vez, demoraba décadas.
Hoy recordaba José Luis, y pudimos trabajar países uniéndonos, nosotros con México para hacer AstraZeneca, nosotros con Rusia para hacer las vacunas Sputnik. Brasil con Rusia, si no me equivoco, en San Pablo. Todos nos conectamos para poder acceder a la vacuna rápidamente. Pero lo cierto es que cuando la vacuna estuvo, el 90 por ciento de las vacunas quedaron en manos del 10 por ciento de los países y el 10 por ciento de las vacunas la andábamos mendigando el 90 por ciento de los países. Y en América Latina eso lo vimos. Y también fue muy penoso ver que la división nuestra no nos permitió negociar vacunas en mejores condiciones para nuestro continente. Habla un Presidente que gracias Dios, pudo conseguir vacunas y casi empezar a vacunar a la par de Europa, allá por diciembre del año 2020. Y empezar un proceso de vacunación muy intenso, que al día de hoy nos ha convertido entre los países de más de 30 millones de habitantes de más inmunidad. Con lo cual, lo conseguimos con mucho esfuerzo. Pero no dejo de atender que, al comienzo del conflicto, no todos accedimos con la misma facilidad a las vacunas que necesitábamos.
También, el mundo dejó al descubierto la debilidad del Sistema económico en el que vivimos porque de repente, un virus imperceptible a la vista humana fue capaz d derrumbar imperios económicos; puso en jaque los bonos de los países más poderosos del mundo entero. Y obviamente, lastimó más profundamente a los que vivimos en el hemisferio Sur. Obviamente pasó eso.
Cuando creíamos que… yo recuerdo que cuando le decíamos a los amigos: “Esto tiene que educarnos y seguramente, esto va a ser buenos. Y seguramente la humanidad va a salir mejor de semejante tragedia”. Pero me parece que no tuve razón, me parece que no fue así. Escuché la reflexión de un ex arquero de la selección argentina, hace un tiempo atrás, muy sabio el hombre, juega allá en Inglaterra. Caballero, arquero de la selección argentina y él decía: “La pandemia ha demostrado que los que eran buenos, salieron buenísimos; pero los que eran malos, salieron malísimos”. Y creo que él en esa definición da en la tecla mucho mejor en lo que yo aspiraba que fuera. Y creo que yo me equivoqué y creo que tuvo razón él. Porque tras la pandemia asistimos a lo inexplicable de una guerra, como la que se ha desatado sobre la invasión de Rusia sobre Ucrania. Donde además, hay una suerte de promotores pasivos de la guerra, que no mandan tropas, pero mandan armas y dejan que toda esa zona se recaliente, que el conflicto escale y que las vidas se sigan perdiendo. Ya no como consecuencia de un virus, sino como producto de la decisión humana. Y todos estamos esperando que ese conflicto termine rápidamente y hacemos lo que está a nuestro alcance porque el conflicto ya no es de Rusia con Ucrania, es un conflicto que afecta a toda la humanidad, Afecta al Sur del globo y afecta a América Latina también.
Allí fui al G7 a plantear esta discusión: “Miren ustedes se disparan misiles, pero ustedes se disparan misiles y a nosotros nos llega el hambre. Y esto hay que cambiarlo, esto hay que terminarlo, no podemos seguir con esta lógica. La humanidad no puede seguir con esta lógica. Y entonces, empezamos a trabajar allá en el G7, en charlas que tuve con Scholz, en charlas que tuve con Macron, que en ese momento presidía la Unión Europea, ahora la preside España y ¿A qué aspiraba yo?: Aspiraba a que tratemos de buscar una solución rápida. No, esa solución rápida no llegó y no parece llegar en lo inmediato y cuando esa solución no llega ¿Con qué se encuentra uno?: con que empieza a ver movimientos militares sobre el Mar de China y uno ve el preludio de un nuevo conflicto, que solo está llamado a empeorar la tragedia. Esto es el mundo de hoy.
Esto es el mundo de hoy, que seguramente nos deparará una nueva realidad geopolítica, que no sabemos exactamente cuál va a ser y que seguramente no vamos a poder dominar, pero sí podemos dominar algo de la geopolítica. ¿Saben qué es? Podemos dominar el camino, que asuma nuestro continente. Eso sí lo podemos dominar; podemos tomar la decisión de unirnos para enfrentar cualquier mal momento, cualquier tragedia que se avecine, en unidad y con nuestras fuerzas.
Cuando Andrés Manuel me pasó la posta de la CELAC, la verdad, los dos estábamos muy desencantados con la representación de América Latina; sentimos que la OEA ya no nos representaba, no trabajaba para América Latina, que el BID había dejado de ser el banco para América Latina, gracias a Dios que exista la CAF, que viene a cubrir ese hueco, en gran medida, hoy en día. Y con Andrés Manuel nos dijimos: “mira, tenemos que volver a recrear un espacio de unidad más amplio de toda Latinoamérica y del Caribe, que también hay que admitir es una región a la que América Latina no le ha prestado la atención que merece y es una región que padece enormemente este presente.
Si hay una víctima del cambio climático, esa víctima es el Caribe, el Caribe insular, fundamentalmente, y nosotros debemos comprometernos para ayudarlos a salir de ese problema, cuanto antes y hacer todos los esfuerzos que debamos hacer – como continente – para que allí la pobreza y la tragedia no se multipliquen, no crezcan.
Y cuando, con Andrés Manuel nos preguntamos ¿cómo encarar la CELAC para el futuro? Bueno, ahora, sería bueno que la presida Argentina y que Argentina inicie el proceso de institucionalización de la CELAC, porque la verdad – hasta aquí – somos un grupo de países que se reúnen, conversan, analizan, pero no toma decisiones de conjunto y es hora de que lo hagamos. Y entonces recurrí a la memoria de la UNASUR, que es Ernesto y le dije: “Ernesto, por qué no miramos – a partir de la experiencia que tuvimos en la UNASUR – cómo le damos institucionalidad a la CELAC para que adquiera otra fuerza, para que adquiera otra dimensión y para que además nos presente adecuadamente y que sea un lugar, que nos permita tomar decisiones que debamos cumplir como países y que no quede al arbitrio de cada país cumplir o no una decisión comunitaria, tomada en la CELAC.
Este deseo de Andrés Manuel de convertirnos en una nueva CELAC me hace reflexionar; la Unión Europea existió y, José Luis me podrá corregir, si me equivoco, el día en que Europa decidió unirse, avanzar en conjunto, tener una moneda común y aceptar un sistema de legislación comunitaria, que todos deben respetar. Eso, hasta acá, no lo hemos logrado, no es que no lo logrado en la CELAC, no lo hemos logrado en el MERCOSUR, que es más chiquito todavía.
Por lo tanto, yo creo que nosotros tenemos una gran oportunidad y un enorme desafío: la oportunidad de este tiempo, este es un tiempo muy desdichado, pero da la casualidad de que cuando empiece a levantar cabeza el mundo lo que va a necesitar son energías renovables, alimentos, bienes que la región está en condiciones de suministrar al mundo en cantidad. Brasil y Argentina producen el 70 por ciento de los granos, cereales y oleaginosas que de la región pueden salir y lo que tenemos es que darle tecnología a los demás países para que puedan también desarrollarse y trabajar y ser también productores y debemos animarnos a industrializar esos productos. Somos – entre Chile, Bolivia y Argentina - poseedores del 60 por ciento del litio, que el mundo va a reclamar; tenemos en Argentina la segunda reserva de shale gas que el mundo va a necesitar; tenemos las condiciones perfectas para desarrollar energía eólica, para desarrollar hidrógeno verde, para desarrollar energía solar y eso también cabe para Colombia, por ejemplo, que ha avanzado mucho en el uso de energías renovables.
Y lo que nosotros tenemos que dejar de hacer es dejar de exportar materias primas e industrializarlas. Porque la diferencia entre exportar el litio, como sale de la sal y exportarle el litio, hecho batería, es multiplicar por mil el valor del litio, por mil. Y nosotros tenemos todas las condiciones para hacerlo, en América Latina; tenemos las condiciones científicas, las condiciones técnicas para poder desarrollar todo esto.
Y tenemos una gran ventaja, que en el mundo parece que todo el mundo tiene: este es un territorio de paz, aquí no hay países armados para la guerra y esa es una gran ventaja que tenemos y que debemos saber aprovechar. Si nosotros a la paz, que tenemos, le sumamos la unidad, le damos institucionalidad a todo eso y eso lo ponemos al servicio de toda la región tenemos una magnífica oportunidad para que América Latina sea – como decía José Luis, hoy – un continente privilegiado, alejado de las disputas, alejado de los extremos y con una posibilidad de crecer y desarrollarse maravillosa.
Todo esto debemos hacerlo, además, partiendo de una premisa: saber que estamos en el continente más desigual del mundo y que éticamente tampoco podemos ser felices viviendo en sociedades tan desiguales. ¿Qué quiero decir con esto? Aprovechar la paz, aprovechar la unidad para lograr el desarrollo y la justicia social. ¿Podemos hacerlo? Claro, que podemos hacer y es una decisión política nuestra, es una decisión que tenemos que tomar nosotros, acá no dependemos de nadie, dependemos de nosotros y lo que más quiero es que esto sea posible.
Yo estoy seguro que la llegada de Gabriel Boric, en Chile; la presencia de “Lucho” Arce, en Bolivia; la presencia de Gustavo Petro, en Colombia; la presencia de Andrés Manuel, en México; la presencia de Xiomara Castro, a Honduras, y la llegada de Lula, a Brasil, nos garantiza que eso sea posible y no podemos dejar pasar esta oportunidad. Por ello debemos trabajar todos unidos; debemos trabajar también para que los bloqueos se terminen, en este continente. Tenemos dos países bloqueados y eso es imperdonable. (APLAUSOS).
Cuando escucho que Cuba ha desarrollado cuatro o cinco vacunas contra el COVID y no las puede desarrollar, industrializar y dar al mundo, porque por los bloqueos que padece carece de la capacidad financiera que necesita para poderle dar salud a todos los pueblos del mundo yo sufro profundamente. Un bloqueo, que además, lleva más de seis décadas. Y ahora Venezuela, que esperemos que eso rápidamente se termine pronto, que el bloqueo se termine pronto y que los venezolanos vivan en democracia eligiendo libremente cómo ellos quieran. Lo que nosotros debemos hacer es trabajar en pos de esa unidad. Y debemos poner, antes que nada, nuestros derechos de latinoamericanos para poder lograr ese objetivo. Pensemos en nosotros, pensemos en la Patria Grande.
No vamos a ser originales, antes que nosotros lo soñaron otros: lo soñó San Martín, lo soñó Belgrano, lo soñó Artigas, lo soñó O’Higgins, lo soñó Sucre, lo soñó Bolívar, lo soñó Martí, lo soñó Hidalgo, en México. Tan sólo les pido, copiemos a seres tan grandes. Podemos hacerlo.
Muchas gracias a todos y todas. (APLAUSOS)