Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el 57° Coloquio de IDEA (Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina), desde Costa Salguero, CABA
Muy bien muchas gracias a todos y todas por estar aquí. Hace mucho que no venía a IDEA, la verdad el año pasado estuve virtualmente y este año, gracias a Dios, lo podemos hacer de este modo. Me levanté, en la mañana, con la idea de qué iba a hablarles, de qué iba a contarles y francamente decidí ordenar mis ideas en un discurso, que escribí, que terminé de escribir y vengo acá sin repaso del discurso, pero tratando de ordenar – un poco – el sentido de lo que quiero transmitirles.
Miren, Argentina, nuestro país, está saliendo de un momento único, absolutamente único. El mundo todo se vio enfrentado a una pandemia que arrasó economías, empresas, puestos de trabajo y lo que es peor, acabó con millones de vidas.
El vértigo con el que enfrentamos ese tiempo, no nos ha permitido reflexionar sobre lo vivido y sobre lo que somos. Fuimos combatientes contra un virus, de una letalidad enorme, que se propaló por el mundo a una velocidad inusitada. Hoy - después de muchos cuidados y después de ser inmunizados por vacunas que la ciencia desarrolló, en tiempo récord - somos sobrevivientes. Somos aquellos a los que la muerte no logró atraparnos.
Semejante privilegio, que Dios nos ha dado, nos exige reflexionar ya no sobre lo ocurrido; nos impone el deber moral y ético de poner manos a la obra para construir una sociedad nueva, donde el desarrollo sea constante, donde los desequilibrios estructurales desaparezcan y donde la justicia social deje de ser una consigna y empiece a convertirse en una realidad.
Convencido de que todos los que aquí estamos somos actores de este presente, creo oportuno convocarlos a unir esfuerzos, en la construcción de esa nueva sociedad.
Soy el Presidente de todos los argentinos y de todas las argentinas y trabajo cada día para la unidad del pueblo. Sé muy bien que - desde hace muchos años - somos una sociedad con bandos en pugna, tirando - cada uno - de una punta de la soga, solo hemos logrado que las fuerzas no se sumen, sino que solo se contrarresten. Tirando cada uno para su lado, solo logramos inmovilizarnos como sociedad.
Asumí el gobierno, el 10 de diciembre de 2019, con el espíritu franco de convocarlos a todos a tirar de la soga, pero para un mismo lado. La pandemia - desatada, tan solo 99 días después, aquí en la Argentina - volvió a convertir a nuestra sociedad en dos sectores en pugna y de repente, poco a poco, volvimos a quedar enfrentados en bandos diferentes.
Es este instante, cuando nuestras vidas recuperan una tranquilidad perdida, el momento es oportuno para abandonar los insultos, las quejas altisonantes, las antinomias y los enfrentamientos. Ya es hora de que tratemos de profundizar nuestros acuerdos y minimizar nuestras diferencias.
No se trata de unificar ideas. La democracia exige respeto a la pluralidad, pero -como muchas veces he dicho - esa pluralidad es sinfónica. Cada uno que toque el acorde que le corresponda, en el tiempo que le es dado, para que la armonía haga sonar bien al sistema democrático.
Al punto al que hoy hemos llegado, es el corolario de una pandemia y de políticas - que previamente se aplicaron, en nuestro país - que dejaron una economía estancada y altamente endeudada. Digo esto no con ánimo de hacer revisionismo, sí solamente tengo el propósito de tener en claro en qué punto estamos, de qué punto partimos en esta tarea de reconstrucción a la que los estoy convocando.
Quiero dejar atrás los debates estériles, pero quiero hacerlos parte del diagnóstico del presente para que - a partir de aquí - encontremos juntos los caminos de salida.
El Gobierno Nacional es quien debe poner sobre la mesa las distintas alternativas para poder encontrar soluciones a los conflictos, que, hoy, se nos presentan.
El primer gran problema, que Argentina debe enfrentar con decisión, es terminar con la desocupación creando empleo genuino. Debemos trabajar con toda firmeza para que cada argentino y cada argentina encuentren - en el siglo XXI - un lugar donde trabajar y ganar dignamente el sustento diario para su familia.
La asistencia del Estado no puede ser el remedio para la falta de empleo; la asistencia del Estado a los sectores más postergados es solo un paliativo para sobrellevar la pobreza. No es posible perpetuar esa realidad, que definitivamente debe avergonzarnos.
No existe otro remedio que la inversión privada, que asocia al capital y al trabajo, para lograr un desarrollo sostenible en nuestra sociedad. Esa ha sido nuestra convicción, desde siempre.
Permítanme contarles una experiencia personal que a mi modo repito, pero que me ayuda a explicar mejor esta mirada que tenemos. Cuando uno recorre el país haciendo campaña, tengo bastantes campañas electorales en mis espaldas, miles de personas se nos acercan, con una carta, en la que cuentan sus angustias y necesidades. En el año 2003, cuando con Néstor Kirchner hacíamos campaña, esas cartas nos pedían, una y otra vez, “un plan”. En el año 2003, una y otra vez, miles de cartas, que nos pedían un plan. Por entonces, más de dos millones de personas eran beneficiarias de un programa, llamado “Jefas y Jefes de Hogar”.
Durante los cuatro años y medio, del gobierno de Néstor Kirchner, Argentina creció a un promedio anual del 7 % y se crearon más de 2 millones de empleos. Esto permitió que - al dejar el gobierno, en diciembre del 2007 - los planes sociales se habían reducido a un número cercano a los 400 000. De más de 2 millones, cuando dejamos el gobierno con Néstor, quedaban 400.000 planes sociales.
Ese año fui jefe de la campaña, que llevó a Cristina, a su primera presidencia. También hicimos actos y también recibíamos miles de cartas y notas, que la gente nos daba, en esos encuentros. Entonces advertí que ya nadie nos pedía planes sociales. Ahora nos pedían mejores condiciones de trabajo.
En los ocho años, en que Cristina fue Presidenta, el empleo siguió creciendo. En total se generaron más de un millón de puestos de trabajo. El desempleo se redujo, a poco más del 5 %, un número que muestra más la rotación en el empleo, que el desempleo real. El número de planes sociales se había reducido a menos de 200 mil, pero hubo un dato más llamativo: para el 2015, cuando Cristina terminó su mandato, nadie pedía ni planes, ni trabajo. ¿Cuál era el reclamo, de entonces? El reclamo era que los asalariados no pagaran Impuestos a las Ganancias. ¿Qué diferencia, no?
Los menos de 200 mil planes, que dejó Cristina, al concluir su mandato, se multiplicaron, en los cuatro años subsiguientes. El 10 de diciembre de 2019, al asumir mi mandato, casi 800.000 planes se distribuían, en Argentina; de menos de 200 mil, estábamos en diciembre de 2019, en casi 800.000 planes sociales.
La apertura indiscriminada de las importaciones, la caída sostenida del consumo y el cierre de 23.000 PyMES, aparejaron un incremento preocupante de la desocupación y de la pobreza.
Quiero decir con esto, que si algo caracterizó al espacio político, que hoy gobierna, a la Argentina, es la promoción de la inversión empresaria y la creación del empleo. Con ese mismo espíritu actuamos hoy.
Por eso estamos disponiendo - a través de un decreto marco - un sistema que posibilite que los que hoy son beneficiarios de planes puedan ser empleados, en la actividad privada, sin perder ese derecho. Necesitamos impulsar el empleo registrado.
Tres actividades económicas ya han avanzado en cumplir ese objetivo: primero, fue en la ruralidad, donde impulsamos que quienes tienen planes se conviertan en trabajadores rurales tan importantes a la hora de cosechar; después avanzamos en la misma senda, con la construcción. Y ayer dimos otro paso - en el mismo sentido - con la actividad gastronómica y hotelera.
Cambiar planes por empleo. Ese debe ser nuestro primer objetivo. De ese modo estaremos combatiendo frontalmente a la pobreza, que hoy ha sumido a millones de familias argentinas.
Nosotros siempre hemos cuidado el empleo formal. La Asignación para el Trabajo y la Producción (ATP) es una prueba cabal de lo digo. Sostuvimos a miles de empresarios abonando parte de los sueldos de quienes allí trabajaban. Seguimos haciendo lo mismo, hoy, aportando los REPRO, en las actividades, que aún necesitan del auxilio del Estado.
Crear empleo es algo que también debemos abordar en forma conjunta. Debemos hacerlo sin estigmatizaciones. No debemos ver al trabajo como un costo, sino como una inversión.
He oído, en los últimos tiempos, muchos reclamos para ponerle fin a las indemnizaciones por despidos. Se repite la idea, una y otra vez, de generalizar esquemas indemnizatorios, que sirven a sectores que tienen una alta tasa de rotación de empleo y también de informalidad. La construcción o los textiles son ejemplo de lo que digo.
Hasta aquí no hay ninguna evidencia, que muestre el éxito de esas lógicas. Estos modelos siempre se inspiran en sistemas que existen en países nórdicos o en Austria y nos lo cuentan. Ahora déjenme de repasar con ustedes esos esquemas.
David Card, quien acaba de recibir el Premio Nobel de Economía, estudió precisamente los efectos de las indemnizaciones sobre la economía, de Austria, y concluyó que las indemnizaciones tienen efectos positivos. Lo más importante del aporte de Card es que demostró que el sistema laboral (con mayor o menor flexibilidad) en nada altera el comportamiento del trabajador. Así se concluye que no es cierto que los trabajadores, con mayores derechos, se vean incentivados a ser despedidos.
Veamos qué pasa en los países nórdicos, en esta materia, porque - muchas veces - son citados como ejemplos. Veamos lo que pasa, en Finlandia. En Finlandia, por ejemplo, donde el despido sin causa está penado con entre 3 y 24 salarios y el sindicato debe intervenir en el conflicto de manera obligatoria. Las multas, aplicadas por despidos arbitrarios, llegan a los 35.000 euros y estas condiciones se imponen a todas las empresas que tengan más de 20 empleados.
En Dinamarca, los empleados - fuera de convenio - son protegidos ante el despido sin causa. Los costos indemnizatorios oscilan, entre 6 y 12 meses de salario, y en todos los casos el sindicato debe intervenir en la solución del conflicto.
En Noruega no hay indemnizaciones por despidos sin causa. Es cierto, allí no hay indemnizaciones, pero para que alguien pueda ser despedido, el empleador debe contar con la anuencia del empleado, con la anuencia de su abogado y con la anuencia del sindicato. En ese contexto el empleado despedido, invariablemente, sigue cobrando su sueldo, hasta que la justicia homologa la decisión del despido.
Una economía que crece, produce y exporta necesita de una fuerza laboral bien paga y protegida en sus derechos. Eso es lo que creo. Con este sistema laboral se crearon, en Argentina, 4 millones de empleos, entre el año 2002 y el año 2015.
Las medidas de excepción que hemos tomado (prohibición de despidos y doble indemnización) deben ser entendidas de ese modo, como medidas de excepción, no como reglas. Han sido dispuestas en un momento único y no van a sostenerse en el tiempo.
En el mismo sentido, hemos tomado varias de las medidas, que ustedes – en este mismo seminario y en el documento de trabajo - han planteado:
• El plan TE SUMO rebaja cargas patronales para las Pymes y subsidia parte del salario para las empresas que tomen jóvenes, de entre 18 y 24 años.
• La Ley de ECONOMIA DEL CONOCIMIENTO reduce cargas patronales en un 70% para todo el sector, y también elimina retenciones a las exportaciones
• Para el Norte Grande, San Juan y Mendoza eliminamos aportes patronales, por 3 años, en todos los sectores productivos, fomentando el desarrollo federal
• Hemos reducido de contribuciones patronales, en un 90; 95%, según los casos, para las y los participantes de programas de empleo y formación profesional
Asimismo para que Argentina retome su rumbo, debe resolver definitivamente el problema de la deuda, que heredamos. En parte hemos resuelto la cuestión acordando con los acreedores privados. Hemos preservado que el acuerdo no postergue a los más necesitados y le permita, a la Argentina, poder recuperarse. Hemos ganado tiempo y logramos una reducción de la deuda, de más de 37.000 millones de dólares.
Ahora, estamos discutiendo la deuda tomada, con el Fondo Monetario Internacional. Se trata de un caso único en la historia del organismo. El préstamo - dado a la Argentina - en 2018, por 57.100 millones de dólares representó el mayor préstamo, otorgado por el organismo, a un país miembro. Ese año representó el 55 por ciento, del total prestado, por el Fondo Monetario Internacional a todo el mundo. Esa suma, de 57.100 millones de dólares, era equivalente al 11 % del PBI, de entonces, y fue dado en un marco de fuga de divisas, que contradijo los mismos estatutos, del organismo de crédito internacional.
Como el crédito se contrajo, bajo la modalidad del “stand by”, ese crédito estamos obligados a pagarlo, en un plazo no mayor de tres años, con lo cual eso significa, que en los dos años que sigan, en el 2022 y 2023, Argentina está obligada a pagar - en cada año - más de 19.000 millones de dólares, en concepto de capitales e intereses.
El Gobierno Nacional está discutiendo con el FMI cómo se paga esa deuda. Necesitamos que las tasas que se aplican se reduzcan, necesitamos ganar tiempo para empezar a pagar y necesitamos extender al máximo posible los tiempos de cumplimiento de esa deuda.
Como somos enérgicos, en el debate con nuestros acreedores, sólo demostramos nuestra seriedad. Debemos resolver el problema de la deuda haciendo que la misma sea sostenible, es decir, que no nos condene a la postergación, de la Argentina. Debemos crecer, acumular reservas y empezar a cumplir.
El problema de la deuda externa, de Argentina, y el problema de la deuda con el FMI, no es un problema del Gobierno de Alberto Fernández, es un problema, de la Argentina. El Gobierno de Alberto Fernández tendría resuelto el problema, porque con el tiempo de espera que logramos, para empezar a pagar, nosotros – en nuestra gestión – no tendríamos que pagar nada, pero dejaríamos un problema para la Argentina del futuro, y el problema nuestro no es sacarnos el problema de encima, es resolver el problema de la deuda, en Argentina, ese es el objetivo.
Los que hoy proponen tomar más créditos para pagar esos créditos, en realidad son los mismos, que generaron esta deuda, y después dijeron “reperfilarla” para profundizar aun más la crisis.
Nuestra decisión de encontrar un rápido acuerdo, con el FMI, es absoluta. Pero un rápido acuerdo no puede conducirnos a un mal acuerdo, son dos cosas distintas. Vamos a seguir discutiendo hasta que estemos seguros que tendremos los recursos necesarios para poner de pie la economía argentina y garantizar el trabajo, en nuestro pueblo. Sólo a partir de allí, comenzaremos a hacer frente a las obligaciones, que hemos heredado.
El crecimiento, también, nos enfrenta a una triste puja distributiva. Recomponer el salario real es una obligación, que tenemos como sociedad. El ingreso de los trabajadores registra una caída en el salario real, a partir del año 2016, que supera el 20 %. Esta es una tarea que debemos imponernos cumplir.
Los empresarios deben hacer su aporte. Hemos visto que, en septiembre y en lo que va de octubre, el precio de los artículos de la canasta familiar se ha incrementado de manera incomprensible. Debemos encontrar el punto de equilibrio para que esa suba de los precios cese. Queremos hacerlo, de acuerdo con los industriales y cadenas comercializadoras, pero todos deben saber que seremos inflexibles en esta materia. El pueblo argentino no puede ser víctima de la especulación y la ambición de algunos. Una sociedad, donde unos pocos ganan y millones pierden no se parece a una sociedad, se parece más a una estafa. Confío en poder encontrar ese equilibrio, en una mesa común, donde se discuta la cuestión.
En los últimos tiempos, a través del Consejo Económico y Social hemos impulsado muchas medidas, que fueron el resultado del acuerdo de los que producen, de los que trabajan y del Estado.
La Ley de Economía del Conocimiento; el plan de electro movilidad sustentable; el plan agro-bio-industrial; el plan estratégico de fomento a la industria de la construcción; el plan para el desarrollo de gas e hidrocarburos; el proyecto de ley de Compras para la innovación del Estado y el plan plurianual de financiamiento para la ciencia y la tecnología son muestras de lo que podemos hacer juntos.
Ese es el desafío. Recuperar la educación, recuperar la ciencia y la tecnología, poner a la Argentina y a su economía en un buen momento, hacer crecer nuestra economía, dar trabajo. Esa es nuestra obligación.
Argentina necesita de empresarios, que sean los primeros trabajadores. Debemos escucharnos, debemos debatir, encontrar acuerdos, debemos entender que estamos todos en un mismo barco, la pandemia ya nos enseñó que nadie, que nadie se salva solo. Necesitamos de esos empresarios, emprendedores, trabajadores, sin lobbyes y con creatividad, sin especulación y con producción. Sin codicia y con solidaridad.
Enrique Shaw - alguien que ustedes siempre recuerdan - decía que una empresa es como un barco: el descuido de uno puede llevar a todos a pique. Pensemos la Argentina de ese modo. Porque de este modo podemos hacer una sociedad mejor.
Muchas gracias a todos y todas. (APLAUSOS).