Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la Cumbre Latinoamericana sobre Cambio Climático
Buenos días a todos y todas, aquí desde Buenos Aires.
Quiero agradecer a los líderes regionales que nos acompañan comprometiendo su esfuerzo por hacer frente al desafío del Cambio Climático. El momento de actuar es ahora, el reloj de la destrucción planetaria no se va a detener, al menos que construyamos un nuevo paradigma de desarrollo. Por eso es tan importante esta Cumbre. Junto a Barbados, Chile, Colombia, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, y con el apoyo de otros tantos países, hemos convocado hoy a un conjunto de líderes políticos, de organismos multilaterales y expertos de todo el continente, para impulsar un diálogo fraterno sobre cómo pensar, entre todos y todas, un proyecto común en nuestra casa común.
Nos convoca hoy, en primer lugar, la urgencia de la ambición y la acción climática. En segundo lugar, la necesidad de pensar mecanismos innovadores que nos permitan reconstruirnos mejor. En tercer lugar, la necesidad de fortalecer los lazos de cooperación para cuidar nuestros territorios y nuestras comunidades. La Cumbre de Líderes del Día de la Tierra, convocada hace muy poco tiempo por el presidente Biden, consagró la agenda climática como prioridad política y económica a nivel global. Propusimos esta Cumbre para abordarla desde una perspectiva genuinamente latinoamericana y decisivamente orientada al debate de cara a la reunión de Glasgow. La República Argentina ha decidido poner a la acción climática y ambiental en el centro de sus prioridades, es prioridad de este Gobierno. Formalizaremos en la próxima COP de Glasgow un incremento del 2 por ciento en la ambición de nuestra contribución que determinamos nacionalmente, lo que resulta en un compromiso del 27,7 por ciento superior al presentado en 2016.
Para lograr esto, elaboramos el Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al cambio climático, junto con las provincias y actores de toda la sociedad; además pusimos en marcha una mesa de transición para la promoción de las energías renovables, y el desarrollo de un complejo productor y exportador de energías limpias y de bajas emisiones, basada en el hidrógeno; también promovemos la adopción de tecnologías para la reducción de emisiones de metano y otros contaminantes; el transporte sostenible es otra de nuestras prioridades para reducir las emisiones, impulsando la eficiencia y la electrificación; también adoptaremos medidas profundas para erradicar la deforestación ilegal, tipificándola como delito ambiental; nosotros fortalecemos los sistemas de información climática y meteorológica, y la implementación de medidas de reducción de vulnerabilidad en las comunidades, la infraestructura y los sistemas productivos, con el fin de proteger a los más pobres ante los eventos climáticos extremos. Todos estos compromisos son un paso más que da Argentina hacia una trayectoria consistente con la meta de 1.5 grados centígrados y con la neutralidad de carbono sirva hacia el año 2050.
Naturalmente, para cada uno de estos pasos tenemos que advertir, como lo señala el Papa Francisco, que no hay una crisis ecológica ajena a la crisis social y ajena a la necesidad de replantear los pilares de la arquitectura financiera internacional. Necesitamos financiamiento y nuevas reglas e incentivos globales, para que la transición sea justa, para que no encubra nuevas formas de proteccionismo, ni agigante las brechas de bienestar en nuestro planeta. Permítanme compartir con Ustedes algunos caminos posibles para construir un desarrollo humano integral y sostenible. La riqueza en el mundo debe ser ponderada desde una nueva visión, con una sensibilidad centrada en otra cosa que no sea ambiente. La mera medición del producto bruto interno nacional no resulta compatible sin tener en cuenta la huella de carbono, ni indicadores de reducción de daño ambiental. Necesitamos poner en valor los activos ambientales y pensar en métricas que vayan más allá de un crecimiento depredador y extractivista. No podemos medir el crecimiento del mundo con la misma vara de la era industrial contaminante. Necesitamos también identificar a los avances en tecnologías limpias como bienes públicos globales, fortaleciendo un concepto de multilateralismo ambiental. Con acuerdos de transferencia tecnológica para la adaptación ecológica y una liberalización de las patentes de estos bienes necesarios para impulsar la adaptación al cambio climático. Las lecciones aprendidas con las vacunas, en esta pandemia, tienen que ser aplicadas a la siguiente pandemia que ya padecemos, la del cambio climático.
Necesitamos aplicar la emisión de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional a un gran pacto de solidaridad ambiental, que incluya esencialmente a países de bajos ingresos y renta media, y que sirva para extender los plazos para atender los pagos del endeudamiento y la aplicación de menores tasas bajo las actuales circunstancias de estrés sanitario y ecológico.
Admito que lo menciono desde la Argentina, un país particularmente afectado por un endeudamiento tóxico y depredador, pero también tiene sentido para el resto de los países que han aumentado su exposición de deuda durante la pandemia. Shock climático y shock financiero, producto de una crisis generalizada de deuda, no son compatibles para un mundo mejor. Los canjes de deuda por acción climática, los mecanismos de pagos por servicios ecosistémicos y el concepto de deuda ambiental, y de la categoría de acreedores ambientales que ostentan los países menos desarrollados, son otras claves para la salida de la actual crisis. Necesitamos, asimismo, que los organismos regionales de desarrollo comprometan al menos el 50 por ciento de su cartera de préstamos a acciones ambientales. Necesitamos capitalizar a estos organismos regionales de desarrollo, pienso en el BID, pienso en la CAF, sea a través de un apalancamiento de los Derechos Especiales de Giro para potenciar su capacidad crediticia, sea a través de una nueva inyección de capital cuyo puntapié inicial, esencialmente, debe estar dada por los países más desarrollados. Necesitamos repensar el sistema de calificación crediticia, para no castigar a países vulnerables que ya afrontan las consecuencias del cambio climático. De cara a lo anterior, necesitamos establecer los adecuados incentivos de mercado e impositivos, para que la inversión privada se concentre en las prioridades ambientales con impacto social y en la construcción de una nueva economía circular que descarte la política del descarte, de la que siempre nos habla el Papa Francisco. Los trabajos del futuro serán sustentables, sino no serán trabajo. Necesitamos, de cara a la próxima cumbre del G-20, profundizar el debate sobre el nuevo impuesto mínimo global, para que favorezca también a las economías emergentes y contribuya a una acción de desconcentración de riqueza y mayor justicia ambiental. Tenemos que ser claros y aportar soluciones creativas a partir de una realidad difícil de refutar. El sistema de gobernanza global hasta el momento no ha demostrado ser eficaz para movilizar recursos hacia los países en desarrollo. No fue eficaz ni en cantidad suficiente, ni en calidad suficiente. Tenemos que impulsar respuestas más ágiles, transparentes y audaces. En suma, necesitamos una justicia social ambiental, que es el nuevo nombre del desarrollo en nuestra región.
La suerte de este partido exige liderazgos globales audaces, y articular a los ministerios de ambiente con los departamentos del Tesoro y ministerios de finanzas y economía del mundo desarrollado. La importancia de una política no está dada solo por la declamación, sino esencialmente por el monto de su presupuesto y por las regulaciones inteligentes que generan incentivos en una dirección virtuosa. El reto es el involucramiento comprometido y coordinado de cuatro actores clave: Países Deudores, Países Acreedores, Instituciones Financieras Internacionales y el Sector Privado. Se trata de escuchar el clamor de nuestra tierra y el clamor de nuestros pueblos. Glasgow nos espera. Hago votos para que de esta Cumbre salgan propuestas de soluciones. Es aquí y ahora. Juntos podemos ser parte de una generación que procuró salvar a nuestro planeta. Separados caeremos todos dominados por la codicia global que no fue capaz de evitar la destrucción.
A todos quiero darles la bienvenida y les doy las gracias por el tiempo que me han dedicado en estas palabras. Y agradeciendo la presencia de todos ustedes, quiero empezar este encuentro diciendo que hay 21 países participando. Dándole la palabra a John Kerry, el enviado especial para el clima de los Estados Unidos, a quien tuve el gusto de conocer y hablar con él en Italia, y es un gusto por volver a verlo a la distancia. Tiene la palabra.
Muchas gracias.