Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, por la presentación del Plan Paradas Seguras, en el Parque de la Unidad Nacional, Merlo, Provincia de Buenos Aires
Buen día, buen día a todos y todas.
No es un día fácil, claramente no es un día fácil. Me preguntaba cómo empezar mis palabras en este contexto. Mario era, por sobre todas las cosas, un bonaerense que amaba su provincia entrañablemente y que conocía los problemas de su provincia, como seguramente todos ustedes lo conocen. Vivía obsesionado con el problema de inseguridad en el gran Buenos Aires, y este Plan de Paradas Seguras tiene que ver con eso, con su obsesión de que el que tiene que tomar un transporte público, no tenga que en el instante de que el transporte llegue a recogerlo la sensación de que todo puede irle mal y que todo puede cambiarle en un segundo. Y entonces así empezó a construir esta idea de llevar adelante 4 mil paradas seguras, que son paradas que al usuario al transporte público les da tranquilidad, porque sabe que hay cámaras firmando, y eso inhibe en mucho al que quiere delinquir, y sabe también que hay un botón de pánico para que si algo pasa toque ese botón y rápidamente va a venir alguien a socorrerlo, y va a dar wifi para que si tiene que contactarse rápidamente con alguien pueda hacerlo.
Mario pensaba mucho, como todos nosotros, en el problema de la seguridad en el Gran Buenos Aires fundamentalmente, y por eso se celebraba con nosotros y participaba con nosotros, no solo por los fondos que le dábamos a la Provincia para que pudiera concretar la compra de estos móviles que hoy acá vemos en Merlo, pero que hemos visto antes en Lomas de Zamora, La Matanza, en Almirante Brown, en muchos otros distritos. Que es el trabajo conjunto de un Presidente, de un Gobernador, que estamos codo a codo preocupados por resolverle problemas a los argentinos y a los bonaerenses que son argentinos por sobre todas las cosas. Y no termina allí, termina con la construcción que ‘Kato’ está llevando adelante en la Alcaldía, para aliviar las detenciones que hoy ocurren en comisarías y también en centros de detención penitenciarias, para que el que delinque cumpla sus condenas en condiciones dignas.
Todo esto es parte de un mismo trabajo, en un tiempo muy difícil que nos toca vivir. Yo a Mario lo conocí en el año 2003, yo asumí como Jefe de Gabinete y él acababa de ganar su municipio, su querido Junín. Y ahí lo conocí, y ahí empezamos a trabajar, no éramos del mismo espacio, éramos opositores, y pudimos trabajar muy bien juntos, como podemos trabajar muy bien juntos hoy con otros opositores. A mí no me gusta generalizar. Ahí lo veo a Diego que es un opositor, pero que no duda en llamarme una y otra vez para decirme “tenemos este problema con la pandemia, trabajemos juntos”, o no duda en ir y cerrar una fiesta clandestina, ir con sus fuerzas y hacer cumplir las condiciones que hacen falta. No todo es lo mismo, no todo es lo mismo. Y yo creo que la inmensa mayoría de los argentinos eran como Mario, como Diego, como yo, como cualquiera de los intendentes que está aquí presente, como Axel. Todos queremos vivir en una Argentina en paz, todos queremos una Argentina unida en la pluralidad, en la diversidad. La democracia es eso, es el arte de la sinfonía, es el arte de que todo funcione bien cuando todos tocamos instrumentos distintos, sabiente que en algún momento a algunos le toca dirigir la orquesta, y a otro tiempo le toca ejecutar el instrumento. Eso es la democracia. Y la verdad es que pienso en estos momentos de pandemia tan duros, tan irreversibles, tan complejos, en momentos tan difíciles que nos toca vivir hoy, donde la explosión de casos hace que las camas se saturen y que de repente los hospitales privados de Buenos Aires, de la Ciudad de Buenos Aires, le tenga que pedir al Hospital Muñiz que le habiliten camas para seguir atendiendo a sus pacientes, después de haber mandado muchos pacientes al Gran Buenos Aires para ser atendidos. En ese contexto, me pregunto si no debemos reflexionar un segundo cuánto vale la vida, un segundo, porque en este momento en donde todos sentimos la pérdida de Mario, porque se fue su vida, deberíamos entender cuánto vale la vida, cuánto vale la vida. La vida vale mucho porque es lo más valioso que tenemos, cuando nos falta solo nos queda dar homenajes, pero en su ausencia esa vida que se pierde no se recupera, como no podemos recuperarlo a Mario, con mucho pesar, con todo el dolor que tenemos. Se le fue la vida y se fue Mario, y nos dejó un hueco dificilísimo de llenar. Eso pasa con cada argentino que se muere en la pandemia. Por eso, nosotros no nos podemos dar el lujo de decirle a un argentino no te puedo atender porque no hay camas, y no nos podemos dar el lujo tampoco de exigirle cada día más al sistema de salud, a esos médicos, a esas médicas, a esos enfermeros, a esas enfermeras, a esos terapistas, a esos camilleros, que van en socorro de aquellos a los que al virus ataca. No nos podemos dar ese lujo.
Por eso, este tiempo sirve también para que reflexionemos, para que nos demos cuenta que necesitamos cuidarnos mucho, que si nos cuidamos mucho cuidamos al otro y que si nos cuidamos todos nos podemos salvar todos, pero si no nos cuidamos nosotros vamos a llevar mucho dolor a otros, podemos ser la causa de muerte de otros, podemos ir a buscar nuestra propia muerte. No olvidarlo, son tiempos muy difíciles, muy difíciles, que no se resuelven haciendo política en este contexto. En este contexto, tenemos que hacer como hacemos con Diego, nos olvidamos de la política, “y Diego, ¿Qué te hace falta?”, “Alberto: necesito”, y tenemos que estar juntos trabajando. Eso es lo que tenemos que hacer, eso es lo que tenemos que hacer, y olvidarnos del resto, porque ninguna coyuntura política nos autoriza a dejar de valorar la vida, ninguna coyuntura política nos autoriza a no valorar la salud de los argentinos y argentinas, porque si una enseñanza que nos deja Mario en el día de hoy, es cuánto vale la vida, y que no podemos exponernos a que se pierdan vidas de argentinos. Pensemos en eso para sobrellevar mejor este tiempo difícil, pensemos en trabajar juntos, olvidémonos por un rato de las diferencias, que cada uno toque su instrumento, pero hagamos el esfuerzo de tocar una sinfonía, que cada uno toque el instrumento y la nota que corresponde en el momento de vida, y además en acuerdo con cada uno de los que forman esa orquesta. Tal vez la perdida de Mario es darnos cuenta lo que vale la vida y lo que significa la muerte. Voy a ayudarlos.
A dónde estés gracias Mario. Gracias de corazón. Gracias a todos y todas. (APLAUSOS).