Palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el cierre del Consejo Federal de Educación, desde la Residencia Presidencial de Olivos
(Audio Comenzado) Un gusto recibirlos aquí a los Ministros, a las ministras, a los compañeros decentes, están las autoridades de organismos internacionales que son bienvenidas.
Miren, la pandemia nos ha dejado muchas cosas sobre las que debemos reflexionar. Corría el año 2003 y Daniel Filmus era el Ministro de Educación, y yo siempre le decía a Daniel “la educación es un tema prioritario”, porque las riquezas de las sociedades hoy en día no se miden por las riquezas naturales que un país tenga, la riqueza se mide por la inteligencia que se logra desarrollar en esas sociedades. Entonces la educación tiene un rol central allí, una sociedad que retrasa la calidad educativa es una sociedad que en estos tiempos poco a poco se va quedando al margen del mundo, y una sociedad que desarrolla la inteligencia a través de la educación, es una sociedad que tiene la posibilidad de avanzar a pasos agigantados. Ahora, esto se lo decía en el año 2003. Me tocó llegar al Gobierno nuevamente, ahora como Presidente, y a poco de empezar me agarró la pandemia, después de cuatro años muy difíciles donde la inversión en la Educación Pública se había postergado mucho, a nivel nacional por lo menos. Y la pandemia nos obligó a todos y a todas a revisar las lógicas educativas, porque ya no se podía seguir educando con las mismas lógicas de antes, porque lo que a mí me determinó a hacer el primer cierre de circulación en la Argentina fue un dictamen, una información, una decisión, una recomendación de la Organización Mundial de la Salud, que recomendaba suspender las clases porque los chicos eran vector de riesgo, eran chicos que podían contagiarse y enfermarse con facilidad y llevar eso a sus mayores y docentes de clase. Y si bien es cierto que los chicos tenían muy poco riesgo de vida, no de contagio, el contagio lo podía soportar igual, y la enfermedad la tenían que sobre llevar igual, pero es cierto que la mortalidad de los chicos es muy pero muy baja, casi ínfima, lo cierto es que podían operar como vectores de transmisión de virus. Y siguiendo esa recomendación tomamos la decisión que tomamos. Cuando decidimos suspender las clases, tampoco fue una decisión impuesta por el Gobierno nacional, fue una decisión discutida en este Consejo, y por unanimidad este consejo resolvió suspenderlo. Y yo celebro esa decisión, porque esa decisión lo que hizo fue preservar la vida de todos, cuidar la salud de los chicos, hacer que los chicos no se conviertan en ese vector de contagio, preservar la salud de los docentes y preservar fundamentalmente la salud de los que convivían con esos chicos. Ahora, eso nos enfrentó a un nuevo dilema, ¿qué hacemos con los chicos? ¿Los mandamos a la casa y esperamos que esto pase? No, no hicimos eso, buscamos, y ustedes fueron centrales en todo esto, la manera de seguir educando, esta vez de otro modo, a la distancia. Y todos tuvimos que aprender, ahora ya tener un zoom es algo habitual pero al comienzo era una cosa dificilísima. Y también ese primer momento nos enfrentó a una nueva realidad, que es descubrir que la desigualdad existe en la Argentina a la hora de distribución de datos por vía de redes, y la conectividad y la falta de conectividad en muchos lugares de la Argentina dejó al descubierto esa desigualdad. Que lo que permitía es que algunos chicos pudieran acceder fácilmente a esas clases a distancia, pero que muchos chicos no podían. Y que aún chicos que por ahí tenían la conectividad, no tenían los elemento para poder llegar y debían compartir con sus padres una computadora o un celular, para poder en el tiempo que le quedaba a los chicos, que le tocaba a los chicos, recibir las clases a distancia. Este ha sido un año muy traumático para el mundo, no solamente para nosotros. El mundo se tuvo que acostumbrar, nosotros también, a encarar la vida de otra manera, definitivamente fue así. Y en ese trabajo tuvimos que enseñar a dar clases, yo mismo tuve que dar clases en la Universidad de Buenos Aires con un zoom, con alumnos que me miraban en las pantallas, con toda la incomodidad que eso representa, porque no hay nada más lindo que poder mirar a los ojos a un alumno e ir detectando quien entiende, y quien no entiende, y a quien le tengo que remarcar algo porque se está quedando fuera de tema. Eso se ha perdido con el método de las clases a distancia. Y lo que es peor, no todos recibieron esas clases con la misma frecuencia y con la misma calidad. Así llegamos al día de hoy. Hay un aspecto adicional que no se puede descuidar, que es un aspecto que se vincula a la sociabilidad del chico, porque un chico que no va al colegio es un chico que pierde su trato con los compañeros, pierde los tiempos de recreo inclusive, pierde los tiempos necesarios para socializar con otros, y pierde fundamentalmente la mirada del docente que lo sigue, le presta atención y puede detectar qué chico necesita más atención que otro.
Todo eso nos ha pasado en el año anterior. La verdad es que la pandemia no ha terminado, la pandemia no ha terminado, y no solamente no ha terminado, no sabemos cuánto tiempo más va a durar, porque se trata de un virus además no se queda quieto, que en cuanto ve que lo atacamos va mutando de tal modo que puede seguir circulando por el mundo contagiando y lastimando a gente. Como no sabemos cuánto va a durar, el dilema que enfrentamos es seguimos paralizados frente al virus o tratamos de reacomodar nuestras vidas frente al virus. Está claro que elegimos la segunda opción, está claro que elegimos la segunda opción. Es muy bienvenido que todos queramos volver a las clases presenciales y que todos queramos volver a favorecer la socialización de los chicos. Está muy bien, está muy bien. Y también está muy bien que todos entendamos que en esa decisión debemos preservar la salud y los cuidados de los docentes. También eso es necesario que entendamos. Por eso, volver a clases esta vez no tiene las características de la vuelta a clases de un día de marzo cualquiera de nuestra vida anterior, es distinto. Es volver a clase lleno de cuidados con distancia, preservando la distancia y la cercanía entre docentes y alumnos, priorizando la salud de los docentes que debemos ayudarlos en su vacunación lo antes posible, fundamentalmente, los más adultos, tenemos que construir un nuevo modo de dar clases, y tenemos que volver al ritmo de las clases, porque el ritmo de las clases también va generando conducta. La conducta de levantarse temprano, llegar a horario, respetar un horario. Reglas de conducta que hacen a lo que algunos llaman controles sociales, pero que fundamentalmente nos van formando en la vida en sociedad. Amén de todos estos cuidados, tenemos un segundo desafío que es que todos somos conscientes que no todos los chicos recibieron los contenidos curriculares que debieron haber recibido el año pasado porque no pudieron, porque no tenían conectividad, porque a todos no les resulta fácil acostumbrarse a la distancia de una pantalla. Con lo cual, este año tenemos el desafío casi de hacer dos años en uno, el año anterior que de algún modo no tuvo el ritmo, la velocidad que debió tener y el año que tenemos, porque lo que más debemos cuidar es el conocimiento de los chicos, es el aprendizaje de los chicos. Esa es la prioridad y ese debe ser el desafío porque si no entendemos que vamos a ser ricos no si descubrimos litio, sino si desarrollamos la inteligencia, nos vamos a retrasar mucho en el mundo, mucho en el mundo.
Yo sabía, además, que la revolución digital ya había empezado y estaba desplazando a la revolución industrial, que nació hacia fines del siglo XIX. Ahora, lo que estoy viendo es que esa revolución digital ha adquirido una velocidad inusitada en los tiempos de pandemia, porque nos vimos obligado a llevar adelante una vida digital. Y eso encima nos pasa en un país donde no hemos desarrollado toda esa materia del modo en que debíamos haberlo desarrollado. Y ese es otro desafío. En tiempos en que todavía discutimos si la conectividad es o no un servicio público, algunos quieren discutirlo nosotros ya no lo discutimos más, pero cuando algunos todavía siguen discutiendo si eso es un servicio público o no. La verdad lo que no están entendiendo y lo que no le están contando a la gente que hoy en día la conectividad es central para el desarrollo humano, central. Por ahí, es excesivo equipararlo al agua. Lo que si estoy seguro de que nadie puede lograr el desarrollo del conocimiento sin la conectividad adecuada, eso sí estoy seguro.
Así que, en este escenario con todas estas dificultades y con toda esta voluntad, tenemos que hacer lo necesario para articular un buen resultado, y yo estoy seguro de que podemos hacerlo. Es un desafío que tenemos como país, es un desafío que tenemos como sociedad. La educación de nuestros chicos es central, es el futuro de ellos, es el futuro de esta patria. Todo lo que invirtamos en educación es poco. En los tiempos que vivimos es mucho más importante educar nuestros chicos, que andar buscando petróleo, es mucho más importante. Por lo tanto, yo les agradezco a todos el esfuerzo que en cada provincia han hecho y les agradezco a todos el compromiso que han asumido. Ustedes pueden llevarse de mí el compromiso del Gobierno nacional de que nada hay más importante para nosotros que la educación y la salud de los argentinos, nada hay más importante, porque sin salud no hay presente y sin educación no hay futuro.
Gracias a todos y a todas por estar aquí. Muchas gracias. (APLAUSOS)