Palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la apertura del 56° Coloquio de IDEA, por videoconferencia, desde la Residencia Presidencial de Olivos
Buenos días a todos y a todas. Gracias por invitarme a la apertura, de este nuevo Coloquio de IDEA. Gracias a Roberto Alexander por sus palabras iniciales, gracias (inaudible) por tu presentación.
Efectivamente yo creo que este es un Coloquio diferente, diferente por el modo que lo estamos realizando, virtualmente, diferente también por el tiempo que nos toca vivir. Perdón, en verdad la Argentina y el mundo están viviendo un momento único en el mundo y en el tiempo, único porque está asolado por una pandemia que es algo inusual, no es algo habitual. Único porque esa pandemia ha generado un colapso económico en todo el mundo, del que nadie ha podido salir indemne. Los que más celebran, celebran haber ganado un poquito, pero no lo que ganaban habitualmente, o lo que crecían habitualmente. Y en verdad ese estado de cosas nos obliga a repensar un poco el mundo, porque el mundo difícilmente vuelva a ser lo que fue y porque además si revisamos lo que nos ha pasado, también seguramente vamos a terminar repensando ventajas y desventajas de aquello que vivíamos hasta el mismo momento en que el virus apareció.
El virus ha contaminado absolutamente a todo el mundo, no es que contaminó a la Argentina. Además, el virus tiene una característica, cuentan los científicos, que parece que con su andar se va potenciando, se va fortaleciendo, se vuelve más agresivo. El virus parece por momentos que se va y siempre está volviendo, y ahí la tienen a Europa como soportando algo así, algo parecido a una segunda ola del virus. El virus es un ser imperceptible a los ojos del ser humano, pero que ha tenido la capacidad de llevarse millones de vidas humanas y lo que es peor, lo que es peor no, además, también se ha llevado muchísimas empresas que han dejado sin trabajo a cientos de miles de personas. El virus se ha llevado bonos de estados muy fuertes y han caído en su cotización de una manera sensible. El virus ha dejado en evidencia también la ineficiencia del ser humano para encontrar respuesta al problema, porque llevamos meses lidiando con este virus, y hasta el día de hoy no sabemos cómo prevenirlo, no sabemos cómo curarlo y eso no es poco. No tenemos la vacuna que lo prevenga, no tenemos el remedio que lo cure. Hemos vuelto a las prácticas más elementales de la medicina: quedate en tu casa, cubrí tu boca, no le des la mano a otro, permanentemente higienizá tus manos. Nos ha obligado a trabajar a dos metros de distancia, a no compartir nada con el otro, a evitar los abrazos, los saludos ahora son con la mirada, no son con las manos, ni con los abrazos. Digo, es un mundo que en términos sociales está exigido distanciarse del otro, pero la crisis es tan pero tan profunda que en verdad es la oportunidad de que en la distancia todos seamos mucho más solidarios. Porque lo que el virus ha confirmado es que este es un virus que no elige a sus víctimas, ataca a todos por igual, y en ese ataque, nadie, absolutamente nadie ha quedado a salvo, nadie. Han caído empresarios, han caído gobernantes, han caído trabajadores, han caído hombres y mujeres, en la enfermedad han caído viejos y niños, todos.
Y eso lo primero que nos hace pensar es en un nuevo sistema, mucho más solidario que el presente. Yo sé que nosotros atravesamos un tiempo al que hemos llamado posmodernismo y que la característica de ese tiempo ha sido el individualismo. El individualismo lleva a garantizarme yo mismo cómo ser exitoso y despreocuparme del otro, y en verdad el exitoso no es realmente el que se preocupa por el otro, el que se brinda al otro, el que piensa comunitario, el exitoso ha sido el que acumula fortunas. Y ese sistema, lo que fue permitiendo es que construyamos un sistema económico donde muy pocos concentran las riquezas y donde millones y millones distribuyen la pobreza. Esto es lo que evidencia el mundo del coronavirus y también es todo esto un instante de reflexión para que pensemos un poco lo que podemos construir nosotros en Argentina. La Argentina también es un país que cuando llegó el coronavirus estaba muy pero muy enferma, era un país en terapia intensiva, digo lo mismo, lo digo siempre, lo saben ustedes mejor que yo. Ya en enero de 2018 los mercados financieros se cerraron al mundo, después de haberse endeudado alocadamente a la Argentina, cuando tuvieron que enfrentar esa deuda no tuvieron mejor idea que pedirle más dinero al Fondo y lo único que hicieron con todo ese dinero fue permitir que se fugue. Lo cierto es que cuando nosotros llegamos al Gobierno la Argentina estaba con 36 puntos de pobreza, con muy pocas reservas porque solamente entre las elecciones Primarias y las elecciones definitivas, la del 27 de octubre, se fugaron de la Argentina 23 mil millones de dólares, llegamos y un cepo impedía acceder al dólar, llegamos a una Argentina recesiva que llevaba más de dos años de caída permanente del consumo, que habían cerrado a más de 25 mil pymes, que había potenciado el desempleo, que había potenciado la precarización del trabajo a través de las formas del monotributo.
Todo eso pasó, en un tiempo, en donde el Gobierno decide ser un Gobierno preocupado por los empresarios. Y nosotros llegamos con toda nuestra fuerza, con todas nuestras ganas, a terminar con la pobreza, a poner en marcha la maquinaria de la producción y el trabajo, y a los tres meses de haber llegado apareció el primer caso de coronavirus, y a partir de allí todo nuestro objetivo cambió, cambió porque tuvimos otras urgencias, solamente por eso. Y nuestras principales urgencias fueron, nuestra principal urgencia fue reconstruir un sistema de salud que había quedado virtualmente desmantelado. A veces cuando escucho alguno que se pregunta “pero, ¿para qué sirvió la cuarentena?” Aquella cuarentena sirvió para poner de pie aquello que había sido derribado. El ministerio de Salud no existía, tan ausente estaba que dejaba vencer en los galpones de la Aduana millones de vacunas que los argentinos no recibían, tan olvidados estaban los argentinos en su atención sanitaria que enfermedades que creíamos erradicadas, como el sarampión, volvieron a aflorar. La Ciencia y a Tecnología nunca fue tan maltratada como en aquellos cuatro años, teníamos un Gobierno en la Provincia de Buenos Aires que hacía gala de no querer abrir hospitales. Pues bien, nosotros llegamos y repentinamente tuvimos que volcar todo nuestro esfuerzo a garantizar que en la Argentina nadie se quedara sin atención sanitaria ¿Por qué lo hicimos? Porque teníamos la experiencia de Europa y la experiencia de Europa nos decía que en aquellos países que el sistema sanitario había fallado, había sido insuficiente, las muertes se multiplicaban por 2.5. Y no queríamos que eso nos pase, no queríamos que ningún argentino se viera privado de recibir la atención medica que merecía. Y trabajamos mucho, trabajamos mucho para reconstruir el sistema de salud. Entonces, multiplicamos más de dos veces la cantidad de camas de terapia intensiva a lo largo de todo el país, más de sesenta soluciones hospitalarias, lo que supone la construcción de nuevos hospitales y hospitales modulares, tuvimos que desarrollar en todo el país. Tuvimos repentinamente que hacernos cargo de conseguir desde ropa especial para que el personal de la salud pudiera atender a los pacientes de coronavirus, hasta conseguir barbijos. Uno se olvida, pero al comienzo de todo esto los barbijos eran un negocio especulativo que se vendía, muy caro, porque no los había. Todo eso debimos hacerlo en una Argentina que había sumido en la pobreza al 36 por ciento de los argentinos.
Entonces, fuimos en ayuda de esos argentinos, con planes específicos desde el Plan Alimentar, la profundización de la Asignación Universal por Hijo y la creación del Ingreso Familiar de Emergencia, el IFE. El IFE dejó al descubierto que el estado contaba con 9 millones de argentinos que estaban fuera del sistema, 9 millones de argentinos que el Estado nacional no sabía qué hacían, no sabían de qué vivían, 9 millones de argentinos significan el 20 por ciento de la Argentina. Ese fue el país que recibimos. Y entre todos cooperamos, todos cooperamos y repentinamente la solidaridad se volvió regla entre nosotros, y aprendimos y repetimos todos una y otra vez esa frase del Papa Francisco que dice que “aquí nadie se salva solo”, y de repente todos entendimos que el individualismo no servía para esto y que aquí nadie se salvaba solo. Y la verdad pude ver muchísimas empresas pequeñas y medianas en la Argentina que se reinventaron y que, en la pandemia, se pusieron a hacer cosas que los argentinos necesitábamos para la pandemia, desde barbijos hasta ropa sanitaria para el personal médico, desde máscaras hasta guantes especiales para evitar la contaminación. Y el alcohol en gel que faltaba inicialmente, de repente se inundó porque muchos laboratorios, muchas empresas, empresas de Bioetanol, por ejemplo, se dedicaron a hacer alcohol en gel para ayudar a los argentinos a contar con eso. Y muchos empresarios además de toda esa reconversión se dieron cuenta de la urgencia que en la Argentina había, y muchos se involucraron solidariamente colaborando, tratando de llegar a los sectores más desposeídos garantizándoles alimentación suficiente, algo que el Estado ya de por sí también venía haciendo, pero que fue muy útil ese aporte que en los hechos hicieron los empresarios.
A veces escucho yo decir que “este es un Gobierno al que no le importan los empresarios”, pero lo único que yo sé es que nosotros llevamos adelante un programa para atender la Producción y el Trabajo, la ATP, y que por esa vía llegamos a más de 236 mil empresas, 236 mil empresas que sin la ayuda del Estado tal vez hoy no existirían. Y de ese modo también garantizamos el trabajo de 2 millones y medio de argentinos, y si uno tiene en cuenta solamente ese dato y ve cuánto ha caído el trabajo registrado en argentina, se va a dar cuenta que gracias a todo el esfuerzo que hicimos, el empleo registrado cayó prácticamente en los mismos términos que cayó el empleo registrado en toda Europa en promedio. Ese no es un buen dato, porque el dato que dice que la Argentina cae en empleo es un mal dato, pero es un buen dato si uno compara con otras regiones del mundo y lo que han tenido que sobrevivir.
Yo pienso que el tiempo que se viene es un tiempo que nos exige pensar el desarrollo de otro modo, como bien decía Roberto al inicio, es una gran oportunidad, porque la pandemia dejó al descubierto muchas cosas, dejó al descubierto -por ejemplo- que ese capitalismo especulativo, financiero, puede derrumbarse con una facilidad increíble. Yo siempre digo que el capitalismo ha demostrado que es un sistema económico que puede garantizar, en la medida que no pierda su concepto solidario, el desarrollo social, y pienso que el capitalismo empezó a tergiversarse, como digo siempre, el día que en las empresas empezó a ser más importante el gerente financiero que el gerente de producción. Porque cuando lo financiero prevaleció sobre lo productivo, lo que uno solo pudo observar es que la especulación superó la idea del capitalismo originario, ¿no? Ese capitalismo fordiano que un día se puso a pensar por qué hacer autos solamente para las clases pudientes y por qué sus empleados no podían acceder a un auto. Y entonces se puso a fabricar autos en masa y así convirtió al automóvil en lo que es hoy, que no es un bien suntuario, es un bien al que puede acceder un gran número de la sociedad moderna. Ese es el mejor capitalismo, un capitalismo solidario, un capitalismo que tenga diálogo y un capitalismo donde los mercados funcionen como corresponde, porque un capitalismo sin marcado es una trampa, un capitalismo sin marcado lo único que hace es hacer que unos pocos ganen y que muchos pierdan o padezcan. Ahora, ese capitalismo, y ese mundo empresario, esa inversión privada, necesita también vincularse con el estado porque un capitalismo sin estado es la selva misma, es un mundo sin reglas, es un mundo donde gana, básicamente, el más fuerte, el más poderoso, y pierde el resto. Ahora, un estado sin capitalismo es un estado discrecional, es un estado interventor, es un estado que puede ser autoritario.
¿Por qué hago todas estas reflexiones? Porque el estado, el capitalismo y el mercado definitivamente están vinculados al progreso y al desarrollo, y así debemos entenderlo. Nosotros estamos convencidos de que ese es el camino, nunca lo dudamos. Que en el medio tenemos problemas, claro que los tenemos, hoy mismo estamos enfrentando un problema por la falta de divisas que objetivamente heredamos, por una desconfianza que se crea porque se repiten cosas que objetivamente no son ciertas, desde los que plantean que se viene una devaluación hasta los que plantean que podemos quedarnos con los depósitos de la gente. Jamás haría tal cosa. lo que nosotros necesitamos es una Argentina que crezca con confianza y lo que necesitamos es que los empresarios, de una vez y para siempre, entiendan que tenemos que trabajar juntos para desarrollar a la Argentina. Y que el desarrollo no se da sin reglas claras que el estado fije y que el desarrollo, si no conlleva un desarrollo generalizado que alcance a todos los sectores de la comunidad, es un desarrollo que no sirve. Un desarrollo donde se concentra el ingreso en pocos es un desarrollo que solo tare conflictos. Y eso es lo que estamos llamando a hacer, trabajar juntos para poder encontrar la salida. Y tenemos, definitivamente, muchísimas oportunidades de salida, porque la Argentina las ofrece, porque además el mismo contexto para invertir es un contexto favorable, y hay muchos sectores de la Argentina que pueden involucrarse en el desarrollo de cualquiera de estas cosas de las que vamos a hablar hoy. Nos preocupó también, y se lo escuchaba decir a Roberto, que la Argentina también tenga una calidad institucional que ha perdido. Y cuando nosotros planteamos ciertas cosas vinculadas a la Justicia y a la calidad institucional, no estamos haciendo eso para buscar la impunidad de nadie, no estamos haciendo eso para beneficiarnos con algo de eso, estamos proponiendo esas cosas para que la Argentina recupere una Justicia que se ha perdido.
Yo me pregunto, ¿qué pensarían ustedes si las vacantes que hoy existen en la Justicia, yo las cubro cambiando a jueces amigos míos, sacándolo de un tribunal y pasándolos al otro? ¿Ustedes creen que esa es una mejor Justicia? Bueno, eso es lo que nos pasó, eso es lo que se hizo con el silencio cómplice de muchos, y eso está mal. Y si yo quisiera ser un sin vergüenza que aproveche ese antecedente, para que la Justicia se organice, entre comillas, se organice, con esas lógicas, entonces solamente me hubiera quedado callado y hubiera aprovechado los precedentes de quienes me precedieron en el cargo, pero yo no creo en eso. Yo creo que la seguridad jurídica, que ustedes reclaman, exige tener jueces dignos y probos. Y los jueces dignos y probos tienen que dar un concurso de oposición, tienen que dar un concurso de antecedentes, tienen que pasar por el acuerdo del Senado y tienen que ser designados por el Poder Ejecutivo nacional. Cuando eso no pasa, la dignidad y la probidad de los jueces está puesta en tela de juicio. Y el sistema judicial sufre, claro que sufre. A nosotros nos interesa que la calidad institucional funcione a pleno. Yo soy alguien que cree verdaderamente en la democracia, y soy alguien que verdaderamente cree en el sistema republicano, y por eso exijo que las instituciones se construyan en función de las pautas que la Constitución nacional fija. Esas batallas muchas veces son mostradas mediáticamente como batallas irracionales que nosotros planteamos. Lo único irracional es seguir con las malas prácticas, lo único imperdonable es seguir haciendo las cosas mal y lo más imperdonable es que la Justicia legitime las peores prácticas, porque entonces allí sí quedamos en el peor de los mundos. Amén de la calidad institucional, nosotros tenemos que recuperar la convivencia democrática, recuperar la convivencia democrática es algo que hace muchos años hemos perdido. El mayor flagelo que padece la convivencia democrática es la intolerancia, la descalificación del otro por no ser como yo o no pensar como yo. Eso nos ha llevado a una Argentina dividida, que no tira para el mismo lado, y esa Argentina dividida solo trae problemas, solo trae problemas. Ya no hablo solo de la política, porque la verdad es que lo que hemos visto en estos días de marchas, y marchas, y marchas, donde solo se plantean hasta protestas en domicilios particulares de jueces, o en algún caso de la Vicepresidenta, o yo mismo acá en la puerta de la Residencia de Olivos, donde los reclamos son reclamos de la más variada especia, pero son reclamos repletos de agresión, de insultos y de mal trato. Ese país no funciona más. Pero ese país que divide y descalifica también pone en una vereda a los empresarios y en otra vereda a los trabajadores, y esa es una falsa opción. Nosotros necesitamos a los empresarios y a los trabajadores en la misma vereda, caminando juntos, construyendo juntos, Y entender que los empresarios por ser empresarios no pueden ser descalificados, no deben ser descalificados, como tampoco deben ser descalificados los trabajadores porque reclaman derechos. Recuperar nuestra convivencia es central para pensar en una argentina distinta. Institucionalidad y convivencia democrática, son pilares centrales para pensar en otro país Y en esto no me quiero detener un segundo en hablar del pasado, porque todos hemos vivido el pasado, y todos hemos visto como esa convivencia democrática se altera. Prefiero pensar en el futuro y entender, o creer, o desear, que todos entendimos que estos modos son los modos que hundieron a la Argentina en el peor de los mundos, que esta lucha infernal de sectores en pugna, que objetivamente deberían estar enlazados, es una lucha que nos deja parados siempre en el mismo lugar y nos desalienta.
Yo he venido con la idea de terminar con todo eso y voy a dejar todo de mí para terminar con todo eso, y voy a trabajar codo a codo con cada uno que quiera sumarse al trabajo conjunto sin descalificación de por medio, donde todos entendamos la realidad del otro, la comprendamos, eventualmente la discutamos, pero que encontremos un punto de acuerdo y de síntesis para poder transitar juntos el futuro que tenemos. Y allí en el futuro tenemos muchas alternativas, tenemos siempre la alternativa del desarrollo agroexportador, que la Argentina ahora tiene la oportunidad ya no de vender su producción primaria sin ninguna elaboración, sino de elaborar su producción primaria, agregarle valor, convertir esos granos en proteínas animales y poder exportar animales en un mundo que, tras la pandemia, reclama alimentos. Tenemos una gran oportunidad para hacerlo, hagámoslo juntos, discutámoslo juntos, veamos cómo hacerlo juntos, tenemos siempre nuestros recursos hidrocarburíferos. En los próximos días, en Vaca Muerta, vamos a estar anunciando el Plan Gas, que es un plan que seguramente va a generar mucha inversión en esa zona y en la Argentina por supuesto, y va a dar trabajo. Y allí tenemos un potencial enorme de producción que nos garantice el gas que necesitamos y tengamos hasta excedentes exportables de gas. Tenemos además la posibilidad de desarrollar la minería, que es una actividad que todavía no se ha desarrollado lo suficientemente bien, y que cumpliendo con ciertos estándares sociales se puede desarrollar sin riesgo ambiental. Y ahí tenemos cobre, y ahí tenemos oro, y ahí tenemos plata, y ahí tenemos litio que es la reforma energética del futuro. Y tenemos también la posibilidad, frente a esta pandemia que ha dejado al descubierto las alternativas de mejorar el medio ambiente, la posibilidad de desarrollar energías renovables. A muchos de esos proyectos, hoy se hicieron realidad, los he visto. Estaba el otro día en Anillaco viendo un parque eólico impresionante, he estado en San Juan viendo hectáreas cubiertas con paneles solares que dan energía a la Argentina. Y son opciones que nosotros debemos desarrollar, porque si hay algo que la pandemia dejó al descubierto es que cuando los seres humanos, somos los que nos encerramos, las condiciones de vida en el planeta mejoran, mejoran en aire que respiramos y se vuelve más cristalina el agua que tomamos. Tenemos toda una oportunidad por delante.
Ayer mismo, sin ir más lejos, anunciamos una inversión de 700 millones de dólares de una empresa brasilera, que tiene la vieja destilería que era de Shell y que se ha hecho cargo de ella, como todas las estaciones de servicios de Shell en Argentina. 700 millones de dólares que se invierten para producir el mejor combustible con la menor cantidad de azufre, combustible claramente menos contaminante. Eso es en términos ambientales un gran avance, pero es un gran avance en términos económicos porque la Argentina hoy importa Euro Diesel para cumplir con la cuota que los estándares mundiales reclaman de utilización de combustibles fósiles no contaminantes. Y nosotros por esa vía, junto con otra inversión muy importante que hizo otra empresa en Argentina, que es Pan American Energy, estamos teniendo la posibilidad de dejar de importar y autoabastecernos de combustibles de bajo contenido de azufre. Y eso es una gran noticia. Y en la planta, donde se van a invertir esos 700 millones de dólares, de los que les hablé, el combustible que se refine va a ser exportado a Uruguay, a Paraguay y al sur de Brasil. Esos son pesos que son pesos que se convierten en dólares y que regresan a la Argentina en forma de dólares, en dólares que nosotros necesitamos para seguir creciendo y produciendo.
Nosotros tenemos también la idea de desarrollar fuertemente, en el año entrante, la construcción y la obra pública. Y para los que quieran pensar en invertir su dinero, la construcción va a ser una gran alternativa, porque vamos a dar incentivos muy fuertes. Nosotros lo que queremos, en un tiempo donde ahorrar en dólares es costoso y difícil, y yo sé que es una alternativa que los argentinos encuentran para poder sostener la rentabilidad mínima de sus ahorros, nosotros queremos darle alternativas para poder invertir en otras cosas, que no sean el Dólar, y ganen también con su inversión. Y la construcción a nosotros nos parece una gran oportunidad para hacerlo. Y en los próximos días sacaremos las medidas que den cuenta de lo que estamos pensando, y vamos a convertir a la construcción en una gran oportunidad de inversión, en la construcción de viviendas, y vamos a hacer de la obra pública el gran motorizador de la economía argentina. Con lo cual, yo vislumbro un año entrante que nos ofrece muchas posibilidades, muchísimas posibilidades. Nosotros lo que queremos es ordenar una economía que se ha desordenado.
Cuando dispusimos convertir en servicios públicos a la telefonía celular, al cable de televisión y a la fibra óptica, a internet, en verdad lo hicimos solamente porque la realidad así lo exigía, porque en la Argentina hay 65 millones de celulares y hay 44 millones de habitantes, ¿a ustedes les parece que eso no es un servicio público? Porque en la Argentina el 80 por ciento de los hogares reciben su televisión por cable, las imágenes de televisión por cable, ¿a ustedes les parece que ese no es un servicio público? Porque internet y el desarrollo de la banda ancha es una necesidad absoluta para el desarrollo argentino y para el conocimiento de nuestros chicos, porque hoy internet es ni más ni menos la biblioteca del siglo XX, es el lugar donde nuestros chicos van a buscar conocimiento, ¿a ustedes les parece que ese no es un servicio público? Cuando pensamos en hacerlo un servicio público, lo hicimos pensando en dos cosas, en garantizar condiciones mínimas de servicio por la dimensión que el servicio ha tomado, pero lo hicimos también pensando en promover una gran competencia en un sector que hace muchos años perdió la competencia. No hablo tanto de los celulares, si hablo de internet y la televisión por cable. La competencia se ha perdido, porque algunos sectores tuvieron ventaja que otros no tuvieron. Y en verdad no tengo ningún interés que en la reglamentación fijemos normas que desalientan el desarrollo tecnológico, porque este es un sector en permanente cambio. Lo único que queremos garantizar es que lleven los servicios mínimos a precios accesibles, los servicios elementales a precios accesibles a los que lo consumen, y de allí en más que compitan todos los que tengan que competir, en un mercado abierto, en un mercado competitivo. Nadie acá ha tomado esta medida para complicarle la vida a nadie, hemos tomado esta medida pensando solamente en abrir un mercado que, durante mucho tiempo, estuvo por cuestiones políticas, por decisiones políticas, cerrado y protegido. Y como les dije antes, un capitalismo sin marcado solo sirve a unos pocos y perjudica a muchos, y yo no creo en ese capitalismo, creo en un capitalismo donde la competencia exista.
Así que con estas ideas, nosotros estamos seguros vamos a poder pensar en otra Argentina. Además, hay cuestiones estructurales en la Argentina que nos obligan a pensar en otro diseño de país. Cuando yo hablo de esta Argentina que se dice federal y no lo es, y algunos se molestan porque hablo de la opulencia de la Ciudad de Buenos Aires y de Buenos Aires mismo, y se molestan por eso, solo estoy describiendo un dato de la realidad, solo estoy haciendo eso. Y eso, ¿es culpa de alguien? No, no, no, no tengo a nadie para cargarle las culpas ¿Esto es algo que pasó en los últimos cuatro años? De ninguna manera, es algo que está ocurriendo desde hace década, tal vez siglos en la Argentina. La Argentina ha sido pensada, a fines del 1800, como un país con un puerto y con un sistema productivo fundamentalmente desarrollado en la Pampa húmeda, que produce granos y carnes, y que los exporta. Ese modelo de país necesitaba de ese puerto y necesitaba del desarrollo de la Argentina del centro, ¿y el resto de la Argentina? Ese sistema de país desarrolló una Argentina central y dos argentinas periféricas; una al norte y la otra al sur. Y lo que nosotros debemos hacer es cambiar esa estructura de país, porque esa estructura de país, cuando llegó la pandemia dejó al descubierto lo que causaba, una enorme concentración humana en Capital Federal y en el Gran Buenos Aires. Allí prácticamente habita el 45 por ciento de la población total de la Argentina, que a ustedes eso no les parezca una inequidad, no sé entonces qué decirles. Nosotros tenemos que desarrollar un plan federal que permita llevar inversiones al interior del país y que esas inversiones se vuelvan rentables, y también que esas inversiones tienen desventajas de transportes, gastos de logística, que los que están cercanos al puerto de Buenos Aires no los tienen. Por eso, le presto tanta atención a la Hidrovía, porque una Hidrovía que funcione bien es un canal de salida de todo el norte argentino, de los formoseños, de los chaqueños, de los santafesinos, de los misioneros, de los correntinos, de los entrerrianos, de los bonaerenses en el norte.
Pensar en rediseñar ese país es muy importante, como es muy importante que cuanto antes logremos los acuerdos necesarios para que la salida al Pacífico sea una realidad más accesible para toda la zona cordillerana. Piensen ustedes a Mendoza, a San Juan, a Catamarca, a La Rioja, a Salta, a Jujuy, saliendo al Pacífico, todo lo que evitarían, tendrían que evitar miles de kilómetros en trasladar sus producciones hasta los puertos de Buenos Aires. Nosotros tenemos que trabajar en todo eso, el desafío que tenemos por delante es muy grande, pero la oportunidad que tenemos de hacerlo es maravillosa, porque lo único bueno, entre tanta tragedia, es que finalmente tocamos el fondo del pozo. Y Mario Benedetti tiene una poesía muy linda, que se llama Bienaventurados, y que en una de sus estrofas dice “Bienaventurados los que estén en el fondo el pozo, porque de ahí en adelante solo queda ir mejorando”. A nosotros solo nos queda mejorar, pero mejoremos de otro modo, mejoremos con otra lógica, pongámosle al capitalismo, al que todos adherimos, la cuota de solidaridad que necesita. Hagamos que el Estado fije reglas claras, precisas, cumplibles, que la discrecionalidad desaparezca poco a poco en el Estado. Acabamos de sacar la Ley de Economía del Conocimiento, la trabajamos mucho y lo hicimos con esas premisas, y lo hicimos para un sector que hoy representa el 10 por ciento de nuestras exportaciones. Con la misma lógica debemos trabajar en cada área y en cada sector de la economía. Cada vez que ustedes lean que somos un Gobierno antiempresario, piensen en el ATP, y piensen si alguna vez si algún Gobierno se preocupó tanto por cuidar a las empresas, a las pequeñas y a las medianas. Cuando ustedes le digan que este es un Gobierno que no le importa crecer, piensen solamente el esfuerzo que hemos hecho para sostener la paz social y que a ningún argentino le falte nada, como condición esencial para pensar en el crecimiento. Cuando ustedes les digan que somos un Gobierno que le gusta vivir aislado del mundo, piensen ustedes todo el esfuerzo que hemos hecho por vincularnos a Europa, por mejorar nuestras relaciones internacionales en todos los foros donde pusimos hacerlo. Cuando a ustedes les digan que la Argentina es un país sin destino, piensen ustedes en nuestros científicos y en nuestros técnicos, y piensen lo que han sido capaces de hacer en medio de la pandemia. Piensen solamente que la Argentina es uno de los diez países del mundo que tiene capacidad tecnológica como para construir un satélite y ponerlo en órbita, y que esos satélites nos anuncien cómo va a hacer la situación climática y el desarrollo de los suelos, y ayude a muchos productores a mejorar su producción. Que no los confundan, somos un país con enormes oportunidades y por sobre todas las cosas somos un pueblo maravilloso que se ha sobre puesto, una y otra vez, a las caídas que nuestros gobiernos le causaron. Tenemos la oportunidad de levantarnos otra vez, estoy seguro, y vamos a levantarnos otra vez, y vamos a levantarnos respetando la solidaridad, y vamos a levantarnos respetando los derechos de los que menos tienen, y vamos a levantarnos ayudando a los que invierten y a los que producen.
En la Argentina, en la que yo sueño, no es una Argentina donde sobran argentinos, es una Argentina donde todos los argentinos hacen falta. Podemos hacer, yo cuento con ustedes. Muchísimas gracias.