MENSAJE DEL PRESIDENTE MAURICIO MACRI
Queridos argentinos. Por única vez en estos cuatro años, exceptuando las transmisiones de los discursos de la Apertura de Sesiones del Congreso, voy a utilizar la cadena nacional para hablarles a todos.
Durante estos años de gobierno muchísimas personas me pidieron que hiciera una cadena contando el estado en el que había encontrado el país. Y no lo hice. Creo que es más constructivo hacerlo hoy.
Estamos cerca de fin de año, es un momento de balances y de reflexión, y me parece importante que podamos tomarnos unos minutos para repasar de manera clara el lugar en el que estamos parados, porque hoy nuestro país es muy diferente de aquel de diciembre de 2015.
Cada uno de nosotros, desde Jujuy a Tierra del Fuego irá haciendo el balance de un tiempo en el que cambiaron muchas cosas en nuestras vidas y en nuestros proyectos colectivos y familiares. Todos hemos crecido.
Creo con mucha humildad que en estos cuatro años hubo muchas dificultades que no pudimos resolver, y que también hay muchos avances que los argentinos hemos conquistado y que son un antes y un después para la República.
Hemos valorado nuestras instituciones. Nuestra democracia es más fuerte, más sólida. Nuestra Justicia es más independiente. Nuestra prensa es más libre. Nos integramos al mundo. Estamos más seguros frente al delito y frente al narcotráfico. La política es más decente.
Si tomamos un poco de perspectiva, es la primera vez en 100 años que un gobierno no peronista y con minoría en ambas cámaras está terminando su mandato. Esto no es logro de un presidente o de un partido. Este es un logro de todos los argentinos. Es un avance en nuestra democracia, sobre todo en este contexto delicado para América Latina.
Hoy quiero hablar de qué hicimos en estos cuatro años de gobierno, de qué cosas pudimos lograr y cuáles no pudimos.
Estoy convencido de que en muchos aspectos importantes estamos mejor que hace cuatro años. Sé, por supuesto, que los resultados de nuestras reformas económicas no llegaron a tiempo. Y lamento que no hayamos podido recuperarnos de la crisis que empezó hace un año y medio.
Cuando llegamos en 2015 nos pusimos seis objetivos:
-Mejorar la cultura del poder y la calidad de nuestra democracia
-Resolver nuestro vínculo con el mundo
-Combatir el narcotráfico y la inseguridad
-Impulsar el desarrollo humano más allá de la asistencia
-Recuperar nuestra energía y nuestra infraestructura
-Y corregir los desequilibrios económicos que tenemos hace tanto tiempo, para iniciar un período de crecimiento con bases sólidas.
En todos estos ejes hemos logrado avances muy importantes. Quiero repasarlos en detalle, para contarles cómo estábamos hace cuatro años, cómo estamos ahora y que hicimos en el medio.
EMPIEZO POR EL EJE DE INFRAESTRUCTURA Y ENERGÍA
Cuando llegamos recibimos un país sin energía y con una infraestructura vieja que no permitía conectar a los argentinos entre sí ni con el resto del mundo.
La energía estaba en una situación dramática. Habíamos pasado de ser un país exportador a un país importador, faltaban inversiones desde hacía años, había cortes de luz recurrentes y casi no existían las energías renovables.
Todos esos problemas están arreglados, gracias a medidas que tomamos y también gracias al esfuerzo de todos los argentinos, que en 2015 pagaban el 15 por ciento del costo de sus facturas de gas y ahora pagan alrededor del 80 por ciento.
Hoy volvimos a exportar gas después de 11 años y este año vamos a alcanzar el equilibrio en la balanza energética: exportar lo mismo que importamos. Esto es un ahorro muy importante para el país, que el próximo gobierno va a poder aprovechar. Entre 2011 y 2015 el país había gastado 40.000 millones de dólares para importar energía.
También aumentamos casi un 30 por ciento la capacidad eléctrica, gracias a plantas nuevas y a las energías renovables. Esto ya nos permitió bajar un 40 por ciento los cortes de luz y este verano habrá menos todavía, porque el sistema tiene una capacidad de reserva muy superior a la de antes, capaz de adaptarse a la demanda en los días de mucho calor.
Además, pusimos en movimiento a Vaca Muerta, que estaba casi paralizada. La actividad en Vaca Muerta se multiplicó por cuatro en estos años, con inversiones por varios miles de millones de dólares y la posibilidad, cada vez más cercana, de convertirnos en un país con energía abundante y accesible para todos.
Hoy producimos más gas que en 2015, después de casi una década de caída. La producción de gas no convencional se multiplicó por tres y la de petróleo no convencional, por cuatro.
Una parte clave de este proceso es el impulso a las energías renovables, que cuando llegamos aportaban menos del 2 por ciento de nuestra electricidad y ya tenemos días en los que aportan más del 15 por ciento. Se empezaron y terminaron 43 proyectos, en 21 provincias, y hay otros 98 proyectos en obra. Cuando estén terminados vamos a poder llegar al 20 por ciento de la matriz energética abastecida por renovables.
Dejamos un país con más energía, con inversiones en marcha, con gas natural en el Noreste, que antes no tenía, con una tarifa social para 3 millones de hogares y con una matriz menos contaminante y mejor preparada para el cambio climático.
En infraestructura pusimos en marcha un plan ambicioso, en todo el país, para actualizar rutas, trenes y aeropuertos que habían quedado obsoletos.
Después de cuatro años dejamos 700 kilómetros de autopistas terminados y otros 1.600 kilómetros en marcha. Y más de 16.000 kilómetros de rutas nacionales pavimentadas y mejoradas.
Mejoramos también un sistema de trenes de carga que llevaba 90 años de decadencia. La línea Belgrano, por ejemplo, tardaba 15 días en ir desde Salta hasta Rosario y ahora ya hace viajes con 100 vagones en sólo 7 días, y ya hicimos pruebas para llegar en 3 días. Hoy transporta el triple de toneladas que hace cuatro años. Esto sólo es posible porque rehabilitamos 900 kilómetros de vías.
Y todo esto lo hicimos con transparencia, sin corrupción y precios más bajos para el Estado, empezando y terminando las obras. Después de una década en la que la norma era todo lo contrario: corrupción, sobreprecios, obras que nunca se terminaban.
Por ejemplo, en estos años cada kilómetro de autopista nos costó 2 millones y medio de dólares. Antes costaba 4,7 millones, casi el doble.
Dejamos también una revolución en nuestra manera de volar y de conectarnos como país. Cuando llegamos volar era un privilegio para pocos, casi todas las rutas pasaban por Buenos Aires y Aerolíneas estaba en una situación crítica. Muchos aeropuertos habían quedado chicos o viejos y la tecnología de radares y seguridad era anticuada.
En estos años aumentó casi un 60 por ciento la cantidad de gente que viaja en avión por el país. Calculamos que más de un millón de argentinos viajaron en avión por primera vez. Y mejoramos la infraestructura de 30 aeropuertos de todo el país, incluido Ezeiza, donde las obras están a punto de terminar y va a ser el aeropuerto más moderno de Sudamérica.
La cantidad de pasajeros que no tienen que pasar por Buenos Aires se multiplicó por dos y medio. El hub de Córdoba, por ejemplo, pasó de tener 17 conexiones a 30. Por el nuevo aeropuerto de Mar del Plata ya pasan el doble de pasajeros que hace cuatro años.
También hicimos un gran esfuerzo por mejorar el transporte público. Hicimos 10 corredores nuevos de Metrobus, que hoy usan 2 millones y medio de personas. Y mejoramos vagones, más de 100 estaciones y miles de kilómetros de vías y cables de los trenes urbanos.
Este esfuerzo fue valorado por los usuarios. Hoy, por ejemplo, viajan 1 millón 300 mil personas por día en los trenes metropolitanos, un 50 por ciento más que hace cuatro años, gracias a que tienen más comodidad y seguridad. Cuando llegamos, además, la SUBE se podía usar sólo en 12 ciudades. Ahora se puede usar en 39.
También mejoramos los puertos, para que nuestros productos puedan salir mejor al mundo. La ampliación del puerto de Comodoro Rivadavia, por ejemplo, permitió duplicar su capacidad. Y por primera vez exportar un contenedor desde el Puerto de Buenos Aires es más barato que hacerlo desde el puerto de Santos en Brasil.
Dejamos, también, un país conectado a Internet que antes sólo estaba conectado parcialmente. Llevamos Internet a los pueblos más chicos y a los lugares donde antes no llegaba. La cantidad de hogares con Internet fija aumentó un 43 por ciento y el 4G ya está donde vive el 93 por ciento de la población.
La red de fibra óptica de ARSAT antes sólo tenía 6.000 kilómetros operativos. Hoy tiene 30.000 kilómetros en funcionamiento.
SEGUNDO EJE. CULTURA DEL PODER Y CALIDAD DEMÓCRATICA
Cuando comenzamos hace cuatro años, una de las primeras cosas que ustedes me propusieron cambiar fue la manera de relacionarnos. Un cambio que venía siendo reclamado por la propia sociedad.
Estábamos cansados, hastiados, de nuestro fracaso colectivo. Y ese cambio comenzó. Yo sé que está aún muy lejos de haber concluido. Pero la buena noticia es que ya comenzó y que no tiene vuelta atrás. No pertenece a un Presidente. Ni a un partido ni a un gobierno. Nos pertenece a todos. Es un patrimonio común.
Es un logro del que podemos sentirnos orgullosos pensemos como pensemos y hayamos votado como hayamos votado.
Me alegra haber sido parte, pero más me alegra y me enorgullece que hoy podamos ser un poco más tolerantes, más respetuosos con los que piensan diferente, que podamos reconocer que en nuestras diferencias no reside nuestra debilidad sino nuestra fuerza. Que podemos ser mejores si nos escuchamos, si acordamos, si trabajamos juntos.
Ser Presidente fue un honor y una responsabilidad inmensa. Intenté en todo momento estar al servicio de todos, buscando la mejor manera de resolver nuestros problemas, los más antiguos y los más nuevos.
Quise escuchar todos los puntos de vista para elegir el mejor y evitar equivocarme. Y cuando me equivoqué, busqué corregir mis errores lo más rápido posible. Y siempre, siempre les dije la verdad, como debe ser en esta Argentina que estamos construyendo.
Tenemos que estar orgullosos de haber transformado una cultura del poder que fue protagonista de muchas décadas de nuestra historia. Ya no hay lugar para liderazgos mesiánicos.
Vivimos cuatro años de libertad total de expresión y de prensa. Sin guerra contra el periodismo ni ataques del Gobierno a quienes piensan distinto. Es un logro colectivo que nos merecemos mantener.
En estos años jamás critiqué a un periodista ni desmentí una información que me pareció incorrecta. También se acabó con nosotros el uso de la publicidad oficial como una herramienta para premiar o castigar a los medios. En estos años el presupuesto de publicidad oficial bajó un 70 por ciento.
Estoy muy orgulloso también de las mejoras que hicimos en la Justicia. Dejamos una Justicia que funciona mucho mejor que hace cuatro años, con procesos más rápidos, más cercanos a los ciudadanos y a las víctimas del delito. Dejamos también más de 300 jueces y fiscales designados por concurso y aprobados por el Senado.
Les doy dos ejemplos. Los juicios civiles antes tardaban 5 años en promedio. Gracias a los cambios que impulsamos, como las audiencias orales, ahora solo tardan 1 año y 4 meses.
El otro ejemplo es el nuevo Código Procesal Penal. En Salta y Jujuy, donde ya está funcionando, se resuelven casos por narcotráfico en dos semanas, cuando antes podían tardar hasta 3 años. Pronto se sumarán más provincias.
En estos años respetamos la independencia de los jueces y les dimos herramientas para que puedan investigar mejor. La ley del arrepentido es una de esas herramientas. La ley de flagrancia, que permite resolver casos en pocos días, es otra.
Un párrafo sobre corrupción. Los argentinos sufrimos durante mucho tiempo las consecuencias de la corrupción en el Estado, en parte porque teníamos un Estado que no se controlaba a sí mismo. Después de cuatro años de reformas, dejamos un Estado en el que es mucho más difícil robar la plata de los argentinos.
Siempre habrá pillos y ladrones, en todos los gobiernos, pero el Estado tiene que asegurarse de que dejen las huellas marcadas y poder atraparlos.
El Estado Nacional funciona hoy mucho mejor que en 2015. Cuando llegamos encontramos un Estado sin información ni estadísticas, todo en papel, con poca capacidad de ejecución, que atendía mal a los ciudadanos y gastaba mal la plata de los argentinos. Y en el que era difícil detectar a los corruptos.
Hoy tenemos un Estado más eficaz, con información pública y estadísticas confiables. Con más tecnología y ejecución (ya no hay más papel), que atiende mejor a los ciudadanos, como en el ANSES o el PAMI, usa mejor la plata de los argentinos y es mucho más transparente. Todas las compras y todas las decisiones quedan registradas, y pueden estar al alcance de los ciudadanos gracias a la Ley de Acceso a la Información Pública, que también sancionamos nosotros.
Este nuevo Estado, más moderno y más transparente, será bueno para el futuro Gobierno y los que vengan después, porque podrán tomar mejores decisiones. Y es bueno para los ciudadanos, porque tienen un mayor control y porque que ya no se sienten cadetes del Estado.
Hay casi 2.000 trámites que antes se hacían presenciales y hoy se pueden hacer por Internet. Y creamos Mi Argentina, donde cada argentino tiene una cuenta única para interactuar con el Estado, pedir turnos, iniciar y seguir trámites a distancia. Ya tiene más de dos millones de usuarios.
Fuimos el gobierno más federal en mucho tiempo. En estos años entregamos fondos y obras a todas las provincias, aunque los gobernadores fueran de otro partido. Con todos tuvimos buen diálogo y solucionamos problemas concretos, como el Fondo del Conurbano, que llevaba casi 20 años. O los aportes de las provincias a la ANSES, otro conflicto, que llevaba 25 años.
Dejamos un Estado en el que las provincias ya no están sometidas a la chequera del Gobierno Nacional, sino que tienen derecho a recibir sus fondos automáticamente. Cuando llegamos, muchas provincias no tenían ni para pagar los sueldos.
Hoy están casi todas saneadas. Cuando llegamos, el 40 por ciento de los impuestos nacionales iba a las provincias. Ahora es el 50 por ciento.
A esta convicción federalista le puse el cuerpo: en estos años hice más de 300.000 kilómetros de viajes por el país.
Empresas estatales. Dimos vuelta las empresas estatales, que estaban quebradas, sin dirección. Hoy todas las empresas estatales están mejor que hace cuatro años. Tienen una estrategia, son más transparentes en sus operaciones y necesitan menos financiamiento del Estado. En 2015 el Estado Nacional dedicó 1 punto del PBI para financiar empresas casi quebradas y sin una misión clara. Este año va a ser poco más de la mitad.
Doy dos ejemplos. Uno es FADEA, la fábrica de aviones en Córdoba. En 2015 FADEA estaba parada, había producido su último avión en 2008. Sus empleados iban a la planta pero no tenían tareas. Ahora está en plena actividad. Lleva entregados cinco aviones Pampa, hace mantenimiento para aerolíneas comerciales, y tiene récord de clientes por fuera del Estado.
Tandanor, el astillero, es otro caso que pasó del abandono a ser una empresa pujante y exitosa. Perdía un millón y medio de pesos por día en 2015. Y este año ganó casi un millón de pesos por día, enfocándose en la reparación de barcos, la mayoría extranjeros.
Quiero cerrar el capítulo de calidad democrática con la recuperación del INDEC y las estadísticas públicas. Recibimos un INDEC que manipulaba y escondía la información sobre cómo vivimos los argentinos. Además recibimos estadísticas falsas o inexistentes en muchas áreas, como educación o seguridad.
No imaginan lo difícil que fue tomar decisiones sin contar con información. Por eso me aseguré de que el mandato siguiente tenga la información que necesita para saber dónde está parado.
Después de cuatro años dejamos un INDEC creíble y profesional, estadísticas reconocidas en seguridad y educación. Una cultura de gobierno abierto y acceso a la información. De un Estado que dice la verdad y no esconde la información a los ciudadanos.
Hace dos semanas enviamos al Congreso un muy buen proyecto de ley para consolidar la independencia del INDEC y el sistema de estadísticas públicas. Confío en que el Congreso lo aprobará el año que viene.
Lo más importante de estos años fue darnos cuenta de que se puede gestionar el Estado de una manera distinta, con una relación sana con el poder, sin corrupción, sin prepotencia, con ganas de construir. Y voy a demostrar desde la semana que viene que también se puede hacer oposición de una manera distinta, apoyando las cosas con las que estamos de acuerdo y proponiendo alternativas cuando no estemos de acuerdo. Pero siempre pensando en qué es lo mejor para los argentinos.
TERCER EJE. DESARROLLO HUMANO
La protección social es una política de Estado en la Argentina. Prometimos hace cuatro años mantenerla y ampliarla y eso es lo que hicimos.
Creemos en los programas universales. Y creemos que el Estado debe ayudar a las familias que lo necesitan. Nuestro principal esfuerzo en estos años fue hacer que los planes sean puentes hacia el empleo y que cada familia tenga relación directa con el Estado, sin intermediarios ni clientelismo. Eso lo hemos cumplido.
El 95 por ciento de los titulares de Hacemos Futuro, nuestro plan más importante, está terminando o terminó sus estudios. Cuando llegamos eran menos del 50 por ciento.
Además, hoy hay más de 4 millones de chicos que reciben la AUH, un 10 por ciento más que hace cuatro años, porque ampliamos y fuimos a buscar a los que no la recibían. Y hay casi cinco millones de niños cubiertos por asignaciones familiares, un 40 por ciento más que hace cuatro años.
Entre los adultos mayores alcanzamos el nivel de cobertura más alto de nuestra historia. Actualmente más del 98 por ciento de los mayores de 65 años cuenta con alguna cobertura previsional.
Además, gracias a la Reparación Histórica, más de un millón de jubilados finalmente está cobrando lo que le corresponde. 500 mil dejaron de cobrar la mínima. El porcentaje de jubilados que cobra la mínima es el más bajo desde que se estatizó el sistema.
Estoy muy orgulloso de los progresos que hicimos en la educación. Creemos en la educación pública y por eso iniciamos una serie de reformas para mejorar su calidad.
Cuando llegamos vimos que no había sistemas de evaluación, que se habían alterado las estadísticas y que los maestros y las provincias no sabían si lo que hacían estaba funcionando.
Lanzamos las Pruebas Aprender, para ver dónde estábamos parados, y a partir de ahí planteamos una serie de mejoras que ya están teniendo éxito. La cantidad de alumnos con buen rendimiento en Lengua mejoró casi 9 puntos, del 66 al 75 por ciento. La mejora fue todavía mayor, del 40 al 60 por ciento, en el grupo de escuelas vulnerables donde hicimos un esfuerzo extra.
Pronto empezaremos a ver las mismas mejoras en matemática, donde desde el año pasado estamos cambiando todo el método de enseñanza, con mucho apoyo de los maestros y las provincias.
Dejamos también, después de cuatro años, sistemas de enseñanza de programación, robótica e inglés en todo el país que ayudarán a nuestros chicos a estar más preparados y mejor conectados con el mundo del futuro. Somos uno de los cinco países que mejor enseñan herramientas digitales, según la UNESCO.
Género. En estos años acompañamos la creciente demanda de igualdad entre hombres y mujeres que viene de la sociedad. Tomamos medidas importantes para combatir la violencia de género y elaboramos el primer plan integral de igualdad. Habilitamos un debate amplio y respetuoso sobre el aborto y sancionamos varias leyes, como la Ley Brisa, que cuidan mejor a las víctimas de la violencia de género.
También lanzamos con éxito el primer programa nacional para combatir el embarazo adolescente no intencional. Trabajamos con 10 provincias para fortalecer la educación sexual y facilitar el acceso a métodos anticonceptivos de larga duración. Esto permitió, entre otras razones, bajar más de un 20 por ciento los nacimientos de madres menores de 19 años. Ojalá los programas puedan ampliarse pronto a todo el país.
PAMI. Es realmente impresionante el cambio en el PAMI en los últimos años. Cuando llegamos era un organismo conocido por la corrupción y por la mala atención a sus afiliados. Hoy está saneado económicamente, pelea mejor sus precios con los laboratorios, es transparente y, lo más importante, mejoró la calidad de vida de cinco millones de jubilados.
Los afiliados al PAMI hoy tienen beneficios que no tienen los de otras obras sociales o prepagas, como la receta electrónica, que lanzamos hace unos meses y pronto llegará a todo el país. Y gracias a que en estos años negociamos mejores precios, los jubilados pagan por sus medicamentos un 30 por ciento menos que los afiliados de otras obras sociales.
Quiero terminar este capítulo sobre desarrollo humano con los más de 1.000 espacios de primera infancia que inauguramos en todo el país, y que cada día reciben a 115.000 niños y niñas para darles una atención de calidad. Son chicos de entre 45 días y 3 años que crecen estimulados y alimentados mientras sus padres o madres pueden salir a trabajar o estudiar tranquilos.
Dejamos también El Estado en tu Barrio, un programa que resolvió más de 7 millones de trámites en lugares a donde el Estado antes no llegaba.
Y dejamos una política ambiental contemporánea, alineada con la del resto del mundo. Creamos nueve parques nacionales y áreas protegidas, como los Esteros del Iberá y Traslasierra, más que ningún otro gobierno. Además, empezamos la obra más importante en 70 años para limpiar el Riachuelo.
CUARTO EJE. ECONOMÍA
Quiero explicarles qué intentamos hacer en estos años. Y por qué estoy convencido de que, aunque los resultados de nuestras reformas no llegaron a tiempo, hoy estamos mejor preparados para crecer que hace cuatro años.
Primero hablemos de los resultados. No me voy satisfecho con cuánto creció la economía en mi mandato, o cuáles fueron los resultados de nuestra lucha contra la inflación y la pobreza.
Enfrentamos en 2015 una situación delicada, que quisimos solucionar de a poco. Y durante algo más de dos años tuvimos éxito. En 2017 creció la economía, mejoraron los salarios y tuvimos la pobreza más baja en 25 años.
Pero nos pusimos nosotros mismos en una situación demasiado frágil. Cuando tuvimos la sequía y el fin del financiamiento, entramos en una crisis de la que no pudimos recuperarnos.
A mediados de este año parecía que estábamos dando la curva. La inflación había bajado cuatro meses seguidos y en julio la mayorista había sido sólo del 0,1 por ciento. La economía empezaba a despertarse. Creció casi 2 por ciento en julio y ya llevaba tres meses seguidos de crecimiento interanual.
Pero después vinieron los resultados de las PASO, que generaron otro salto en el dólar por el miedo de millones de argentinos que salieron a vender sus pesos. Ese miedo al futuro y la falta de un esquema macroeconómico lo suficientemente sólido nos hicieron retroceder varios casilleros.
Y ahora acá estamos. El mensaje que quiero darles hoy es que, a pesar de estos resultados, en estos años trabajamos mucho, ustedes y nosotros, para ordenar nuestra economía. Y que una parte importante del trabajo ya está hecho. El próximo gobierno va a poder apoyarse en muchas de nuestras reformas para iniciar un período de crecimiento.
Quiero explicarles ahora este esfuerzo con algo más de detalle. Cuando llegamos tuvimos la triple misión de bajar al mismo tiempo el déficit, el gasto y los impuestos que estaban todos en niveles récord. En los tres logramos frenar la tendencia y avanzar en el sentido correcto.
Miremos por ejemplo como se movió el tamaño del Estado. Después de décadas estables, hace 15 años empezó a aumentar, hasta casi duplicarse. Cuando llegamos, el Estado ocupaba el 41,5 por ciento de la economía, incluyendo a las provincias y los municipios. En estos cuatro años logramos cambiar la tendencia y bajar 4 puntos ese gasto. Todavía estamos muy por encima de nuestro promedio histórico, pero en un nivel más razonable.
Con los impuestos pasó algo muy similar. Después de décadas de estabilidad, los impuestos empezaron a subir hace 15 años hasta niveles nunca vistos. Y, como hicimos con el gasto, logramos romper la tendencia y bajar la presión impositiva tres puntos. Igual los impuestos en Argentina siguen siendo demasiado altos. Lo saben las pymes, lo saben los emprendedores y lo sabe cualquiera que quiere crecer y dar trabajo. Tenemos que seguir buscando maneras de bajar los impuestos.
Un par de párrafos sobre la deuda. Se ha hablado mucho en estos años sobre el crecimiento de la deuda pública y de cómo es un problema para el próximo gobierno. Quiero explicar las dos cosas.
Por un lado, existe la sensación de que en 2015 el Estado argentino no tenía deudas. Esto no es cierto. En diciembre de 2015 el Estado Nacional debía 240.000 millones de dólares y la deuda venía creciendo hacía muchos años. Ahora debemos más, es cierto, unos 310.000 millones de dólares, pero eso tiene una causa.
Esto ya lo dije en el debate, pero me parece necesario aclararlo. En estos años tuvimos que pedir plata prestada, pero dos de cada tres pesos que tomamos fueron para pagar vencimientos de deudas tomadas por gobiernos anteriores al nuestro. El peso restante fue para pagar el déficit que tuvimos los primeros años y que este año, después de un gran esfuerzo, ya casi no tenemos.
Un ejemplo de deudas anteriores es la estatización de Aguas Argentinas. Enfrentamos durante nuestra administración la resolución de reclamos que se iniciaron en los últimos 20 años y que nos tocó resolver a nosotros. Además de la estatización de Aguas Argentinas también nos tocó hacernos cargo de la pesificación de tarifas y ruptura de contratos de concesión de servicios de electricidad.
Hoy la deuda pública con el sector privado es del 50 por ciento del PBI. Es más alto que en 2015, pero no es un nivel preocupante para un país como el nuestro. El problema que tenemos con la deuda es que no tenemos crédito para refinanciarla. Es acá donde es importante ponernos de acuerdo entre todos los sectores políticos para dar una señal de confianza. Yo me comprometo a hacer mi aporte en el futuro, desde el rol que me toque.
Otra confusión de los últimos meses es sobre qué hicimos con la plata que nos dio el Fondo. Otra vez, no hay misterio. Y los números lo muestran. El 95 por ciento del préstamo del Fondo los usamos para pagar otros vencimientos en dólares que teníamos. Y una parte todavía está en las reservas del Banco Central. La contabilidad del gobierno funciona de manera transparente y los desembolsos del Fondo tienen 100 por ciento de trazabilidad.
Además, como la deuda con el Fondo es más barata que la del sector privado, a lo largo de la vida del préstamo el país se habrá ahorrado 10.000 millones de dólares de intereses.
Hablemos un poco de déficit. Recibimos un déficit fiscal altísimo, de más del 5 por ciento, y con una inercia peligrosa, porque venía empeorando año a año. En nuestro mandato rompimos esta tendencia y equilibramos las cuentas del Estado. Esto es importante. Y siento que es una conquista de estos años que el equilibrio fiscal se haya convertido en parte del sentido común de la política argentina.
El camino pasa por mantener el equilibrio presupuestario, recuperar nuestra moneda y animarnos a salir al mundo. Si queremos crecer muchos años seguidos, tenemos que exportar más. En estos años nuestro gobierno también avanzó en varios caminos para aumentar las exportaciones, que tuvieron éxito.
Les hicimos la vida más fácil a los exportadores, quitamos trabas de todo tipo, lanzamos la Ventanilla Única de Comercio Exterior, creamos Exporta Simple, abrimos más de 200 mercados en todo el mundo. Y nuestros exportadores respondieron.
Hoy exportamos 10.000 millones de dólares más, o un 16 por ciento, que hace cuatro años.
Por eso digo que estamos mejor preparados para crecer. Es cierto que no pudimos ver los frutos en estos años, y que la inflación es más alta, pero ordenamos las bases de nuestra economía.
Tenemos, por ejemplo, reservas robustas en el Banco Central, algo que en 2015 no había. Cuando llegamos el Banco Central tenía reservas netas negativas. Hoy dejamos 20.000 millones de dólares más de los que recibimos.
Tenemos también un dólar a un precio razonable. El próximo gobierno no va a estar obligado a sincerar un dólar ficticio como sí tuvimos que hacer nosotros y otros gobiernos argentinos en el pasado.
Además, hace más de un año que exportamos más de lo que importamos, por lo que no hace falta generar dólares extra para pagar nuestras importaciones. Y nuestro balance externo total, la diferencia entre los dólares que generamos y los que consumimos, es el mejor en muchos años.
Repasando: reservas, superávit comercial, equilibrio fiscal, equilibrio externo, dólar competitivo, energía recuperada, menos gasto y menos impuestos. Todo esto que tenemos ahora, y que no teníamos en 2015, son cimientos importantes para una economía sólida que quiere crecer.
Estos cimientos también pueden ser difíciles de ver, y alguno de ustedes puede preguntarse “qué me importa a mí todo eso si mi salario no mejora”. Es cierto, y es una gran frustración para mí que sea así. Pero también es cierto que todas estas condiciones son indispensables para crecer y tener más trabajo y mejores salarios.
Lamento no haber podido ofrecer mejores resultados en estos años. Nos chocamos contra la misma piedra de tantas décadas en la vida de los argentinos: el dólar. Con cada suba del dólar venían después la inflación y el aumento de la pobreza.
Pero quiero dejarles en claro que el esfuerzo no ha sido en vano. No perdimos cuatro años. Solo cuando todos nos pongamos de acuerdo sobre cómo tener una moneda fuerte vamos a poder crecer y generar empleo. Eso es algo que aprendí en estos años. Los problemas principales de nuestra economía no puede solucionarlos un solo gobierno. Tenemos que hacerlo entre todos.
QUINTO EJE. NUESTRA RELACIÓN CON EL MUNDO
Cuando llegamos estábamos aislados, teníamos pocos aliados y una política exterior basada en la confrontación y la desconfianza. El Mercosur estaba estancado, sin progresos, y teníamos una de las economías más cerradas del mundo.
Dejamos, después de cuatro años, una Argentina integrada en las conversaciones globales, protagonista y respetada, como vimos, por ejemplo, en la reunión del G-20 que recibimos hace un año.
En estos años lideramos la condena a las violaciones a los derechos humanos en Venezuela y defendimos la democracia en la región, como hicimos también en estas últimas semanas.
Dejamos un Mercosur más fuerte, y dejamos acuerdos comerciales importantes, con la Unión Europea y otros países, que nos permitirán incorporarnos a la globalización con tiempo y una hoja de ruta clara. No perdamos eso. No volvamos a refugiarnos dentro de nosotros mismos creyendo que podemos desarrollarnos sin salir al mundo.
Esta apertura es lo que en estos años permitió brillar a empresas nuestras como el INVAP, que consiguió contratos en Holanda y otros países. Y que está llevando nuestros productos y nuestros servicios, como la carne y el software, a cada vez más países. Esto es gracias al impulso que le dimos y a los más de 200 mercados que abrimos en estos años.
SEXTO EJE. SEGURIDAD Y NARCOTRAFICO
Fue una de las prioridades de nuestro gobierno y una de las áreas donde más éxito tuvimos. Quisimos que las familias argentinas volvieran a sentirse seguras en sus barrios, que el Estado recupere la autoridad sobre las fronteras y las zonas tomadas por el narco. Y lo hemos logrado.
Cuando llegamos había una sensación de derrota contra el narcotráfico, como si fuera una lucha perdida, que no valía la pena. Las fuerzas de seguridad estaban desmotivadas y sin coordinación. Y se había perdido la cooperación con otros países.
Después de cuatro años dejamos unas fuerzas federales ordenadas y profesionales, respetadas por la sociedad y respetuosas de la ley, con un rol claro y comprometidas en servir a la sociedad.
Y dejamos una sociedad en paz, con menos delitos. En estos años bajaron más de un 30 por ciento los homicidios, ya casi no hay más secuestros, y hay menos denuncias de robos y tuvimos récords históricos de incautaciones de droga.
Esta lucha debe continuar. Argentina ya no es un lugar seguro para las redes de narcotráfico. Hagamos lo posible para que siga así.
La Argentina supo y pudo desafiar años de “no se puede” para encontrar un cauce para su desarrollo. Esos avances no serán desandados.
Estoy seguro de que lo que está en nuestros corazones no va a cambiar, porque cuando un pueblo está decidido a vivir a partir de ciertos valores como la verdad, la libertad y la paz, no hay vuelta atrás.
No es cierto que debamos aceptar las limitaciones de lo que el país fue a lo largo de su historia. La historia se escribe en el presente, y esa actitud es la única capaz de construir el futuro que merecemos.
Fueron 4 años en los que los argentinos aprendimos a mirar de frente nuestros problemas.
Fueron 4 años de aprendizajes, de logros concretos, y de una madurez de la que estoy profundamente orgulloso.
Nunca tuve dudas de lo que este país podía y podrá. Los dirigentes somos circunstanciales. Y eso es algo que todos los líderes debemos tener en claro: no se trata de nosotros, se trata de millones de personas que quieren vivir de otra manera y tienen derecho a hacerlo.
En unos días asumirá un nuevo presidente y empieza una nueva etapa.
Y va a recibir el país con una cantidad de información inédita en la historia de la Argentina, con el detalle de cada política pública que impulsamos.
Lo hago porque sé cómo la falta de información entorpece y retrasa las soluciones. Y jamás haría algo para entorpecer el trabajo del gobierno entrante.
Nada nunca puede estar por delante de los argentinos.
Voy a seguir acompañándolos desde la oposición, siempre de manera constructiva y responsable. Hoy hay una alternativa sana de poder en la Argentina. Vamos a seguir juntos con una presencia sólida en el Congreso, para seguir trabajando por todo lo que falta.
No tengo ninguna intención de poner trabas a propuestas sensatas y transparentes.
El futuro de los argentinos depende ni más ni menos que de todos los argentinos. Cada uno desde el lugar que decida estar.
Hagamos entre todos que el esfuerzo de estos años valga la pena.
El sueño de esta Argentina que empezamos a construir juntos no se termina hoy ni nunca.
Muchas gracias argentinos.
Éste fue el honor más grande de mi vida y me siento bendecido por su cariño y por su confianza.
Hasta pronto.