Palabras del presidente Mauricio Macri al encabezar el acto por el Día de la Independencia, en Tucumán
Buenos días, feliz Día de la Independencia para todos. Yo también quiero saludar a la familia de De la Rúa en este día tan doloroso para ellos. Ha muerto el expresidente Fernando De la Rúa, un dirigente bien intencionado, una buena persona. Así que todo mi cariño para la familia de De la Rúa.
Siempre es gratificante volver al norte, ya es mi visita número 11, gobernador, a la provincia de Tucumán como presidente de la república. Y siempre es gratificante ver el afecto, la calidez del pueblo tucumano. El norte es una parte fundamental de nuestra identidad, acá nació la Argentina, acá mismo le dijimos al mundo que éramos independientes, acá esta el futuro de nuestra enorme diversidad, de esa gran riqueza cultural de nuestros pueblos originarios, acá vinieron mujeres y los hombres de todas partes del mundo a construir juntos un futuro común. ¿Cómo no emocionarnos en esta Casa Histórica donde empezó todo, donde empezamos a caminar nuestra historia, la historia de los argentinos? Dentro de estas paredes, donde un grupo de personas tomó una decisión de la que no había vuelta atrás, decidieron que estaban listos para hacerse cargo de su futuro, decidieron confiar en sus capacidades y construir de 0 una nación, sin depender de nadie más que de ellos mismos. Y sucedió en esta casa, porque el Cabildo estaba en refacciones. Entonces, se eligió este espacio que había actuado como un hospital, una enfermería en la época de la Batalla de Tucumán en 1812, y no había un salón lo suficientemente amplio para ubicar a todos los diputados, así que hubo que hacer refacciones, tirar una pared, agrandar la sala y es precisamente el Salón de la Jura lo único que queda en pie de toda la Casa Histórica de 1816.
Hoy, vemos esa época como muy lejana, también vemos a esas mujeres y esos hombres de la independencia como próceres inalcanzables, con una fuerza casi sobrenatural, algo que nos parece que cualquiera de nosotros jamás podría hacer. Pero, no eran tan distintos a lo que somos los argentinos hoy. Eran personas con diferencias y con incertidumbres. ¿O piensan que era fácil tomar la decisión de separarse de España? Se jugaba mucho, se jugaba su destino, el de sus familias, el de sus seres queridos, se jugaba el futuro de un país entero. Claro que debían tener también muchas ilusiones y entusiasmos, pero no crean que fue fácil, nunca es fácil llevar adelante una transformación tan grande y cambiar de raíz lo que estuvo tan arraigado durante años, décadas. Nos pasa a nosotros en nuestra vida personal, le pasa al país pero son transformaciones que necesitamos para crecer, para avanzar, para no quedarnos estancados.
Y, también, en 1816 las diferencias eran muchas, estaban los que querían declarar la independencia y los que no entendían si valía la pena el esfuerzo de independizarse después de tantos fracasos. Piensen que ya habían pasado seis años desde la Revolución de Mayo, y en ese momento había dos figuras centrales que habían dado muestras claras de su convicción pro Independencia. Belgrano, que creó nuestra bandera y San Martín, que estaba preparando un ejército libertador. Eran hombres impacientes. Hay cartas de San Martín a un miembro del Congreso de Tucumán, fechadas días después de la primera sesión del Congreso, preguntándole “¿hasta cuándo vamos a esperar para declarar nuestra independencia?”. Y también había cartas de Belgrano a un amigo donde le expresaba su preocupación porque, aun después de seis años de la Revolución, todavía no se había decidido el sistema de gobierno más conveniente. Es que los argentinos teníamos una tarea difícil, muy difícil, tal vez la más difícil que les toca a todos los que son parte de un país. Ponerse de acuerdo, sí, ponerse de acuerdo. Había que independizarse, decidir cuál era el mejor sistema de gobierno, y dictar una Constitución para que la nueva Nación tuviera un marco institucional. Y esto no se logró nada rápido, porque existían diferencias entre todos. El norte no se llevaba bien con Buenos Aires, Córdoba tampoco, y muchos pueblos del norte estaban enfrentados políticamente. Era difícil encontrar acuerdos entre tanta disparidad. E incluso, uno de los representantes de Buenos Aires solía decir que los diputados estaban “fernandeando”, que se la pasaban “fernandeando”. ¿Qué significaba eso? Que le hacían el juego a Fernando VII al no terminar de definir las cuestiones claves.
Pero, el sábado 6 de julio, tres días antes de la declaración, Belgrano, una vez más, dio un discurso que fue uno de los momentos más emocionantes de la historia de la declaración de la Independencia. Fue un discurso largo y sentido, habló de cómo se veía dese el exterior la situación de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se las veía como un caos, un gran desorden interno, una anarquía. Belgrano sentía que la Patria se nos moría y se le caían las lagrimas mientras les hablaba a los diputados, su discurso fue tan conmovedor que varios diputados se emocionaron como él. Les dijo “si seguimos peleándonos entre nosotros no vamos a recibir ayuda de nadie”, que ninguna nación iba a tendernos una mano. Primero, teníamos que organizarnos entre nosotros. Y un día como hoy, justamente también un martes, a las 2 de la tarde, los congresales aprobaron por unanimidad la Independencia. En ese momento, todos los resquemores, las diferencias, las confrontaciones políticas se dejaron de lado por algo mucho mas importante, el bien común de una nación. Ese fue el talento de Belgrano, el de plantear las cosas siempre con una mirada superadora al barro de la política. Tanto Belgrano como San Martin defendieron el bien común, la idea de construir un proyecto que requiere mucho más trabajo pero que es apasionante. En ese momento, los argentinos dimos un paso que iba mucho más allá de una declaración escrita, significaba no esperar a que otros nos resolvieran los problemas, significaba ser responsables de nuestras decisiones, sin poder echarle la culpa a nadie de nuestros errores, significaba hacernos cargo.
Yo veo a esas mujeres y a esos hombres de 1816 muy parecidos a los argentinos de hoy. Ellos cambiaron el futuro, igual que nosotros. Ellos no pensaban igual en todos los temas pero tuvieron la grandeza de ver más allá de esas diferencias. Hoy, la Argentina nos exige ese mismo paso de grandeza. Ellos sabían que había dificultades, que muchos se oponían y que iba a costar muchísimo. Igual que nosotros. Ellos actuaron desde la convicción, tenían muy claro qué valores querían defender y qué no querían para sus vidas nunca más. Igual que nosotros. Ellos sabían que sólo era el comienzo, sólo el comienzo. Igual que nosotros. Ello lo hicieron sabiendo que pasara lo que pasara, esa transformación iba a estar acompañada de dos palabras como nos pasa a nosotros. Para siempre. La independencia era para siempre, la libertad era para siempre. No hay marcha atrás cuando se deciden valores que son innegociables. No hay vuelta atrás cuando el pueblo está decidido a ir en una dirección.
Pasaron muchos años desde aquella época, hoy los argentinos estamos empezando a transitar nuestro tercer siglo de vida, pero más que nunca tenemos que aprender de quienes estuvieron en esta casa en 1816. Más que nunca, tenemos que crear nuestro futuro, por nosotros y por los que vienen después. Más que nunca, tenemos que trabajar más allá de nuestras diferencias, encarando los problemas de frente y sin miedo. No hace falta que les diga que ninguna transformación de raíz es fácil, los argentinos lo sabemos muy bien. Y sabemos que podemos lograrlo si lo hacemos de buena fe, sentándonos en una mesa a dialogar, escuchándonos, y siempre, siempre recibiendo lo aportes de los que más saben en cada tema. Podemos lograr lo que queremos si cada uno de nosotros decide ver más allá de su propio interés y aportar a nuestro futuro común. Hagámoslo por nuestros hijos, por nuestros nietos y por nosotros mismos. Hagámoslo por ese amor que sé que todos tenemos por nuestra Argentina, nuestra Argentina. No había superhéroes en 1816, tampoco los hay hoy, somos personas de carne y hueso, ciudadanos comprometidos que podemos unir nuestro entusiasmo y nuestras capacidades por este gran sueño que es Argentina.
Señoras, señores, queridos argentinos, depende de nosotros, depende de nosotros, claro que se puede. Se puede, se los digo una y otra vez, por eso les digo a todos, vamos argentinos, vamos argentinos y viva la Patria. Viva la Patria.