Sabemos que la capacidad de ahorro local, y, por ende, el financiamiento local, es central en todo proceso de crecimiento sostenido. Ello requiere equilibrio fiscal, mantenimiento del superávit primario y continuidad del superávit externo.
Debemos recuperar el uso de la política fiscal para lo que fue creada: por un lado para contribuir a suavización de los vaivenes de la economía mediante las políticas contracíclicas y por el otro para retomar los fines nobles de la política económica utilizando las herramientas disponibles para ayudar a moderar arbitrariedades en la distribución de la riqueza. Bajo esta concepción han sido instrumentadas medidas como la Asignación Universal por Hijo y la movilidad jubilatoria, de modo tal que los sectores que más están vinculados al consumo ayuden a mantener la rueda de economía.