PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ALMUERZO OFRECIDO EN SU CARÀCTER DE PRESIDENTA DEL CONSEJO DE SEGURIDAD, EN HONOR DEL SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS, SR BAN KI-MOON, MIEMBROS DEL CONSEJO Y CANCILLERES INVITADOS, EN THE RIVER CLUB, NUEVA YORK.
Muy buenas tardes a todos y a todas; señor secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon; miembros del Consejo y cancilleres invitados: en el relato del señor secretario general de Naciones Unidas acerca de su experiencia en la Argentina porque su cumpleaños lo celebramos con un almuerzo estupendo, en el Museo del Bicentenario, un lugar muy importante que reconstruye los 200 años de nuestra historia y que está pegado a la Casa Rosada, así que realmente compartimos muy buenos momentos.
La verdad que agradezco, también, la presencia de tantísimos cancilleres, que hoy nos acompañan – de todas las latitudes – y en especial a los cancilleres de mi querida América del Sur y de mi querida Latinoamérica, saludamos también a la nueva embajadora de los Estados Unidos, que es su primer almuerzo, pero como embajadora, porque el secretario general había dicho que era su primer almuerzo, pero yo creo que, pese a que es muy delgada, creo que debe haber almorzado también en otras oportunidades, así que la damos la bienvenida también a ella, una mujer muy joven y talentosa, necesitamos mujeres: jóvenes o viejas, pero talentosas es lo más importantes, porque viejas se vuelven todas, pero talentosas no, o nos volvemos todas. ¿No es cierto, Marita? Pero el talento ya es otra cosa… no viene con los años, eso se adquiere y se construye y se cultiva también. (Aplausos).
Estamos muy contentos de poder participar en este debate, que creemos muy importante porque es un aporte a la construcción de nuevas doctrinas. Yo creo que el mundo está necesitando nuevas doctrinas, nuevos instrumentos porque estamos en un mundo absolutamente diferente, ni peor ni mejor que el anterior, diferente.
Yo creo que esto de calificar a las cosas mejor o peor que antes es ignorar las modificaciones y transformaciones profundas que se han producido en materia de comunicaciones, en materia de esta aldea global que alguien alguna vez la calificó, tal vez, como un giro poético, pero que hoy adquiere una carnadura totalmente diferente. Somos realmente un mundo global y debo confesarles algo, en un primer momento, por lo pronto desde mi concepción, desde mi cosmovisión veía esa globalidad casi como una amenaza, pero hoy lo veo como una inmensa virtud.
Hablaba el secretario general de la dictadura que asoló mi país y a otros países de la región. El padre de nuestro canciller fue víctima de esa dictadura y fue ayudado por el gobierno del entonces presidente James Carter, él y otros argentinos y ciudadanos también de otras nacionalidades. Lo conversaba, hace unos instantes, con el canciller francés, que se acercó a saludarme, con motivo de las convenciones que hemos logrado en materia de desaparición forzada de personas y en el avance de los derechos humanos y realmente dos ciudadanas francesas desaparecieron, en la Escuela de Mecánica de la Armada, en la que recién hacía mención el secretario Ban Ki-Moon.
Por eso creemos que esta universalidad, esta globalización no es una amenaza. Yo siempre me pregunto y tengo esta interrogante: ¿si en la Argentina se hubieran podido hacer las cosas que se hicieron durante la dictadura, si realmente hubiéramos alcanzado un grado de desarrollo en las comunicaciones y en la globalización como el que hoy tenemos? Estoy segura que no, porque ni los mismos argentinos de haber conocido a fondo lo que estaba pasando en mi país no lo hubieran ni siquiera soportado, ni tolerado. Creo, entonces, que la globalización también, hoy, es una garantía precisamente para hacer más vigente y profundizar la política de los derechos humanos.
El dilema que tenemos frente a esta profundización de los derechos humanos, a esta globalización de los derechos humanos es saber cuáles son los instrumentos o los agentes para llevar a cabo y adelante ese respeto a los derechos humanos. Y nosotros creemos que el instrumento adecuado siguen siendo los Estados, el respeto a la soberanía de los Estados para llevar adelante esa política de derechos humanos. Nosotros lo hemos hecho en nuestro país, no con pocas críticas internas, pero sí con la decisión absoluta de que en un país donde no se garantizan los derechos humanos a las mujeres, el debido proceso, la garantía en juicio, la liberad de opinión y de expresión constituyen sociedades pre-democráticas, previas al mundo democrático. Por eso tenemos un gran compromiso con los derechos humanos y con el respeto irrestricto de los mismos a escala global.
Por eso, hoy, veo a la globalización como algo más amigable, por lo menos en este aspecto. Creo que debemos discutir otros aspectos de la globalización como son la movilidad de los capitales, pero no es motivo de esta reunión del Consejo de Seguridad, es un motivo más del G-20, en San Petersburgo. Así que no voy a introducir discusiones que seguramente corresponderán a otros ámbitos. Simplemente quiero agradecerles y no extenderme demasiado en el discurso porque a las tres tenemos que volver a sesionar. Hay numerosos cancilleres pendientes del uso de la palabra y por lo tanto quiero brindar – junto a todos ustedes – por el éxito de estos debates y también por la necesidad de seguir llevando adelante todos los Estados, integrantes de Naciones Unidas, esta lucha por los derechos humanos; esta lucha por la inclusión social de millones de ciudadanos que todavía no gozan de los beneficios que muchos de los otros tenemos en países democráticos y más avanzados. Si nosotros logramos que más ciudadanos tengan educación, salud, vivienda y trabajo vamos a lograr mayor paz y seguridad.
Ya lo dije, hoy – y lo vuelvo a repetir – la paz y la seguridad no solamente son un concepto militar, son fundamentalmente un concepto cultural y social.
¡Salud por todos ustedes! Muchas gracias. (Aplausos).