PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN CRISTINA FERNÁNDEZ EN ACTO JUNTO A LA AGRUPACIÓN SOCIAL TUPAC AMARU, EN LA PROVINCIA DE JUJUY.
Gracias, muchas gracias, buenas tardes a todos y a todas; muchísimas gracias, muchas gracias compañeros y compañeras por tanta alegría. Chicos las banderas que los quiero ver a todos, después las alzan de vuelta, un poquito enrollarlas, así los vemos a todos. Son tantos, tan jóvenes con tantas convicciones, cuando los veo y los miro a todos ustedes me veo a mí misma y a él, décadas atrás. Gracias por esta sorpresa y esta emoción, el que sube la foto que más me gusta, era cuando nos mirábamos a los ojos y sin decir una sola palabra nos entendíamos como nunca nadie se entendió en el mundo, porque nos entendíamos no sólo desde el corazón, sino también desde las ideas, de la historia. Y es lo que me pasa ahora que él no está, cuando miro a los ojos de ustedes nos entendemos sin hablarnos, nos entendemos desde el corazón, desde la convicciones, de las esperanzas, de los sueños, de las ilusiones, de esta necesidad de partir el futuro, que estamos pariendo, compañeros y compañeras.
No les quepa duda, estas jóvenes generaciones de niños, de adolescentes que van al colegio secundario, que hoy ven a sus padres trabajar. De todos ustedes, tal vez, que a partir de la unidad, la organización y la solidaridad han logrado tener un trabajo y compartir, esa maravillosa palabra que todavía no todos entienden: compartir con el otro, darse cuenta que la patria también es el otro. Hoy lo veo reflejado en estas banderas, en sus convicciones, en este sentir que es necesario seguir esta marcha que no empezó tampoco hace 10 años.
Hace unos instantes, yo decía que por esas raras casualidades del destino, creo mucho en el destino, estoy aquí junto a ustedes en el Día de la Pachamama, en el día de esa civilización milenaria donde se le agradece a la tierra los frutos que la tierra nos da, no para vivir mejor, como dice un amigo mío que ocupa un alto cargo en el gobierno de Bolivia, sino para vivir bien, que es diferente, y eso es lo que yo quiero, que los argentinos vivan bien, que todos puedan vivir bien. Parece apenas una distinción de palabras, de lenguaje, pero es algo más profundo, es algo que yo sé que ustedes entienden…Yo también los amo mucho a todos. (APLAUSOS).
Hace unos instantes me contaban que era la primera vez que un presidente argentino venía al Ingenio “La Esperanza”, fundado allá por 1883. Este ingenio que alberga a más de 1.500 trabajadores y que vamos a ayudar al grupo empresario, que hoy lo ha puesto en marcha… en realidad se puso en marcha, el 8 de julio, cuando se prendieron las calderas. Yo estaba en Tucumán y decía que se habían prendido, el día anterior, las calderas del Ingenio “La Esperanza”. Es un símbolo, no sólo para los jujeños, sino es un símbolo de los tiempos que corren, de la necesidad de tener un Estado presente, de tener un Estado que no mire a otro lado cuando hay empresas que tienen problemas o compatriotas que tienen problemas, cuando el Estado mira para otro lado todo, más temprano que tarde, termina mal. Y saben qué, los argentinos tenemos demasiadas historias y demasiados tiempos en que han terminado mal. Fueron 200 años de sacrificio, de desencuentros y por eso es necesario que esta historia – que hemos construido en estos diez años – termine bien. No por nosotros, sino por todos lo que todavía falta hacer.
Una Argentina que fue vapuleada durante décadas, devastada, primero por enfrentamientos internos, en su primer siglo; luego también por enfrentamientos internos en su segundo siglo y luego, la destrucción fue más sutil: surgió de las entrañas propias de nuestro propio partido. Muchos se habían reconvertido y creído que la historia había terminado, que el Estado ya no tenía lugar, que el mercado lo dominaba. Y finalmente, nos dimos cuenta que todo se derrumbaba. Afortunadamente un hombre, mi compañero, en el año 2003, como él lo decía, en nombre de un generación que había sido devastada y diezmada llegaba a la Casa de Gobierno y decía aquellas palabras, que quedaron grabadas, que no era un discurso, era lo que él pensaba y lo que él sentía “que no había llegado a Presidente para dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno”. Y no las dejó. (APLAUSOS).
Déjenme decirles finalmente, queridos compañeros y compañeras, antes de agradecerles esta inmensa movilización y manifestación de cariño, que yo estoy convencida que si él pudiera volver a elegir la vida que tuvo, el sacrificio que le costó, la volvería a elegir y volvería a ser exactamente lo mismo. Estoy convencida, estoy convencida, por su compromiso con la historia; estoy convencida porque él sintió siempre ese compromiso con la historia, con la historia que se había truncado.
Y mi compromiso en esta nueva etapa que estamos iniciando en una Argentina reconstruida después de una década ganada, es poner sobre la mesa en debate y discusión, pero fundamentalmente en acción y en programas de gobierno, la necesidad de la unidad nacional junto a los trabajadores, junto a los empresarios como recién estuvimos en el ingenio La Esperanza que siguen apostando y creyendo en su país, junto a los científicos, que han vuelto, junto a los jóvenes que ahora pueden ir a la universidad, junto a los chicos que tienen sus netbooks, junto a ustedes que las cooperativas levantan todos los días a la mañana para salir a trabajar y hacer algo nuevo por su prójimo.
Lo que es importante comprender que la unidad se da en la diversidad, que los que quieren silencio yo les digo que el silencio no es propio de las democracias; el silencio es de la paz de los cementerios y nosotros queremos una democracia alegre, que festeje, que cada día incluya más argentinos, que cada vez amplíe más derechos, que cada vez dé más oportunidades y que sirva la pena levantarse todas las mañanas para saber que todos los días vamos a estar un poco mejor.
Muchas gracias a todos y a todas. ¡Qué Dios, la Virgen y la Pachamama, los bendiga a todos!
Muchas gracias, los quiero mucho. (APLAUSOS)