Su excelencia, señor presidente de Indonesia y su distinguida esposa, así también hombres y mujeres que integran el gobierno de Indonesia: quiero manifestarles a todos en nombre de mi pueblo, de mi país y de la comitiva que me acompaña en este viaje, nuestro agradecimiento por la cálida bienvenida y la hospitalidad que nos han brindado en este maravilloso país.
Quiero decirle señor Presidente que en el día de hoy, cuando mantuvimos la reunión bilateral y luego la reunión ampliada con sus ministros, he confirmado y he superado las expectativas que tenía cuando decidí responder y hacer lugar a su invitación para visitar su patria. Esto me movilizó inmediatamente, a formularle a usted y también a su distinguida esposa hace unos instantes, la invitación formal para que usted venga acompañado por su señora esposa a visitar nuestro país en visita oficial de Estado. Será para nosotros un inmenso honor recibirlos.
Estamos convencidos, absolutamente convencidos, que de la cooperación y de la articulación inteligente de las economías emergentes, de la cooperación sur-sur, de estos países que como Indonesia y la República Argentina han contribuido en la última década a sostener e incrementar el crecimiento de la actividad económica global, incorporando a millones de compatriotas al consumo, ampliando el mercado interno, generando nuevas alternativas, creyendo y sabiendo fundamentalmente que hay un mundo nuevo que debemos entender y que debemos aprovechar las oportunidades que a nosotros, países emergentes, que el viejo orden mundial nos había asignado el lugar de meros proveedores de materias primas, baratas además, esto ha cambiado definitivamente y hay un mundo que ya no nos tiene como meros proveedores de materias primas, sino como protagonistas de la nueva etapa.
Este siglo XXI, que algunos líderes de países desarrollados no alcanzan todavía a comprender la profundidad y la densidad del cambio, exige un nuevo modelo de abordaje en las relaciones entre los países. El siglo XX en la historia, el siglo IXX también, fundamentalmente en la etapa de las colonias, y la descolonización del Africa y del Asia, del Sudeste Asiático también durante el siglo XXI, las cruentas dictaduras que también hemos vivido nosotros en América del Sur, no ya a manos de potencias extranjeras, sino muchas veces manipuladas desde el exterior y ejecutadas por nuestros propios compatriotas, también nos acercan en algo que es el sufrimiento que hemos tenido como sociedades con gobiernos autoritarios que no se preocupaban por el bienestar de nuestros pueblos. Son muchas las cosas que nos acercan, los sufrimientos, las experiencias, pero por sobre todas las cosas las esperanzas de un mundo mejor y las realidades que hemos podido construir.
Usted mencionaba que ambos somos miembros del G-20, este nuevo espacio que ha ampliado aquel viejo G-8, no porque hayan querido ampliarlo, sino porque la realidad se impuso y se visualizó que aquel espacio ya no reflejaba el mundo que vivíamos. Y como usted señalaba, este año y el próximo nos tocará integrar a la Argentina el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Nosotros desde allí, desde ese puesto, no representaremos únicamente a la República Argentina, sino a todos aquellos países que están comprometidos en un mundo donde haya más paz y seguridad. Pero para que haya más paz y seguridad deberá haber mejor y mayor calidad de vida para todos los habitantes de este mundo global, porque los fenómenos que hoy atacan al mundo en distintas latitudes, desde el narcotráfico al terrorismo internacional, tienen también sus raíces y sus causas en la falta de esperanzas y de expectativas de muchísima gente que termina refugiándose o creyendo que esos pueden ser los caminos para una vida mejor. Y cuando eso sucede es porque los estados y fundamentalmente el mundo no les ha ofrecido una expectativa y una esperanza mejor.
Por eso nuestra labor en ese Consejo de Seguridad, será concebir a la paz no como un ejercicio militar, la paz no se consigue militarmente, la paz se consigue política y socialmente. Yo tengo la firme convicción de que esta debe ser la manera de abordar, y también, por qué no, la modificación de muchísimos organismos multilaterales y de sus reglas de juego.
Ese Consejo de Seguridad, hoy lo charlábamos en la reunión bilateral, que nació luego de la Carta de San Francisco cuando terminó la Segunda Guerra Mundial reflejaba un mundo que hoy ya no existe; reflejaba ese mundo que sería dividido en dos y donde estaba siempre latente el problema y el peligro del holocausto nuclear. Resulta ser que quienes hoy integran en forma permanente ese Consejo de Seguridad ya no son los antagonistas y enemigos de antaño, al contrario, se llevan todos muy bien y muchas veces toman decisiones que precisamente no van en pos de lo que decide el plenario de Naciones Unidas
Nosotros, la Argentina, somos un claro testimonio de cómo se utiliza ese sillón permanente en el Consejo de Seguridad para incumplir las mismas órdenes que esa Asamblea de Naciones Unidas impone.
Aprovecho para mencionar el caso Malvinas, que es un claro ejemplo de ese doble estándar que se da por ejemplo en el Consejo de Seguridad. Allí tenemos múltiples resoluciones de Naciones Unidas, de su Comité de Descolonización, de otros foros internacionales, absolutamente todos respaldando la decisión de Naciones Unidas de que Inglaterra se siente a negociar con la Argentina la cuestión de soberanía. No pretendemos nos diga que sí, no pretendemos que se nos de la razón, simplemente que se cumpla la norma que ha establecido Naciones Unidas.
Pero claro, Inglaterra tiene un lugar permanente en el Consejo de Seguridad y esto le permite no cumplir las normas. Les voy a citar otros ejemplos respecto de otros países y respecto de otras situaciones, pero no parece acercarse a la paz, no parece acercarse a un mundo más equitativo y justo, que los que tienen el privilegio de tener un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas utilicen ese lugar para violar las decisiones de Naciones Unidas.
También en materia de Organización Mundial del Comercio, algo que hoy es fundamental en los pueblos. Siempre en el siglo XX las relaciones de intercambio comercial fueron favorables a los países desarrollados. Y decía al principio de mi intervención que siempre se nos veía en esto como los proveedores de materias primas sin valor agregado, a precios baratos. Esto significaba hambre, miseria y atraso para nuestros pueblos.
Pero fue precisamente el surgimiento de todo el Sudeste Asiático, juntamente con la India, lo que trastocó este mapa y hay hoy una nueva realidad global, donde los productores de materias primas, los productores de alimentos, los productores de energía se han convertido en protagonistas y sus materias primas valen mucho más.
No debemos dejar escapar esta oportunidad para que esas materias primas tengan valor agregado en nuestras propias tierras para lograr un mejor empleo, mejor remunerado y más calificado. Y también en materia de Organización Mundial de Comercio exigir reglas claras, transparentes e igualitarias para todos los países.
Se nos dice a algunos de nosotros que violamos las reglas de la Organización Mundial de Comercio, o porque hay subsidios, o por aquello, o por lo otro, sin embargo, mi país, la República Argentina, productor por excelencia desde tiempos inmemoriales de productos agrícola ganaderos, sufrió durante todo el siglo XX y sigue aún sufriendo los subsidios agrícolas que la Unión Europea parece no mirar y la Organización Mundial de Comercio ignorar.
Afortunadamente el surgimiento de nuevos actores en el Asia nos ha permitido no depender, como antes dependíamos, de lo que nos compraba la Unión Europea. Este es uno de los aportes a la modificación del orden global, pero es imprescindible ir más allá y establecer reglas claras de juego para todos. No nos pueden exigir a los países emergentes, que estamos luchando para incorporar más gente a la producción, para tener más clase media, para ampliar nuestra clase media, que no administremos nuestras economías y nuestros comercios para seguir progresando. Porque además incorporando más gente al consumo no solamente estamos contribuyendo al bienestar de nuestro país o de nuestra sociedad, estamos también contribuyendo al bienestar y a la rueda de consumo global que algunos parecen haber olvidado proponiéndole al mundo sólo programas de ajuste y contracción del gasto.
Digo yo, si la gente no consume, si los países tienen deudas soberanas que les impiden inyectar recursos en el mercado; si además las familias pierden sus empleos y sus casas, cómo se cree que se puede reactivar la economía del mundo.
Estos son los planteos que muchas veces yo hago, a los que hacía alusión el señor presidente de Indonesia, en el G-20. Y creo que lo que falta son nuevas ideas, no se pueden resolver nuevos problemas con viejas ideas y viejas políticas. Y sobre todo si estas viejas ideas y estas viejas políticas fueron las que provocaron la crisis financiera que en el año 2008 se desplomó sobre el mundo y cambió de un plumazo las relaciones que había hasta ese momento.
Y fundamentalmente las cambió desde el punto de vista de modelo cultural. Se nos había impuesto a todo el mundo, desde el Consenso de Washington, la idea de que el Estado era casi un estorbo para la economía, que el Estado no debía meterse, que el mercado asignaba recursos, que el mercado todo lo resolvía, que las soluciones estaban en el mercado y que el Estado sólo molestaba al desarrollo y al progreso. Pero he aquí la sorpresa, cuando el mercado explota, cuando se comienzan a descubrir burbujas, cuando comienzan a explotar bancos, financieras, aseguradoras en el mundo, cuando comienzan a producirse las masivas ejecuciones de hipotecas y desalojos, ¿a quién se recurre? Al Estado. Es el Estado quien tiene que inyectar ingentes recursos para financiar los sistemas financieros, que precisamente a partir de los derivados y de creer que el dinero se reproduce a sí mismo, sin pasar por el circuito de la producción de bienes y servicios, produjo esa catástrofe que empezó en el 2008, que aún desgraciadamente no ha terminado y este año que pasó parece profundizarse.
¿Cuál debe ser entonces nuestra colaboración, la colaboración en este caso de la relación bilateral entre Argentina e Indonesia? Relación que yo me atrevo a decir no tiene techo, en mi país no tener techo significa que tiene crecimiento indefinido. Y lo tiene primero porque hay una escala muy importante en Indonesia, cuarto país en población en el mundo, con una densidad poblacional superior a los 130 habitantes por kilómetro cuadrado. Y por otra parte mi país, el octavo en superficie en el mundo y el cuarto en superficie cultivable, pero sólo con apenas 40 millones de habitantes. En mi provincia, la provincia de Santa Cruz, que es la segunda en extensión de la República Argentina, hay menos de un habitante por kilómetro cuadrado. Pero tenemos magníficas políticas y tenemos también la decisión y el coraje de creer en nuestro país y desarrollar un mercado interno muy importante; tenemos un desarrollo en materia de ciencia y tecnología, en materia nuclear, en materia de agricultura de precisión, en materia de biotecnología, de software, de turismo, todas las disciplinas que hemos repasado hoy con su excelencia el señor Presidente y sus colaboradores, y más tarde en el hotel donde me alojo con la asociación de empresarios de este país. Muchos de los cuales me han dicho que luego de haberme escuchado hablar acerca de nuestro país, de las posibilidades en minería, en turismo, en fin, en tantísimas actividades, están deseosos de visitar nuestro país.
Hemos acordado con el señor Presidente que una delegación previa de funcionarios de Indonesia visitará la Argentina para poder identificar, y así lo establece el memorándum de cooperación para inversión, el memorándum de entendimiento que hemos suscrito en el día de la fecha, todas aquellas áreas en las cuales debe producirse una asociación estratégica entre Indonesia y la República Argentina.
También debo decir que muchos de los empresarios indonesios que hoy compartieron conmigo la tarde en una reunión excelente, muchos de ellos ya tienen fuertes negocios con Argentina. Visita además, acompañando a esta delegación política, si no me equivoco la delegación de empresarios más importante de Argentina que hasta ahora ha visitado Indonesia. Esto es una muestra del interés que tenemos por quien es nuestro principal socio en el Sudeste Asiático y también queremos que sea la Argentina una plataforma para Indonesia en todo lo que es el continente americano, Latinoamérica y el Caribe.
Por eso digo que debemos y podemos contribuir a un mundo mejor y comenzar a hacerlo desde la relación bilateral en la complementariedad de nuestras economías. Estoy muy feliz de haber tomado la decisión y haber venido aquí a Indonesia. Es cierto lo que mencionaba el señor Presidente, el jet lag es fatal, pero a los pocos días uno lo supera y creo que ya esta noche voy a poder dormir mucho mejor. ¿Pero qué es una o dos horas de sueño si podemos recuperar años y años en que no nos mirábamos entre nosotros, países del Sur – Sur, para poder construir un mundo mejor?
Tenemos convicciones y visiones muy parecidas acerca de lo que está pasando en el mundo, tenemos la decisión de que nuestros países no vuelvan a dar un solo paso atrás, todos los pasos que deben dar nuestros países deben ser adelante y convenciendo a los demás, a los que aún no han entendido que sin bienestar y calidad de vida de los habitantes será imposible tener un país con paz y seguridad, convencer a todos mostrando nuestros modelos.
El señor Presidente hacía mención a la situación que vivió mi país entre 1999 y 2002. Sinceramente señor Presidente, su distinguida esposa y todos quienes están aquí, los argentinos vivimos momentos muy difíciles. Yo era senadora nacional y por momentos, ante tal grado de violencia, ante tal grado de saqueo que los argentinos sentíamos que vivíamos por una deuda que había sobrepasado todos los límites, creímos en un momento que el país se nos escurría entre las manos. Cuando mi esposo tuvo que asumir como presidente de todos los argentinos, con apenas un 22 por ciento de los votos, él siempre me contaba que el día que asumió, el 25 mayo del 2003, 30 años exactos después que cuando era muy joven -él fue militante como yo desde muy joven de nuestro movimiento- había estado en la plaza gritando también junto a otros jóvenes de su misma edad por un país mejor, y por esas cosas de la vida 30 años exactos después, sin imaginarlo, asumía como presidente. Y siempre me decía que una vez que terminaron los festejos y al otro día tuvo que ir a trabajar de presidente como correspondía, sintió la soledad y sintió todo lo que faltaba hacer. Sin embargo, su inmenso coraje, su valentía, su convicción, sus ideas, sus pensamientos, que él mismo había dicho que jamás iba a abandonar en la puerta de la Casa de Gobierno, lo ayudaron a reconstruir un país que parecía destruido e insalvable, con gente que se iba, con gente en la puerta de los consulados.
Recuerdo por esas cosas de la vida -y discúlpenme si me prolongo un poco pero las cosas que ha dicho el Presidente me remueven muchos recuerdos -yo era senadora en aquellos tiempos y al volver del Senado todas las noches pasaba por el consulado de la República de España y le aseguro, Presidente, que eran cuadras de colas de gente esperando tener una visa del gobierno de España para irse del país. Había gente que acampaba de noche con una sillita o una carpita o pagaba a alguien para que le hiciera un lugar en la cola porque se iban España en busca de un futuro mejor que su país no les ofrecía.
Las vueltas de la vida y de la historia hoy nos colocan en una posición diferente, pero no en una posición triunfalista y exitista, muy por el contrario, nada más alejado de eso, sino en una posición de comprender y entender lo que está pasando porque primero nos pasó a nosotros. Y sin pretender convertirnos en maestros ni dar lecciones a nadie porque no nos creemos con el derecho a dar lecciones a nadie, simplemente llevar el mensaje que estamos llevando y que usted también lleva, que es el de la necesidad de trabajar en políticas contra cíclicas, en políticas públicas, en un Estado fuerte que intervenga, pero no que intervenga para entorpecer la economía sino al contrario, para ayudar a la economía, ayudar a asignar mejor los recursos y que haya mayores posibilidades para nuestros jóvenes, para nuestros ancianos, para nuestras familias.
Nuestros jóvenes deben saber que hay un futuro mejor, si no, no se les puede pedir nada. Por eso digo que tenemos la obligación de construir esperanza y construir futuro, para que lo que nos pasó a nosotros no les pase a nuestros hijos ni a nuestros nietos.
Por eso invito a brindar por la amistad entre nuestros pueblos, entre nuestros gobiernos, por la solidaridad, por la cooperación y por la paz en el mundo, que sea con Dios y con todos ustedes. Muchas gracias.