Muchas gracias, muchas gracias. Muy buenas tardes a todos y a todas.
Señores Jefes y Jefas de Estado; señores ex Jefes y ex Jefas de Estado; señora Directora General de la UNESCO; señor Presidente y Miembros del Jurado de este prestigioso Premio de Fomento de la Paz; querida Estela de Carlotto; queridas Abuelas también que la acompañan; queridos Hijos y Nietos recuperados que hoy nos acompañan; las Abuelas los llaman nietos pero yo los llamo hijos, porque todos o la mayoría de ellos tienen la edad de mi hijo mayor que nació también en 1977.
Ustedes saben que la mayoría de los niños robados fueron durante el 76´ y 77´ por lo tanto yo no los puedo ver nunca como nietos. Para mí son iguales que Máximo y de hecho, muchos de ellos son muy amigos de él.
Quiero decirles a todos y a todas que hoy estoy aquí en mi doble condición. No estoy solamente como Presidenta de la República Argentina, sino como una ciudadana argentina más, segura de estar representando en mi condición de ciudadana a millones de compatriotas que ven en nuestras Abuelas de Plaza de Mayo y en la figura de Estela, la superación de un momento muy trágico y muy doloroso que vivimos los argentinos.
Digo la superación, porque creo que en definitiva nadie puede recuperarse de la pérdida de un hijo. De hecho, estoy segura que Estela hubiera preferido seguir siendo esa directora de escuela de mi ciudad, la ciudad de La Plata, y estar junto a Laura y el resto de sus hijos y su nieto Guido y el resto de sus nietos, como una abuela más, como millones de abuelas, como millones de ciudadanos que son invisibles y que en algún momento tal vez por razones históricas y en este caso por razones muy trágicas, se convierten en visibles y luchan porque atrocidades, crímenes y genocidios se vuelvan también visibles a los ojos de sus propios compatriotas y a los ojos de la humanidad.
Eso fue, esa fue la tarea que, muy a su pesar desempeñó primero como Madre de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y luego, por eso digo, como superando también esa página trágica e histórica, lanzarse con la misma fuerza con que buscó a su hija, lanzarse a la recuperación de los hijos de los hijos, esto es, de los nietos, y llevar a cabo la recuperación de la identidad de 105 chicos que finalmente hoy saben quienes son.
Como Presidenta de la República, un rol circunstancial, un rol transitorio, el de ciudadana argentina me va a acompañar hasta el día de mi muerte, el de Presidenta es absolutamente circunstancial y temporal, tengo el orgullo de representar aquí en este ámbito tan importante a nivel global como es la UNESCO, a la Nación Argentina, que hoy es un modelo de lo que debe ser un estado de derecho respetuoso de la vigencia de los derechos humanos en forma irrestricta.
Este lugar que con orgullo hoy ocupa mi país, no fue un lugar al que llegamos fácilmente. Fue un lugar que no solamente reconoció la existencia de esa atroz dictadura que vivimos desde 1976 hasta 1983, sino que también reconoció otros escollos que los argentinos conocemos y que también conocen el resto de las instituciones.
Por eso también, quiero en el día de hoy, rendir un sentido recuerdo y homenaje a quien fuera mi compañero de vida y militancia, el doctor Néstor Carlos Kirchner, figura decisiva en la historia de la Argentina para vencer y derrumbar el muro de la impunidad que leyes como la de Obediencia Debida y Punto Final habían construido en la Argentina.
Me tocó como legisladora nacional, siendo senadora, con el resto de las fuerzas políticas de mi país, en un verdadero ejercicio de la democracia argentina, participar de la sanción en la anulación de dichas leyes, luego convalidada también por el máximo tribunal de justicia de mi país, que es la última instancia en materia de derecho en la República Argentina.
La lucha entonces contra la impunidad, ha sido una tarea conjunta de las instituciones del Estado argentino que nos convierte, con mucho orgullo, reitero, en un ejemplo del respeto al Estado de Derecho y a los derechos.
Pero yo quiero hacer un homenaje en la figura de Estela a todos aquellos que durante muchísimos años reclamaron justicia. Y quiero en esto hacer hincapié en algo que dijo el señor Diouf cuando le tocó hacer uso de la palabra hace unos instantes.
Dijo, si mal no recuerdo, que el derecho solo puede reclamarse desde el derecho y que la justicia solo puede reclamarse desde la justicia. ¿Qué quiso decir con estas palabras? Que durante más de treinta años, estas mujeres, primero en torno a la Pirámide de Mayo, en la Plaza de Mayo y, luego, en la búsqueda incansable de sus nietos, jamás, jamás preconizaron o hicieron uso de la violencia. Al contrario, incansablemente, incansablemente, aún cuando casi todos habían perdido las esperanzas, ellas siguieron reclamando ante los tribunales, ante los jueces del país, ante el Parlamento argentino, ante los distintos Poderes Ejecutivos, justicia, memoria y verdad.
Yo recuerdo haber dicho en mi intervención en la Cámara de Senadores que, no sé, pero si a mí me hubieran arrebatado un hijo y no lo hubiera podido ni siquiera llorar o llevar una flor a su tumba, si hubiera tenido la entereza y la fortaleza para reclamar justicia, memoria, verdad en el tono y en la forma en que estas mujeres lo hicieron. Lo que las tornan a todas más ejemplares que nadie, es que para quienes habían violado todas las normas posibles, ante la tortura, la muerte, la desaparición, la supresión de identidad de los seres queridos, no reclamaban venganza, sino, simplemente, justicia y aplicación de la ley.
Y creo que esto es lo distintivo de estas mujeres. No es solamente haber logrado recuperar identidad, sino haber podido persistir sin caer en esos defectos, en esas falencias de la condición humana, que son muchas veces los instintos de venganza o de querer hacer justicia por la propia mano. Nada más alejado de estas mujeres que parecían muy débiles, que algunas, como recordaba Estela, las calificaron de locas, allá por los años 70. Creo que eran las más cuerdas y las más racionales en aquellos momentos en la República Argentina.
Y por esa cordura, por esa racionalidad y por esa humanidad, porque en definitiva es un gran ejemplo de humanidad, es que hoy la UNESCO está otorgando su máximo galardón de Fomento de la Paz a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo en la figura de nuestra querida Estela de Carlotto.
Y yo quiero agradecerles a los miembros del jurado y quiero decirles también a todos ustedes que aquí están, que la Argentina necesita de la memoria, necesita de la verdad, necesita de la justicia para dar vuelta esa página dolorosa que vivimos los argentinos. Nosotros queremos dar vuelta esa página dolorosa, queremos recuperar a los nietos que nos faltan todavía y queremos, además, que, finalmente, se termine dando justicia a todos aquellos que la han reclamado.
Por eso es que estamos hoy en una sensación ambivalente: cuando uno recibe estos premios, yo lo decía ayer, siempre tiene una relación ambivalente con ello, hubiera sido mejor no tener que recibir ningún premio por no haberse violado en nuestro país los derechos humanos. Pero la historia se escribe y la historia no la escribe uno solo.
Así que, en definitiva, lo que aquí estamos haciendo es reconocer, desde esta prestigiosa entidad, porque ya lo ha hecho el pueblo argentino en sus numerosas muestras de afecto y de cariño con las Abuelas, esa labor que han cumplido.
Por eso quiero agradecerles y reiterarles nuestro compromiso como país, miembro de Naciones Unidas, como país, respetuoso de los derechos humanos, que siempre estaremos presente condenando, cualquiera sea el lugar en donde los derechos humanos se violen, esta verdadera lacra de la humanidad.
Quiero agradecerte, Estela, estos años de coraje; quiero agradecerte también la entereza, sé lo que muchas veces sufrís en soledad, porque todavía no has podido recuperar a Guido y aunque no es lo mismo, pero estos chicos que hoy nos acompañan y que desde aquí los veo, a Victoria, a Horacito, a Juan, a Francisco, a los demás no los distingo porque soy media corta de vista, pero en ellos también creo que hay una parte de Guido.
Quiero, entonces brindarte, en nombre de todos los que estamos aquí presentes y también de todos los argentinos, un, pero un gran y fervoroso y cálido beso y abrazo.
Muchas gracias Estela, muchas gracias Abuelas, muchas gracias Madres, gracias chicos por todo.
Muchas gracias. (APLAUSOS)