Vengo a compartir esta Cena anual de Camaradería de nuestras Fuerzas Armadas en vísperas de un nuevo aniversario de nuestra Independencia. En carácter de Comandante en Jefe quiero compartir con ustedes, además de un grato momento, un conjunto de reflexiones.
Como lo he manifestado, la transitoria función que cumplo no me hace olvidar ni de mis ideas ni de mis convicciones. Algunos hoy decían que veníamos acá a dar el discurso para evitar algún problema con algunos, yo jamás me he ocultado en una acción, y si le he tenido miedo a alguien, a algunos o a algo fue en otra época, no ahora que gracias a Dios la democracia está a pleno y estamos trabajando por una Argentina distinta.
Puedo decirles, y lo hago de corazón, sin odio y sin rencores, con profundo compromiso patriótico y convencimiento, que os argentinos debemos tomar conciencia de que mientras superamos problemas vamos forjando una sólida unidad nacional en la diversidad.
La circunstancia de estar conmemorando la declaración de la Independencia Nacional es propicia para analizar en razón de nuestro pasado y en función del futuro que queremos para la Patria, la realidad que estamos transitando.
Desde 1810 hasta 1816 los combates librados, las palabras pronunciadas, las teorías formuladas, la moneda acuñada, la bandera enarbolada, las escarapelas lucidas en el pecho de los patriotas, empujaron a la decisión política que concretó el Congreso de Tucumán. Se trataba de poner fin a los lazos coloniales con España de más de tres siglos, prometiendo sostener esa convicción de libertad frente a toda otra dominación extranjera.
Somos una nación joven que está a las puertas del bicentenario de la revolución que la creó, en una historia que nos hermana al resto de América Latina. Venimos de celebrar la independencia de la República Bolivariana de Venezuela y de visitar las tumbas de Miranda, Bolívar y Sucre, cuyas historias fueron tan cercanas a la de nuestros próceres.
En julio de 1816 el general San Martín estaba organizando el Ejército de Los Andes para luchar primero en Chile y después navegar el Pacífico para vincularse con el independentismo peruano. Arriba por el norte la desbordante acción bolivariana iba a rematar exitosamente el proyecto emancipador en Ayacucho.
Esta etapa debe servirnos siempre de inspiración para la construcción de nuestro proyecto nacional y debe constituir un espacio de verificación de nuestra voluntad constructora.
Este 9 de julio encuentra a nuestra patria en proceso de recuperación productiva, social, cultural y política. Un enorme esfuerzo de todos los argentinos y políticas adecuadas nos ha permitido ponernos de pie luego de la caída del 2001, que fue la culminación de la aplicación de funestas políticas.
Estamos luchando también por un orden político basado en la justicia social y en la posibilidad del progreso y del futuro para los millones de argentinos sumergidos en la pobreza y en la indigencia. Nos encaminamos, desde el comienzo de la gestión, a construir una política de defensa nacional, de recuperar a las Fuerzas Armadas de orientaciones- lo digo públicamente y asumo mi responsabilidad ante el pueblo de mi Patria- que han resultado funestas.
La separación de los responsables de las aberraciones cometidas en la última dictadura hace a la preservación de las instituciones armadas en su rol estratégico.
No es justo para la memoria histórica de las Fuerzas Armadas ni es sensato para su propio futuro que se pretenda identificar las acciones desviadas de algunos con la propia institución a la que debieron respetar de otra manera. Nadie tiene derecho a escudarse en el prestigio y la historia de nuestras Fuerzas Armadas, no se superarán los momentos dolorosos que nuestra patria sufrió sin contribuir a la verdad.
Los jueces de la Constitución, cuya independencia está garantizada, juzgan a los responsables del terrorismo de Estado impulsado por la dictadura. Es la justicia la que debe poner las cosas en su lugar distinguiendo a inocentes de culpables.
El combate contra la impunidad debe ser frontal, ningún reencuentro sólido puede venir asentado sobre la impunidad, del silencio y la complicidad tampoco vendrá. La justicia y la verdad que permitirá la memoria son objetivos esenciales que esta sociedad busca en forma constante eludiendo obstáculos jurídicos y políticos que reiteradamente intentaron evitarlos, y que al menos la han demorado. Esa verdad y esa justicia marcan el único camino posible para una sociedad digna, que quiere cicatrizar heridas muy dolorosas y justamente por eso son objetivos irrenunciables.
Estamos a más de un cuarto de siglo de la recuperación de la república democrática, lejos en el tiempo y firmes en nuestra conciencia de repudio a los golpes de Estado de 1930, 1955, 1966 y el más trágico de 1976, que atacaron los derechos de los argentinos, se unieron los enemigos de la independencia que hoy conmemoramos.
Las sociedades modernas, y la nuestra no escapa a esta tendencia, son políticamente activas y demandantes, y exigen calidades y virtudes en sus instituciones. Poseen nuevos valores, exigen otros paradigmas al Estado y legitiman de manera diferente a sus actores políticos e institucionales.
Es evidente que la sociedad argentina actual no es la misma ni comparte los valores a los que asistió durante todo el siglo XIX, al nacimiento y desarrollo del Estado nacional. Tampoco es la misma de mediados del siglo XX, durante el desarrollo de la sociedad industrial, ni obviamente es la misma de los años finales de la dictadura. Desde 1983 ha cambiado enormemente y hoy la principal condición que exige la sociedad a los diferentes actores e instituciones, y en el caso específico de las Fuerzas Armadas, es la legitimidad y la convivencia democrática.
Es decir que la institución militar será respetada en la medida que, como lo hace, participe activamente en el sistema republicano y democrático de Gobierno, que como lo hace garantice su permanente acatamiento a la Constitución Nacional y también, como lo lleva adelante en toda esta etapa democrática, la consolidación del respeto a los derechos humanos de todos los argentinos.
A esa legitimidad hay que sumar la que emana de su capacidad para cumplir las funciones que le son asignadas como una parte más del aparato estatal. Esta legitimidad funcional y la legitimidad democrática que referimos son las vigentes hoy en la relación Fuerzas Armadas con la sociedad y han desplazado definitivamente a los principios de los tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en los que se consideraba a los ejércitos como la causa del Estado Nación Independiente y como último bastión de la nacionalidad.
La legitimidad social hoy exige de sus Fuerzas Armadas una indudable vocación democrática y un desempeño eficiente de las expectativas esperadas de la profesión militar en su estricto rol de la defensa.
Contribuyendo a esta finalidad nuestro Gobierno se encuentra comprometido con una política tendiente a producir la modernización del sistema de defensa nacional. Estamos impulsando una profunda reestructuración del instrumento militar que apunte a la modernización de sus componentes. En ese marco, la reglamentación de la Ley de Defensa Nacional constituye una sólida base para avanzar hacia el futuro. El objetivo de lograr un planeamiento que integre medios y actividades, que constituya un sistema de defensa con definitiva articulación de sus componentes, capaz de responder a las necesidades que se presenten, es central y fundamental.
La convocatoria al Consejo de Defensa Nacional permitirá contar con apreciaciones y estrategias indispensables para el planeamiento militar bajo pautas de total coordinación y actuación conjunta.
En esa reconversión asignamos un rol fundamental al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, recogiendo con su creación no sólo la experiencia de los países más modernos sino las conclusiones de nuestra propia experiencia en el conflicto de Malvinas.
Este organismo tendrá la enorme responsabilidad del control funcional de las Fuerzas Armadas en tiempo de paz, priorizando la plena integración, tanto al nivel estructural de la organización como al nivel de la actividad operativa.
El rol fundamental asignado a cada fuerza, alistar y preparar recursos humanos y medios materiales, sólo puede tener pleno sentido en el marco único que exceda las especificidades propias como la que cada una de ellas pueda actuar.
El instrumento militar de la defensa nacional deberá avanzar hacia la estructuración de una fuerza en la que se priorizarán las capacidades de naturaleza esencialmente defensiva, que permitan garantizar la defensa militar de la soberanía, la independencia política y la integración territorial de la República Argentina, y que a su vez no irradien percepciones de amenaza hacia los países de la región.
Se asegurará también el ejercicio de las actividades de vigilancia y control de los espacios territoriales, marítimos y aéreos de responsabilidad de las fuerzas, así como la máxima movilidad operacional y la flexibilidad logística.
Es precisamente en el área de defensa donde la investigación, la adaptación y desarrollo de nuevas tecnologías de proceso y equipamiento especializado debe ocupar un lugar preponderante. Será pues esencial unificar y potenciar todo el sistema científico técnico disponible en el área de defensa, así como articularlo de forma eficiente y flexible con el sistema científico-tecnológico nacional.
El proceso continuo de investigación y desarrollo está indisolublemente vinculado a la producción de bienes y servicios de la defensa. Tenemos como objetivo de central importancia la consolidación de una industria militar naval y aeronáutica, que pueda, por un lado, satisfacer las necesidades de mantenimiento y equipamiento de nuestras fuerzas y, por otro, resolver el abastecimiento del mercado interno y regional con competitividad y con estructuras empresarias modernas, ágiles y transparentes.
Es fundamental impulsar, para lograr todos estos fines, una profunda reforma de los procesos educativos que forman y capacitan a los jefes y suboficiales de nuestras Fuerzas Armadas. En coherencia con los principios republicanos que obligan a nuestros ciudadanos a armarse en defensa de la Patria, el Ministerio de Defensa se hará cargo de la educación de las Fuerzas Armadas como parte de la responsabilidad que le incumbe a la sociedad civil. En consecuencia, definirá las políticas educativas y las estructuras de educación de las Fuerzas Armadas, que a lo largo de gran parte del siglo XX se fueron separando del sistema educativo nacional.
El principio de integración de las Fuerzas Armadas en el sistema educativo nacional implica también retomar el sentido profundo del servicio público que encierra la función militar. Al mismo tiempo pretendemos profesionalizar adecuadamente a los encargados de la defensa de la nación. También buscamos fortalecer el indispensable sentido de ciudadanía que encierra la condición militar.
La educación para la defensa y la formación del ciudadano militar constituyen dos conceptos que formarán parte del nuevo sistema de educación. Se concibe al mismo tiempo que si bien existen funciones específicas entre los distintos cuerpos armados y especialidades, todos forman parte de un único instrumento militar de la Nación, que ahora se encuentra orientado y dirigido por la política de la acción solidaria y concordante a través del Estado Mayor Conjunto.
El currículum de la educación militar moderna exige variadas disciplinas: ciencias básicas, sociología, derecho, relaciones internacionales, derechos humanos, ciencias políticas, gestión pública, entre otras. Ya nadie defiende el perfil estrechamente militarista de la formación tradicional, la interdisciplina constituye una exigencia de todas las profesiones y de todas las funciones directivas. Las visiones unilaterales y reduccionistas de la realidad han producido fracasos dramáticos.
Señores oficiales superiores, jefes, oficiales, suboficiales, voluntarios, que a lo largo y a lo ancho del país se aprestan a celebrar la Independencia nacional y estrechar los lazos con sus camaradas de todas las fuerzas, de armas y especialidades: los exhorto una vez más a seguir el ejemplo de San Martín, Belgrano, Brown, Moreno, con el recuerdo de los que dieron su vida por la Patria a lo largo de nuestra historia.
Con nuestra atención puesta en Haití, Kosovo, Chipre y la Antártida, donde levantarán la bandera por la Nación desde el comandante en jefe hasta los más jóvenes soldados, nos llama el cumplimiento del deber esencial de saldar nuestro vínculo activo con la Constitución Nacional, con los derechos y garantías que ella protege, y con los deberes como ciudadanos que ella impone. Todos, cada uno desde su lugar, en diversidad y pluralidad, cumpliremos así con nuestro irrenunciable y sincero compromiso de servir a la Patria.
Son tiempos donde el país va en una paulatina recuperación, son tiempos donde los argentinos debemos contribuir a encontrar los marcos necesarios para cualificar el rol de nuestras instituciones. Entre ellas está una institución básica en nuestro país que son sus Fuerzas Armadas. Tarea de ustedes es contribuir a esa cualificación, a encontrar el marco de respuesta que la Nación Argentina necesita de nuestras Fuerzas Armadas; tener la capacidad, la generosidad, la grandeza, la visión histórica de comprender y de entender la necesidad de respuestas claras a todos los sucesos que nos tocaron vivir a los argentinos y definitivamente queremos los argentinos, porque así es, así debe ser y así será, que nuestras Fuerzas Armadas pertenezcan a todos los argentinos.
El hecho de ser cuadro de la misma, el hecho de ser un oficial, suboficial o soldado de la misma, bajo ningún aspecto le permite a nadie adueñarse y decir “es nuestra institución”. Yo aquí en nombre de todos los argentinos digo: es nuestra institución, de todos los argentinos. Como Presidente, como Comandante en Jefe y como argentino también es mi institución. Queremos una institución que realmente consolide ese rumbo estratégico de San Martín, Belgrano, Brown, y la visión estratégica de país que tenía Moreno.
Por eso, sea y sirva a fondo este espacio de compartir este momento, para que podamos dar este tipo de respuestas. Estoy seguro que así va a ser, que así lo vamos a poder lograr y esperemos que dentro de algunas décadas, no sólo en el marco de vuestra institución, porque la corresponsabilidad del fracaso de los argentinos abarca a todas las instituciones en general, cada uno en los distintos roles y en los distintos momentos históricos que le tocó actuar, podamos decirles a las generaciones que vienen que les brindamos una sociedad democrática, plural, diversa, con instituciones consolidadas, donde los argentinos nos podamos sentir orgullosos de nuestras propias instituciones. De todas. Tarea ardua, pero creo que lo podemos lograr.
Así que, señores, realmente es un honor poder compartir con ustedes esta noche. Muchísimas gracias.
Como lo he manifestado, la transitoria función que cumplo no me hace olvidar ni de mis ideas ni de mis convicciones. Algunos hoy decían que veníamos acá a dar el discurso para evitar algún problema con algunos, yo jamás me he ocultado en una acción, y si le he tenido miedo a alguien, a algunos o a algo fue en otra época, no ahora que gracias a Dios la democracia está a pleno y estamos trabajando por una Argentina distinta.
Puedo decirles, y lo hago de corazón, sin odio y sin rencores, con profundo compromiso patriótico y convencimiento, que os argentinos debemos tomar conciencia de que mientras superamos problemas vamos forjando una sólida unidad nacional en la diversidad.
La circunstancia de estar conmemorando la declaración de la Independencia Nacional es propicia para analizar en razón de nuestro pasado y en función del futuro que queremos para la Patria, la realidad que estamos transitando.
Desde 1810 hasta 1816 los combates librados, las palabras pronunciadas, las teorías formuladas, la moneda acuñada, la bandera enarbolada, las escarapelas lucidas en el pecho de los patriotas, empujaron a la decisión política que concretó el Congreso de Tucumán. Se trataba de poner fin a los lazos coloniales con España de más de tres siglos, prometiendo sostener esa convicción de libertad frente a toda otra dominación extranjera.
Somos una nación joven que está a las puertas del bicentenario de la revolución que la creó, en una historia que nos hermana al resto de América Latina. Venimos de celebrar la independencia de la República Bolivariana de Venezuela y de visitar las tumbas de Miranda, Bolívar y Sucre, cuyas historias fueron tan cercanas a la de nuestros próceres.
En julio de 1816 el general San Martín estaba organizando el Ejército de Los Andes para luchar primero en Chile y después navegar el Pacífico para vincularse con el independentismo peruano. Arriba por el norte la desbordante acción bolivariana iba a rematar exitosamente el proyecto emancipador en Ayacucho.
Esta etapa debe servirnos siempre de inspiración para la construcción de nuestro proyecto nacional y debe constituir un espacio de verificación de nuestra voluntad constructora.
Este 9 de julio encuentra a nuestra patria en proceso de recuperación productiva, social, cultural y política. Un enorme esfuerzo de todos los argentinos y políticas adecuadas nos ha permitido ponernos de pie luego de la caída del 2001, que fue la culminación de la aplicación de funestas políticas.
Estamos luchando también por un orden político basado en la justicia social y en la posibilidad del progreso y del futuro para los millones de argentinos sumergidos en la pobreza y en la indigencia. Nos encaminamos, desde el comienzo de la gestión, a construir una política de defensa nacional, de recuperar a las Fuerzas Armadas de orientaciones- lo digo públicamente y asumo mi responsabilidad ante el pueblo de mi Patria- que han resultado funestas.
La separación de los responsables de las aberraciones cometidas en la última dictadura hace a la preservación de las instituciones armadas en su rol estratégico.
No es justo para la memoria histórica de las Fuerzas Armadas ni es sensato para su propio futuro que se pretenda identificar las acciones desviadas de algunos con la propia institución a la que debieron respetar de otra manera. Nadie tiene derecho a escudarse en el prestigio y la historia de nuestras Fuerzas Armadas, no se superarán los momentos dolorosos que nuestra patria sufrió sin contribuir a la verdad.
Los jueces de la Constitución, cuya independencia está garantizada, juzgan a los responsables del terrorismo de Estado impulsado por la dictadura. Es la justicia la que debe poner las cosas en su lugar distinguiendo a inocentes de culpables.
El combate contra la impunidad debe ser frontal, ningún reencuentro sólido puede venir asentado sobre la impunidad, del silencio y la complicidad tampoco vendrá. La justicia y la verdad que permitirá la memoria son objetivos esenciales que esta sociedad busca en forma constante eludiendo obstáculos jurídicos y políticos que reiteradamente intentaron evitarlos, y que al menos la han demorado. Esa verdad y esa justicia marcan el único camino posible para una sociedad digna, que quiere cicatrizar heridas muy dolorosas y justamente por eso son objetivos irrenunciables.
Estamos a más de un cuarto de siglo de la recuperación de la república democrática, lejos en el tiempo y firmes en nuestra conciencia de repudio a los golpes de Estado de 1930, 1955, 1966 y el más trágico de 1976, que atacaron los derechos de los argentinos, se unieron los enemigos de la independencia que hoy conmemoramos.
Las sociedades modernas, y la nuestra no escapa a esta tendencia, son políticamente activas y demandantes, y exigen calidades y virtudes en sus instituciones. Poseen nuevos valores, exigen otros paradigmas al Estado y legitiman de manera diferente a sus actores políticos e institucionales.
Es evidente que la sociedad argentina actual no es la misma ni comparte los valores a los que asistió durante todo el siglo XIX, al nacimiento y desarrollo del Estado nacional. Tampoco es la misma de mediados del siglo XX, durante el desarrollo de la sociedad industrial, ni obviamente es la misma de los años finales de la dictadura. Desde 1983 ha cambiado enormemente y hoy la principal condición que exige la sociedad a los diferentes actores e instituciones, y en el caso específico de las Fuerzas Armadas, es la legitimidad y la convivencia democrática.
Es decir que la institución militar será respetada en la medida que, como lo hace, participe activamente en el sistema republicano y democrático de Gobierno, que como lo hace garantice su permanente acatamiento a la Constitución Nacional y también, como lo lleva adelante en toda esta etapa democrática, la consolidación del respeto a los derechos humanos de todos los argentinos.
A esa legitimidad hay que sumar la que emana de su capacidad para cumplir las funciones que le son asignadas como una parte más del aparato estatal. Esta legitimidad funcional y la legitimidad democrática que referimos son las vigentes hoy en la relación Fuerzas Armadas con la sociedad y han desplazado definitivamente a los principios de los tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en los que se consideraba a los ejércitos como la causa del Estado Nación Independiente y como último bastión de la nacionalidad.
La legitimidad social hoy exige de sus Fuerzas Armadas una indudable vocación democrática y un desempeño eficiente de las expectativas esperadas de la profesión militar en su estricto rol de la defensa.
Contribuyendo a esta finalidad nuestro Gobierno se encuentra comprometido con una política tendiente a producir la modernización del sistema de defensa nacional. Estamos impulsando una profunda reestructuración del instrumento militar que apunte a la modernización de sus componentes. En ese marco, la reglamentación de la Ley de Defensa Nacional constituye una sólida base para avanzar hacia el futuro. El objetivo de lograr un planeamiento que integre medios y actividades, que constituya un sistema de defensa con definitiva articulación de sus componentes, capaz de responder a las necesidades que se presenten, es central y fundamental.
La convocatoria al Consejo de Defensa Nacional permitirá contar con apreciaciones y estrategias indispensables para el planeamiento militar bajo pautas de total coordinación y actuación conjunta.
En esa reconversión asignamos un rol fundamental al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, recogiendo con su creación no sólo la experiencia de los países más modernos sino las conclusiones de nuestra propia experiencia en el conflicto de Malvinas.
Este organismo tendrá la enorme responsabilidad del control funcional de las Fuerzas Armadas en tiempo de paz, priorizando la plena integración, tanto al nivel estructural de la organización como al nivel de la actividad operativa.
El rol fundamental asignado a cada fuerza, alistar y preparar recursos humanos y medios materiales, sólo puede tener pleno sentido en el marco único que exceda las especificidades propias como la que cada una de ellas pueda actuar.
El instrumento militar de la defensa nacional deberá avanzar hacia la estructuración de una fuerza en la que se priorizarán las capacidades de naturaleza esencialmente defensiva, que permitan garantizar la defensa militar de la soberanía, la independencia política y la integración territorial de la República Argentina, y que a su vez no irradien percepciones de amenaza hacia los países de la región.
Se asegurará también el ejercicio de las actividades de vigilancia y control de los espacios territoriales, marítimos y aéreos de responsabilidad de las fuerzas, así como la máxima movilidad operacional y la flexibilidad logística.
Es precisamente en el área de defensa donde la investigación, la adaptación y desarrollo de nuevas tecnologías de proceso y equipamiento especializado debe ocupar un lugar preponderante. Será pues esencial unificar y potenciar todo el sistema científico técnico disponible en el área de defensa, así como articularlo de forma eficiente y flexible con el sistema científico-tecnológico nacional.
El proceso continuo de investigación y desarrollo está indisolublemente vinculado a la producción de bienes y servicios de la defensa. Tenemos como objetivo de central importancia la consolidación de una industria militar naval y aeronáutica, que pueda, por un lado, satisfacer las necesidades de mantenimiento y equipamiento de nuestras fuerzas y, por otro, resolver el abastecimiento del mercado interno y regional con competitividad y con estructuras empresarias modernas, ágiles y transparentes.
Es fundamental impulsar, para lograr todos estos fines, una profunda reforma de los procesos educativos que forman y capacitan a los jefes y suboficiales de nuestras Fuerzas Armadas. En coherencia con los principios republicanos que obligan a nuestros ciudadanos a armarse en defensa de la Patria, el Ministerio de Defensa se hará cargo de la educación de las Fuerzas Armadas como parte de la responsabilidad que le incumbe a la sociedad civil. En consecuencia, definirá las políticas educativas y las estructuras de educación de las Fuerzas Armadas, que a lo largo de gran parte del siglo XX se fueron separando del sistema educativo nacional.
El principio de integración de las Fuerzas Armadas en el sistema educativo nacional implica también retomar el sentido profundo del servicio público que encierra la función militar. Al mismo tiempo pretendemos profesionalizar adecuadamente a los encargados de la defensa de la nación. También buscamos fortalecer el indispensable sentido de ciudadanía que encierra la condición militar.
La educación para la defensa y la formación del ciudadano militar constituyen dos conceptos que formarán parte del nuevo sistema de educación. Se concibe al mismo tiempo que si bien existen funciones específicas entre los distintos cuerpos armados y especialidades, todos forman parte de un único instrumento militar de la Nación, que ahora se encuentra orientado y dirigido por la política de la acción solidaria y concordante a través del Estado Mayor Conjunto.
El currículum de la educación militar moderna exige variadas disciplinas: ciencias básicas, sociología, derecho, relaciones internacionales, derechos humanos, ciencias políticas, gestión pública, entre otras. Ya nadie defiende el perfil estrechamente militarista de la formación tradicional, la interdisciplina constituye una exigencia de todas las profesiones y de todas las funciones directivas. Las visiones unilaterales y reduccionistas de la realidad han producido fracasos dramáticos.
Señores oficiales superiores, jefes, oficiales, suboficiales, voluntarios, que a lo largo y a lo ancho del país se aprestan a celebrar la Independencia nacional y estrechar los lazos con sus camaradas de todas las fuerzas, de armas y especialidades: los exhorto una vez más a seguir el ejemplo de San Martín, Belgrano, Brown, Moreno, con el recuerdo de los que dieron su vida por la Patria a lo largo de nuestra historia.
Con nuestra atención puesta en Haití, Kosovo, Chipre y la Antártida, donde levantarán la bandera por la Nación desde el comandante en jefe hasta los más jóvenes soldados, nos llama el cumplimiento del deber esencial de saldar nuestro vínculo activo con la Constitución Nacional, con los derechos y garantías que ella protege, y con los deberes como ciudadanos que ella impone. Todos, cada uno desde su lugar, en diversidad y pluralidad, cumpliremos así con nuestro irrenunciable y sincero compromiso de servir a la Patria.
Son tiempos donde el país va en una paulatina recuperación, son tiempos donde los argentinos debemos contribuir a encontrar los marcos necesarios para cualificar el rol de nuestras instituciones. Entre ellas está una institución básica en nuestro país que son sus Fuerzas Armadas. Tarea de ustedes es contribuir a esa cualificación, a encontrar el marco de respuesta que la Nación Argentina necesita de nuestras Fuerzas Armadas; tener la capacidad, la generosidad, la grandeza, la visión histórica de comprender y de entender la necesidad de respuestas claras a todos los sucesos que nos tocaron vivir a los argentinos y definitivamente queremos los argentinos, porque así es, así debe ser y así será, que nuestras Fuerzas Armadas pertenezcan a todos los argentinos.
El hecho de ser cuadro de la misma, el hecho de ser un oficial, suboficial o soldado de la misma, bajo ningún aspecto le permite a nadie adueñarse y decir “es nuestra institución”. Yo aquí en nombre de todos los argentinos digo: es nuestra institución, de todos los argentinos. Como Presidente, como Comandante en Jefe y como argentino también es mi institución. Queremos una institución que realmente consolide ese rumbo estratégico de San Martín, Belgrano, Brown, y la visión estratégica de país que tenía Moreno.
Por eso, sea y sirva a fondo este espacio de compartir este momento, para que podamos dar este tipo de respuestas. Estoy seguro que así va a ser, que así lo vamos a poder lograr y esperemos que dentro de algunas décadas, no sólo en el marco de vuestra institución, porque la corresponsabilidad del fracaso de los argentinos abarca a todas las instituciones en general, cada uno en los distintos roles y en los distintos momentos históricos que le tocó actuar, podamos decirles a las generaciones que vienen que les brindamos una sociedad democrática, plural, diversa, con instituciones consolidadas, donde los argentinos nos podamos sentir orgullosos de nuestras propias instituciones. De todas. Tarea ardua, pero creo que lo podemos lograr.
Así que, señores, realmente es un honor poder compartir con ustedes esta noche. Muchísimas gracias.