Quiero en primer lugar felicitar a usted y a su delegación por la elección del tema que resulta fundamental para la agenda internacional. Desgraciadamente la actualidad del mismo indica reconocer que a pesar del esfuerzo de la comunidad internacional a través de las Naciones Unidas, la paz y la seguridad del mundo son todavía un objetivo lejano.
Desde nuestra perspectiva, las amenazas a la paz provienen tanto de la acción criminal del terrorismo como de la preservación de armas de destrucción masiva, de las violaciones a los derechos humanos como de la ausencia ante la necesaria participación.
La paz es mucho más que la ausencia de conflicto, demanda una postura activa, un proceso dinámico, permanente y continuo destinado a fomentar el diálogo y la comprensión. Prevenir es siempre mejor que reaccionar cuando el conflicto ya arreció, porque evita la pérdida de vidas y promueve la estabilidad además de ser mucho menos costoso.
Sin embargo, la eficaz acción preventiva demanda aún más, requiere brindar respuestas justas a disputas de larga data, a prolongada situación de injusticia, a la pobreza más profunda y abierta, al hambre, a las pandemias más atroces como las que atraviesa Africa y a las desigualdades profundas como las que enfrenta América latina.
Este cuadro de inestabilidad pone en evidencia cuál es y será la agenda que dominará la acción del Consejo de Seguridad. En este marco es preciso comprender que la paz se construye y se preserva con participación de todas las naciones y pueblos.
Quienes se refugian en su propia seguridad, olvidan que el mundo ya no es más el que existía en el siglo XX y debe saber que las amenazas que acechan a uno golpearán más tarde o más temprano a quienes se crean a salvo de ellas. Las nuevas amenazas nos hacen entender finalmente el verdadero concepto de la solidaridad de las naciones. El terrorismo es una amenaza a la vida y dignidad humana, una afrenta a la conciencia civilizada de la humanidad.
La Argentina considera todos los actos de terrorismo criminales e injustificables; no hay ninguna razón racial, religiosa, ideológica o de cualquier otra naturaleza que pueda justificar el asesinato de civiles inocentes. Los argentinos tenemos un profundo sentimiento de solidaridad con las víctimas del terrorismo en el mundo y con sus familiares. Fuimos víctimas de dos atroces atentados en la década del ´90, en la Embajada de Israel y en la sede de la AMIA; padecimos en carne propia el dolor y la desesperación por los muertos y heridos y aún sufrimos por la herida que permanece abierta en el corazón de nuestra sociedad.
Sabemos que para enfrentar con éxito al terrorismo es central contar con legitimidad de respuesta y tener el respaldo de la comunidad internacional. Eso requiere una lógica que ubique al problema en una dimensión más amplia que la puramente militar o preponderantemente unilateral.
Es necesario comprender y hacer comprender que la paz y el desarrollo se refuerzan mutuamente, así como que debe existir una estrecha relación entre el respeto a los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo. Los actos terroristas han dejado de ser delitos de incidencia nacional y transnacional, para constituir una amenaza a la paz y a la seguridad internacional.
La vulnerabilidad de todas naciones, grandes, pequeñas, ricas y pobres demanda una acción multilateral inteligente, concertada y sostenida en el tiempo, basada en la legitimidad, el respeto a los derechos humanos, la proporcionalidad en la respuesta y en el respaldo de la opinión pública internacional.
La lucha contra el terrorismo debe respetar el derecho internacional, los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y el derecho de los refugiados. Cuando brindamos respuestas a hechos concretos, es en la defensa de la persona humana y de sus derechos donde hallamos la razón de ser de esta organización y de las naciones que la integramos. La Argentina colabora plenamente con el Comité Antiterrorismo creado por la Resolución 1373 año 2001, como también con el Comité creado por la Resolución 1267 año 1999.
La Asamblea General también lleva a cabo una destacada labor en la lucha contra el terrorismo que debemos alentar y profundizar. Celebramos por eso que recientemente haya adoptado, luego de dos años de esfuerzo, el convenio internacional para la represión de los actos de terrorismo nuclear. Esperamos que pronto pueda también adoptar la Convención General sobre Terrorismo.
La cooperación internacional es crucial, dentro de ella la cooperación judicial, es decir, la extradición y la asistencia jurídica mutua son fundamentales porque su falta de funcionamiento eficaz tornaría ilusorio e ineficaz cualquier norma o régimen jurídico antiterrorista.
La lucha contra la financiación del terrorismo también es esencial. En cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad, los Estados deben fortalecer y extremar las medidas de cooperación para prevenir la provisión de fondos destinados a la comisión de actos de terrorismo y el sostenimiento de grupos terroristas congelando dichos fondos mediante mecanismos expeditivos y eficaces.
La proliferación de armas de destrucción masiva y el peligro de su desvío a grupos terroristas constituye hoy más que nunca una clara amenaza a la paz y a la seguridad internacional.
La Argentina, único país latinoamericano que forma parte de los cinco regímenes de no proliferación, atribuye una enorme importancia a la Resolución 1540. La comunidad internacional ha realizado encomiables esfuerzos para enfrentar al terrorismo, dando respuesta a un desafío que involucra a toda la humanidad. En este contexto la Argentina reitera su disposición de trabajar mancomunadamente contra este flagelo.
Para que la tarea sea exitosa debemos al mismo tiempo encarar con energía la solución de los conflictos no resueltos, las situaciones de profunda injusticia, de exclusión social y de pobreza extrema, así como el hambre y al analfabetismo. Es decir, debemos abordar de manera integrada todos los aspectos que amenazan la paz y la seguridad internacional como único camino para que el Consejo pueda cumplir adecuadamente su mandato.
La historia reciente demuestra que trabajar por la paz no es una tarea sencilla, exige de muchas condiciones pero sobre todo de vocación para hacer efectiva una voluntad política concertada y colectiva.
Las Naciones Unidas se fundaron en la decisión de todos los Estados de que fuesen acción colectiva el único mecanismo para adoptar las medidas y acciones destinadas a mantener la paz y la seguridad internacional.
Este Consejo de Seguridad se creó para mantener la paz y prevenir las guerras, esas calamidades artificiales nacidas en el espíritu humano cuando la humanidad advirtió con incredulidad los niveles extremos de salvajismo y violencia a los que se había llegado. Hoy es más evidente que nunca que la dinámica de las relaciones internacionales a comienzos del siglo XXI nos exige fortalecer y dinamizar los mecanismos multilaterales como medio idóneo para preservar la paz y seguridad internacional y responder con equilibrio al cuadro de inestabilidad global que enfrentamos.
Al adherir con firmeza a los propósitos y principios que animan a las Naciones Unidas, estamos convencidos de la necesidad de construir consensos orientados a fortalecer el derecho internacional, la promoción de los valores universales asociados a la paz y a la seguridad, la democracia representativa y el respeto a los derechos humanos.
Para que esta visión sea efectiva creemos indispensable contar con un Consejo de Seguridad cuya acción y legitimidad no sean puestas en duda. El fortalecimiento del multilateralismo, principio inseparable de la seguridad colectiva, demanda la permanente búsqueda de las respuestas concertadas. La Argentina continuará cumpliendo con su papel en este significativo proceso.
Es por eso que la Argentina alienta la reforma una reforma del sistema multilateral que resulte en un verdadero fortalecimiento de las Naciones Unidas. Ello es esencial para el cumplimiento de sus funciones, el mantenimiento de la paz y las seguridades internacionales, así como la promoción del desarrollo económico y social y la erradicación del hambre y la pobreza.
Es indispensable abordar la reforma en la organización desde un enfoque totalmente comprensivo, sobre la base del desarrollo, la seguridad y el pleno respeto a los derechos humanos. Deben contemplarse todas las cuestiones que puedan afectarla, incluyendo la violencia y la violación masiva de los derechos humanos. Las armas de destrucción masiva, el terrorismo, el crimen organizado, la pobreza y las enfermedades, así como la preocupación general por el multilateralismo, la permanencia de barreras arancelarias en los países desarrollados y las inequidades que caracterizan al actual sistema financiero internacional.
Debemos reconocer que queda mucho por hacer en particular, ante el terrible cuadro de deficiencias sociales que enfrenta la comunidad internacional, pero también es mucho lo que se puede hacer por mitigar los males que enfrentamos. Debemos convocarnos a la lucha por la defensa y la dignidad del ser humano.
Estamos convencidos de que el mundo actual puede albergar civilizaciones, diferentes religiones. No puede haber liderazgos culturales impuestos por la fuerza. Defendemos con firmeza la diversidad y la pluralidad. No habrá paz sin justicia. La defensa irrestricta de los derechos humanos debe ser central en nuestra gesta. En esta lucha estaremos saldando nuestra obligación moral y nuestra deuda para con las generaciones venideras. Muchas gracias.
Desde nuestra perspectiva, las amenazas a la paz provienen tanto de la acción criminal del terrorismo como de la preservación de armas de destrucción masiva, de las violaciones a los derechos humanos como de la ausencia ante la necesaria participación.
La paz es mucho más que la ausencia de conflicto, demanda una postura activa, un proceso dinámico, permanente y continuo destinado a fomentar el diálogo y la comprensión. Prevenir es siempre mejor que reaccionar cuando el conflicto ya arreció, porque evita la pérdida de vidas y promueve la estabilidad además de ser mucho menos costoso.
Sin embargo, la eficaz acción preventiva demanda aún más, requiere brindar respuestas justas a disputas de larga data, a prolongada situación de injusticia, a la pobreza más profunda y abierta, al hambre, a las pandemias más atroces como las que atraviesa Africa y a las desigualdades profundas como las que enfrenta América latina.
Este cuadro de inestabilidad pone en evidencia cuál es y será la agenda que dominará la acción del Consejo de Seguridad. En este marco es preciso comprender que la paz se construye y se preserva con participación de todas las naciones y pueblos.
Quienes se refugian en su propia seguridad, olvidan que el mundo ya no es más el que existía en el siglo XX y debe saber que las amenazas que acechan a uno golpearán más tarde o más temprano a quienes se crean a salvo de ellas. Las nuevas amenazas nos hacen entender finalmente el verdadero concepto de la solidaridad de las naciones. El terrorismo es una amenaza a la vida y dignidad humana, una afrenta a la conciencia civilizada de la humanidad.
La Argentina considera todos los actos de terrorismo criminales e injustificables; no hay ninguna razón racial, religiosa, ideológica o de cualquier otra naturaleza que pueda justificar el asesinato de civiles inocentes. Los argentinos tenemos un profundo sentimiento de solidaridad con las víctimas del terrorismo en el mundo y con sus familiares. Fuimos víctimas de dos atroces atentados en la década del ´90, en la Embajada de Israel y en la sede de la AMIA; padecimos en carne propia el dolor y la desesperación por los muertos y heridos y aún sufrimos por la herida que permanece abierta en el corazón de nuestra sociedad.
Sabemos que para enfrentar con éxito al terrorismo es central contar con legitimidad de respuesta y tener el respaldo de la comunidad internacional. Eso requiere una lógica que ubique al problema en una dimensión más amplia que la puramente militar o preponderantemente unilateral.
Es necesario comprender y hacer comprender que la paz y el desarrollo se refuerzan mutuamente, así como que debe existir una estrecha relación entre el respeto a los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo. Los actos terroristas han dejado de ser delitos de incidencia nacional y transnacional, para constituir una amenaza a la paz y a la seguridad internacional.
La vulnerabilidad de todas naciones, grandes, pequeñas, ricas y pobres demanda una acción multilateral inteligente, concertada y sostenida en el tiempo, basada en la legitimidad, el respeto a los derechos humanos, la proporcionalidad en la respuesta y en el respaldo de la opinión pública internacional.
La lucha contra el terrorismo debe respetar el derecho internacional, los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y el derecho de los refugiados. Cuando brindamos respuestas a hechos concretos, es en la defensa de la persona humana y de sus derechos donde hallamos la razón de ser de esta organización y de las naciones que la integramos. La Argentina colabora plenamente con el Comité Antiterrorismo creado por la Resolución 1373 año 2001, como también con el Comité creado por la Resolución 1267 año 1999.
La Asamblea General también lleva a cabo una destacada labor en la lucha contra el terrorismo que debemos alentar y profundizar. Celebramos por eso que recientemente haya adoptado, luego de dos años de esfuerzo, el convenio internacional para la represión de los actos de terrorismo nuclear. Esperamos que pronto pueda también adoptar la Convención General sobre Terrorismo.
La cooperación internacional es crucial, dentro de ella la cooperación judicial, es decir, la extradición y la asistencia jurídica mutua son fundamentales porque su falta de funcionamiento eficaz tornaría ilusorio e ineficaz cualquier norma o régimen jurídico antiterrorista.
La lucha contra la financiación del terrorismo también es esencial. En cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad, los Estados deben fortalecer y extremar las medidas de cooperación para prevenir la provisión de fondos destinados a la comisión de actos de terrorismo y el sostenimiento de grupos terroristas congelando dichos fondos mediante mecanismos expeditivos y eficaces.
La proliferación de armas de destrucción masiva y el peligro de su desvío a grupos terroristas constituye hoy más que nunca una clara amenaza a la paz y a la seguridad internacional.
La Argentina, único país latinoamericano que forma parte de los cinco regímenes de no proliferación, atribuye una enorme importancia a la Resolución 1540. La comunidad internacional ha realizado encomiables esfuerzos para enfrentar al terrorismo, dando respuesta a un desafío que involucra a toda la humanidad. En este contexto la Argentina reitera su disposición de trabajar mancomunadamente contra este flagelo.
Para que la tarea sea exitosa debemos al mismo tiempo encarar con energía la solución de los conflictos no resueltos, las situaciones de profunda injusticia, de exclusión social y de pobreza extrema, así como el hambre y al analfabetismo. Es decir, debemos abordar de manera integrada todos los aspectos que amenazan la paz y la seguridad internacional como único camino para que el Consejo pueda cumplir adecuadamente su mandato.
La historia reciente demuestra que trabajar por la paz no es una tarea sencilla, exige de muchas condiciones pero sobre todo de vocación para hacer efectiva una voluntad política concertada y colectiva.
Las Naciones Unidas se fundaron en la decisión de todos los Estados de que fuesen acción colectiva el único mecanismo para adoptar las medidas y acciones destinadas a mantener la paz y la seguridad internacional.
Este Consejo de Seguridad se creó para mantener la paz y prevenir las guerras, esas calamidades artificiales nacidas en el espíritu humano cuando la humanidad advirtió con incredulidad los niveles extremos de salvajismo y violencia a los que se había llegado. Hoy es más evidente que nunca que la dinámica de las relaciones internacionales a comienzos del siglo XXI nos exige fortalecer y dinamizar los mecanismos multilaterales como medio idóneo para preservar la paz y seguridad internacional y responder con equilibrio al cuadro de inestabilidad global que enfrentamos.
Al adherir con firmeza a los propósitos y principios que animan a las Naciones Unidas, estamos convencidos de la necesidad de construir consensos orientados a fortalecer el derecho internacional, la promoción de los valores universales asociados a la paz y a la seguridad, la democracia representativa y el respeto a los derechos humanos.
Para que esta visión sea efectiva creemos indispensable contar con un Consejo de Seguridad cuya acción y legitimidad no sean puestas en duda. El fortalecimiento del multilateralismo, principio inseparable de la seguridad colectiva, demanda la permanente búsqueda de las respuestas concertadas. La Argentina continuará cumpliendo con su papel en este significativo proceso.
Es por eso que la Argentina alienta la reforma una reforma del sistema multilateral que resulte en un verdadero fortalecimiento de las Naciones Unidas. Ello es esencial para el cumplimiento de sus funciones, el mantenimiento de la paz y las seguridades internacionales, así como la promoción del desarrollo económico y social y la erradicación del hambre y la pobreza.
Es indispensable abordar la reforma en la organización desde un enfoque totalmente comprensivo, sobre la base del desarrollo, la seguridad y el pleno respeto a los derechos humanos. Deben contemplarse todas las cuestiones que puedan afectarla, incluyendo la violencia y la violación masiva de los derechos humanos. Las armas de destrucción masiva, el terrorismo, el crimen organizado, la pobreza y las enfermedades, así como la preocupación general por el multilateralismo, la permanencia de barreras arancelarias en los países desarrollados y las inequidades que caracterizan al actual sistema financiero internacional.
Debemos reconocer que queda mucho por hacer en particular, ante el terrible cuadro de deficiencias sociales que enfrenta la comunidad internacional, pero también es mucho lo que se puede hacer por mitigar los males que enfrentamos. Debemos convocarnos a la lucha por la defensa y la dignidad del ser humano.
Estamos convencidos de que el mundo actual puede albergar civilizaciones, diferentes religiones. No puede haber liderazgos culturales impuestos por la fuerza. Defendemos con firmeza la diversidad y la pluralidad. No habrá paz sin justicia. La defensa irrestricta de los derechos humanos debe ser central en nuestra gesta. En esta lucha estaremos saldando nuestra obligación moral y nuestra deuda para con las generaciones venideras. Muchas gracias.