Señor Vicepresidente de la Nación; señores presidentes de las Cámaras Legislativas; señores Gobernadores y Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; señores Ministros del Poder Ejecutivo Nacional; miembros del cuerpo diplomático; autoridades nacionales; provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires; señores legisladores; señores empresarios; señores representantes gremiales; señores representantes de organizaciones sociales; señoras y señores: hemos dicho que trabajamos para crear las condiciones políticas que posibiliten que el pueblo argentino pueda elegir en función de las mejores cualidades mostradas por cada uno y no por la capacidad que se muestre de criticar acciones de los demás. Creemos firmemente en el pensar y en el actuar en positivo como modo de ir corrigiendo errores, perfeccionando sistemas e incrementando la calidad de las instituciones.
Con humildad construimos sobre la base de nuestros argumentos y convicciones, actuamos como somos, nos equivocamos a veces y otras veces acertamos. No perdemos la capacidad para rectificar los errores, sabedores, como somos, que llegar a este nivel de la conducción del Estado no trae aparejada ni la perfección ni la infalibilidad.
Los números con toda contundencia muestran hoy que nuestra deuda en cesación de pagos ha quedado reestructurada como resultado del proceso de canje que, oportunamente, anunciáramos. Por sus particulares características en un proceso único y excepcional la reestructuración integral logró la máxima aceptación de los mercados y lo que es más importante se apoya en una racional sustentabilidad interna. Se trata de la remoción de uno de los más importantes obstáculos estructurales que enfrentaba nuestra recuperación.
Ahora que hemos superado este difícil trance, no aconsejable para país alguno, justo es que tratemos de extraer enseñanzas de la experiencia. Es necesario reflexionar sobre las circunstancias que nos llevaron al extremo de defaultear la deuda. Es necesario que analicemos como país cómo hemos actuado cada uno para arribar a este resultado. Es necesario mirar, con espíritu crítico, si los diversos actores en esta situación, una vez dado el default, fueron parte del problema o si ayudaron a la solución. Es necesario extraer de nuestro proceso de reestructuración lecciones también que hacen al exterior y su implicancia en relación con los mercados financieros.
No se trata de exitismo o de reactivar espíritu revanchista alguno, en todo caso se trata de que incrementemos la responsabilidad todos, desde el lugar que a cada uno le cabe. Se trata de que cada uno asuma con seriedad su papel y asuma su propia responsabilidad. Los argentinos somos gente de buena memoria, pero a veces algunos pecan de cierta irresponsabilidad a la hora de referirse a temas que exigen seriedad y responsabilidad.
Imaginemos por un instante, solamente un instante, qué sería hoy de nuestro país y de nuestro Gobierno si la gigantesca operación mundial del canje hubiera fracasado. Un instante no más. No quiera nadie saber las barbaridades que los profetas del fracaso estarían diciendo. Gracias a Dios y al esfuerzo diario y cotidiano de mucha gente, que trabajó buscando tener éxito, mucha gente que creyó y otros tantos que acompañaron alentando, hemos arribado a este punto que nos permite sacar enseñanzas muy ricas. No tenemos rencores, no buscamos revanchas, no somos fiscales de actitudes de los otros, pero es necesario que digamos con claridad por qué la Argentina llegó a la situación en que se encontraba y pugna por superar.
La deuda se hizo intolerable, tras 30 años de destrucción de lo argentino, con largos períodos de recetas impuestas, sobre todo en una última década de mantenimiento de políticas macroeconómicas no sustentables en nuestra realidad, que en algún momento contaron con la aprobación pública y privada internacional, en la que con el apoyo de la ortodoxia económica declamaban la importancia del superávit fiscal pero incrementaban geométricamente nuestra deuda para cubrir los crecientes déficit. Si lo sabrán los gobernadores de provincias y las provincias. Cada pacto fiscal que les tocó sufrir y soportar en pos de las necesidades globales del país.
La deuda se hizo intolerable, agravó la más larga y profunda recesión económica en por lo menos un siglo y medio, comenzada en 1998, ahondada por la impericia de quienes tuvieron la responsabilidad de conducir la economía y el gobierno, hasta llegar al colapso y sus consecuencias del 2001 y 2002. Endeudamiento sin límite, desocupación récord, desestructuración productiva, perdida de una parte del tejido social, pobreza, indigencia, riesgo de hiperinflación y desarticulación política precedieron e hicieron más dramática la cesación de pagos.
En este punto Argentina sacó enseñanzas de sus propios errores en tanto la remoción de este obstáculo estructural se hace sobre la base de principios de sustentabilidad, que nos alejan de la posibilidad de reproducir la experiencia negativa. Desechamos expresamente la posibilidad de encarar una efímera, cómoda y falsa reestructuración – como bien dijo el señor Ministro de Economía – con suba de deuda, pérdida de crecimiento y aniquilamiento del bienestar de nuestro pueblo. La aceptabilidad de los mercados acompaña la realista sustentabilidad de la propuesta. Encaramos un muy importante esfuerzo fiscal, contamos con el mayor superávit primario fiscal de la Nación y las provincias en los últimos 50 años y pretendemos bajar los niveles de la deuda de modo que resulten compatibles con nuestra economía.
Quienes han aceptado el canje se han asociado a nuestro crecimiento y obtendrán frutos del crecimiento y de nuestra economía. Pensamos, con humildad lo decimos y sin rencor alguno, que algunos de nuestros oponentes políticos también tienen que sacar enseñanzas de este proceso. Es fácil refugiarse en la crítica, augurar el fracaso y hablar mal del Gobierno y su propuesta. Bien lo sabrá el Doctor Alfonsín también. Era una vez más la oportunidad de sentarse a esperar el fracaso del otro para poder contar con posibilidades políticas. No advertir que se trataba del fracaso de un país, no el de un Gobierno, fue quizás el peor error de los que eligieron ese cómodo y perdedor camino.
Los calificativos, señores y ustedes lo saben muy bien, brotaban: “mediocres”, “inaceptables”, “sin buenas perspectivas”, “patoteadas”, “van al fracaso”, “profunda equivocación”, “abominable”, “un fracaso”, “muy mal”, “falta de seriedad”, “falta de profesionalismo”, “técnicamente incorrecto”, “nos aislamos del mundo”, “nos caemos del planeta”. (Aplausos).
Los sets de televisión, las hojas de las revistas y los diarios, los programas de radio eran el lugar elegido para la emisión de las más gigantescas diatribas y campo propicio para las peores profecías y augurios. Por derecha, por izquierda, por arriba, por abajo, desde adentro y desde afuera se trataba de augurar lo peor, criticar sin sustancia y esperar el anunciado fracaso del canje. Los sets de televisión, las hojas de las revistas y los diarios, los programas de radio y algún otro pequeño auditorio como escenario eran un indicativo y preanuncio respecto de la postura del pueblo argentino. Elegían esos lugares porque los argentinos no queríamos fracasar una vez más, teníamos esperanzas de que por fin las cosas saldrían mejor. Es como escucharles decir: “Yo no hubiera hecho nada de lo que hizo Kirchner y su equipo hasta ahora en materia de deuda externa; discrepo con el manejo de la deuda; son insuficientes las concesiones; la estrategia global es equivocada; parece una pesadilla; la situación no viene bien; para febrero y marzo se viene el gran huracán; crisis de deuda”.
Quienes entienden de aquel viejo modo la política tienen que sacar como enseñanza que Argentina está cambiando, que no pueden seguir improvisando, que tienen que prepararse para argumentar y defender sus puntos de vista y, sobre todo, hacerse cargo de su historia y de sus responsabilidades. Las apuestas al fracaso de quienes gobiernan es una apuesta al fracaso de todos.
También tienen que sacar enseñanza aquellos gurúes del mercado, que engolados por la preeminencia del “pensamiento único” bregan por hacernos creer que el crecimiento depende más de una tarea de seducción, que supuestamente representan los mercados, y no del esfuerzo y la responsabilidad que pongamos todos los días para producir más y mejor. Gurúes que fueron parte del problema, que responden – algunos – a lineamientos políticos e ideológicos, que muchas veces no dejan ver, pero que trascienden en sus recomendaciones y que nos llevaron o contribuyeron a llevarnos hacia el infierno de donde venimos. Algunos de ellos tienen su correlato en la vieja política y fueron funcionarios de gobiernos que nos endeudaron, otros simplemente son la voz de los acreedores, cuando no de los fondos que quisieron hacer un negocio especulativo con nuestro default.
Quedan en el aire y en los archivos los ecos de las frases más altisonantes. Que nadie se ofenda pero con todo respeto nos permitimos ayudarles a tener memoria de lo que dijeron. Podríamos nombrar: “una política mediocre” (Jorge Streb, del CEMA, en septiembre de 2003); “es mediocre, por eso el crecimiento de 2004 será del 4 por ciento y sólo del 2 por ciento en el 2005”. “Una propuesta técnica tan despojada, la estrategia oficial para salir del default es profundamente equivocada” (Julio Piercard, ex gerente de BCRA, Banco Central, en septiembre de 2003); “el acreedor puede no acordar y esperar a negociar con otro Gobierno. Mi sensación es que se está siendo demasiado inflexible. Diferencia entre el optimismo que hay localmente y la información que se obtiene cuando se habla con gente que está en el exterior”, (Pablo Guidotti, ex Secretario de Hacienda, CEMA, octubre de 2003); “la renegociación de la deuda no se hace con patoteadas, es muy difícil alcanzar el canje y si se mantienen todos los puntos y comas de la propuesta que ya se hizo se subestimó los aspectos operativos del canje de la deuda. Una de las debilidades es que la actual oferta no tiene apoyo explícito ni del FMI ni del Grupo de los 7”, (Miguel Kiegel, ex Subsecretario de Financiamiento, noviembre de 2003); (Aplausos) “el plan para salir del default está equivocado” (Carlos Melconian, febrero de 2004) “La negociación la veo muy mal, la Argentina está replicando el pasado como ocurrió en el caso de la guerra de las Malvinas (Jorge Avila, febrero de 2004) “Pautas equivocadas, como la de haber encarado las negociaciones en una óptica criolla” (Ricardo Estévez, marzo de 2004); “debiéramos ceder la cobranza de parte de los impuestos al comercio exterior” (Daniel Artana, febrero de 2004) (Aplausos); “el Presidente tiene que negociar seriamente y hasta ahora no lo ha hecho, de mantener esta postura no avanzamos nada. El gobierno tiene que mejorar la oferta porque el tema está mal planteado, con mala fe. La última propuesta no parece tener posibilidades de alcanzar los mínimos niveles de aceptación requeridos. (don Manuel Solanet, febrero de 2004). “Se encuentra lejos de los valores que estarían dispuestos a aceptar los acreedores y era esperable que la propuesta argentina no encontrara una gran respuesta en el exterior.” (José Luis Espert, julio de 2004, noviembre de 2004). La enumeración y las citas serían interminables, con ejemplos locales y en el exterior. Esto puede comprobarlo cualquier argentino recurriendo a las páginas de nuestros diarios.
Me han aconsejado todo el día que no lo diga, (risas y aplausos) pero creo que es un aporte para que mejoren, para que cambien, para que tomen las enseñanzas del caso y para que sobre todo tengan más piedad cuando de descalificar las acciones de otro se trata.
También nuestro caso encierra lecciones respecto de las condiciones para una justa reestructuración de la deuda de los mercados emergentes. Las crisis recurrentes en materia de deuda soberana se han venido produciendo en el mundo antes o después de la cesación de pagos. Ponen en claro que es necesario introducir nuevos conceptos e instrumentos de lo que dependerá la seguridad y el desarrollo de los mercados emergentes, como sostuvimos en el G 20.
Se necesitan códigos de transparencia, porque no basta con contar con códigos de conducta. Muchos de los informes que servirían para mejorar los análisis se mantienen reservados y se publican con retraso de casi un año. En todas las reuniones del FMI ha sido esta nuestra posición. Deben crearse condiciones preferenciales para los acreedores hasta ciertos montos mínimos de inversión, no es equitativo igualar inversores minoristas no sofisticados con grandes inversores institucionales. Este ha sido uno de los temas que Argentina intentó tener en cuenta. Sería útil reconocer la posibilidad de un tratamiento diferente y preferencial, sería igualmente útil para el desarrollo de los mercados y la solución de situaciones de reestructuración, reconocer un tratamiento diferente y preferencial a los tenedores originales de los créditos, los que adquirieron los títulos a su valor fiscal. Ello debería complementarse con el criterio de dar un trato diferencial y menos preferencial a quienes hayan adquirido los créditos después de situaciones de default abierto. Estos tres últimos criterios tienen que ver claramente con la naturaleza de los acreedores y lógicamente tienen diferentes comportamientos durante los procesos de reestructuración.
Está probado que quienes más obstaculizan los procesos son precisamente quienes más buscan ganancias extraordinarias y rápidas. Cuentan con información asimétrica y privilegiada, capacidad de análisis y capacidad de influir hasta presionar a los deudores soberanos. La defensa de los intereses de esos grupos suele ir en contra de los inversores más estables y de menor tamaño, y dificultan un desarrollo más estable del mercado.
Por último, es necesario poner fin a la ambigüedad aún existente en caso de crisis, sobre si puede o no contar con asistencia del salvataje en los organismos o los países desarrollados. Deben establecerse criterios y parámetros diferentes con lo que juzgar la reestructuración, según exista o no aquel apoyo.
Nosotros hemos hecho pagos netos por más de diez millones de dólares, tenemos clara experiencia de cuán diferente es reestructurar cuando hay fondos frescos, o como en este caso, cuando no los hay. Pretender que el mismo criterio sirva a los dos casos no tiene sentido económico ni ayuda a normalizar los mercados.
Creemos que las finanzas globales tienen mucho que ganar si se avanza en estos criterios que exponemos en el marco de los dos principios generales que nuestra reestructuración ha respetado. Primero, es parte de la demostración de buena fe en la negociación obligatoria para el deudor no prometer aquello que sabe que no se puede cumplir; segundo, la reestructuración no puede ser un mero mecanismo de escape de acreedores que cuentan con información y poder asimétrico, tiene que tener sustentabilidad en la realidad política, social y económica del país que enfrenta este duro trance.
Para finalizar estas reflexiones en voz alta que me he permitido hacer, sin triunfalismo, pero con exacta conciencia del logro que hemos obtenido, quiero destacar que se trata del fruto de la unidad nacional que se ha preservado en las horas más difíciles, porque frente a aquellos políticos irrepresentativos a que aludíamos antes, frente a los gurúes del mercado y las plumas de ciertos periodistas que despotricaban frente al canje, frente a esa pequeña parte de la vieja Argentina que apuesta al fracaso, se levantó la nueva Argentina que confía y que sabe que juntos podemos salir adelante.
Millones de argentinos que se permitieron soñar y trabajar todos los días, cientos y miles de empresarios que emprenden, producen, ayudan a que se produzca más y más riqueza en nuestra patria, una sociedad que quiere tener esperanzas y futuro, daban la batalla y remaban para que arribáramos a buen puerto. Argentina, sobre la base de esa unidad nacional, y buscando la unidad del continente, marcha hacia el cambio y necesita consolidar su crecimiento sustentable, lograr calidad institucional, atraer inversiones productivas, subir su productividad, mejorar la distribución del ingreso, crear empleo decente para avanzar con paso firme. Pero sabemos que en muchos casos el sólo crecimiento económico puede no ser suficiente para reducir drásticamente la pobreza. Las experiencias que lograron un desarrollo económico y lo tradujeron en progreso social, que de eso se trata, debieron abocarse a la generación de empleo para los más pobres, aumentar sus niveles de ingresos y darles un mejor acceso a la salud, la educación, nutrición, la vivienda, el agua potable junto a otros servicios vitales. (Aplausos)
Más allá de la combinación de las reformas macroeconómicas con otras entradas en el mercado, buenos gobiernos e instituciones confiables y una interacción apropiada entre estímulos y suministro de bienes públicos, los países que lograron equilibrar el dinamismo económico con inclusión social, pudieron hacerlo prestando muy especialmente atención a sus propias características. Lejos de adoptar modelos universales desarrollaron sus propios enfoques. La adopción de esos enfoques propios adecuados a la realidad nacional posibilitó dar mayor sustentabilidad a los cambios sobre la base de consensos políticos indispensables para la viabilidad de las medidas que se aplicaron.
Nuestra reestructuración de la deuda respeta esos conceptos. Sabemos que tenemos que dar la batalla internacional para reconstruir confianza y credibilidad, sabemos que el prestigio no se gana satisfaciendo a algunos poderes económicos, financieros o ideológicos, el prestigio se recuperará cuando el país consolide su crecimiento, atraiga inversiones productivas, suba su productividad, mejore el proceso de redistribución del ingreso y cree permanentemente empleo decente de mejor calidad.
Se ganará en tanto sigamos con una sólida situación fiscal, no se recurra a nuevos endeudamientos sino más bien se lo reduzca a niveles aceptables; cuando sumemos más y más competitividad e inserción de los mercados, siendo nosotros mismos, cumpliendo nuestro rol en la región y demostrando que podemos cumplir con lo que nos comprometemos.
Este final de la cesación de pagos demuestra también lo que podemos hacer unidos los argentinos, respetando el rol de cada una de nuestras instituciones. No es porque haya finalizado la reestructuración que mágicamente desaparecerán los problemas, enfrentaremos otros, vendrán y vienen nuevos y difíciles temas. Pero haber arribado a este hito, un verdadero punto de inflexión, por un lado, nos demuestra que somos capaces de salir adelante con soluciones argentinas a los problemas argentinos. Por otro lado, despejando incertidumbres a nuestros futuro nos da cuenta que podemos tener un mejor destino como país, si creemos en nosotros mismos y en la fuerza que podemos activar trabajando en pos de un objetivo común.
Por último, comenzamos a poder salir -con hechos- de una coyuntura, para poder mirar unos pasos más adelante, es importante porque venimos del segundo a segundo y del minuto a minuto. Queremos y nos merecemos un mejor Estado, un mejor mercado, una mejor sociedad. Estoy seguro de que lo vamos a lograr juntos.
Creo que es muy importante que este paso que estamos dando los argentinos, que venimos y estamos todavía en el propio infierno, este punto de inflexión que marca que pudimos, que se pudo llevar adelante este canje de la deuda, nos lleve a tener en claro que el desafío, la responsabilidad, la discusión por la idea es por implementar mejores y mejores políticas, no por destruir lo que está haciendo el otro. Es una Argentina que necesita cualificarse, es una Argentina que necesita debates serios, es una Argentina que necesita terminar con el debate de la descalificación, de la acusación injusta y de la denuncia apelando a cualquier método o sistema con tal de ensuciar al que está al lado, sin importarles absolutamente nada de lo que pueda suceder con las cosas que se dicen. Este país, mis queridos amigos, empresarios, trabajadores, no soporta más este tipo de irresponsabilidades. Este país está necesitando -y los medios, todos pueden ayudar muchísimo- ver debates de fondo de la problemática argentina, de la problemática económica, social, del empleo, del trabajo, del salario, de la distribución del ingreso; quiere ver a dirigentes que dejen de agredirse permanentemente y que tengan la suficiente capacidad en sus ideas, en su verdad relativa de encontrar verdades nuevas que sustenten al conjunto.
Por eso agradezco la presencia del ex presidente de la Nación doctor Alfonsín aquí, que nos ayudó con la ley en el Congreso realmente en un gesto que lo ennoblece, un gesto que la Argentina tiene que empezar a rescatar y él con toda su experiencia lo aportó en un momento difícil, muy difícil, donde seguramente tenía mucho más para perder políticamente que para ganar. Pero lo hizo.
Agradezco profundamente la presencia de los distintos grupos empresarios, que aportaron, que nos dieron ánimo, que nos dieron fuerza; más allá de los dichos de muchos economistas de que esto no podía salir, estaban allí apostando a la Argentina. Sería absolutamente ingrato de nuestra parte desconocer el rol que jugó el empresariado argentino, y esto es fundamental porque es sostén del desarrollo global de las posibilidades que este país tiene. Siguieron invirtiendo, siguieron generando trabajo, siguieron apostando a la Argentina y esto también ayudó a que el tanque pueda funcionar. Y ni hablar de las organizaciones sociales y de los trabajadores argentinos, que soportando los peores momentos de largas décadas de la historia tampoco contribuyeron a consolidar una Argentina de ingobernabilidad sino que también apostaron, siguieron dando todo, aún lo que no tenían. Y esto tampoco se hubiera llevado adelante sin la comprensión de los dirigentes y del pueblo trabajador argentino, de las distintas organizaciones sociales.
Quiero agradecer profundamente todo el trabajo llevado adelante por el equipo de Economía, por la Secretaría Técnica, por el jefe de Gabinete, por los gobernadores en cada momento que tuvieron que contribuir. Siempre un aporte positivo, siempre una actitud positiva. La ley de Responsabilidad Fiscal fue un verdadero ejemplo de la responsabilidad de los gobernadores provinciales que también aportaron elementos para la gobernabilidad. Son cosas que se han podido lograr. Y estoy hablando de los gobernadores argentinos, no estoy hablando de los gobernadores de mi partido, que han tenido una actitud de seriedad, de responsabilidad, pensando también en lo necesario y fundamental que era salir de esta situación.
Por eso todos, incluido el que más responsabilidad tiene, tenemos que hacernos permanentemente profundas autocríticas en el sentido de cómo aportamos un crecimiento valorativo, un crecimiento cualitativo en nuestras acciones.
También los que escriben. Muchos tienen miedo de hablar de los periodistas porque temen que después digan cualquier cosa de uno. En democracia tenemos que hablar todos con absoluta sinceridad y sin ningún tipo de miedos, porque nuestros amigos periodistas también quieren que la Argentina salga adelante, porque viven y sufren en ella permanentemente, y no tengo ninguna duda de que la gran mayoría son grandes trabajadores argentinos, indudablemente intelectuales, dedicados a su profesión, de muy buen nivel y de gran preparación, más allá de la actitud desaprensiva de algunos. Pero también es muy importante esa contribución, que no es la contribución del “seguidismo”, es la contribución del aporte para hacer las cosas mejor. El aporte no solamente es la crítica permanente y destructiva, el aporte es cómo generar esa idea superadora que nos ayude a construir una nueva Argentina.
Por eso a todos, Roberto, Alberto, todos los ministros, Carlos; por tantas horas de debate, de discusión, de trabajo, a tanta gente anónima en todos sus equipos que ha trabajado y que muchas veces uno los olvida en estas circunstancias, yo les agradezco profundamente. Vinimos hoy al Salón Blanco no a tener una actitud exitista de lo que hemos logrado, nos hemos encontrado en el Salón Blanco porque los argentinos hemos logrado dar un paso importantísimo para la recuperación y la reconstrución de la Argentina. Los números que el ministro de Economía mostró, cómo baja el endeudamiento en porcentaje y en deuda, eso va a significar menos pobreza, menos indigencia, menos situaciones límite; va a significar que a muchos argentinos olvidados de la mano de Dios les pueda llegar la mano reparadora del Estado. Por eso también nos da muchísima tranquilidad.
Vienen nuevos desafíos, vienen nuevas discusiones, allá están, ya nos están mirando, nosotros nos estamos preparando y ustedes también. Muchísimas gracias. (Aplausos)
Con humildad construimos sobre la base de nuestros argumentos y convicciones, actuamos como somos, nos equivocamos a veces y otras veces acertamos. No perdemos la capacidad para rectificar los errores, sabedores, como somos, que llegar a este nivel de la conducción del Estado no trae aparejada ni la perfección ni la infalibilidad.
Los números con toda contundencia muestran hoy que nuestra deuda en cesación de pagos ha quedado reestructurada como resultado del proceso de canje que, oportunamente, anunciáramos. Por sus particulares características en un proceso único y excepcional la reestructuración integral logró la máxima aceptación de los mercados y lo que es más importante se apoya en una racional sustentabilidad interna. Se trata de la remoción de uno de los más importantes obstáculos estructurales que enfrentaba nuestra recuperación.
Ahora que hemos superado este difícil trance, no aconsejable para país alguno, justo es que tratemos de extraer enseñanzas de la experiencia. Es necesario reflexionar sobre las circunstancias que nos llevaron al extremo de defaultear la deuda. Es necesario que analicemos como país cómo hemos actuado cada uno para arribar a este resultado. Es necesario mirar, con espíritu crítico, si los diversos actores en esta situación, una vez dado el default, fueron parte del problema o si ayudaron a la solución. Es necesario extraer de nuestro proceso de reestructuración lecciones también que hacen al exterior y su implicancia en relación con los mercados financieros.
No se trata de exitismo o de reactivar espíritu revanchista alguno, en todo caso se trata de que incrementemos la responsabilidad todos, desde el lugar que a cada uno le cabe. Se trata de que cada uno asuma con seriedad su papel y asuma su propia responsabilidad. Los argentinos somos gente de buena memoria, pero a veces algunos pecan de cierta irresponsabilidad a la hora de referirse a temas que exigen seriedad y responsabilidad.
Imaginemos por un instante, solamente un instante, qué sería hoy de nuestro país y de nuestro Gobierno si la gigantesca operación mundial del canje hubiera fracasado. Un instante no más. No quiera nadie saber las barbaridades que los profetas del fracaso estarían diciendo. Gracias a Dios y al esfuerzo diario y cotidiano de mucha gente, que trabajó buscando tener éxito, mucha gente que creyó y otros tantos que acompañaron alentando, hemos arribado a este punto que nos permite sacar enseñanzas muy ricas. No tenemos rencores, no buscamos revanchas, no somos fiscales de actitudes de los otros, pero es necesario que digamos con claridad por qué la Argentina llegó a la situación en que se encontraba y pugna por superar.
La deuda se hizo intolerable, tras 30 años de destrucción de lo argentino, con largos períodos de recetas impuestas, sobre todo en una última década de mantenimiento de políticas macroeconómicas no sustentables en nuestra realidad, que en algún momento contaron con la aprobación pública y privada internacional, en la que con el apoyo de la ortodoxia económica declamaban la importancia del superávit fiscal pero incrementaban geométricamente nuestra deuda para cubrir los crecientes déficit. Si lo sabrán los gobernadores de provincias y las provincias. Cada pacto fiscal que les tocó sufrir y soportar en pos de las necesidades globales del país.
La deuda se hizo intolerable, agravó la más larga y profunda recesión económica en por lo menos un siglo y medio, comenzada en 1998, ahondada por la impericia de quienes tuvieron la responsabilidad de conducir la economía y el gobierno, hasta llegar al colapso y sus consecuencias del 2001 y 2002. Endeudamiento sin límite, desocupación récord, desestructuración productiva, perdida de una parte del tejido social, pobreza, indigencia, riesgo de hiperinflación y desarticulación política precedieron e hicieron más dramática la cesación de pagos.
En este punto Argentina sacó enseñanzas de sus propios errores en tanto la remoción de este obstáculo estructural se hace sobre la base de principios de sustentabilidad, que nos alejan de la posibilidad de reproducir la experiencia negativa. Desechamos expresamente la posibilidad de encarar una efímera, cómoda y falsa reestructuración – como bien dijo el señor Ministro de Economía – con suba de deuda, pérdida de crecimiento y aniquilamiento del bienestar de nuestro pueblo. La aceptabilidad de los mercados acompaña la realista sustentabilidad de la propuesta. Encaramos un muy importante esfuerzo fiscal, contamos con el mayor superávit primario fiscal de la Nación y las provincias en los últimos 50 años y pretendemos bajar los niveles de la deuda de modo que resulten compatibles con nuestra economía.
Quienes han aceptado el canje se han asociado a nuestro crecimiento y obtendrán frutos del crecimiento y de nuestra economía. Pensamos, con humildad lo decimos y sin rencor alguno, que algunos de nuestros oponentes políticos también tienen que sacar enseñanzas de este proceso. Es fácil refugiarse en la crítica, augurar el fracaso y hablar mal del Gobierno y su propuesta. Bien lo sabrá el Doctor Alfonsín también. Era una vez más la oportunidad de sentarse a esperar el fracaso del otro para poder contar con posibilidades políticas. No advertir que se trataba del fracaso de un país, no el de un Gobierno, fue quizás el peor error de los que eligieron ese cómodo y perdedor camino.
Los calificativos, señores y ustedes lo saben muy bien, brotaban: “mediocres”, “inaceptables”, “sin buenas perspectivas”, “patoteadas”, “van al fracaso”, “profunda equivocación”, “abominable”, “un fracaso”, “muy mal”, “falta de seriedad”, “falta de profesionalismo”, “técnicamente incorrecto”, “nos aislamos del mundo”, “nos caemos del planeta”. (Aplausos).
Los sets de televisión, las hojas de las revistas y los diarios, los programas de radio eran el lugar elegido para la emisión de las más gigantescas diatribas y campo propicio para las peores profecías y augurios. Por derecha, por izquierda, por arriba, por abajo, desde adentro y desde afuera se trataba de augurar lo peor, criticar sin sustancia y esperar el anunciado fracaso del canje. Los sets de televisión, las hojas de las revistas y los diarios, los programas de radio y algún otro pequeño auditorio como escenario eran un indicativo y preanuncio respecto de la postura del pueblo argentino. Elegían esos lugares porque los argentinos no queríamos fracasar una vez más, teníamos esperanzas de que por fin las cosas saldrían mejor. Es como escucharles decir: “Yo no hubiera hecho nada de lo que hizo Kirchner y su equipo hasta ahora en materia de deuda externa; discrepo con el manejo de la deuda; son insuficientes las concesiones; la estrategia global es equivocada; parece una pesadilla; la situación no viene bien; para febrero y marzo se viene el gran huracán; crisis de deuda”.
Quienes entienden de aquel viejo modo la política tienen que sacar como enseñanza que Argentina está cambiando, que no pueden seguir improvisando, que tienen que prepararse para argumentar y defender sus puntos de vista y, sobre todo, hacerse cargo de su historia y de sus responsabilidades. Las apuestas al fracaso de quienes gobiernan es una apuesta al fracaso de todos.
También tienen que sacar enseñanza aquellos gurúes del mercado, que engolados por la preeminencia del “pensamiento único” bregan por hacernos creer que el crecimiento depende más de una tarea de seducción, que supuestamente representan los mercados, y no del esfuerzo y la responsabilidad que pongamos todos los días para producir más y mejor. Gurúes que fueron parte del problema, que responden – algunos – a lineamientos políticos e ideológicos, que muchas veces no dejan ver, pero que trascienden en sus recomendaciones y que nos llevaron o contribuyeron a llevarnos hacia el infierno de donde venimos. Algunos de ellos tienen su correlato en la vieja política y fueron funcionarios de gobiernos que nos endeudaron, otros simplemente son la voz de los acreedores, cuando no de los fondos que quisieron hacer un negocio especulativo con nuestro default.
Quedan en el aire y en los archivos los ecos de las frases más altisonantes. Que nadie se ofenda pero con todo respeto nos permitimos ayudarles a tener memoria de lo que dijeron. Podríamos nombrar: “una política mediocre” (Jorge Streb, del CEMA, en septiembre de 2003); “es mediocre, por eso el crecimiento de 2004 será del 4 por ciento y sólo del 2 por ciento en el 2005”. “Una propuesta técnica tan despojada, la estrategia oficial para salir del default es profundamente equivocada” (Julio Piercard, ex gerente de BCRA, Banco Central, en septiembre de 2003); “el acreedor puede no acordar y esperar a negociar con otro Gobierno. Mi sensación es que se está siendo demasiado inflexible. Diferencia entre el optimismo que hay localmente y la información que se obtiene cuando se habla con gente que está en el exterior”, (Pablo Guidotti, ex Secretario de Hacienda, CEMA, octubre de 2003); “la renegociación de la deuda no se hace con patoteadas, es muy difícil alcanzar el canje y si se mantienen todos los puntos y comas de la propuesta que ya se hizo se subestimó los aspectos operativos del canje de la deuda. Una de las debilidades es que la actual oferta no tiene apoyo explícito ni del FMI ni del Grupo de los 7”, (Miguel Kiegel, ex Subsecretario de Financiamiento, noviembre de 2003); (Aplausos) “el plan para salir del default está equivocado” (Carlos Melconian, febrero de 2004) “La negociación la veo muy mal, la Argentina está replicando el pasado como ocurrió en el caso de la guerra de las Malvinas (Jorge Avila, febrero de 2004) “Pautas equivocadas, como la de haber encarado las negociaciones en una óptica criolla” (Ricardo Estévez, marzo de 2004); “debiéramos ceder la cobranza de parte de los impuestos al comercio exterior” (Daniel Artana, febrero de 2004) (Aplausos); “el Presidente tiene que negociar seriamente y hasta ahora no lo ha hecho, de mantener esta postura no avanzamos nada. El gobierno tiene que mejorar la oferta porque el tema está mal planteado, con mala fe. La última propuesta no parece tener posibilidades de alcanzar los mínimos niveles de aceptación requeridos. (don Manuel Solanet, febrero de 2004). “Se encuentra lejos de los valores que estarían dispuestos a aceptar los acreedores y era esperable que la propuesta argentina no encontrara una gran respuesta en el exterior.” (José Luis Espert, julio de 2004, noviembre de 2004). La enumeración y las citas serían interminables, con ejemplos locales y en el exterior. Esto puede comprobarlo cualquier argentino recurriendo a las páginas de nuestros diarios.
Me han aconsejado todo el día que no lo diga, (risas y aplausos) pero creo que es un aporte para que mejoren, para que cambien, para que tomen las enseñanzas del caso y para que sobre todo tengan más piedad cuando de descalificar las acciones de otro se trata.
También nuestro caso encierra lecciones respecto de las condiciones para una justa reestructuración de la deuda de los mercados emergentes. Las crisis recurrentes en materia de deuda soberana se han venido produciendo en el mundo antes o después de la cesación de pagos. Ponen en claro que es necesario introducir nuevos conceptos e instrumentos de lo que dependerá la seguridad y el desarrollo de los mercados emergentes, como sostuvimos en el G 20.
Se necesitan códigos de transparencia, porque no basta con contar con códigos de conducta. Muchos de los informes que servirían para mejorar los análisis se mantienen reservados y se publican con retraso de casi un año. En todas las reuniones del FMI ha sido esta nuestra posición. Deben crearse condiciones preferenciales para los acreedores hasta ciertos montos mínimos de inversión, no es equitativo igualar inversores minoristas no sofisticados con grandes inversores institucionales. Este ha sido uno de los temas que Argentina intentó tener en cuenta. Sería útil reconocer la posibilidad de un tratamiento diferente y preferencial, sería igualmente útil para el desarrollo de los mercados y la solución de situaciones de reestructuración, reconocer un tratamiento diferente y preferencial a los tenedores originales de los créditos, los que adquirieron los títulos a su valor fiscal. Ello debería complementarse con el criterio de dar un trato diferencial y menos preferencial a quienes hayan adquirido los créditos después de situaciones de default abierto. Estos tres últimos criterios tienen que ver claramente con la naturaleza de los acreedores y lógicamente tienen diferentes comportamientos durante los procesos de reestructuración.
Está probado que quienes más obstaculizan los procesos son precisamente quienes más buscan ganancias extraordinarias y rápidas. Cuentan con información asimétrica y privilegiada, capacidad de análisis y capacidad de influir hasta presionar a los deudores soberanos. La defensa de los intereses de esos grupos suele ir en contra de los inversores más estables y de menor tamaño, y dificultan un desarrollo más estable del mercado.
Por último, es necesario poner fin a la ambigüedad aún existente en caso de crisis, sobre si puede o no contar con asistencia del salvataje en los organismos o los países desarrollados. Deben establecerse criterios y parámetros diferentes con lo que juzgar la reestructuración, según exista o no aquel apoyo.
Nosotros hemos hecho pagos netos por más de diez millones de dólares, tenemos clara experiencia de cuán diferente es reestructurar cuando hay fondos frescos, o como en este caso, cuando no los hay. Pretender que el mismo criterio sirva a los dos casos no tiene sentido económico ni ayuda a normalizar los mercados.
Creemos que las finanzas globales tienen mucho que ganar si se avanza en estos criterios que exponemos en el marco de los dos principios generales que nuestra reestructuración ha respetado. Primero, es parte de la demostración de buena fe en la negociación obligatoria para el deudor no prometer aquello que sabe que no se puede cumplir; segundo, la reestructuración no puede ser un mero mecanismo de escape de acreedores que cuentan con información y poder asimétrico, tiene que tener sustentabilidad en la realidad política, social y económica del país que enfrenta este duro trance.
Para finalizar estas reflexiones en voz alta que me he permitido hacer, sin triunfalismo, pero con exacta conciencia del logro que hemos obtenido, quiero destacar que se trata del fruto de la unidad nacional que se ha preservado en las horas más difíciles, porque frente a aquellos políticos irrepresentativos a que aludíamos antes, frente a los gurúes del mercado y las plumas de ciertos periodistas que despotricaban frente al canje, frente a esa pequeña parte de la vieja Argentina que apuesta al fracaso, se levantó la nueva Argentina que confía y que sabe que juntos podemos salir adelante.
Millones de argentinos que se permitieron soñar y trabajar todos los días, cientos y miles de empresarios que emprenden, producen, ayudan a que se produzca más y más riqueza en nuestra patria, una sociedad que quiere tener esperanzas y futuro, daban la batalla y remaban para que arribáramos a buen puerto. Argentina, sobre la base de esa unidad nacional, y buscando la unidad del continente, marcha hacia el cambio y necesita consolidar su crecimiento sustentable, lograr calidad institucional, atraer inversiones productivas, subir su productividad, mejorar la distribución del ingreso, crear empleo decente para avanzar con paso firme. Pero sabemos que en muchos casos el sólo crecimiento económico puede no ser suficiente para reducir drásticamente la pobreza. Las experiencias que lograron un desarrollo económico y lo tradujeron en progreso social, que de eso se trata, debieron abocarse a la generación de empleo para los más pobres, aumentar sus niveles de ingresos y darles un mejor acceso a la salud, la educación, nutrición, la vivienda, el agua potable junto a otros servicios vitales. (Aplausos)
Más allá de la combinación de las reformas macroeconómicas con otras entradas en el mercado, buenos gobiernos e instituciones confiables y una interacción apropiada entre estímulos y suministro de bienes públicos, los países que lograron equilibrar el dinamismo económico con inclusión social, pudieron hacerlo prestando muy especialmente atención a sus propias características. Lejos de adoptar modelos universales desarrollaron sus propios enfoques. La adopción de esos enfoques propios adecuados a la realidad nacional posibilitó dar mayor sustentabilidad a los cambios sobre la base de consensos políticos indispensables para la viabilidad de las medidas que se aplicaron.
Nuestra reestructuración de la deuda respeta esos conceptos. Sabemos que tenemos que dar la batalla internacional para reconstruir confianza y credibilidad, sabemos que el prestigio no se gana satisfaciendo a algunos poderes económicos, financieros o ideológicos, el prestigio se recuperará cuando el país consolide su crecimiento, atraiga inversiones productivas, suba su productividad, mejore el proceso de redistribución del ingreso y cree permanentemente empleo decente de mejor calidad.
Se ganará en tanto sigamos con una sólida situación fiscal, no se recurra a nuevos endeudamientos sino más bien se lo reduzca a niveles aceptables; cuando sumemos más y más competitividad e inserción de los mercados, siendo nosotros mismos, cumpliendo nuestro rol en la región y demostrando que podemos cumplir con lo que nos comprometemos.
Este final de la cesación de pagos demuestra también lo que podemos hacer unidos los argentinos, respetando el rol de cada una de nuestras instituciones. No es porque haya finalizado la reestructuración que mágicamente desaparecerán los problemas, enfrentaremos otros, vendrán y vienen nuevos y difíciles temas. Pero haber arribado a este hito, un verdadero punto de inflexión, por un lado, nos demuestra que somos capaces de salir adelante con soluciones argentinas a los problemas argentinos. Por otro lado, despejando incertidumbres a nuestros futuro nos da cuenta que podemos tener un mejor destino como país, si creemos en nosotros mismos y en la fuerza que podemos activar trabajando en pos de un objetivo común.
Por último, comenzamos a poder salir -con hechos- de una coyuntura, para poder mirar unos pasos más adelante, es importante porque venimos del segundo a segundo y del minuto a minuto. Queremos y nos merecemos un mejor Estado, un mejor mercado, una mejor sociedad. Estoy seguro de que lo vamos a lograr juntos.
Creo que es muy importante que este paso que estamos dando los argentinos, que venimos y estamos todavía en el propio infierno, este punto de inflexión que marca que pudimos, que se pudo llevar adelante este canje de la deuda, nos lleve a tener en claro que el desafío, la responsabilidad, la discusión por la idea es por implementar mejores y mejores políticas, no por destruir lo que está haciendo el otro. Es una Argentina que necesita cualificarse, es una Argentina que necesita debates serios, es una Argentina que necesita terminar con el debate de la descalificación, de la acusación injusta y de la denuncia apelando a cualquier método o sistema con tal de ensuciar al que está al lado, sin importarles absolutamente nada de lo que pueda suceder con las cosas que se dicen. Este país, mis queridos amigos, empresarios, trabajadores, no soporta más este tipo de irresponsabilidades. Este país está necesitando -y los medios, todos pueden ayudar muchísimo- ver debates de fondo de la problemática argentina, de la problemática económica, social, del empleo, del trabajo, del salario, de la distribución del ingreso; quiere ver a dirigentes que dejen de agredirse permanentemente y que tengan la suficiente capacidad en sus ideas, en su verdad relativa de encontrar verdades nuevas que sustenten al conjunto.
Por eso agradezco la presencia del ex presidente de la Nación doctor Alfonsín aquí, que nos ayudó con la ley en el Congreso realmente en un gesto que lo ennoblece, un gesto que la Argentina tiene que empezar a rescatar y él con toda su experiencia lo aportó en un momento difícil, muy difícil, donde seguramente tenía mucho más para perder políticamente que para ganar. Pero lo hizo.
Agradezco profundamente la presencia de los distintos grupos empresarios, que aportaron, que nos dieron ánimo, que nos dieron fuerza; más allá de los dichos de muchos economistas de que esto no podía salir, estaban allí apostando a la Argentina. Sería absolutamente ingrato de nuestra parte desconocer el rol que jugó el empresariado argentino, y esto es fundamental porque es sostén del desarrollo global de las posibilidades que este país tiene. Siguieron invirtiendo, siguieron generando trabajo, siguieron apostando a la Argentina y esto también ayudó a que el tanque pueda funcionar. Y ni hablar de las organizaciones sociales y de los trabajadores argentinos, que soportando los peores momentos de largas décadas de la historia tampoco contribuyeron a consolidar una Argentina de ingobernabilidad sino que también apostaron, siguieron dando todo, aún lo que no tenían. Y esto tampoco se hubiera llevado adelante sin la comprensión de los dirigentes y del pueblo trabajador argentino, de las distintas organizaciones sociales.
Quiero agradecer profundamente todo el trabajo llevado adelante por el equipo de Economía, por la Secretaría Técnica, por el jefe de Gabinete, por los gobernadores en cada momento que tuvieron que contribuir. Siempre un aporte positivo, siempre una actitud positiva. La ley de Responsabilidad Fiscal fue un verdadero ejemplo de la responsabilidad de los gobernadores provinciales que también aportaron elementos para la gobernabilidad. Son cosas que se han podido lograr. Y estoy hablando de los gobernadores argentinos, no estoy hablando de los gobernadores de mi partido, que han tenido una actitud de seriedad, de responsabilidad, pensando también en lo necesario y fundamental que era salir de esta situación.
Por eso todos, incluido el que más responsabilidad tiene, tenemos que hacernos permanentemente profundas autocríticas en el sentido de cómo aportamos un crecimiento valorativo, un crecimiento cualitativo en nuestras acciones.
También los que escriben. Muchos tienen miedo de hablar de los periodistas porque temen que después digan cualquier cosa de uno. En democracia tenemos que hablar todos con absoluta sinceridad y sin ningún tipo de miedos, porque nuestros amigos periodistas también quieren que la Argentina salga adelante, porque viven y sufren en ella permanentemente, y no tengo ninguna duda de que la gran mayoría son grandes trabajadores argentinos, indudablemente intelectuales, dedicados a su profesión, de muy buen nivel y de gran preparación, más allá de la actitud desaprensiva de algunos. Pero también es muy importante esa contribución, que no es la contribución del “seguidismo”, es la contribución del aporte para hacer las cosas mejor. El aporte no solamente es la crítica permanente y destructiva, el aporte es cómo generar esa idea superadora que nos ayude a construir una nueva Argentina.
Por eso a todos, Roberto, Alberto, todos los ministros, Carlos; por tantas horas de debate, de discusión, de trabajo, a tanta gente anónima en todos sus equipos que ha trabajado y que muchas veces uno los olvida en estas circunstancias, yo les agradezco profundamente. Vinimos hoy al Salón Blanco no a tener una actitud exitista de lo que hemos logrado, nos hemos encontrado en el Salón Blanco porque los argentinos hemos logrado dar un paso importantísimo para la recuperación y la reconstrución de la Argentina. Los números que el ministro de Economía mostró, cómo baja el endeudamiento en porcentaje y en deuda, eso va a significar menos pobreza, menos indigencia, menos situaciones límite; va a significar que a muchos argentinos olvidados de la mano de Dios les pueda llegar la mano reparadora del Estado. Por eso también nos da muchísima tranquilidad.
Vienen nuevos desafíos, vienen nuevas discusiones, allá están, ya nos están mirando, nosotros nos estamos preparando y ustedes también. Muchísimas gracias. (Aplausos)